Thursday, April 29, 2021

La Saga de José - Julia Blum - Israel Biblical Studies Institute

 

La Saga De José (1): El Hijo Amado

Por Julia Blum - abril 22, 2021Sin comentarios

Los lectores que han estado siguiendo este blog durante un tiempo sabrán que me encantan las series. Hoy comenzaremos una nueva serie, comentaremos la última parte del libro de Génesis: la saga de José. Para ser honesta, yo misma estoy muy sorprendida de que nunca haya escrito nada sobre esta historia en estas páginas, ya que esta es sin duda una de mis piezas favoritas de las Escrituras. De todos modos, comenzaré esta serie hoy. Originalmente estuve planeando escribir solo cuatro o cinco publicaciones en esta serie; sin embargo, hay tantos detalles asombrosos y deliciosos matices en la historia de José —y realmente quiero compartir con ustedes todos estos detalles y matices— que tengo la sensación de que podríamos avanzar más lentamente de lo planeado y necesitaríamos más artículos. Ya veremos, pero por ahora, vamos, ¡y realmente espero que disfruten de esta nueva serie y descubran algunas ideas nuevas en esta conocida historia!

El principio

«La saga de José» comienza en Génesis 37:1 con un versículo muy interesante que no debe perderse: «Y Jacob habitó en la tierra donde su padre era extranjero, en la tierra de Canaán». En hebreo el contraste entre la morada de Jacob (וַיֵּ֣שֶׁב) en la tierra y las andanzas de su padre[1] en la misma tierra (מְגוּרֵ֣י אָבִ֑יו) es sorprendente y se enfatiza claramente: Jacob ya está firmemente establecido en la misma tierra donde Abraham fue solo un invitado.

Luego, en el siguiente versículo de este capítulo, leemos la oración, o más bien el comienzo de la oración que nos hemos encontrado muchas veces antes: «Esta es la historia de Jacob» (Éle toledót Yaakóv). Probablemente sepas que el mismo comienzo ocurre muchas veces en la Torá (de hecho, doce veces) y, por primera vez, lo encontramos en el segundo capítulo del libro de Génesis, donde abre el segundo relato de la creación. Aquí forma un puente literario peculiar, conectando y manteniendo juntos dos relatos de la creación: no leeríamos Génesis 2 sin leer primero Génesis 1, ¿verdad? En este sentido, este segundo versículo de la saga de José es también como un puente que conecta la historia de Jacob con la historia de José: justo después de estas palabras, la narración se traslada a José, pero tienes que leer ambas partes —las historias de Jacob y José— para comprenderlas completamente.

Por cierto, encontramos casi el mismo comienzo en el Nuevo Testamento. Leemos en las palabras iniciales del Evangelio de Mateo: «El libro de la genealogía (de Jesucristo»). Si uno sabe cuántas veces estas palabras sirvieron como un puente literario en la Torá, uno se daría cuenta inmediatamente de que aquí también sirven como un puente que conecta el Nuevo Testamento con el Antiguo Testamento. En este sentido, las palabras «Antiguo Testamento» son en realidad muy engañosas: se podría pensar que no es necesario leer el Antiguo Testamento para conocer y comprender el Nuevo Testamento. Sin embargo, nuestro puente muestra que se relacionan entre sí de la misma manera en que se relacionan las dos historias de la creación, o como la historia de José se relaciona con la historia de Jacob: presumiblemente uno no leería la segunda parte sin leer la primera.

El hijo amado

Como acabo de mencionar, justo después de estas palabras, la narración se traslada a José. En el mismo versículo, la Escritura nos dice que «José, de diecisiete años, apacentaba el rebaño con sus hermanos». Él estuvo con los hijos de Bilha y los hijos de Zilpa y trajo «malos informes de ellos a su padre». Los «malos informes» que José le llevó a su padre han causado mucha división en las opiniones de los comentaristas judíos. ¿Hubo cosas malas que de hecho debían ser informadas, o José solo estaba denunciando a sus hermanos? ¿Podemos llamarlo chismoso o soplón, o fue solo un ayudante responsable que informaba debidamente al padre sobre los problemas? Los comentaristas tradicionales intentan encubrir el comportamiento de José diciendo que simplemente hizo su trabajo e informó lo que vio. Por otro lado, podemos encontrar una opinión completamente diferente: «Dos hombres justos fueron castigados a causa de la presentación de informes malévolos: Jacob y José. Como José habló mal de sus hermanos, estuvo en prisión 12 años; y debido a que Jacob escuchó estos informes, el espíritu divino se apartó de él durante 22 años. Esto nos enseña que quien habla negativamente de otro es castigado una vez, mientras que quien escucha hablar negativamente de otro es castigado dos veces».[2]

La belleza de la Biblia, que nunca trata de embellecer a las personas que describe, me sigue asombrando. Las historias de las familias que se describen aquí a menudo sorprenden a los lectores con detalles que la mayoría de las familias se esforzarían por mantener en privado. El favoritismo de los padres es un buen ejemplo. Hoy en día se considera uno de los pecados paternos más graves, pero la Torá no duda en decirnos que Jacob amaba a José más que a sus hermanos: «Ahora Israel amaba a José más que a todos sus hijos, porque él era el hijo de su vejez». Podríamos preguntarnos por qué la Torá no menciona la explicación obvia: que José fue el hijo de Raquel, el gran amor de Jacob. Sin embargo, si nos damos cuenta de la edad que tenía Jacob cuando nació José, entenderíamos que, de hecho, la «vejez de Jacob» por sí sola era suficiente para explicar los sentimientos especiales de Jacob por José. Para resolverlo necesitaremos algunos cálculos basados en los eventos posteriores de esta historia. Leemos que Jacob tenía 130 años cuando llegó a Egipto.[3] ¿Qué edad tenía José en ese momento? La Torá dice que José tenía 30 años «cuando se presentó ante Faraón»[4] y que quedaban 5 años de hambre (habían pasado 7 años de abundancia) cuando José llamó a Jacob a Egipto.[5] Entonces, José tenía alrededor de 30 + 7 + (7-5) = 39 años cuando Jacob llegó a Egipto a los 130. Eso significa que Jacob tenía alrededor de 91 años cuando nació José, realmente un «hijo de su vejez».[6]

Jacob no ocultó su favoritismo en absoluto: le dio a José una túnica muy especial. En hebreo se llama (כְּתֹנֶת פַּסִּים ; ketonét pasím), y aunque las traducciones tradicionalmente lo traducen como «la túnica de muchos colores» el significado de estas palabras en hebreo no está claro en absoluto. La próxima vez discutiremos en detalle esta túnica y todas las posibles formas en que este ketonét pasím podría traducirse del hebreo y, lo que es más importante, descubriremos quién más en la Biblia llevó un ketonét pasím. Todavía estamos en los primeros versículos de Génesis 37 (no hemos avanzado mucho, ¿verdad?), pero es de esperar que la próxima vez lleguemos al crimen de los hermanos y a la venta de José. Hay muchos detalles asombrosos en esta historia, ¡así que manténte atento!

[1] Probablemente aquí se refieren a Abraham, el abuelo de Jacob.

[2] Pirkei d’Rabbeinu HaKadosh.

[3] Génesis 47:9.

[4] Génesis 41:46.

[5] Génesis 45:6,11.

[6] Génesis 37:3.

En este artículo se incluyen extractos de mis libros (y en muchas otras publicaciones aquí), así que si te gustan los artículos de este blog, es posible que también disfrutes de mis libros, puedes conseguirlos aquí. Además, si estos artículos te abren el apetito por descubrir los tesoros ocultos de la Biblia hebrea, o por estudiar la Parashát Shavúa en profundidad, junto con las ideas del Nuevo Testamento, me complacerá proporcionar más información (y también un descuento de maestro para los nuevos estudiantes) sobre nuestros maravillosos cursos (juliab@eteachergroup.com).

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About the author

Julia BlumJulia is a teacher and an author of several books on biblical topics. She teaches two biblical courses at the Israel Institute of Biblical Studies, “Discovering the Hebrew Bible” and “Jewish Background of the New Testament”, and writes Hebrew insights for these courses.

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Thursday, April 22, 2021

El camino a la santidad - Rebetzin Esther Jungreis

 

El camino a la santidad

Ajarei Mot (Levítico 16-18)

El camino a la santidad

Sabiduría milenaria e ideas inspiradoras para compartir en tu mesa de Shabat


Ajarei mot-Kedoshín se enfoca en la santidad. El pueblo judío no sólo tiene la obligación de adherirse a los mandamientos de Dios, sino que a través de ellos nos santificamos y nos volvemos sagrados. En estas dos parashiot, que generalmente se leen juntas, la Torá nos da instrucciones específicas para lograr este elevado objetivo. Lo que importa no es sólo lo que debemos hacer, sino que igualmente importante es que lo debemos evitar hacer.

“No imites las prácticas de la tierra de Egipto en la que moraste, y no imites las prácticas de la tierra de Canaán a la que te traigo, y no sigas sus costumbres”.1 Y esto aplica a todas las tierras de nuestras peregrinaciones.

Siempre es tentador pertenecer a un grupo, seguir a las masas y adoptar lo que está de moda. Por ello, al comienzo mismo de nuestra historia, Hashem nos advierte que si queremos sobrevivir como judíos debemos conservar nuestra fe, no podemos imitar las prácticas de las naciones entre las que moramos. Nuestra moral y nuestra ética tienen su raíz en el Sinaí y no se pueden cambiar, mientras que las reglas que legislan las vidas de las naciones, las leyes con las que viven, están en un constante flujo de cambio. Lo que ayer se consideraba inmoral hoy se puede aceptar. Sin ir muy lejos, considera el lenguaje que se volvió políticamente correcto, la forma de vestir que se considera la "alta moda", el entretenimiento que se considera "cultura", la forma en que se les permite a los jóvenes dirigirse a los ancianos, el colapso de nuestras familias… Entonces verás por ti mismo la sabiduría de esta prohibición.

Pero, ¿qué pasa si no lo vemos? ¿Qué tiene de malo estar cómodos y no criticar lo que defiende la sociedad? Recuerda las palabras finales de este pasaje: “No sigas sus costumbres”. La única forma que tenía el pueblo judío para sobrevivir los siglos de exilio, la única forma que tenemos para resistir la acometida de la asimilación, es aferrarnos tenazmente a las leyes de nuestra Torá y alejarnos de esos estatutos a los que, a primera vista, podríamos sentirnos atraídos. Nuestro modo de vida, nuestros valores, nuestra moral, todo tiene su raíz en el Sinaí y en esa Voz Divina que nos obliga eternamente en toda cultura y en todo país.

La confianza: la base de todas las relaciones

Una de las mitzvot que menciona esta parashá es: “No pondrás un obstáculo delante de un ciego”.2 Esta declaración no debe entenderse literalmente, sino que también nos obliga a tener cuidado de no dar malos consejos. También debemos asegurarnos de no tener objetivos ocultos y que nuestra motivación para dar ese consejo sea pura. Sin embargo, la pregunta que surge es: ¿Por qué la Torá no declara simplemente que está prohibido engañar a otra persona? ¿Por qué habla de forma metafórica: “poner un obstáculo delante de un ciego”?

La Torá quiere enseñarnos la seriedad y la importancia de la confianza. Así como a ninguna persona sana se le ocurriría hacer tropezar a un ciego o hacer que se pare frente a un vehículo en movimiento, aconsejar mal a otro es igualmente deplorable. Todos sabemos lo doloroso que es descubrir que fuimos traicionados por personas en las que depositamos nuestra confianza, por lo tanto deberíamos procurar no hacer lo mismo a otros. Todas las relaciones se construyen sobre la confianza. Ni los individuos, ni las familias, ni las sociedades pueden sobrevivir cuando no hay confianza. Cuando llegamos a entender esto y comprendemos que engañar o confundir a una persona no se diferencia de permitir que un ciego cruce una avenida con el semáforo en verde, con certeza seremos más sensibles a cada palabra que pronunciemos.

La regla de oro

“Ama a tu prójimo como a ti mismo”.3 Rabí Akiva proclamó que este es un principio fundamental de la Torá, del cual podemos aprender a relacionarnos con los demás. La pregunta es si es posible amar a otra persona como nos amamos a nosotros mismos. El gran maestro jasídico, el Báal Shem Tov, respondió recordándonos que así como somos conscientes de nuestros muchos defectos y de todas formas nos amamos a nosotros mismos, así también debemos ser amables con los demás y amarlos a pesar de sus defectos.

El Rambam (Maimónides) enseña que este mandamiento nos obliga a amar a todos los judíos como a nosotros mismos, a actuar con afecto y tener cuidado de sus sentimientos, sus posesiones, su dinero y su dignidad tal como lo haríamos con los propios. Por otro lado, el Rambán (Najmánides) enseña que la Torá no nos exige literalmente que amemos a la otra persona como nos amamos a nosotros mismos. De hecho, hay una regla que establece que en tiempos de peligro, nuestra propia vida tiene precedencia. Lo que Dios sí exige es que deseemos para los demás lo que deseamos para nosotros mismos, y que los tratemos con el mismo respeto y consideración que deseamos para nosotros.

Hilel el Anciano parafraseó este mandamiento y dijo: “Lo que no te gusta que te hagan, no se lo hagas a los demás”, y le dijo a un futuro converso: “Esa es toda la Torá. Ve y estúdiala. El resto es comentario”.

El camino a la santidad

En la parashá de esta semana, descubrimos el significado de la espiritualidad. Dios proclama: “Vihitem Li kedoshim, ki kadosh Aní Hashem - Serán santos para Mí, porque Yo, Hashem, soy santo”…4

¿Acaso un hombre común y corriente puede aspirar a la santidad? ¿Eso es realista? Sí, la Torá declara no sólo que es posible alcanzar ese objetivo, sino que tenemos la obligación de hacerlo. Nuestra parashá no presenta este mandamiento como una idea teorética, sino que detalla los pasos exactos que se deben dar para concretar ese objetivo. Como resultado, en esta parashá se menciona la mayoría de las cosas esenciales de la Torá, porque a través de la adherencia a esas mitzvot nos volvemos santos. Estas mitzvot incluyen desde respetar a los padres hasta amar a nuestro prójimo como a nosotros mismos, desde no vengarse hasta cuidarse de no caer en chismeríos, desde ser amable con los extraños hasta pagarle al obrero en el mismo día, desde respetar el Shabat hasta no adorar ídolos, y mucho más. Esto cubre todos los aspectos de la vida.

Todavía más, Dios le ordenó a Moshé que enseñe esos mandamientos a toda la nación: “Kol adat benei Israel”, todo judío debía estar presente para resaltar el hecho de que la santidad no pueda lograrse mediante una existencia ermitaña, a través de la negación de uno mismo, la meditación o escalando el Himalaya, sino sólo al tratar a los demás con jésed, justicia, consideración y amor, acercándolos y acercándonos así a Hashem.

El mapa a la santidad

La Torá nunca deja nada a la especulación, sino que nos brinda un mapa claro que nos muestra cómo alcanzar nuestros objetivos. Nuestros Sabios delinearon varios caminos que llevan a la santidad:

1) Sepárate de lo inmoral y pecaminoso. Obviamente, nuestra definición de lo que es inmoral o pecado basada en la Torá es muy distinta de lo que la cultura del siglo XXI acepta como norma. Como judíos responsables, debemos estudiar exactamente qué significa "inmoral y pecaminoso".

2) Santifícate con aquello que está permitido. Se nos encarga atemperar todas nuestras acciones y palabras con disciplina. Por ejemplo, se nos permite comer, pero no ser glotones; se nos permite comprar, pero no ser adictos a las compras; se nos permite beber alcohol, pero no emborracharnos. Nosotros santificamos el vino hacienda kidush.

3) Hacer que Dios sea amado mediante nuestras acciones y palabras. Como judíos, tenemos la responsabilidad de ser los embajadores de Dios. Por ello tenemos el mandato de inspirar a las personas para que amen y alaben a Dios. Al demostrar bondad, refinamiento y consideración, traemos honor y gloria al Nombre de Dios. Esta obligación no se reduce a importantes eventos mundiales, sino también a nuestras interacciones cotidianas, como agradecerle al empleado de una tienda o a una azafata, cederle a alguien el paso y no arrebatarle a otro el lugar de estacionamiento. Los ejemplos son infinitos.

4) Así como Dios es compasivo y misericordioso, nosotros también debemos ser compasivos y misericordiosos. Debemos esforzarnos para emular los atributos de Dios de compasión y misericordia en nuestras relaciones personales, porque allí se encuentra la esencia de la santidad. A primera vista, puede parecer que esto es lo más difícil de todo, pero si tenemos en cuenta que queremos que Dios nos perdone por nuestras transgresiones, sin dudas seremos capaces de decir dos poderosas palabras: "Te perdono".


NOTAS

1. Levítico 18:30.
2. Ibíd. 19:14.
3. Ibíd. 19:18.
4. Ibíd. 20:26.


Tuesday, April 20, 2021

Cercas de santidad. por Rav Zev Leff en AishLatino.com

 

Cercas de santidad

Ajarei Mot (Levítico 16-18)

Cercas de santidad

Enseñanzas profundas de la parashá semanal del líder espiritual de Moshav Matitiyahu en Israel.


“No imites las prácticas de la tierra de Egipto en la que habitas; y no imites las prácticas de la tierra de Canaan a la cual te voy a llevar, y no sigas sus tradiciones” (Levítico 18:3)

El tema común que se trata en las parashiot de Ajarei Mot, Kedoshim y Emor es la santidad del pueblo judío y la necesidad de preservarla y protegerla.

En Ajarei Mot, se nos exige que no nos comportemos de la forma depravada de los egipcios y de los canaanitas (Levítico 18:3). Se pregunta: ¿Por qué nos ordenó la Torá sólo en relación a la depravación extrema de los egipcios y de los canaanitas? Parte de la respuesta aparece en el verso que concluye esta parashá y que la resume:

“Y deben cuidar Mis mandamientos” (Levítico 18:30)

Los Sabios (Talmud – Yevamot 21a) derivan de este verso la necesidad de construir cercas alrededor de la Torá.

Esas cercas incluyen decretos rabínicos generales designados para evitar que una persona transgreda una ley de la Torá y algunas medidas protectoras específicas que cada individuo debe implementar para sí mismo, para protegerse en áreas de vulnerabilidad personal. La Torá, no simplemente nos pide que no llevemos vidas depravadas, sino que también nos advierte que si no implementamos medidas de seguridad para prevenir esa depravación, nos hundiremos hasta el nivel más bajo, el de los egipcios y el de los canaanitas.

* * *

Leyes Rabínicas

Frecuentemente escuchamos a aquellos que no entienden la verdadera naturaleza de la legislación rabínica quejarse de que los Sabios hacen la observancia mucho más difícil, complicando nuestras vidas con prohibiciones y restricciones extras. La siguiente analogía demuestra la falacia de este argumento:

Un grupo de personas se sitúa en la cumbre de una montaña que termina en un acantilado escarpado y una caída de varios miles de metros. Un hombre preocupado del bien común, instala, por iniciativa propia, una cerca de seguridad para prevenir que la gente se aventure demasiado cerca del acantilado y pueda caer inadvertidamente. ¿Acaso alguien se quejaría diciendo que la cerca limita la libertad de movimiento al hacer menos probable que la persona se caiga de la montaña y muera?

Aquel que aprecia la seriedad de transgredir una ley de la Torá – los efectos devastadores de esas transgresiones en nuestra alma, en nuestra vida eterna y en el mundo en general – seguramente se siente más seguro sabiendo que se han erigido cercas de seguridad para que sea más difícil transgredir una ley inadvertidamente.

Por eso, la primera función de las “cercas” rabínicas es prevenir que una persona transgreda prohibiciones de la Torá inadvertidamente. Por ejemplo, la prohibición de mover ciertos objetos asociados con actividades prohibidas en Shabat. El peligro de prender inadvertidamente un fósforo en Shabat se reduce drásticamente si uno nunca toca los fósforos. Igualmente, la prohibición rabínica de atrapar cualquier animal en Shabat, reduce la probabilidad de confundir animales que tenemos permitido capturar de aquellos que no podemos de acuerdo a la ley de la Torá.

* * *

¿Improbable?

A pesar de eso, hay prohibiciones rabínicas que parecen excesivamente improbables como decretos preventivos. Algunas veces, es simplemente porque carecemos de la sensibilidad que poseían los Sabios en relación a la potencia de las fuerzas que pueden llevar a la persona a pecar.

Un congregante una vez me preguntó sobre permitirle a un tío viejo y enfermo quedarse en un apartamento que usualmente ocupaban sus dos hijas adolescentes. Cuando le dije que sus hijas no podían permanecer solas con su tío abuelo por la prohibición de yijud (miembros del género opuesto juntos y solos), él se quejó por lo aparentemente absurdo de la preocupación en este caso.

Me recordaron una historia que involucraba al rabino Elyah Lopian. Un joven estudiante pidió su permiso para ir a la boda de un pariente. El rabino Lopian preguntó si las mujeres iban a estar vestidas en forma recatada. El estudiante respondió que iba a haber personas no religiosas, pero que gracias a Dios, él había alcanzado un nivel donde la forma de vestir no recatada ya no le causaba ninguna impresión.

El rabino Lopian le dio autorización para ir a la boda pero sólo después de que contactara a uno de los amigos cercanos del rabino Lopian. El joven tomó el número de teléfono y regresó unas horas después donde el rabino para decirle que debía haber cometido un error porque el número correspondía a la oficina de un doctor.

“No”, le dijo el rabino Lopian, “no hubo ningún error. Yo soy un hombre ya en mis ochentas, ciego de un ojo, y estas cosas aún me afectan. Pero si no te afectan a ti, entonces temo que algo está mal físicamente contigo y me gustaría que fueras a ver a un doctor”.

Dios nos creó con deseos físicos extremadamente fuertes y poderosos, todos ellos con la intención de ser utilizados para propósitos importantes y sagrados. Pero si no son canalizados adecuadamente, estos deseos pueden llevar a una gran impureza y corrupción.

Reconocer cuan potentes son estas inclinaciones, requiere extremo cuidado y medidas protectoras fuertes. Quejarse sobre la estrictez de las protecciones de los Sabios es como quejarse sobre las vestimentas protectoras de plomo que se usan en una planta nuclear. Si uno entiende cuan peligrosa es la radioactividad, esas medidas protectoras no se ven como excesivas.

Los Sabios tenían una percepción mucho más certera que nosotros en relación al poder de estos deseos. Dudo que haya algún rabino comunitarios que no sepa a partir de su propia experiencia, de personas que confiaban en su habilidad de controlarse sin observar las prescripciones rabínicas y su confianza probó estar fuera de lugar.

* * *

Constructores sociales

Otras veces, las reglas rabínicas funcionan indirectamente, inculcando actitudes que reducen la tentación al pecado. Los Sabios, por ejemplo, prohibieron tomar vino tocado por un no-judío o comer comida cocinada por un no-judío, como un cerco contra los matrimonios mixtos. Superficialmente, parece ridículo que tomar vino en los confines de la propia casa que ha sido tocado por un no judío o comer comida cocinada por gentiles y comprada en una tienda, pudiera de alguna manera hacer más probable que uno se vaya a casar con un no-judío.

Sin embargo, la respuesta falla en relación a comprender el propósito del decreto rabínico, que no fue designado para protegerlo a uno contra el matrimonio mixto con cualquier no-judío, sino para crear una actitud generalizada que es en sí misma una medida protectora. La prohibición de comer comida cocinada por no-judíos y de tomar vino tocado por no-judíos ha creado en forma efectiva una actitud de un abismo absoluto entre judíos y no-judíos. La sola idea de que comida cocinada por un no-judío está prohibida, genera un sentimiento de separación que hace que el pensamiento de un matrimonio mixto sea aún más remoto.

Igualmente, las restricciones rabínicas en relación al jametz en Pesaj han creado una actitud mental que hace extremadamente difícil que uno vaya a tener cualquier contacto con jametz, a pesar de que no es algo de lo cual nos separamos en forma natural.

* * *

Una Nación Santa

Existe otro aspecto de la legislación rabínica. La Torá nos ordena ser una nación de sacerdotes, una nación santa. Un aura de santidad debe rodearnos, no sólo la ausencia de pecado externo. Es cierto, estar sola con el viejo tío enfermo puede no llevar a la inmoralidad, pero permitir una situación donde la inmoralidad es incluso una posibilidad remota no es “santidad”. La santidad exige que uno se aleje totalmente de cualquier cosa que pueda asociarse con indecencia. Los cercos rabínicos nos resguardan en un ambiente que refleja santidad y dejan afuera todo lo que da paso a la infelicidad.

Por eso, la observancia de las prohibiciones rabínicas refleja nuestra santidad incluso más que la observancia de las prohibiciones de la Torá. Rabeinu Yona (en su comentario a Pirkei Avot 1:1) escribe:

Construir cercas a las mitzvot de la Torá es algo muy grande y digno de alabanza, para que aquel que teme y respeta la palabra de Dios no tropiece y transgreda una mitzvá. Alguien que observa las leyes rabínicas que forman un cerco alrededor de la Torá, demuestra mayor temor a Dios que aquél que cumple la mitzvá misma. La realización de la mitzvá no implica temor y respeto en la misma medida que la observancia de los cercos de aquel que es cuidadoso de ni siquiera acercarse a una transgresión inadvertida.

Por eso los cercos rabínicos, además de protegernos de las transgresiones inadvertidas, crean una actitud de temor a Dios y un ambiente de santidad que mejora la realización de todas y cada una de las mitzvot.


Monday, April 19, 2021

La última Semana de Jesús en el Contexto Judío. Julia Blum - 8 de abril de 2021

 

La última Semana De Jesús En El Contexto Judío

Originalmente hoy iba a continuar discutiendo «las difíciles cuestiones de la Pascua»: por qué «los suyos no lo recibieron» y cuál es el lugar de Israel en este guión escrito por Dios. Especialmente en días como en el que estoy escribiendo ahora —Yóm HaShóa, Día del Recuerdo del Holocausto— la última oración de mi publicación anterior pide que se continúe: «Sabiendo que Él vino no solo por su propio sufrimiento, sino también por el sufrimiento de su propio pueblo —elegido para no reconocer y así convertirse en “enemigos por tu causa”— Jesús llora abiertamente por todo el tormento que se desatará sobre Israel en su nombre…»—. Sin embargo, una vez más, las preguntas de los comentarios han cambiado mis planes. Definitivamente hablaremos más sobre la dinámica de Israel y Jesús, pero hoy trataremos de averiguar los eventos de la Última Semana.

El día y la fecha de la crucifixión de Jesús han estado entre los temas más debatidos a lo largo de la historia del Nuevo Testamento. También he abordado este tema aquí antes, sin embargo, nunca he reunido todos los argumentos «judíos», y esto es lo que intentaré hacer hoy. Como siempre, me gustaría agregar un descargo de responsabilidad: no pretendo tener las respuestas finales; nadie puede estar cien por ciento seguro de exactamente cómo y cuándo ocurrieron estos eventos. Además, aunque compartiré con ustedes algunas ideas hebreas aquí, todavía quiero que recordemos que siempre existe la posibilidad de que nos falte algo: «Las cosas secretas pertenecen al Señor». Mi punto es que no tenemos que tropezar con esta historia: hay varios escenarios plausibles que presentan los últimos días de Jesús.

Todos conocemos el concepto tradicional: La Última Cena fue la comida de la Pascua (séder) que tuvo lugar el jueves por la noche, y el viernes, Jesús fue crucificado. Este punto de vista parece estar respaldado por los evangelios sinópticos. Sin embargo, existe un conocido problema de discrepancia entre los evangelios sinópticos y el Evangelio de Juan, que parecen fechar todos estos eventos un día antes que los sinópticos. Se hicieron numerosos intentos para armonizar todos los relatos de los evangelios, en particular con la ayuda del concepto de «diferentes calendarios»: si se usaron diferentes calendarios, entonces los diferentes grupos calcularon los días festivos de manera diferente. Primero, los eruditos distinguieron entre la fecha farisaica de la Pascua y la fecha saducea un día antes, que podría estar detrás del Evangelio de Juan. Aún hay más evidencia que apunta al hecho de que los esenios también usaron su propio calendario. La famosa historia del hombre con una jarra de agua[1] se basa en eso: un hombre que cargaba agua solo podía haber sido un esenio; los esenios tenían sus comunidades en varios pueblos, y también en Jerusalén, y como usaban un calendario diferente, sus habitaciones de huéspedes aún estaban disponibles. Es por eso que Jesús sabía que habría una habitación disponible para la Última Cena, y es posible que también haya seguido su calendario.

Personalmente no acepto este concepto. No creo que la Última Cena fuera la comida tradicional de Pascua. ¿Por qué? En primer lugar, siempre me ha dejado perpleja el hecho de que cuando Judas se fue en medio de la Última Cena, «algunos pensaron, porque Judas tenía la alcancía, que Jesús le había dicho: “Compra aquellas cosas que necesitamos para el banquete«». En el Israel de hoy, todo estaría cerrado durante la Fiesta, pero incluso si algo estuviera abierto, ningún judío piadoso pensaría en comprar algo con dinero el día de la Fiesta.

Sin embargo, hay otro argumento mucho más importante: los textos judíos dicen explícitamente que el cordero pascual se debía comer durante la cena pascual: «Un cordero pascual es inválido si era sacrificado para aquellos que no lo comerían…».[2]

El comer del sacrificio pascual fue la parte principal del séder; por lo tanto, la comida ANTES del sacrificio, por definición, no podría haber sido percibida como un séder.

Si la Última Cena no fue un séder, ¿qué fue? ¿Cuál fue la naturaleza de esta comida? Permíteme compartir algunas citas adicionales del tratado de Pesajím de la Mishná: «…Los sabios dicen que en Judá trabajarían el día antes de Pesáj hasta el mediodía, mientras que en Galilea no trabajaban en absoluto… Cuando alguien viene de un lugar donde sí trabaja a un lugar donde no lo hace (o de un lugar donde no lo hace a un lugar donde sí lo hace) aplicamos las restricciones más severas tanto del lugar de donde viene como del lugar al que va…».[3]

Vemos que hubo diferentes tradiciones festivas en diferentes lugares. Como todos sabemos, Jesús y sus discípulos fueron galileos, por lo tanto, habrían observado las tradiciones galileas. Hubo varias diferencias entre la observancia de la Pascua judía y la galilea, pero la más importante fue un ayuno especial: el ayuno de los primogénitos, en memoria de los israelitas primogénitos que fueron salvados de la muerte (por eso leemos en la Mishná que «en la Galilea, no trabajaban en absoluto» el día de la Pascua). El ayuno tuvo lugar el 14 de Nisán, el día de la Pascua.[4]

En hebreo la última comida antes del ayuno se llama seudá mafséket (si alguna vez has estado en Israel para Yóm Kipúr, sabrás que la seudá mafséket, la última comida antes del ayuno de Yóm Kipúr, es un evento muy importante y especial). Por lo tanto, en la tradición galilea, tenía que efectuarse esta comida especial al comienzo de la Pascua (14 de Nisán) llamada seudá mafséket, la última comida antes del ayuno completo. La próxima comida sería la cena de la Pascua, el séder.

Tratemos ahora de averiguar los eventos de la última semana de Jesús, comenzando con su resurrección en las primeras horas de Yóm Rishón (domingo), porque el domingo es un hecho. Para hacerlo simple, solo contaremos tres noches hacia atrás y llegaremos al jueves, y luego todo lo demás encajará. Fue el miércoles 13 de Nisán que los discípulos prepararon esta comida especial que llamamos la Última Cena y que fue, de hecho, la seudá mafséket, la última comida antes del Ayuno de los Primogénitos. Jesús y los discípulos comieron esta comida el miércoles por la noche, al comienzo de la Pascua, cuando el día cambió al 14 de Nisán; luego Jesús fue arrestado esa noche, juzgado y condenado el jueves por la mañana temprano, y luego crucificado durante el día, y todo esto sucedió durante el día de la Pascua, el 14 de Nisán, el jueves.

Algunas personas preguntan: ¿por qué el jueves y no el miércoles? Primero, si Jesús murió en la cruz el miércoles, tenía que entrar a Jerusalén cuatro días antes, el mismo día en que el cordero perfecto iba a ser apartado en Éxodo 12, y en este caso, sería sabbát, una hora muy poco probable de entrar a Jerusalén. En segundo lugar, el griego usado en Juan 20:1 sugiere las primeras horas de la mañana, el amanecer, la vigilia del amanecer: «El primer día de la semana, María Magdalena fue temprano al sepulcro, cuando aún estaba oscuro, y vio que la piedra había sido quitada del sepulcro». Esto significa que la noche desde Motzéy Shabát (la salida del sabbát) hasta el domingo por la mañana, fue una de las tres noches. En este sentido, solo el jueves parece «funcionar» tanto hacia atrás como hacia adelante: entonces tanto el Domingo de Ramos como el signo de Jonás tienen sentido. Así, el jueves 14 de Nisán, Jesús murió en la cruz; y el domingo 17 de Nisán, ¡resucitó!

 

[1] Marcos 14:13.

[2] Mishna, Tractate Pesachim, Chapter 5 Mishna 3.

[3] Ibid., Chapter 4, Mishna 1.

[4] Puedes leer más sobre esto en: David H. Stern, Jewish New Testament Commentary, ­ Jewish New Testament Publications, 1995, p. 77.

 
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