Thursday, May 28, 2020

Comienzos (12): Génesis 3 por Julia Blum - mayo 21, 2020

Comienzos (12): Génesis 3

Hoy terminamos nuestra discusión sobre uno de los capítulos más dramáticos en la Biblia, de hecho, uno de los capítulos más dramáticos en toda la historia humana.
¿Castigo o protección?«22 Entonces el Señor Dios dijo: “Mira, el hombre se ha convertido en uno de nosotros, conoce el bien y el mal: y ahora no vaya a ser que coloque su mano y tome también del árbol de la vida, y coma, y viva para siempre. 23 Por lo tanto, el Señor Dios lo envió fuera del Jardín del Edén para cultivar el suelo del que había sido tomado. 24 Entonces expulsó al hombre; y colocó querubines al Este del Jardín del Edén, y una espada en llamas que giraba en cada dirección para guardar el camino al árbol de la vida».
Todos hemos visto pinturas que representan a Adám y a Eva como si abandonaran el Jardín del Edén —sollozando, retorciéndose las manos, desesperados en su miseria y dolor—. ¿Alguna vez has pensado en este simple hecho?: con todas estas lágrimas, lamentándose de todo eso, van al mismo lugar donde tú y yo vivimos ahora —donde la humanidad ha vivido desde entonces—. Su miseria es nuestra miseria, vivimos en el mismo lugar oscuro, la única diferencia es que no conocemos nada más —pero ellos sabían muy bien lo que habían acabado de perder—. Solo podemos imaginar qué diferente y qué increíble se sintió ese lugar desde su dolor y frustración al dejar el Jardín del Edén e ir al único lugar que tú y yo conocemos.¿Por qué Dios los desterró?
Tradicionalmente se pensó que al exiliar a Adám y a Eva, Dios simplemente los castigaba: ellos desobedecieron Su mandato, y Él los castigó al desterrarlos del Jardín del Edén —pero eso no es lo que nos dice las Escrituras—.
Vemos claramente la advertencia de Dios en los versículos que acabamos de leer: ahora que son expuestos al conocimiento del bien y del mal, si ahora comen del «árbol de la vida», עֵץ הַחַיִּים (étz hajáyim), también localizado en el jardín, permanecerán en ese estado de miseria para siempre —alejados de Dios— ellos y su posteridad. Dios no quiso que eso sucediera, por lo tanto, es por su propia protección y esperanza que ahora Dios los destierra. Exiliarlos del jardín no fue disciplinario, sino misericordioso y protector.
Percepciones hebreas
«Entonces expulsó al hombre…».
Quiero enseñarte cuánto podemos aprender del hebreo, incluso en esta corta oración del versículo 24. Primero que todo, la palabra hebrea traducida como «expulsó» en el versículo 24 es גָרֶשׁ  (garésh). En el hebreo moderno, la mayoría de las palabras que se refieren al divorcio de una pareja casada se derivan de esta raíz. Por supuesto, el hebreo moderno y el hebreo bíblico son muy diferentes —no podemos leer oraciones bíblicas a través de los lentes del hebreo moderno— sin embargo, el hebreo moderno a veces puede traer una faceta adicional a nuestro conocimiento. En cierto sentido podemos decir que Dios «divorció» a la humanidad del Jardín del Edén y de sí mismo debido al claro peligro que el Árbol de la Vida les presentaba ahora.
A veces las personas preguntan: ¿por qué Dios solo expulsa al hombre? ¿Significa que solo responsabilizó a Adám de lo que había sucedido en el jardín? Dios nunca le dijo a Eva que no comiera del árbol —Él se lo dijo a Adám antes de que Eva fuera creada—. ¿Esa fue la razón para que Dios solo expulsara al hombre? ¿O puede haber otra explicación?
Por supuesto, la explicación como siempre debe buscarse en el idioma hebreo. En estas series mencioné previamente que la palabra hebrea adám no se refiere solo al hombre. De hecho, en hebreo el término para «seres humanos» es benéi adám —los hijos de Adám—. La primera vez que aparece la palabra adám en la Biblia es en Génesis 1:26 cuado Dios dice: «hagamos a adám» y en el siguiente versículo, las Escrituras aclaran: «Él los creó hombre y mujer». Luego, en Génesis 5, encontramos la misma idea: «Él los creó hombre y mujer, y los bendijo y los llamó adám». Entonces la palabra hebrea adám, primero que todo, significa simplemente «humano» y responde al dilema de Génesis 3:24: si adám se refiere aquí como a «humano» esto significa que tanto Adám como Eva fueron expulsados del jardín.
Tikún Olám
Concluiremos este artículo con la última oración de este fatídico capítulo:
«… y colocó querubines al Este del Jardín del Edén, y una espada en llamas que giraba en cada dirección para guardar el camino al árbol de la vida».[1]
Al encontrar este versículo al puro comienzo de la Torá, uno simplemente no puede imaginar que este sería el final de la historia, y esta solución de la «espada en llamas», la solución final. Es imposible imaginar que Aquel que nos creó para el compañerismo de su jardín, nos dejaría afuera para siempre y no reabriría una puerta para regresar. Dios debía que tener un plan para remediar esta situación; Él debía tener la solución —mejor que esta «espada en llamas»—. Existe una expresión en hebreo: tikún olám (literalmente: «reparar el mundo»), y después de este capítulo, no se puede dudar de que este libro trate sobre eso: sobre el tikún olám, sobre «reparar el mundo», sobre sanar las desgracias de la creación. Por supuesto, el entendimiento del tikún olám depende de dónde estemos y en qué creamos; depende primero que todo, de la fe, pero todo aquel que lea estos tres primeros capítulos de la Biblia sabrá que de alguna manera la humanidad debe ser restaurada al jardín y que de esto se tratará todo este libro.
[1] Génesis 3:24.

Las percepciones que leas en estas páginas son típicas de lo que compartimos con nuestros estudiantes durante las clases de DHB (Discovering the Hebre Bible/Descubriendo la Biblia Hebrea) o WTP (Weekly Torah Portion/Porción Semanal de la Torá). Si estos artículos despertaron tu apetito por descubrir los tesoros escondidos de la Biblia hebrea, o estudiar en profundidad la Parashát Shavúa, junto con percepciones del Nuevo Testamento, estaré muy contenta de brindarte más información (y también un descuento del maestro para nuevos estudiantes) respecto a nuestros maravillosos cursos (juliab@eteachergroup.com). 
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About the author

Julia BlumJulia is a teacher and an author of several books on biblical topics. She teaches two biblical courses at the Israel Institute of Biblical Studies, “Discovering the Hebrew Bible” and “Jewish Background of the New Testament”, and writes Hebrew insights for these courses.

Wednesday, May 27, 2020

LA MISIÓN DEL ESPÍRITU SANTO EN LA IGLESIA - De la Constitución dogmática Lumen gentium, sobre la Iglesia, del Concilio Vaticano II

SEGUNDA LECTURA
De la Constitución dogmática Lumen gentium, sobre la Iglesia, del Concilio Vaticano segundo
(Núms. 4. 12)
LA MISIÓN DEL ESPÍRITU SANTO EN LA IGLESIA
Consumada la obra que el Padre confió al Hijo en la tierra, fue enviado el Espíritu Santo en el día de Pentecostés, para que indeficientemente santificara a la Iglesia y, de esta forma, los que creen en Cristo pudieran acercarse al Padre en un mismo Espíritu. Él es el Espíritu de vida o la fuente del agua que brota para comunicar vida eterna; por el cual el Padre vivifica a todos los muertos por el pecado, hasta que el mismo Espíritu resucite en Cristo sus cuerpos mortales.

El Espíritu habita en la Iglesia y en los corazones de los fieles como en un templo, y en ellos ora y da testimonio de la adopción de hijos. Con diversos dones jerárquicos y carismáticos dirige a la Iglesia, a la que guía hacia toda verdad, y la unifica en comunión y ministerio, enriqueciéndola con todos sus frutos.

Con la fuerza del Evangelio hace rejuvenecer a la Iglesia, la renueva constantemente y la conduce a la unión consumada con su Esposo. Pues el Espíritu y la Esposa dicen al Señor Jesús: «¡Ven!»

Así se manifiesta la Iglesia como una muchedumbre reunida por la unidad del Padre y del Hijo y del Espíritu Santo.

La universalidad de los fieles que tiene la unción del Espíritu Santo no puede fallar en su creencia, y ejerce esta peculiar propiedad mediante el sentido sobrenatural de la fe de todo el pueblo, cuando desde los obispos hasta los últimos fieles seglares manifiestan un asentimiento universal en las cosas de fe y de costumbres.

Con ese sentido de la fe, que el Espíritu Santo mueve y sostiene, el pueblo de Dios, bajo la dirección del magisterio, al que sigue fidelísimamente, recibe no ya la palabra de los hombres, sino la verdadera palabra de Dios; se adhiere indefectiblemente a la fe que ha sido transmitida de una vez para siempre a los fieles; penetra profundamente en ella con rectitud de juicio y la aplica más íntegramente en la vida.

Además, el mismo Espíritu Santo no solamente santifica y dirige al pueblo de Dios por los sacramentos y los ministerios y lo enriquece con las virtudes, sino que, distribuyéndolos a cada uno en particular según le place, reparte entre los fieles dones de todo género, incluso especiales, con que los dispone y prepara para realizar variedad de obras y de oficios provechosos para la renovación y una más amplia edificación de la Iglesia, según aquellas palabras: A cada uno se le otorga la manifestación del Espíritu para común utilidad.

Estos carismas, tanto los extraordinarios como los más sencillos y comunes, por el hecho de que son muy conformes y útiles a las necesidades de la Iglesia, hay que recibirlos con agradecimiento y consuelo.
RESPONSORIO    Jn 7, 37. 38. 39
R. El último día de la fiesta, Jesús clamaba en alta voz: «Del que crea en mí brotarán torrentes de agua viva.» * Esto lo dijo del Espíritu, que habían de recibir los que a él se unieran por la fe. Aleluya.V. El que tenga sed que venga a mí y que beba; brotarán de él torrentes de agua viva.R. Esto lo dijo del Espíritu, que habían de recibir los que a él se unieran por la fe. Aleluya.
ORACIÓN.
OREMOS,
Dios misericordioso, concede a tu Iglesia, congregada por el Espíritu Santo, que se entregue plenamente a ti y que viva siempre unificada por el amor, según tú se lo has mandado. Por nuestro Señor Jesucristo, tu Hijo, que vive y reina contigo en la unidad del Espíritu Santo y es Dios, por los siglos de los siglos.
Amén

Monday, May 25, 2020

Dones del Espíritu Santo - Wikipedia en Español

Dones del Espíritu Santo

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En la teología cristiana, el Espíritu Santo —o equivalentes como son, entre otros, Espíritu de DiosEspíritu de verdad o Paráclito: acción o presencia de Dios, del griego παράκλητον parákleton: ‘aquel que es invocado’, del latín Spiritus Sanctus: Espíritu Santo— es una expresión bíblica que se refiere a una compleja noción teológica a través de la cual se describe una "realidad espiritual" suprema, que ha sufrido múltiples interpretaciones en las diferentes confesiones cristianas y escuelas teológicas.1
Según la Doctrina de la Iglesia católicalos dones del Espíritu Santo son medios imperecederos proporcionados por el Espíritu Santo, tercera persona de la Santísima Trinidad, de los cuales el creyente obtiene de Dios las gracias y carismas necesarios para sobrellevar la vida terrena con santidad. Estos dones son permanentes y ayudan al hombre a ser más dócil para seguir los impulsos del Espíritu Santo y ayudan a conseguir la perfección de las virtudes de las personas que los reciben o, al menos, a dirigirse hacia ella.2​ Tales dones son siete: entendimiento o inteligenciasabiduríaconsejofortalezacienciapiedad y temor de Dios.3

En las religiones anteriores al cristianismo[editar]

En el libro del profeta Isaías puede leerse:
Brotará del tronco de Jesé un retoño, y retoñará de sus raíces un vástago. Sobre quien reposará el espíritu de Yahveh, espíritu de sabiduría y de inteligencia, espíritu de consejo y de fortaleza, espíritu de entendimiento y de temor de Yahveh. Y pronunciará sus decretos en el temor de Yahveh
Is 11, 1-2
Teólogos como Juan de Santo Tomas subrayan ampliamente el hecho de que el conocimiento de estos dones es siempre revelado y no puede ser fruto de la reflexión: de ahí que los filósofos anteriores al cristianismo no conocieran su existencia. El texto es marcadamente mesiánico y su aplicación como dones que son dados a todos los cristianos se debe a la reflexión posterior de los Padres de la Iglesia a partir de otros textos bíblicos.4​Aquí Isaías se refiere a Quien es Jesús, y profetiza su venida.

En el cristianismo[editar]

En el Antiguo testamento[editar]

En el Antiguo testamento hay numerosos pasajes referidos al Espíritu Santo: En el Génesis,5​ en el Éxodo,6​ en el Libro de los Números,7​ en el Deuteronomio8​ También hay pasajes referidos al Espíritu Santo o espíritu de Dios en el Libro de Judit, en el Libro de los Salmos hay numerosas referencias, en el de la Sabiduría también, en el Eclesiástico, en el de Isaías o en el de Miqueas.

En el Nuevo Testamento[editar]

En el Nuevo Testamento hay numerosas referencias a los dones del Espíritu Santo entre las cuales destacan como más principales las siguientes: Evangelio según San Lucas9​cuando Jesús dice a sus discípulos que no se preocupen por lo que han de decir si lo apresan pues ...El Espíritu Santo os enseñará en aquella hora qué es lo que hay que decir.; también en este mismo Evangelio;10​ en el Evangelio de Juan cuando Jesucristo les dice que «el viento sopla donde quiere y oyes su voz... Así es todo el que ha nacido del Espíritu».11​ y también, en el mismo Evangelio cuando Jesús dice «...y yo rogaré al Padre y os dará otro Paráclito para que esté con vosotros siempre: es el Espíritu de la verdad...» .12​ Se repiten estas ideas en los Hechos de los Apóstoles de forma contundente y se ha dicho entre los teólogos que el libro de los Hechos de los Apóstoles podría llamarse «Evangelio del Espíritu Santo» ya que este nombre aparece en casi todas sus páginas.13
Con motivo de un discurso de San Pedro aparece repetidamente la figura del Espíritu Santo.;14​ en la epístola de San Pablo a los Romanos, en la que dedica el capítulo ocho completo a «La vida del Espíritu», les dice que «...la ley del Espíritu de la vida que está en Cristo Jesús te ha liberado del pecado y de la muerte...»«...para que la justicia se cumpliese en nosotros, que no caminamos según la carne sino según el Espíritu», «los que viven según la carne sienten las cosas de la carne, en cambio los que viven según el Espíritu sienten las cosas del Espíritu.», «Porque si vivís según la carne, moriréis; pero, si con el Espíritu hacéis morir las obras del cuerpo, viviréis»;15​ a los corintios les dice en la primera carta que les escribió: «A nosotros, en cambio, Dios nos lo reveló por medio del Espíritu, porque el Espíritu todo lo escudriña, incluso las profundidades de Dios»16​ y una buena parte del capítulo doce lo dedica a explicarles la diversidad de los dones espirituales.17​ También el apóstol San Juan en su escrito del Apocalipsis cita numerosas veces al Espíritu Santo,,,;18192021​ y bastantes más pasajes que son un pequeño resumen de la tradición de la Iglesia, aun cuando el único texto específico y fundamental es el mencionado de Isaías.
Ahora bien, el texto masorético, que es la versión hebraica de la Biblia usada oficialmente entre los judíos, no cuenta siete sino seis —no menciona el espíritu de piedad— los dones del Espíritu Santo, lo cual ha dado pie a discusiones entre los teólogos —que asumen que son siete dado el carácter simbólico de este número— y los exegetas que consideran el texto una simple enumeración de las cualidades de gobierno del Mesías. Tomás de Aquino dedicó un artículo en su Suma teológica a defender que son siete.22

En el magisterio de la Iglesia[editar]

En el sínodo de Roma del año 382, bajo la presidencia del Papa Dámaso I se trató de los dones en los siguientes términos:
Se dijo: Ante todo hay que tratar del Espíritu septiforme que descansa en Cristo. Espíritu de sabiduría: Cristo virtud de Dios y sabiduría de Dios (1Co 1, 24). Espíritu de entendimiento: Te daré entendimiento y te instruiré en el camino por donde andarás (Sal 31, 8). Espíritu de consejo: Y se llamará su nombre ángel del gran consejo (Is 9, 623​). Espíritu de fortaleza: Virtud o fuerza de Dios y sabiduría de Dios (1Co 1, 24). Espíritu de ciencia: Por la eminencia de la ciencia de Cristo Jesús (Ef 3, 19). Espíritu de verdad: Yo soy el camino, la vida y la verdad (Jn 14, 6). Espíritu de temor (de Dios): El temor del Señor es principio de la sabiduría (Sal 110, 10)
DS 83
El Papa León XIII en la encíclica Divinum illud munus, publicada en 1897, declaraba lo siguiente:24
El justo que vive de la vida de la gracia y que opera mediante las virtudes, como otras tantas facultades, tiene absoluta necesidad de los siete dones, que más comúnmente son llamados dones del Espíritu Santo. Mediante estos dones, el espíritu del hombre queda elevado y apto para obedecer con más facilidad y presteza a las inspiraciones e impulsos del Espíritu Santo. Igualmente, estos dones son de tal eficacia, que conducen al hombre al más alto grado de santidad; son tan excelentes, que permanecerán íntegramente en el cielo, aunque en grado más perfecto. Gracias a ellos es movida el alma y conducida a la consecución de las bienaventuranzas evangélicas, esas flores que ve abrirse la primavera como señales precursoras de la eterna beatitud.
Dentro de la Iglesia católica el creyente tiene acceso a los dones y las gracias consecuentes, con el bautismo, mismas que se refuerzan una vez recibido el sacramento de la confirmación, rito por el cual se impone las manos al bautizado y se lo unge con aceite para que descienda sobre este, el Espíritu Santo (Cfr. SC 71; Catec. n. 1289).

El don del Espíritu Santo[editar]

El «don de Dios» es el Espíritu Santo, promesa que se hizo realidad en Pentecostés. El itinerario que, a propósito del «don del Espíritu», sigue la revelación según los textos de la Sagrada Biblia es: de la necesidad a la promesa que llega de forma inminente, de la promesa a la realización, del don dado a los efectos que produce.25

Funciones específicas que tiene cada don[editar]

  • El don de sabiduría da un conocimiento amoroso de Dios, de las personas y de las cosas creadas por la referencia que hacen a Él. Solo se llega al conocimiento de Dios por medio de la santidad y es, precisamente el Espíritu Santo, el que pone este conocimiento al alcance de las almas sencillas que aman a Dios. Este don está íntimamente unido a la virtud de la caridad a la cual perfecciona que proporciona un conocimiento de Dios y de las personas y dispone a las personas para poseer «una cierta experiencia de la dulzura de Dios».,2627​ Santo Tomás de Aquino enseña que el objeto de este don es el mismo Dios en primer lugar y, también, las cosas de este mundo en cuanto se ordenan a Dios y de Él proceden.28
  • El don de entendimiento proporciona un conocimiento más profundos de los misterios de la fe dándole una mayor penetración en los grandes misterios sobrenaturales. Es un don que se concede a todos los cristianos pero para que se desarrolle es necesario vivir en gracia de Dios y poner empeño en crecer en la santidad personal. Perfecciona la virtud de la fe. Este don es sumamente útil para los teólogos para que puedan penetrar en lo más profundo de las verdades que Dios ha revelado y, posteriormente, deducir las virtualidades contenidas en ellas mediante el razonamiento teológico.29​ Según dice Santo Tomas gracias a este don Dios es entrevisto aquí abajo30​ más fácilmente para quienes reciben este don, si bien los misterios de la fe persistan rodeados de una cierta oscuridad.31
  • El don de ciencia facilita al hombre comprender lo que son las cosas creadas como señales que llevan a Dios. Perfecciona la virtud de la fe y enseña a juzgar rectamente todas las cosas creadas para ver en ellas la huella de Dios. El Espíritu Santo hace percibir al hombre la sabiduría infinita, la naturaleza, la bondad de Dios.32​ San Francisco de Asís, iluminado por este don, veía en todas las criaturas, incluso a seres inanimados o irracionales, a hermanos suyos en Cristo.33
  • El don de consejo es el don mediante el cual el Espíritu Santo perfecciona los actos de la virtud de la prudencia, es decir, a la elección de los medios que se deben emplear en cada situación. No solo en situaciones en las que se han de tomar grandes determinaciones sino también en los detalles más pequeños de una vida corriente. El don de consejo es de gran ayuda para mantener una recta conciencia. Catalina de Siena tuvo este don en grado extraordinario ya que fue la mejor consejera y brazo derecho del papa Gregorio XI al que convenció para que regresase de Aviñón a Roma en contra de las ideas de algunos cardenales. También disfrutó de este don santa Teresita del Niño Jesús ya que desempeñó la tarea de «maestra de novicias», para la que se requiere experiencia y madurez, en plena juventud.34
  • El don de piedad tiene por objeto fomentar en la voluntad un amor filial hacia Dios, al que considera como Padre, y un especial sentimiento de fraternidad para con los hombres por ser hermanos e hijos del mismo Padre.35​ Dios quiere ser tratado con entera confianza por sus hijos los hombres, siempre necesitados. El Espíritu Santo enseña y facilita a las personas mediante este don, el trato confiado de un hijo para con su Padre. Por esta razón, la plegaria favorita de los hombres para con su Padre Dios es la que les enseñó Jesucristo: «Padre nuestro que estás en los cielos...». Este don perfecciona la virtud de la fe.36
  • El don de fortaleza lo da el Espíritu Santo a las almas que necesitan vencer los obstáculos y poner en práctica las virtudes. Jesucristo prometió a sus apóstoles que serán revestidos por el Espíritu Santo de la fuerza de lo alto.37​ Este don refuerza la virtud del mismo nombre, la fortaleza, dándole resistencia y aguante frente a cualquier clase de peligros y ataques y una acometida fuerte del cumplimiento del deber a pesar de los obstáculos y dificultades que encuentre. Este don se pone especialmente de manifiesto en los mártires, pero también en la práctica heroica y callada de las virtudes de la vida ordinaria que constituyen el «heroismo de lo pequeño».35
  • El don de temor de Dios es un temor filial, propio de hijos que se sienten amparados por su Padre, a quien no desean ofender. Según Santa Teresa de Jesús que ante tantas tentaciones y pruebas que el hombre ha de padecer, Dios nos da dos remedios: «amor y temor». «El amor nos hará apresurar los pasos, y el temor nos hará ir mirando adonde ponemos los pies para no caer».38​ Sin embargo no son buenos todos los temores. Está en temor mundano de los que temen, sobre todo, a las desventajas sociales y a los males físicos y huyendo de las incomodidades cuando sospechan que ser fiel cristiano pueden causarles ciertas contrariedades. En este caso están predispuestos a abandonar a Cristo y a la Iglesia. De aquí vienen los respetos humanos. Existe otro temor, el temor servil que hace al hombre apartarse del pecado por miedo a las penas del infierno. Puede ser bueno para las personas alejadas de Dios, ser su primer paso de conversión y el comienzo del amor.39​ Como escribió San Juan Evangelistael que teme no es perfecto en la caridad40​ El santo temor de Dios es el don del Espíritu Santo que tuvo, junto con todos los demás, el alma de Jesucristo, de la Virgen y el que tuvieron las almas santas. Este don es consecuencia del don de sabiduría y su manifestación externa.41

Frutos del Espíritu Santo[editar]

Los frutos sobrenaturales en el alma de quien no presenta oposición a las inspiraciones del Espíritu Santo. La Iglesia católica enseña, siguiendo lo que dice San Pablo a modo de ejemplo, que son doce: caridad, gozo, paz, paciencia, benignidad, bondad, longanimidad, mansedumbre, fe, modestia, continencia y castidad.42
En primer lugar figura el amor ya que el amor, la caridad es la primera manifestación de la unión del cristiano con Jesucristo. Al fruto principal del Espíritu Santo «sigue necesariamente el gozo, pues el que ama se goza en la unión con el amado»;43​ El amor y la alegría dejan en el alma la paz, «la tranquilidad en el orden» como la define San Agustín.44​ La Iglesia Católica enseña que esta plenitud de amor, gozo y paz solo se alcanzará en el cielo y, mientras tanto, para superar los obstáculos que se presentan en la tierra se debe dejar guiarse por el Paráclito consiguiendo el don de la paciencia para sobrellevarlos con buen ánimo. La longanimidad, parecida a la paciencia, es una disposición estable por la que se espera el tiempo que Dios quiera antes de alcanzar las metas deseadas. Los siguientes dones que menciona San Pablo están relacionados con el prójimo: la bondad es una «disposición estable» que inclina a la persona a desear todo tipo de bienes para los demás. La benignidad es precisamente esa disposición de hacer el bien a los demás que la voluntad desea mediante el don de la bondad. Totalmente relacionada con la bondad y la benignidad está la mansedumbre, que es como la perfección de aquellas dos. Quien posee este don no se impacienta ni tiene sentimientos rencorosos contra quien la ofende.45
Los tres restantes frutos, la modestia, la continencia y la castidad están relacionadas con la virtud de la Templanza. Mediante el don de la modestia la persona sabe comportarse de forma justa y equilibrada ante las diferentes situaciones; conoce sus talentos pero no los empequeñece ni los aumenta ya que no son fruto de sus trabajos sino que es un don de Dios. La persona modesta resulta atrayente porque exterioriza sin quererlo una sencillez y un orden interior. Mediante los dones de la continencia y la castidad la persona que los posee está atenta para evitar lo que pueda empañar su pureza exterior e interior.46

Véase también[editar]

Referencias[editar]

  1.  En este artículo se usa la frase «realidad espiritual» para evitar términos, como naturalezaentidadfuerza o ser, que implicarían favorecer una u otra de las diversas interpretaciones existentes sobre el Espíritu Santo.
  2.  VV.AA (1992). Catecismo de la Iglesia Católica Catecismo de la Iglesia Católica. Ciudad del Vaticano: Coeditores litúrgicos et alli-Librería Editrice Vaticana. p. 414-416. ISBN 84-288-1100-8. Consultado el 14 de mayo de 2016.
  3.  VV.AA (1992). Catecismo de la Iglesia Católica Catecismo de la Iglesia Católica. Ciudad del Vaticano: Coeditores litúrgicos et alli-Librería Editrice Vaticana. p. 414-415. ISBN 84-288-1100-8. Consultado el 15 de mayo de 2016.
  4.  Joannes de sancto Thoma (1645). De donis Spiritus Sancti. Pádova-2007: Marco Forlivesi. Consultado el 14 de mayo de 2016.
  5.  VV.AA, Génesis (2008). Biblia de Navarra y Midwest Theological Forum. Pamplona: EUNSA. p. 41,38. 58-59. ISBN 978-1-890-177-71-3. Consultado el 14 de mayo de 2016.
  6.  VV.AA, Éxodo (2008). Biblia de Navarra y Midwest Theological Forum. Pamplona: EUNSA. p. 31,3; 113. ISBN 978-1-890-177-71-3. Consultado el 14 de mayo de 2016.
  7.  VV.AA, Números (2008). Biblia de Navarra y Midwest Theological Forum. Pamplona: EUNSA. p. 24,2; 200. ISBN 978-1-890-177-71-3. Consultado el 15 de mayo de 2016.
  8.  VV.AA, Deuteronomio (2008). Biblia de Navarra y Midwest Theological Forum. Pamplona: EUNSA. p. 34,9; 263. ISBN 978-1-890-177-71-3. Consultado el 15 de mayo de 2016.
  9.  Evangelio según San Lucas (2008). Sagrada Biblia (popular edición). Pamplona: MTF (Chicago) y EUNSA (Pamplona). p. 12 (12) 1468. ISBN 978-1-890-177-71-3. Archivado desde el original el 9 de abril de 2016. Consultado el 16 de mayo de 2016.
  10.  Evangelio según San Lucas (2008). Sagrada Biblia (popular edición). Pamplona: MTF (Chicago) y EUNSA (Pamplona). p. 24 (25), 1493. ISBN 978-1-890-177-71-3. Archivado desde el original el 9 de abril de 2016. Consultado el 16 de mayo de 2016.
  11.  Evangelio según San Juan (2008). Sagrada Biblia (popular edición). Pamplona: MTF (Chicago) y EUNSA (Pamplona). p. 3 (8), 1501. ISBN 978-1-890-177-71-3. Archivado desde el original el 9 de abril de 2016. Consultado el 16 de mayo de 2016.
  12.  Evangelio según San Juan (2008). Sagrada Biblia (popular edición). Pamplona: MTF (Chicago) y EUNSA (Pamplona). p. 14 (17-26), 1529. ISBN 978-1-890-177-71-3. Archivado desde el original el 9 de abril de 2016. Consultado el 16 de mayo de 2016.
  13.  Hechos delos Apóstoles (2008). Sagrada Biblia (popular edición). Pamplona: MTF (Chicago) y EUNSA (Pamplona). p. 1544. ISBN 978-1-890-177-71-3. Archivado desde el original el 9 de abril de 2016. Consultado el 16 de mayo de 2016.
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Bibliografía[editar]