Monasterio Cisterciense Madre de Dios Buenafuente del Sistal, 5 de febrero de 2017
Tiempo de gracia
Durante los meses de invierno, en estos páramos de la
serranía del Alto Tajo se experimenta, de manera dramática, la
emigración de sus gentes por razón de la intemperie, la soledad, el frío
y la distancia a los centros de salud.
Toda circunstancia aciaga y adversa, sin embargo, se
puede convertir en tiempo propicio para consolidar la determinación
interior y objetivar las opciones identificativas de la vida. En
Buenafuente es más recio el desierto, el silencio, el encuentro con la
soledad, el tú a tú con Dios en los espacios naturales cubiertos de
escarcha
He leído que la merma de efectivos en las
congregaciones religiosas y la pirámide de edades, que en principio
parece una desgracia, se puede convertir en “tiempo de gracia” (La reducción, tiempo de gracia para vivir de la fe, Hna Isabel Ardanza Mendilibar, CCV).
En la debilidad asalta el miedo, el sufrimiento, la
desesperanza, incluso se llega a desconfiar de la Providencia. Sin
embargo, según las Sagradas Escrituras y según la espiritualidad
cristiana, las experiencias de sufrimiento son motivo para madurar en la
fe, y hasta un tiempo de bendición para vivir con mayor radicalidad el
seguimiento de Jesús.
La clave para interpretar como bendición lo que se
siente adverso estriba en la mirada teologal sobre los acontecimientos,
que implica relación con el Señor y por ella, la reacción de abandono en
sus manos.
En todo proyecto evangélico, Jesucristo es la
referencia emblemática, y observamos que Él, a lo largo de su paso por
nuestro mundo, resolvió las encrucijadas más adversas rindiendo su
voluntad y abrazando el querer de su Padre.
En general nos sentimos bien cuando nos parece que
somos útiles y que nuestro trabajo redunda en obras buenas. Sin mermar
el mérito de quienes se entregan totalmente en la tarea y misión
recibidas, cuando se es fuerte, joven, exitoso, no se descubre del todo
si en la actividad hay proyección protagonista, afán posesivo, hasta
narcisismo. Sin embargo, si en tiempo de desolación, de prueba, de
aparente inutilidad, nos mantenemos en fidelidad, entonces es el momento
de dejar que Dios obre a través de nuestras pobrezas, y que sea Él
quien realice su obra a través de nuestra indigencia.
La experiencia del límite es el tiempo del ejercicio
supremo de amor y de abandono en Dios, como lo hizo Jesús en manos de su
Padre. Es Dios quien nos conduce. Es momento propicio para vivir como
creyentes.
[TOMADA DEL SITIO http://www.revistaecclesia.com/carta-del-monasterio-de-buenafuente-para-febrero-de-2017/]
Con cariño,
Noel y Silvia
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