Las cosas secretas pertenecen a JEHOVÁ nuestro
Dios; mas las reveladas son para nosotros y para nuestros hijos para
siempre, para que cumplamos todas las palabras de esta ley.[1] Por la gracia y
misericordia de Dios, esta conexión entre las cosas secretas y
las cosas reveladas está completamente viva: incluso hoy en día, el
Señor nos habla por medio de Su Palabra, continúa revelando las
cosas secretas. Visualicemos la montaña, lugar de uno de los más
extraños eventos en la historia de Israel. Vemos al padre anciano,
quien con sus propias manos ata a su hijo y lo pone sobre el altar. Con
cuchillo en mano, está listo para alzar su brazo y matarle, pero…
alertado por una voz desde el cielo, mira y ve un carnero enredado por
los cuernos entre los arbustos, al cual sacrifica como holocausto en
lugar de su hijo que originalmente pretendía ofrecerlo en sacrificio.
Cuando observamos esta montaña y las tres
figuras, nuestro corazón tiembla al darnos cuenta de este secreto,
con el anticipo de un misterio de Dios increíblemente importante y solo
parcialmente comprensible, aunque todavía no revelado: este
cuadro es como un episodio de Sus planes previstos para la historia del
mundo. Esta antigua muerte del sacrificio del cordero, que tiene lugar
quizá incluso antes del principio de los tiempos pero que de algún modo
todavía resuena hoy en día, excede a todo límite de la historia, edades
y tiempos del mundo. ¿Por qué? ¿Qué hay tan importante ahí? ¿Por qué un
padre ha de sacrificar a su hijo? ¿Quién era ese hijo puesto en el
altar por su padre? Y ese carnero, enredado por los cuernos, entre los
arbustos –¿qué simboliza?–
¿Qué piensas tú? ¿Para quién era más
difícil? ¿Para el padre o para el hijo? ¿Para quien con sus propias manos
coloca a su hijo sobre el altar, o para quien sin saber por qué, era
llevado a la muerte? Uno solo puede intuir lo que sucedía en el corazón
del padre mientras iba por el camino sabiendo el cómo y el para qué él tomó
en su mano el fuego.[2]
Solo Abraham sabía muy bien la razón, al subir a esa montaña. El hijo,
sin embargo no sabía nada. Isaac, obviamente estaba perplejo, cada vez
entendiendo menos lo que estaba sucediendo y en dónde estaba el
cordero para el holocausto.[3] No obstante, sin queja
alguna, él continuó siguiendo a su padre con perfecta obediencia, y con
perfecta confianza como cordero fue llevado al matadero.[4] Imagina un hijo
ascendiendo obediente a la montaña detrás de su padre, cargando un
pesado haz de leña sobre sus espaldas (incluso el Midrash dice: “como
quien carga su estaca sobre sus hombros”[5]),
sin tener la más mínima idea de lo que le espera en la cima. Él amaba a
su padre y su padre le amaba a él. No podía imaginar lo que su padre
iba a hacer con él, era inconsistente con su percepción de amor
paternal del que era objeto. Considera lo que Isaac debía haber
experimentado cuando su padre, cuyo amor por él era la base inamovible
de su vida; comenzó por atarle y colocarle sobre el altar encima de la
leña, y extendió el brazo con el cuchillo sobre él… Imagina el horror
en los ojos de tu hijo, si le hubieras hecho esto a él –horror–, no
tanto al ver la cara de la muerte, sino el horror de no comprender en
absoluto lo que su querido y adorado padre estaba haciéndole, y cómo y
a dónde había ido a parar su desaparecido amor por él. Este horror
había sido completamente experimentado por el hijo amado de Abraham,
antes de que la prueba finalizase, como lo hizo (no es sorpresa que
muchos años después, Jacob, el hijo de Isaac todavía nombrara a Dios
como: “El temor de Isaac”[6]).
Esta historia resuena con palabras de
misterio que no pueden ser completamente descritas. Es el misterio de
la relación padre-hijo, que gradualmente se muestra más y más plena,
mientras la pareja sigue en su viaje hacia la cumbre. Presta atención:
es un camino en que el padre guía al hijo –un camino en que el hijo
comienza tal como un hijo, pero que al final se encuentra sobre el
altar–. Un camino en el que a medida que avanzan, el hijo se transforma
en el cordero, sin nadie más que el padre guiándole para ser
sacrificado. El que hasta ahora era simplemente un hijo amado,
es transformado durante el camino en el cordero que ha de ser ofrecido
por el padre. Y lo más insondable, lo más tortuoso y trágico de todo
esto, es que el hijo mismo, nada sabe sobre ello todavía. Él sabe
que es el hijo amado por su padre, pero en cada paso del camino, hecho
con completa ignorancia, cuanto más se acerca al altar, tanto más se
completa su transformación. Con el corazón tambaleante por la agonía,
el padre conduce al hijo/cordero al matadero. En esto está el
misterioso y secreto plan del Padre, el amor del Padre, y la elección
del Padre –El Misterio de la Filiación–.
‘Dios se proveerá de cordero para el holocausto,’[7]
Abraham le dice a Isaac y aunque allí en la montaña, al principio vemos
solo dos figuras –Abraham e Isaac, padre e hijo– después de un
tiempo resulta que hay alguien más en el cuadro: un carnero trabado
en un zarzal por sus cuernos.[8] El cordero que el mismo
Dios ha provisto para el holocausto. Ni Abraham ni nosotros los
lectores podíamos ver cómo y cuándo el carnero llegó allí; simplemente
estaba allí, había estado desde el principio. En las fuentes originales
judías, este carnero es considerado como una criatura de gran
importancia y está incluido en la lista de las cosas creadas en el
crepúsculo del 6º día de la Creación.[9]
El designio completo de Dios para las edades, Su completo Plan para la
humanidad, entra en escena. Al principio, son dos: el padre y el hijo;
sin embargo, en la dispensación del cumplimiento de los tiempos[10] resulta que está
también el Cordero, quien desde la Creación del mundo, estaba
destinado para el sacrificio. “Y escuché una voz desde detrás del Velo
Celestial diciendo estas palabras: ‘No Isaac, sino el carnero destinado
para el holocausto’”.[11] El Cordero sacrificado desde la fundación del
mundo, toma lugar en el altar, aquel a quien el Padre mismo ha llamado
Su Hijo Unigénito.[12]
La próxima vez, tal como he mencionado,
continuaremos con nuestro estudio sobre la imagen del Cordero. Entre
tanto, ya que nos aproximamos a la Pascua (el tiempo de presentes y
bendiciones), me gustaría bendecirte con un regalo gratuito de mis
escritos sobre la Pascua. Puedes descargarlo desde mi página web: http://readjuliablum.com
Atentamente,
Julia
Blum
Profesora Adjunta, Dept. de Estudios Bíblicos
IsraelBiblicalStudies.com
Con
cariño,
Noel y
Silvia
|
No comments:
Post a Comment