Thursday, December 20, 2018

TEXTO: Mensaje del Papa Francisco y Bendición “Urbi et Orbi” en la Solemnidad de Navidad Redacción ACI Prensa

25 de diciembre de 2017 6:55 am

TEXTO: Mensaje del Papa Francisco y Bendición “Urbi et Orbi” en la Solemnidad de Navidad

Redacción ACI Prensa


El Papa imparte la Bendición "Urbi et Orbi". Foto: Daniel Ibáñez / ACI Prensa
El Papa imparte la Bendición "Urbi et Orbi". Foto: Daniel Ibáñez / ACI Prensa
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A las 12 hora local, el Papa Francisco se asomó en el balcón central de la Basílica de San Pedro para impartir la bendición “Urbi et Orbi” (“a la ciudad y al mundo”), y dirigir el tradicional Mensaje de Navidad a los fieles presentes en la Plaza de San Pedro y a los que lo escucharon y leyeron a través de los medios de comunicación.
A continuación, el Mensaje completo del Papa Francisco:
Queridos hermanos y hermanas, feliz Navidad.
Jesús nació de María Virgen en Belén. No nació por voluntad humana, sino por el don de amor de Dios Padre, que «tanto amó al mundo, que entregó a su Unigénito, para que todo el que cree en él no perezca, sino que tenga vida eterna» (Jn 3,16).
Este acontecimiento se renueva hoy en la Iglesia, peregrina en el tiempo: en la liturgia de la Navidad, la fe del pueblo cristiano revive el misterio de Dios que viene, que toma nuestra carne mortal, que se hace pequeño y pobre para salvarnos. Y esto nos llena de emoción, porque la ternura de nuestro Padre es inmensa.
Los primeros que vieron la humilde gloria del Salvador, después de María y José, fueron los pastores de Belén. Reconocieron la señal que los ángeles les habían dado y adoraron al Niño. Esos hombres humildes pero vigilantes son un ejemplo para los creyentes de todos los tiempos, los cuales, frente al misterio de Jesús, no se escandalizan por su pobreza, sino que, como María, confían en la palabra de Dios y contemplan su gloria con mirada sencilla. Ante el misterio del Verbo hecho carne, los cristianos de todas partes confiesan, con las palabras del evangelista Juan: «Hemos contemplado su gloria: gloria como del Unigénito del Padre, lleno de gracia y de verdad» (Jn 1,14).
Por esta razón, mientras el mundo se ve azotado por vientos de guerra y un modelo de desarrollo ya caduco sigue provocando degradación humana, social y ambiental, la Navidad nos invita a recordar la señal del Niño y a que lo reconozcamos en los rostros de los niños, especialmente de aquellos para los que, como Jesús, «no hay sitio en la posada» (Lc 2,7).
Vemos a Jesús en los niños de Oriente Medio, que siguen sufriendo por el aumento de las tensiones entre israelíes y palestinos. En este día de fiesta, invoquemos al Señor pidiendo la paz para Jerusalén y para toda la Tierra Santa; recemos para que entre las partes implicadas prevalezca la voluntad de reanudar el diálogo y se pueda finalmente alcanzar una solución negociada, que permita la coexistencia pacífica de dos Estados dentro de unas fronteras acordadas entre ellos y reconocidas a nivel internacional. Que el Señor sostenga también el esfuerzo de todos aquellos miembros de la Comunidad internacional que, movidos de buena voluntad, desean ayudar a esa tierra martirizada a encontrar, a pesar de los graves obstáculos, la armonía, la justicia y la seguridad que anhelan desde hace tanto tiempo.
Vemos a Jesús en los rostros de los niños sirios, marcados aún por la guerra que ha ensangrentado ese país en estos años. Que la amada Siria pueda finalmente volver a encontrar el respeto por la dignidad de cada persona, mediante el compromiso unánime de reconstruir el tejido social con independencia de la etnia o religión a la que se pertenezca. Vemos a Jesús en los niños de Iraq, que todavía sigue herido y dividido por las hostilidades que lo han golpeado en los últimos quince años, y en los niños de Yemen, donde existe un conflicto en gran parte olvidado, con graves consecuencias humanitarias para la población que padece el hambre y la propagación de enfermedades.
Vemos a Jesús en los niños de África, especialmente en los que sufren en Sudán del Sur, en Somalia, en Burundi, en la República Democrática del Congo, en la República Centroafricana y en Nigeria.
Vemos a Jesús en todos los niños de aquellas zonas del mundo donde la paz y la seguridad se ven amenazadas por el peligro de las tensiones y de los nuevos conflictos. Recemos para que en la península coreana se superen los antagonismos y aumente la confianza mutua por el bien de todo el mundo. Confiamos Venezuela al Niño Jesús para que se pueda retomar un diálogo sereno entre los diversos componentes sociales por el bien de todo el querido pueblo venezolano. Vemos a Jesús en los niños que, junto con sus familias, sufren la violencia del conflicto en Ucrania, y sus graves repercusiones humanitarias, y recemos para que, cuanto antes, el Señor conceda la paz a ese querido país.
Vemos a Jesús en los niños cuyos padres no tienen trabajo y con gran esfuerzo intentan ofrecer a sus hijos un futuro seguro y pacífico. Y en aquellos cuya infancia fue robada, obligados a trabajar desde una edad temprana o alistados como soldados mercenarios sin escrúpulos.
Vemos a Jesús en tantos niños obligados a abandonar sus países, a viajar solos en condiciones inhumanas, siendo fácil presa para los traficantes de personas. En sus ojos vemos el drama de tantos emigrantes forzosos que arriesgan incluso sus vidas para emprender viajes agotadores que muchas veces terminan en una tragedia. Veo a Jesús en los niños que he encontrado durante mi último viaje a Myanmar y Bangladesh, y espero que la comunidad internacional no deje de trabajar para que se tutele adecuadamente la dignidad de las minorías que habitan en la Región. Jesús conoce bien el dolor de no ser acogido y la dificultad de no tener un lugar donde reclinar la cabeza. Que nuestros corazones no estén cerrados como las casas de Belén.
Queridos hermanos y hermanas:
También a nosotros se nos ha dado una señal de Navidad: «Un niño envuelto en pañales…» (Lc 2,12). Como la Virgen María y san José, y los pastores de Belén, acojamos en el Niño Jesús el amor de Dios hecho hombre por nosotros, y esforcémonos, con su gracia, para hacer que nuestro mundo sea más humano, más digno de los niños de hoy y de mañana.
Felicitación de Navidad:
A vosotros queridos hermanos y hermanas, llegados a esta plaza de todas las partes del mundo, y a cuantos os unís desde diversos países por medio de la radio, la televisión y otros medios de comunicación, os dirijo mi cordial felicitación.
Que el nacimiento de Cristo Salvador renueve los corazones, suscite el deseo de construir un futuro más fraterno y solidario, y traiga a todos alegría y esperanza. Feliz Navidad.

Papa Francisco: La Anunciación fue el momento "decisivo" en la historia del hombre POR MERCEDES DE LA TORRE | ACI Prensa


20 de diciembre de 2018 6:45 am

Papa Francisco: La Anunciación fue el momento "decisivo" en la historia del hombre

POR MERCEDES DE LA TORRE | ACI Prensa

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El Papa Francisco en la Misa de la Casa Santa Marta. Foto: Vatican Media


El Papa Francisco en la Misa de la Casa Santa Marta. Foto: Vatican Media

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Durante la homilía de la Misa en la Casa Santa Marta de este jueves, el Papa Francisco remarcó que el misterio de la Anunciación es el momento “decisivo” en el cual la historia del hombre cambió completamente.
El Santo Padre explicó este 20 de diciembre el pasaje de la Anunciación del Arcángel San Gabriel a la Virgen María narrado en el Evangelio de San Lucas en el que el “Dios de las sorpresas” cambió el destino del hombre.
Fue un “momento decisivo de la historia, el más revolucionario”, dijo el Papa, y agregó que en la Anunciación “todo cambia”.
“Y cuando en Navidad o en el día de la Anunciación profesamos la fe para decir este misterio nos hincamos. Es el momento en el que todo cambia, todo, desde la raíz”, remarcó.
En este día, explicó el Santo Padre, “Dios baja, Dios entra en la historia y lo hace con su estilo original: una sorpresa. El Dios de las sorpresas nos sorprende (de nuevo) una vez”.
Por último, el Papa Francisco leyó nuevamente una parte de este pasaje del Evangelio y lo describió como “difícil de predicar”.
“El Espíritu Santo vendrá sobre ti y el poder del Altísimo te cubrirá con su sombra. Por eso el que ha de nacer será santo y será llamado Hijo de Dios. Mira, también a Isabel, tu pariente, ha concebido un hijo en su vejez y este es ya el sexto mes de aquella que llamaban estéril: ‘nada es imposible para Dios’. Y entonces María dijo: ‘He aquí la esclava del Señor: ‘hágase en mí según su palabra’. Y el ángel dejándola se fue”, concluyó.