Saturday, November 21, 2020

Cristo Rey

 Enrique Martínez de la Lama-Noriega, cmf

UNA RELIGIÓN QUE ME DESCENTRA Y ME SACA DEL INDIVIDUALISMO


 

           Este relato de Jesús tuvo que chocar enormemente a los judíos que lo escucharon. Ellos estaban acostumbrados a «ganarse» a Dios con sus prácticas religiosas, con el cumplimiento de los mandamientos y normas mil, con sus rezos, estudiando las Escrituras... Conocían de sobra lo que nosotros llamamos «obras de misericordia», pero eran un «plus» de libre opción, un complemento no necesario para estar en regla con Dios.

     Me atrevo a decir que una mentalidad similar se ha ido extendiendo entre nosotros desde hace bastante tiempo. Esta cultura «narcisista» y «selfie» (según subrayan muchos pensadores y analistas) ha condicionado mucho nuestra espiritualidad, y hemos aprendido a estar muy pendientes de nuestro «yo»: nos revisamos frecuentemente de nuestros fallos y defectos personales, a los que no terminamos de vencer, y que seguramente nos acompañen hasta el final de nuestra vida: el mal genio, la pereza, la envidia, los deseos, el carácter, las manías... En los exámenes de conciencia a menudo nos acusamos del incumplimiento de algunas obligaciones y prácticas religiosas, de nuestros compromisos de oración hechos un poco a medias, de si hicimos o no ayuno o abstinencia... Y con frecuencia nos quedamos en estas cosas. Una espiritualidad individlualista y escasamente comunitaria.

    El sentido común dice que todo lo que hagamos por ser dueños de nosotros mismos, por mejorarnos como personas, por luchar contra nuestros fallos y debilidades... ¡pues está muy bien! ¡Claro que sí! Pero para la mayoría de estas cosas no es necesario ni ser creyente, ni discípulo de Jesús. Es propio de todo ser humano. Pero el Señor, a sus discípulos, les ha puesto el acento en otras cosas, las que leemos en el Evangelio de hoy: el «otro» necesitado y la voluntad salvadora y liberadora de Dios debieran ser lo principal de nuestra espiritualidad y nuestros exámenes de conciencia. No parece que la vida espiritual, la fe, las prácticas religiosas formen parte del juicio final. No son relevantes para Cristo Rey.

    Por otra parte, habría que remarcar que todas nuestras prácticas religiosas y compromisos de rezar lo que sea todos los días, o acudir al culto, o a visitar al Santísimo... tienen un criterio de valoración y validación: si me ayudan y empujan a amar más, a ser más misericordioso, a entregarme a los demás... tendrán sentido y agradarán a Dios. Y de paso, los otros saldrán beneficiados. Si el proyecto de Jesús (lo que él llamaba el «Reino»), y si nuestro Padre Dios está especialmente preocupado y pendiente de los que peor lo pasan (por ejemplo lo que dice la Primera Lectura: «Yo mismo buscaré la oveja perdida, recogeré a la descarriada; vendaré a las heridas; fortaleceré a la enferma...» ) los que nos consideramos suyos... tenemos que ser sus instrumentos,  sus principales agentes para que este mundo sea de otra manera, sea suyo, sea de la misericordia y del amor. Lo que «ofende» gravemente a Dios no son esas cosas que a veces decimos y confesamos referidas a nuestro propio «yo», sino antes que nada y sobre todo la falta de atención a «mis hermanos más pequeños».

     Jesús estaba «cansado» (incluso enfadado, si recordamos aquella escena a la entrada del Templo)  de esa religión llena de solemnes liturgias y procesiones, de prácticas, de distinciones sobre lo puro y lo impuro, de normas y prohibiciones, de rezos, sacrificios y ofrendas «por mí y por los míos» ... que se dejaban «fuera» -llegándose a veces al extremo de «excluir» y «condenar» en el nombre de Dios- ...  a los que más necesitaban la cercanía y la ternura de Dios por parte de los que se consideraban «el pueblo de Dios». Para los profetas y para el mismo Jesús esto no era sino una religión «vacía».  Y con sus palabras, actitudes y gestos, deja claro lo que sí tiene sentido, lo que vale a los ojos de Dios. Intenta iluminar el presente (que es donde nos jugamos el «más allá»), dándole profundidad humana, contagiando esperanza, aliviando... Y así, hasta los gestos más triviales, como el de dar un vaso de agua, se convierten en semillas de eternidad, en opción decisiva, en algo agradable a Dios.

     También un no creyente puede obrar a favor o en contra de Jesucristo, aunque no lo conozca, según decida servir o no servir al hombre. Matar a un semejante o ayudarle a vivir; oprimir al hermano o liberarlo; ofender a alguien o mostrarle respeto; pisotear la dignidad de un desgraciado u honrarl;  explotar al prójimo o compartir el pan con él: rechazar o acoger a un emigrante/forastero; contribuir al hambre o alimentar a los pobres... significa atentar contra el señorío de Cristo o promoverlo. Ser «benditos de mi Padre» o no serlo.

    - Es significativo que en el texto de Mateo falta el verbo amar. Cristo no dice: «... y me amasteis», sino «me disteis de comer, me disteis de beber, me visitasteis, me hospedasteis, me vinisteis a ver... ». «Amar» es un término que puede quedarse en demasiado vago. Es difícil saber o medir si le amamos sobre todas las cosas. Jesucristo Rey se fijará más bien en si  «Hicisteis esto» o «no hicisteis esto». La sentencia del juicio final está más en el verbo «hacer» en favor del hermano. O sea que para Jesús el cumplimiento y valoración del primer mandamiento está en practicar/hacer el segundo.

     - Resulta asombroso que los «justos» (que no tienen por qué coincidir con los «creyentes») declaren que... no reconocieron a Cristo en el pobre, en el que pasa apuros. Que no se supieron que el necesitado al que atendían era... Otro (con mayúsculas). Admitirán que lo hicieron todo por amor al hombre. Sin embargo, se salvarán igualmente, aunque no hayan logrado descubrir a Cristo en el hermano. Para Dios es suficiente que te hayas encontrado ante un rostro humano (por muy desagradable que sea) y que, sin necesidad de echar mano de motivaciones religiosas, le hayas abierto tus puertas. Lo esencial no es tu fe, sino la caridad. El amor al hombre.

- Las seis «obras de misericordia» que ha enumerado Jesús se refieren a cuatro necesidades fundamentales de la condición humana:

- La alimentación (hambriento y sediento).

- El reconocimiento social (ser extranjero, estar desnudo).

- La salud (enfermo).

- La libertad (la cárcel).

Y podríamos añadir otras en esa misma línea. Por ejemplo: 

- Una palabra amable o un oído atento pueden redimir a una persona desesperada. ¡Y hay tantas!

- Ofrecer un poco de gasolina al que se quedó tirado en la carretera, o ayudarle con un pinchazo, u ofrecer un bocadillo y acompañar mientras se lo toma... 

- Visitar al que estaba viejo, enfermo y solo en su casa, y hacerle la compra, limpiar un poco...

- «Me vieron accidentado y me llevaron al hospital».

- «Era inmigrante y me enseñaron el idioma, me ayudaron con los papeles, me facilitaron un trabajo o una vivienda, o unos libros para los críos, me acogieron bien...»

- «Estaba ingresado en una residencia, con la cabeza un poco perdida, y me acompañasteis o me sacasteis de paseo».

- "Había una pandemia mundial... y me ofrecí/arriesgué a probar una posible vacuna..."

    Precisamente, con la que está cayendo en todas las esquinas del planeta muchas voces, eclesiales o no, incluido el Papa, llaman continuamente a la solidaridad, a la proximidad, a la atención a los más desfavorecidos... Con confinamientos y sin ellos. Una ocasión urgente para ejercitar la misericordia. O nos salvamos todos juntos... o no se salva nadie.El individualismo y el «sálvese quien pueda»... cuentan a favor de la difusión del virus.

    Ojalá que los seguidores de Jesús destaquemos y se nos reconozca principalmente por hacer de nuestra vida una entrega, un servicio, un compromiso por cambiar lo que sea necesario de modo que no haya tantos descartados, para que no haya tanta soledad, para que no haya tantos «prisioneros» de sus circunstancias. Y desterremos el individualismo/narcisismo de nuestra vida cristiana, así como todo lo que pueda ser sospechoso de «espiritualismo», de religión vacía. Nuestra vida entonces merecerá la pena, y el Señor podrá decirnos: «Venid, benditos de mi Padre».

Quique Martínez de la Lama-Noriega, cmf

Imagen de José María Morillo 

Friday, November 20, 2020

"Realmente es impactante" - ChuchPOP.com

 

“Realmente es impactante”, presidente se sorprende por la Virgen que sobrevivió al huracán Iota

Huracán
Créditos: Iván Duque vía Facebook / lafm.com

En el contexto de la destrucción causada por el huracán Iota en las islas de San Andrés, Providencia y Santa Catalina, el presidente de Colombia se sorprendió por una increíble imagen de la Virgen María.

Iván Duque se encontraba visitando las zonas afectadas por el fenómeno natural y supervisando la entrega de ayuda humanitaria, la atención de salud y la remoción de escombros.

Allí mismo, mientras caminaba y hablaba con los habitantes, descubrió algo sorprendente.

Este es el video en que el presidente cuenta la anécdota de la Virgen que sobrevivió al Huracán Iota

“Quiero compartirles a ustedes, sin con mi comentario pretender invadir la fe de nadie, pero yo tengo que compartirles a ustedes también una anécdota personal. En ese recorrido que hicimos en Santa Catalina varias de las personas nos llevaron a uno de los puntos más altos de la isla, donde está una imagen de la Virgen María.

Y realmente es impactante que después de haber pasado por la isla de Providencia un huracán de categoría 5, la Virgen estaba en pie. Y muchas personas hoy decían que ella es milagrosa, porque evitó muchas muertes en nuestra isla”, contó el jefe de Estado.

Yo quiero ser respetuoso de todas las fes, expresiones, credos y cultos, pero lo cierto es que esa imagen, es una imagen poderosa es poderosa y vemos también la fe, resiliencia y gran capacidad que tiene la comunidad de Providencia para afrontar estas circunstancias”.

La devoción a la Virgen María

La devoción por la Virgen María no es nueva en el presidente de Colombia. El 9 de julio de 2020 publicó en su cuenta oficial de Twitter una conmemoración de la Virgen de Chiquinquirá.

Este tweet generó polémica no solo en las redes sociales sino que motivó que el Tribunal Superior de Cali (Valle) emitiera un fallo instando al presidente a borrar el tweet sobre la Virgen María. ¿La razón? La presunta violación a la libertad de culto, laicidad del Estado y separación entre el Estado y la iglesia.

Sin embargo, la Corte Suprema anuló el fallo del tribunal pero recordó a Iván Duque que como jefe de Estado debía conservar la neutralidad religiosa.

¡Oremos por todas la personas afectadas por el huracán!

[Ver: ¿La mariquita toma su nombre de la Virgen María? ¿Cómo es eso?]

[Ver: [Viral] La imagen de la Virgen que quedó intacta tras la explosión de Beirut]

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Sunday, November 8, 2020

ELOGIO DE LA SABIDURIA Y EL ACEITE - Enrique Martinez de la Lama=Noriega, cmf

 Enrique Martínez de la Lama-Noriega, cmf

ELOGIO DE LA SABIDURÍA Y EL ACEITE



¡Ojalá mis méritos fueran tan abundantes que mi lámpara ardiera sin cesar, durante la noche, en el templo de mi Señor, e iluminara a cuantos penetran en la casa de mi Dios!  Concédeme, Señor, te lo suplico en nombre de Jesucristo, tu Hijo y mi Dios, un amor que nunca mengüe, para que con él brille siempre mi lámpara y no se apague nunca y sus llamas sean para mí fuego ardiente y para los demás luz brillante.
 (San Columbano)

      Podríamos titular la primera lectura de hoy: «Elogio de la Sabiduría», así, con mayúsculas, la Sabiduría de Dios. El Libro es de los más recientes del Antiguo Testamento, y fue escrito en y para tiempos de confusión: los que llegaron de la mano de Alejandro Magno y la cultura helenista. Cuando se tambalean seguridades, cuando se presenta el desconcierto, cuando no se sabe cómo reaccionar, cuando se presenta la crisis, los sabios de Israel intentan abrir caminos, dialogar con las circunstancias históricas, mantener la esperanza y la resistencia, partiendo de que Dios siempre está presente en la vida del pueblo, en los acontecimientos de ayer y de hoy... y en él hay que encontrar la luz para caminar juntos hacia adelante. No es difícil darse cuenta de su importancia para nuestros tiempos convulsos, que también traen una nueva época, una nueva cultura, una nueva economía, unas relaciones nuevas... desde hace ya tiempo, pero aceleradas ahora por el COVID-19 Y... ¿De qué «Radiante Sabiduría» nos hablan los autores de este Libro?

- Sabiduría significa “equilibrio” y armonía.

- Saber conjugar el corazón y la cabeza.

- Aprender de las experiencias que vamos acumulando, pero sin perder la capacidad de asombrarse, porque la vida siempre es nueva y distinta.

- Hacerse conscientes de las propias posibilidades, pero también reconocer humildemente los límites.

- Quietud para verlo todo despacio, pero inquietud para no quedarse atascados.

- Pasión por la verdad y tolerancia... Porque los bulos y polarizaciones no son caminos sabios

- Interés por los otros, por lo que ocurre alrededor. La Sabiduría no se encierra ni aísla en una burbuja, ni mira para otro lado

- Valorar la tradición, lo que es esencial e irrenunciable... y apertura a lo nuevo, porque podemos necesitar nuevas respuestas, iniciativas, cambios

- Realismo, pero también utopía, sueños... pero con los pies en el suelo

- Estar dispuestos a poner en cuestión y cuestionar nuestras creencias

- Sabe compaginar la oración con la acción, y la fe con la vida

- Sabe permanecer a solas, lo necesita, lo busca, pero sin renunciar a las relaciones profundas con los demás, con los otros, con los distintos...

      Dice el texto bíblico que “la sabiduría se deja encontrar” y sale al encuentro de los que la buscan ardientemente. Pide sólo ser acogida, dejarla entrar por las puertas de tu vida. Se te ofrece, y está esperando que quieras contar con ella. Pero se encuentra “en los caminos”, no solo ni principalmente en los libros, en las universidades y entre los intelectuales... Hay que salir a la calle, porque “se encuentra a la puerta de la casa”.

     En la calle encontraremos realidades muy distintas: un científico, un pensador, un profesional... o un analfabeto, un pobre, un enfermo... Pues cualquier encuentro debiera convertirse en una escuela de sabiduría. Todos pueden enseñarme algo, todos tienen su parte de sabiduría, porque Dios está presente en todos ellos, si bien, de distintas maneras. Pero es necesario renunciar a los prejuicios, a las ideologías, a las seguridades tajantes y ponerse en clave de escucha, de acogida, de encuentro... 

      Solamente en la paz, en la interioridad, en el silencio pueden encontrarse y dialogar los polos opuestos o distintos. Una tiempo de meditación, un cuadro contemplado con calma, un paisaje del que se disfruta, un paseo tranquilo, un rato en la montaña o en un parque, una conversación con un anciano o un enfermo, una lectura reposada de la prensa, una frase escogida de un libro, o escuchada al vuelo mientras viajamos en el metro, unas palabras de una homilía, o una frase encontrada de la Escritura....

      No hacen falta lugares muy especiales para todo esto: Puede servirte el claustro de un monasterio o la aburrida cola delante de una ventanilla, en una esquina de la calle, o en la sala de espera del médico, mientras conduces por la carretera, o tomas un café con alguien con una conversación que merezca la pena... Aunque es cierto que algunos espacios nos favorecen una mayor concentración y serenidad. Pero no siempre los tenemos a mano.

Para que la Sabiduría nos encuentre y seduzca hace falta detenerse, reflexionar, reorganizar las ideas, mirar en lugar de ver, escuchar en vez de oír, sentir más que tocar, reflexionar en lugar de indigestarse de palabras, noticias, videos, mensajes...

           Hay quienes nos ayudan con sus escritos, reflexiones y declaraciones honestas, en libros, prensa, entrevistas... Me parecen especialmente relevantes y valiosas las aportaciones que vienen haciendo el Papa Francisc o sobre diversos temas, ofreciendo caminos nuevos, invitando a la conversión, al cambio, a la búsqueda.

       Esta sabiduría tiene mucho que ver con el Evangelio de hoy. A las jóvenes que se quedan sin aceite se las llama “necias” (es decir, que no tienen conocimiento, sabiduría), como también Mateo llama «necio» al que construye su casa sobre arena y no sobre la Roca de la Palabra. No tienen nada que aportar a la fiesta del Reino, se quedaron sin “aceite” para sus lámparas. No fueron «prudentes/sagaces» como las otras. Y además la Sabiduría que uno aprende y aplica a su vida... no es trasferible, no se puede compartir. Porque la vida que uno edifica es de uno mismo: sobre arena, sobre roca, con aceite, sin él...

     Todos hemos recibido una lámpara llena de aceite. El aceite tiene que ver con «consagración». Se utilizaba en la antigüedad para encomendar a alguien una tarea importante (sacerdotes, reyes y profetas): Todos fuimos untados (ungidos) con aceite en el día de nuestro bautismo. Dios nos estaba encomendando una tarea para la que necesitábamos estar preparados. Porque habrá que luchar contra tantas dificultades, contra la Sabiduría de este Mundo. También eso significa el aceite: dispuestos a combatir, como nos explica San Pablo en sus Cartas. 

    El aceite es también un símbolo de Espíritu (Confirmación): el que Dios ha puesto en el corazón para que vivamos de otra manera, para que hagamos el mundo distinto. Un Espíritu que multiplica con nosotros sus dones: “paz, alegría, acogida, sabiduría, equilibrio, autocontrol”... Sí, también la Sabiduría es un Don del Espíritu que pediremos continuamente en nuestra oración: «Entra hasta el fondo del alma, divina luz y enriquécenos. Mira el vacío del hombre si tú le faltas por dentro, mira el poder del pecado cuando no envías tu aliento...» (Secuencia de Pentecostés). Cuando falta el Espíritu sólo quedan hombres y mujeres necios. Y parece que hoy se multiplican... cuando más falta hace la sabiduría.

    Entonces... ¿Por qué no nos ponemos a buscar/acoger la Sabiduría, a poner un poco de aceite de ese que recibimos en el bautismo en cada encuentro, en cada actividad, en cada momento del día, en cada oscuridad, en cada tristeza. Un poco de nuestra luz en medio de una negra noche se ve muchísimo y brillará lo suficiente para sortear muchos obstáculos y no tropezar. Velad, no dejéis que se os apague u os  apaguen vuestra vela... hasta que nos llegue la LUZ.

Quique Martínez de la Lama-Noriega. cmf

Imagen de José María Morillo