Curso: Las 54 virtudes atacadas
Autora y asesora del curso: Marta Arrechea Harriet de Olivero
Lección 1
En la segunda parte de la introducción a este curso profundizamos
un poco más en lo que consiste propiamente la revolución anticristiana
ideada por Antonio Gramsci y que hoy en día vemos ya las consecuencias.
También Argumentamos la importancia de la familia núcleo esencial que
ofrece al ser humano el afecto, la seguridad, la estabilidad, la
identidad de roles varón, mujer, la educación en las virtudes y sobre
todo caudal de gracias por la fuerza del sacramento del matrimonio.
En esta lección iniciamos a estudiar y profundizar en cada una de las 54 virtudes.
Lección 1: La fe
Esquema de esta lección
A. La fe
B. Pecados contra la fe.
La Fe
Las virtudes teologales son tres: Fe, Esperanza y Caridad, y su
fin es conducirnos a Dios. Son virtudes infusas, recibidas directamente
de Dios en el Bautismo y nos acercan a Él. Su objetivo es unirnos
íntimamente a Dios, llevarnos hacia Él, de ahí su excelencia. La fe es “una
virtud teologal infundida por Dios en el entendimiento, por la cual
asentimos firmemente a las verdades divinas reveladas por la autoridad o
testimonio del mismo Dios que revela. (1)
Dicho de otra manera, es la “adhesión de la inteligencia a la verdad revelada por Dios”.
Es una luz y conocimiento sobrenatural por medio del cual, sin ver,
podemos creer, lo que Dios nos dice y la Iglesia nos enseña. “Dios nos hace ver las cosas, por decirlo así, desde su punto de vista divino, tal como las ve Él. (2)
Humanamente, sin ayuda sobrenatural, no podremos adquirirlas, de ahí la
importancia del Bautismo donde se nos infunden. Es por eso que una
persona no bautizada tendrá más dificultad en acceder a las verdades
sobrenaturales que una que lo está.
La fe es un don gratuito. Creemos en una verdad que nos llega de afuera y que no nace de nuestra alma.
La fe nos viene desde el exterior y Dios nos invita a someternos
libremente a ella para salvarnos. Algunos la tendremos desarrollada
desde niños (debido a una sólida formación cristiana) otros la
perderemos y la recuperaremos a través de nuestra vida y otros la
invocaremos en el último instante de la muerte. Hoy se sabe que el oído
es el último sentido que se pierde, de ahí la importancia de rezarle a
los moribundos el acto de contrición al oído, ya que no sabemos con
exactitud en el instante preciso en que el alma abandona el cuerpo. Dios
puede, si quiere, detener el juicio de un alma hasta que ella acepte
sus pecados y haga un acto de fe y de contrición, pero este es un
secreto que quedará siempre en la intimidad de Dios y el alma. Lo que sí
sabemos, porque la Iglesia nos lo enseña, es que es necesario este acto de fe interior para salvarse.
“Quien creyere y fuere bautizado será salvo, más quien no creyere, será
condenado” (Mc XVI, 16) afirmó Nuestro Señor en el Evangelio. El acto
de fe interior a veces (para la tranquilidad de los que creemos y nos
preocupamos del alma ajena) será público, otras veces no. Dios no hará
responsables de no haberlo aceptado a quienes no lo hayan conocido (por
ej: las tribus salvajes del África que tanto decimos que nos preocupan)
precisamente porque para rechazar a alguien, primero, hay que reconocer
que existe, y ellos no lo conocen. Tampoco lo conocen todos los pueblos a
quienes la Verdad no les ha sido presentada. A ellos Dios no les pedirá
cuentas, pero a nosotros sí, porque conociéndola, no hemos trabajado
para difundirla y enseñarla.
A cada uno nos juzgará con infinita justicia, en la exacta proporción
de la formación que hayamos tenido, de las gracias que habremos recibido
y de las que habremos rechazado. De ahí la importancia de enseñarles a
los niños desde la más tierna infancia, a conocer a Dios para luego
poder creer en Él, ya que, de las tres virtudes teologales infusas en el
Bautismo, la fe es la fundamental.
“Mejor tarde que nunca”, dice el refrán, pero es mejor temprano que tarde para conocer a Dios.
Es por eso que la niñez es la etapa ideal, donde el aprendizaje es
fácil, sencillo, y la inocencia acepta con docilidad lo que es simple,
como que Dios es el Creador del Universo, que premia a los buenos y que
castiga a los malos. Millones de religiosos y de laicos piadosos lo
entendieron así durante veinte siglos, y muchos de ellos aceptaron hasta
el martirio físico y espiritual para difundirla, lo que pertenece al
capital de gloria de la Iglesia. Creer significa admitir algo como
verdadero Creemos cuando damos fe a la autoridad del otro. En
cambio, cuando decimos “creo que va a llover” o “creo que ha sido el día
más agradable del verano” o “creo que merece la pena conocer el norte”
expresamos simplemente una opinión. Suponemos que lloverá; tenemos la impresión de que hoy ha sido el día más agradable del verano, pensamos que vale la pena conocer el norte. Este punto es importante: una opinión no es una creencia. La fe implica certeza.
Pero no toda certeza es fe. Cuando veo y comprendo claramente algo
no es un acto de fe. No creo que dos más dos son cuatro porque es
evidente, puedo comprenderlo y comprobarlo. Esto es comprensión y no
creencia.
Creencia o fe es la aceptación de algo como verdadero basándose
en la autoridad de otro. Ej: nunca he visto un virus, pero como creo en
lo que la ciencia dice y confío en ella es que creo en que el virus
existe. Sé muy poco de física y nada de fusión nuclear pero, a pesar de
que nunca he visto un átomo, creo en sus físicos que aseguran que se
produce. No he visto el paso recíproco de los líquidos de distinta
densidad a través de la membrana que los separa, pero la ciencia dice
que el proceso de ósmosis se produce y creo en ella. Estos son todos
actos de fe: conocimientos que aceptamos por la autoridad de otros en
quienes confiamos. Hay tantas cosas que no comprendemos, y tan poco
tiempo para comprobarlas personalmente, que la mayor parte de nuestros
conocimientos se basan en la fe. A este tipo de fe se le denomina fe humana.
Cuando nuestra mente acepta una verdad porque dios nos la ha manifestado nuestra fe se llama divina.
Las autoridades humanas pueden equivocarse, como ocurrió en la
enseñanza universal de que la Tierra era plana. Otras veces las
autoridades humanas engañan y mienten como los dictadores comunistas a
los pueblos por ellos sometidos o toda estructura de poder corrupta que
manipula para sus bajos intereses a sus ciudadanos. Pero Dios es la
Verdad y no debemos dudar en las verdades que Dios nos ha revelado. Por
ello, la auténtica fe es siempre firme.
Cuentan que un alpinista, desesperado por conquistar una alta montaña,
partió solo hacia la cima. Llegó la noche y oscureció. La oscuridad le
negó toda visibilidad y de pronto, llegando a la cima se resbaló y cayó
en el precipicio. Durante los angustiosos segundos de la caída repasó
toda su vida como una película... Ya pensando en la muerte que le
esperaba sintió un tirón de la soga quedando colgado de la cintura a las
estacas clavadas en la roca. De pronto exclamó:
-“ ¡Ayúdame dios mío!”-... Y entonces se escuchó una voz grave y profunda de los cielos que le decía:
-“ ¿Qué quieres que haga... ?”-
-“Sálvame, Dios mío”-... contestó.
-“ ¿Realmente crees que Yo soy capaz de salvarte...?”-
-“¡Por supuesto dios mío! “. -
-“ Entonces... corta la cuerda que te sostiene...”- Hubo un momento de
silencio... Lo pensó... y el hombre se aferró más fuerte a la cuerda
aún. A la mañana siguiente, el equipo de rescate encontró a un alpinista
colgando muerto congelado, agarradas sus manos fuertemente a la soga a
tan sólo 2 metros del suelo...
Haciendo referencia a éste tan gráfico ejemplo debemos comenzar por
aceptar que Dios se manifestó en la persona de Jesucristo, Verdadero
Dios y Verdadero Hombre. Si yo creo que Cristo es Dios, entonces debo
creer que sus enseñanzas son divinas. De ahí que, plantearse dudas sobre
una verdad de fe revelada por Cristo sea cuestionar al mismo Dios y a
su capacidad de ayudarnos. El cuestionar: “¿Habrá tres personas en
Dios?” o “¿estará Jesús realmente presente en la Eucaristía?” es
plantear la credibilidad de Dios y es negar su autoridad al habérnoslo
enseñado como verdadero. Por la misma razón, la fe debe de ser completa.
De la misma manera que al hacernos socios de un club debemos acatar las
reglas ya impuestas por los fundadores, no podemos elegir las verdades
que nos gustan de entre las que Dios ha revelado. Decir:”Yo creo en el
cielo, pero no en el infierno” o “creo en el Bautismo, pero no en la
confesión”, es igual que decir Dios puede equivocarse y yo no…por eso lo corrijo.
O estamos dentro de la Iglesia de Cristo con los dogmas que El ha
revelado o estaremos actuando como Lutero en el siglo XVI que decidió “elegir” en lo que quería creer y “protestó
“contra lo que no, iniciando el desgarro protestante en las conciencias
europeas con los saldos que aún hoy vivimos. Es posible creer en Dios
de forma puramente natural incluso en muchas de sus verdades. Por
ejemplo: observando la naturaleza, que nos habla de un ser superior con
un poder y sabiduría infinita; o en el testimonio de quienes lo han
podido ver (como los pastorcitos de Fátima que vieron a su madre). Una
fe natural de este tipo es un paso para la auténtica virtud
sobrenatural, que nos es infundida junto con la gracia santificante en
la pila bautismal. Pero es sólo esta fe sobrenatural, que se nos infunde
en el Bautismo, la que nos posibilita creer firme y completamente todas
las verdades, aun las más profundas y misteriosas, que Dios nos ha
revelado. Sin esta fe los que hemos alcanzado el uso de razón no
podríamos salvarnos.
La virtud de la fe salva al niño bautizado, pero, a partir del uso de razón, debe haber también un
acto de fe. Con la fe sobrenatural Dios nos comunica su vida íntima y los grandes misterios
haciéndonos ver las cosas, por decirlo así desde su punto divino, tal como Él las ve.
Eleva nuestro entendimiento para hacernos comprender verdades
sobrenaturales y divinas que jamás hubiéramos podido llegar a percibir
naturalmente. Es la que establece el primer contacto entre nosotros y
Dios.
Fuimos
creados libres y responsables de nuestros actos. Nuestra voluntad debe aceptarlo, tratar de conocerlo, de amarlo y de cumplir sus mandamientos. Pero todo
esto requiere trato e intimidad
que lo lograremos frecuentando los sacramentos y mediante la oración.
Según el tamaño del corazón que le presentemos y nuestras ansias de
conocerlo es que recibiremos las gracias en la misma proporción. Dios
respeta hasta sus últimas instancias la libertad del hombre, y
permanecerá detrás de la puerta de nuestro corazón durante toda nuestra
vida, llamándonos sí, pero jamás derrumbando la puerta. Él esperará que
el picaporte lo giremos nosotros libremente, y no lo hará él por la
fuerza. Dios se presenta con cuatro atributos: la Verdad, el Bien, la
Justicia y la Belleza. Millones de almas lo han encontrado transitando
alguno de estos cuatro caminos. Millones eligieron la belleza (aún
dentro de construcciones pobres y simples pero
siempre armoniosas
porque respetaban las formas, las proporciones y los estilos) no sólo
para expresarse, sino para glorificarlo y hacer que las almas se
elevasen hacia Él. La Europa cristiana e Hispanoamérica son testigos de
esta fe que durante siglos alimentó, elevó e inspiró al alma humana. Fue
el creer que Dios era el Creador del Universo y que estaba presente en
el sagrario lo que llevó a los hombres a través de los siglos a levantar
millares de gloriosas Iglesias y Catedrales y todo el caudal de
incalculable valor del arte sacro acumulado durante 20 siglos para darle
a Dios el culto debido. En épocas más cristianas se proclamaba que todo
se hacía para la “mayor gloria de Dios”. De ahí la búsqueda infatigable
de la belleza, que es uno de sus atributos, y por lo tanto uno de los
caminos que nos conducen a él. Nuestra naturaleza humana necesita de
signos exteriores para elevarse y
no importa el estribo o la escalera que le pongamos con tal de que el alma se eleve hacia Dios y no que planee hacia abajo. Es por eso que en los siglos de fe, se ofrecía a Dios lo que el hombre tenía de más precioso y valioso.
En toda Hispanoamérica, y especialmente en las ciudades y pueblos de
Méjico, Perú o Ecuador hasta en los pequeños pueblos del norte argentino
(dentro de su sencillez) abundan cantidad de detalles de belleza que
pertenecían al mundo de lo cotidiano. Piezas de orfebrería, obras de
arte simples pero bellas, encajes y bordados en las estatuas de la
Virgen coronadas de joyas. Los cristianos en general hacían hasta
sacrificios financieros para honrar lo mejor que podían al altísimo.
Todo esto contribuía a la oración, a generar un clima de lo sagrado,
ayudaba al alma a elevarse.
El sentido de lo sagrado y de la adoración a Dios y a su Madre quedaba
entonces así grabado en el alma de los niños y los marcaban para
siempre. Esto es natural en el hombre. La belleza nos eleva hacia Dios y
nos lleva a pensar en Él.
Hoy se nos embrutece. Se nos lleva y hasta se nos obliga a rezar y a
escuchar misas en ambientes feos, en gimnasios o clubes de deportes (con
sus aros de basquet en las paredes), carentes de toda belleza, que no
se distinguen de los lugares públicos y a veces son aún peores. Lugares
hechos a la medida del hombre y para su confort,
no inspirándose en Dios y menos pensando en Él.
La naturaleza del hombre necesita de signos exteriores para elevarse, y
uno sale agobiado de una misa que trata de descendernos al nivel de los
hombres en lugar de elevarnos a Dios. En épocas más cristianas, el
camino de la fe estaba perfectamente trazado, se lo seguía o no se lo
seguía. Se tenía fe, se la había perdido, o no se la había tenido nunca.
Pero aquel que tenía fe, y el que, por el bautismo había entrado a
pertenecer a la Iglesia católica renovado sus promesas de bautismo
mediante el sacramento de la confirmación, sabía lo que debía creer y lo
que no. Hoy, la mayoría de los católicos bautizados no lo saben. S.S.
Juan Pablo II, en una alocución del 6 de Febrero de 1981 se expresó
sobre el tema: “desde todas partes se han difundido ideas que
contradicen la verdad que fue revelada y que se enseñó siempre. En los
dominios del dogma y de la moral se han divulgado verdaderas herejías
que suscitan dudas, confusión, rebelión. Hasta la misma liturgia fue
violada. Sumergidos en un
“relativismo” intelectual y moral, los
cristianos se ven tentados por una ilustración vagamente moralista, por
un cristianismo sociológico sin dogma definido ni moral objetiva”.
La caída de la práctica religiosa en estos últimos 50 años es gran
parte responsabilidad del espíritu satánico que se introdujo en la
Iglesia y que levantó sospechas sobre toda la vida eclesiástica de
tiempos pasados, de su enseñanza y su moral como estilo de vida. Durante
siglos, todo se levantaba sobre los mismos catecismos que transmitían
la fe inmutable de la Iglesia fundada por Jesucristo y reconocida por
todos los episcopados.
La fe se construía sobre certezas, y esas verdades inamovibles se tomaban, (porque se las reconocía como palabras del Hijo de Dios),
se dejaban, ,(porque resultaban indiferentes),
o se combatían, (porque generaban odio o rechazo).
Hoy, los padres constatan que, aún enviando a sus hijos al catecismo ya
no se les enseñan las verdades de la fe más elementales como: el Juicio
Final, la Santísima Trinidad, el misterio de la encarnación, el pecado
original, o la Inmaculada Concepción. Esto genera una tremenda sensación
de inestabilidad e inseguridad, como si nos movieran el centro de
gravedad, porque una cosa es alejarse libremente de la casa del padre,
sabiendo que uno puede
irse y volver, y otra muy distinta es que se nos enseñe ahora que la casa del padre,
puede o no existir porque de tanto en tanto el padre
se muda…Y…si uno lo necesita no se sabe bien en donde hay que ir a buscarlo…
La fe se ha convertido así en un concepto vago, indefinido, que ya no nos sirve para vivir porque
relativiza las verdades esenciales. Al negar los dogmas de fe, en la Verdad revelada todo puede ser o no ser.
La caridad se ha transformado en una especie de solidaridad internacional que reparte alimentos o medicamentos, y
la esperanza es la de poder vivir mejor en este mundo.
Nada de todo esto tiene el ingrediente sobrenatural que viene de Dios.
Esta no es la doctrina católica que sacia porque no corresponde
exactamente a las aspiraciones del alma humana según Dios la pensó y la
creó. Pero es el plan de Satán para el hombre tan bien expresado en
“las cartas del diablo a su sobrino” cuando lo adoctrina para perder a
las almas y le dice: “nuestra tarea consiste en
alejarles de lo eterno y del presente”…(3)
Satán aleja al hombre de lo
eterno combatiendo la fe y fomentando el laicismo y el ateísmo en todas sus facetas, y
del presente alejándolo de la realidad, alejándolo de todo lo natural y por lo tanto todo lo real y sumergiéndolo en
un mundo virtual y por lo tanto irreal
desde la infancia especialmente a través de la literatura, del cine, de
la televisión, de los video juegos e Internet. Esta falta de fe del
mundo actual se refleja en nuestras actitudes en relación con Dios. Como
no se les enseña en general en los colegios ni en el catecismo a los
niños y jóvenes la majestad de Dios, tampoco tiene sentido hacer la
genuflexión bien hecha y respetuosa. Entramos a la Iglesia y nos
sentamos como quien entra a un local cualquiera. La genuflexión bien
hecha ya no es tan practicada por una gran mayoría de fieles y se la va
reemplazando poco a poco por una inclinación de cabeza o simplemente
nada.
La gente entra a una iglesia y se sienta. Aquí se comprueba una voluntad de modificar las relaciones del hombre con Dios
hacia la familiaridad, la desenvoltura, ir tratando poco a poco que el trato con Dios sea de igual a igual.
Se van suprimiendo todos estos gestos de respeto que materializan la
“virtud de la religión” y apuntalan la fe y el debido respeto a lo
sagrado. Gestos externos que nos recuerdan
la presencia real del Creador y soberano en el sagrario y evangelizan tanto a quienes nos observan realizarlos.
Esta actitud de tratar a Dios como a un igual, con esa familiaridad,
esa desenvoltura y falta de señales de respeto (que no es otra cosa que
falta de fe) es lo que hizo exclamar a un protestante:” Si yo creyera…
lo que ustedes los católicos dicen creer… que el Dios vivo está escondido con su presencia real en el Sagrario, yo acamparía de rodillas ante el Santísimo...”.
Valga a su vez como ejemplo cristiano la anécdota de un santo sacerdote
ante un grupo de turistas en Europa que le preguntaron al entrar que
era lo más importante de la Iglesia. El sacerdote los llevó en silencio
ante el santísimo y los hizo ponerse de rodillas diciéndoles:
“Aquí estamos ante lo más importante de la Iglesia. Estamos ante el mismo Dios”…
Todo este ambiente de falta de fe, abre las puertas a la invasión de
sectas, de hindúes, del yoga y del zen, de la nueva era o del new age
que podrán ser atractivas a quienes no conocen el esplendor de la
nuestra, pero que será una gran responsabilidad ante Dios para los que
conocimos la Verdad y hemos permitido
apostatar de ella a tantos.
La ritualidad es buena, pero si la vaciamos de contenido no se sostiene
en el tiempo, que es lo que ahora nos sucede y por eso la revolución
anticristiana arrasa con nosotros. Esta Iglesia clandestina dentro de la
misma Iglesia es lo que expresa tan bien el diablo viejo cuando
alecciona a su sobrino y le dice. “en la actualidad, la misma Iglesia es
uno de nuestros grandes aliados. No me interpretes mal; no me refiero a
la Iglesia de
raíces eternas, que vemos extenderse en el tiempo y
en el espacio, temible como un ejército con las banderas desplegadas y
ondeando al viento. Confieso que es un espectáculo que llena de
inquietud incluso a nuestros más audaces tentadores; pero, por fortuna,
se trata de un espectáculo completamente invisible para esos
humanos”...(4)
Los pecados contra la fe son:
El ateísmo, que es negar la existencia de Dios. Se agrava cuando
lo propagamos públicamente burlándonos y persiguiendo al creyente, a
Dios y a sus representantes.
La blasfemia, es la palabra injuriosa y ofensiva contra Dios o
contra los santos, sobre todo la que va contra el Espíritu Santo, que
puede llegar hasta los hechos. En nuestra querida Argentina, que nació
católica, el gobierno de la ciudad de Bs. As autorizó una muestra de
arte en el antiguo convento franciscano de la Recoleta, tan ofensiva en
contra de Dios y de la Iglesia (donde el “artista” hizo su apología y
burla del Santo Padre, de Jesucristo y de su Iglesia) que la Iglesia,
para
desagraviar la ofensa, pidió a los católicos argentinos un día entero de ayuno.
La apostasía, que es el abandono público y total de la fe
cristiana recibida en el Bautismo y de lo que ella enseña como bueno
según la ley de Dios. Cuando es voluntario es el mayor de los pecados
después del odio a Dios. (Habiendo conocido al Dios verdadero,
manifestado y revelado en Jesucristo, el Hijo de Dios, la corriente de
pensamiento materialista propio del mundo actual ha elegido adorar a
falsos dioses como el poder, la fama, el éxito, el dinero, la técnica,
la ciencia, el confort, etc).
Europa que nació cristiana no sólo legisla desde hace años en
contra de la ley divina, (divorcio, aborto, matrimonios entre
homosexuales, eutanasia, etc), sino que, ignorando el clamor del papa
Juan Pablo II, acaba de sancionar la constitución europea en la que ni
siquiera nombra al Hijo de Dios, negando hasta sus raíces. Esto se
extiende a los gobiernos de los países del occidente cristiano quienes
poco a poco han dado voluntariamente la espalda a Cristo y no quieren
que Él reine más en la sociedad ni aceptar su soberanía sobre las almas
de las personas.
Los cristianos apostamos cuando apartamos la mirada de Cristo y nos volvemos a otros lugares en busca de paz y seguridad. La crisis es profunda, en el fondo es
una crisis de fidelidad a nuestra fe, una crisis de seguimiento a Cristo.
La crisis de los católicos no fue provocada por los fieles a la palabra empeñada sino por los que
abdicamos de mantener nuestras promesas del bautismo. Es una crisis de seguimiento a la persona de Jesucristo como el Hijo de Dios, y la
respuesta a esta crisis es una mayor fidelidad a nuestra fe,
porque si nosotros, que tenemos cierta formación corremos el riesgo de
apostatar... ¿Qué será de los jóvenes criados en un ambiente
psicoanalítico, sin dogma ni principios morales, y sin ningún
conocimiento de la historia de la Iglesia?
Notas:
(1) “Teología de la perfección cristiana”. P. Royo Marín. editorial Bac. pág 474.
(2) “Teología de la perfección cristiana”. P. Royo Marín. editorial Bac. pág 475.
(3) “Cartas del diablo a su sobrino”. C.S.Lewis. editorial Andrés Bello. pág. 81.
(4) “Cartas del diablo a su sobrino”. C.S. Lewis. editorial Andrés Bello. pág. 29.
Ejercicio y tarea (para publicar en los foros del curso)
1. ¿Qué son las virtudes teologales?
2. ¿Qué es la virtud teologal de la fe?
3. ¿Por qué es necesario este acto de fe interior para salvarse?
4. ¿Cuáles son las certezas fundamentales que da la fe?
5. En tu entorno y realidad ¿cuáles son los pecados que más se comenten contra la fe? ¿Por qué?
6. ¿Te preparas en el conocimiento de tu fe para poder defenderla
valientemente y con la verdad? ¿Cómo te estás formando en la fe?
7. Alguna sugerencia o comentario…
Para la reflexión personal (de uso personal las respuestas no se publican en los foros del curso)
1. ¿Ocupa la fe el primer lugar en mi vida? ¿Ocupa algún lugar?
2. ¿Me doy cuenta del gran regalo que Dios me ha hecho con el don de la
fe? ¿Se lo agradezco cumpliendo gustosamente las exigencias de mi fe
católica?
3. ¿Mis actos son siempre cristianos? ¿Qué es lo que me dicta mi modo
de proceder: mi vanidad, mi egoísmo, mi sensualidad? ¿Me mueve el amor a
Cristo?
4. ¿Creo con fe viva y operante en el misterio de la Eucaristía? ¿Hago con fe viva mis comuniones y mis visitas al Santísimo?
5. ¿Creo que la Santísima Trinidad Habita en todas las almas? ¿En
consecuencia respeto a los demás? ¿Cómo me respeto a mi mismo?
6. ¿Creo que el Espíritu Santo actúa en mi alma? ¿Tiene alguna
resonancia práctica este dogma en mi vida? ¿Hago silencio interior para
oír sus inspiraciones? ¿Las obedezco?
7. ¿Creo que Dios me ayuda a vivir y a ser santo? ¿Pido a Dios su ayuda para vivir mi santificación o me basto con mis fuerzas?
8. ¿Creo en la doctrina del cuerpo místico? ¿Sé lo que significa esto?
9. ¿Trato de ver los acontecimientos más ordinarios de la vida con
sentido sobrenatural? ¿Se descubrir la bondad de Dios en cada momento?
10. ¿Creo en la Iglesia? ¿Conozco a fondo su misión?¿me preocupan de
tal forma sus problemas que adopto una postura de mayor coherencia y
entrega para defenderla?¿Me motiva la conciencia de que Jesucristo
estaré en ella hasta el final de los tiempos?
11. ¿Creo en la vida eterna? ¿Cómo manifiesto en la práctica esta
creencia? ¿me lleva a vivir haciendo actos de generosidad y caridad?
Si tienes
alguna duda sobre el tema puedes consultar a Marta Arrechea Harriet de Olivero en su consultorio virtual
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