5/8/2017 – Altos de Ticomo
Managua, Nicaragua
Queridos
hermanos,
Me da
mucho gusto compartir con ustedes este blog post de Ray Guedalia Kauffman. Me
dio las ganas de pensar en Dios por primera vez este día… ¿Y pensar que San
Pablo me dice que debo de orar continuamente? Shalom!
Nuestra Casi Desgracia
Dios está murmurando en nuestro oído
constantemente.
por Rav
Guedalia Kauffman
Yo supervisé los escombros de lo que había sido su
cuarto. Si hubiese pasado cinco minutos después, Sara, mi hija de cinco años,
hubiese estado en la cama. Tan solo cinco minutos.
Nos
habíamos mudado a nuestra casa recientemente, y decidimos que el cuarto más
cercano al baño sería el de Sara. Lo decoramos con cortinas rosadas y con un
colcha del mismo color, haciendo que el cuarto se viera tierno y propio de una
niña. No sabíamos que la caldera estaba colocada en el cielorraso, directamente
sobre su cama.
Debe
haber sido en la mañana que estalló el sello de la caldera, dejando que el agua
caliente comenzara a gotear lentamente sobre el grueso panel de yeso que estaba
debajo de ella. Durante el curso del día el cielorraso fue saturándose,
ablandándose poco a poco. Para la noche ya era como cartón empapado.
Cuando escuché el estruendo Sara
ya estaba en pijamas y cepillándose los dientes.
Cuando
escuché el estruendo Sara ya estaba en pijamas y cepillándose los dientes.
Cuando entré a su cuarto, la imagen fue una moderada devastación. El cielorraso
empapado, ya incapaz de soportar su propio peso, había colapsado. La hermosa
cama rosada –la misma cama que en unos pocos momentos más hubiera tenido a mi
hija acurrucada con su muñeca— estaba empapada con agua hirviendo y cubierta de
pedazos inmensos de yeso. La alfombra estaba arruinada, empapada y embarrada
con pedazos de yeso pulverizado. En el cielorraso había un hueco enorme con
pequeños chorros de agua goteando por todos lados. Pedazos de material aislante
rosado colgaban de la apertura, haciendo juego de manera grotesca con las
cortinas rosadas, para entonces mugrientas.
Después
de llamar al teléfono de emergencias de nuestra compañía aseguradora, colgué el
teléfono y fui directamente a inspeccionar el daño. Mientras pensaba en lo que
había pasado y, aún peor, en lo que podría haber pasado, experimenté algo
completamente inesperado: una fuerte sensación de tranquilidad.
La Calma
Durante la Tormenta
Basta
decir que no soy conocido por mi tranquilidad. Tengo una personalidad tipo A,
naturalmente organizado y eficiente. Planeo las cosas cuidadosamente y espero
que funcionen sin problemas. “...¿Qué quieres decir con que perdiste mi
orden de pizza? ¡Te llamé hace 30 minutos y tengo niños hambrientos en el
auto!”, o “...¿Cómo puede haber desaparecido mi archivo? ¡Hice dos back-up en mi
computadora!”.
Cuando
las cosas no salen de acuerdo al plan, el sentimiento que experimento no es lo
que yo describiría como una “calmada aceptación”. Fastidio, sí. Irritación, con
seguridad. Molestia, definitivamente. ¿Serenidad?, nunca.
Durante
los siguientes días frenéticos hubo muchas oportunidades para perder la calma.
Traté con un flujo incesante de asesores, constructores, plomeros e
instaladores de alfombras. Y sin embargo todo fue hecho, sorprendentemente, con
el mismo sentimiento de serenidad.
Quizás
fue simplemente una cuestión de perspectiva, una realineación repentina de mis
prioridades. Mi consciencia del desastre que pudo haber ocurrido me
permitió ver ciertas cosas con claridad. Un dormitorio, sin importar qué tan
lindas sean las cortinas, es solamente un lugar para dormir. Las posesiones
pueden ser reemplazadas y el dinero siempre se puede conseguir. ¿Pero cuánto
pagarías por la vida de tu hija?
¿Acaso Dios fue responsable de lo
que ocurrió con mi caldera pero se mantuvo completamente al margen de mi orden
de pizza?
Todo esto
es verdad, pero la sensación de calma que estaba sintiendo venía de algo más
profundo. De alguna manera supe, con absoluta certeza, que esto provenía
directamente de Dios. Él, en Su infinita sabiduría, había decretado que mi
cielorraso colapsara. Y Él, en su gran misericordia, se había asegurado de que
mi hija estuviera lavándose los dientes justo en ese momento. Fue todo parte de
“El Plan”, una experiencia que yo necesitaba para crecer.
Una
mañana, mientras esperaba a que llegara el instalador de alfombras, me vino un
pensamiento. ¿Por qué era tan especial este acontecimiento? ¿Qué tenía esto de
diferente con mi orden de pizza que se perdió? ¿Acaso Dios fue responsable de
lo que ocurrió con mi caldera pero se mantuvo completamente al margen de mi
orden de pizza?
La
Creación y la Bombilla de Luz
Es fácil
caer en la trampa de creer que el mundo es como un juguete que funciona a
cuerda. Seguro que Dios lo creó, pero ha estado andando solo desde entonces.
Ahora Dios está ocupado con temas más importantes y seguramente tiene que
ocuparse de cosas más grandes que mi orden de pizza.
El
entendimiento de que la creación no es como un juguete a cuerda es fundamental
en la perspectiva judía del mundo. Es como una bombilla de luz. Mientras la
electricidad continúe fluyendo, la bombilla se mantiene encendida. Si la
electricidad se cortara, o el circuito se averiara así sea por un instante, la
luz se apagaría. La creación es sostenida por un flujo continuo de energía
Divina. Cuando se trata de la existencia, no hay algo así como un impulso. Mi
existencia en este momento no tiene nada que ver con la continuación de mi
existencia un segundo después.
La
creación no es un evento de una sola vez; es algo que ocurre continuamente. Yo
“soy” simplemente porque la Fuente Infinita de la existencia quiere que
yo “sea”. Dios está aquí, está presente, está envuelto íntimamente y
está manteniendo en funcionamiento cada aspecto del universo segundo a segundo,
desde lo enorme hasta lo microscópico. Dado que Él es infinito, nada existe sin
Su continuo sustento.
Mi
perspectiva de la “intervención Divina” al salvar a mi hija me permitió
permanecer sereno. Fue un evento tan obviamente fuera de lo común que pude ver
la inequívoca Mano de la Providencia Divina. Cuando pasan cosas grandes, es
evidente que Dios está dirigiendo el show. Pero Dios no nos habla solamente a
través de los grandes eventos de nuestras vidas; está susurrando en nuestro
oído con cada orden de pizza que se pierde y con cada archivo que desaparece.
Vivir
como un judío significa enfocarse en Dios como una presencia en nuestra vida
diaria, reconociendo que es responsable por todo lo que ocurre, desde lo que
parece ser insignificante hasta lo obviamente trascendental. Dios dirige el
mundo. Me ama. Me está cuidando. Siempre está conmigo, empujándome suavemente
para que crezca. Entender estas ideas y trabajar para integrarlas es la clave
para desarrollar una relación de confianza con Dios y es el principio para
enfrentar todos los desafíos de la vida, los grandes y los pequeños, con
serenidad.
Publicado: 21/5/201 -
Con mucho
cariño,
Noel y
Silvia
505 – 8963-2501
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