Romano
Guardini
Romano Guardini
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Sacerdote
católico, escritor, teólogo, profesor
universitario y filósofo
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Romano Guardini (Verona, Italia; 17 de febrero de 1885-Múnich, 1 de octubre de 1968)
fue un sacerdote, pensador, escritor y académico católico alemán.
Desarrolló sus estudios y su trabajo académico en Alemania. Se lo considera uno
de los teólogos más acreditados del siglo XX: su
influencia se extendió a figuras como el filósofo Josef Pieper, su amigo el director de orquesta Eugen Jochum, el sacerdote Luigi Giussani (fundador del movimiento Comunión
y Liberación), el educador Félix Messerschmid, Heinrich Getzeny, el
arquitecto Rudolf Schwarz, el filósofo Jean Gebser, y los papas Benedicto XVI, y Francisco.
Índice
Biografía
Nació en
Verona pero con solo un año su familia se mudó a Maguncia (Alemania). Vivió la mayor parte de su vida en
este país, donde su padre trabajó como diplomático.
Se ordenó
sacerdote de la Iglesia católica y
fue uno de los líderes de los movimientos espirituales e intelectuales que
desencadenaron después las reformas aprobadas por el Concilio Vaticano II.
En 1923
se le dio una posición en filosofía de la
religión en la Universidad de Berlín,
que mantuvo hasta ser forzado a renunciar por los nazis en 1939. En 1945
Guardini fue nombrado profesor en la Facultad de Filosofía en la Universidad de Tubinga,
y dio lecciones de filosofía de la religión. Finalmente, en 1948, se convirtió
en profesor de la Universidad de Múnich,
donde permaneció hasta retirarse, por razones de salud, en 1962.
Algunas de sus obras
- El universo religioso de Dostoievski. Emecé, Buenos Aires, 1954. 311 pp.
- Pascal o el drama de la conciencia cristiana. Emecé, Buenos Aires, 1955. 280 pp.
- Via Crucis. Rialp, Madrid, 1954. 108 pp.
- La muerte de Sócrates. Emecé, Buenos Aires, 1960.
- Verdad y Orden (4 tomos). Guadarrama, Madrid, 1960
- El ángel en la Divina Comedia del Dante. Emecé, Buenos Aires, 1961. 126 pp.
- La aceptación de sí mismo. Guadarrama, 1962. 161 pp.
- Panorama de la eternidad. Emecé, Buenos Aires, 1963. 244 pp.
- La cuestión judía. Sur, Buenos Aires, 1963. 88 pp.
- Sobre la vida de la fe. Rialp, Madrid, 1963. 163 pp.
- La esencia del cristianismo. Guadarrama, Madrid, 1964. 108 pp.
- La Madre del Señor. Guadarrama, Madrid, 1965. 114 pp.
- Oraciones teológicas. Guadarrama, Madrid, 1966. 120 pp.
- Libertad, Gracia y Destino. Lumen, Buenos Aires, 1987. 244 pp.
- Los Signos Sagrados. Surco, Buenos Aires, 1946. 151 pp.
- El poder: un intento de orientación. Ediciones Cristiandad. 1977. ISBN 9788470570278.
- La esencia del cristianismo. Ediciones Cristiandad. 1977. ISBN 9788470575174.
- Obras Selectas, Tomo I. Ediciones Cristiandad. 1981. ISBN 9788470572876.
- Apuntes para una autobiografía. Ediciones Encuentro. 1992. ISBN 978-84-7490-283-9.
- Mundo y persona: ensayos para una teoría cristiana del hombre. Encuentro. 2014. ISBN 9788474905724.
- Cartas sobre la formación de sí mismo. Ediciones Palabra. 2000. ISBN 9788482394886.
- El talante simbólico de la liturgia. Centre de Pastoral Litúrgica. 2001. ISBN 9788474677058.
- El Rosario de María. Editorial San Pablo. 2005. ISBN 9789586071482.
- El Señor: meditaciones sobre la persona y la vida de Jesucristo. Ediciones Cristiandad. 2006. ISBN 9788470575068.
- El espíritu de la liturgia. Centre de Pastoral Litúrgica. 2006. ISBN 9788474675962.
- Las etapas de la vida: su importancia para la ética y la pedagogía (5ª edición). Ediciones Palabra. 2006. ISBN 9788482392059.
- Biblia y ciencia de la fe. Ediciones Cristiandad. 2008. ISBN 9788474908404.
- Escritos políticos. Ediciones Palabra. 2011. ISBN 978-84-9840-465-4.
- Orar con el Rosario de Nuestra Señora. Editorial Desclée De Brouwer. 2012. ISBN 978-84-330-2282-0. Archivado desde el original el 17 de octubre de 2013. Consultado el 17 de octubre de 2013.
- Orar con el Via Crucis de Nuestro Señor y Salvador. Editorial Desclée De Brouwer. 2012. ISBN 978-84-330-2296-7. Archivado desde el original el 17 de octubre de 2013. Consultado el 17 de octubre de 2013.
- La conversión de Aurelio Agustín. Un proceso interior en sus Confesiones. Editorial Desclée De Brouwer. 2013. ISBN 978-84-330-2628-6. Archivado desde el original el 17 de octubre de 2013. Consultado el 17 de octubre de 2013.
- El comienzo de todas las cosas. Editorial Desclée De Brouwer. 2013. ISBN 978-84-330-2675-0. Archivado desde el original el 9 de febrero de 2014. Consultado el 20 de marzo de 2014.
LAS ETAPAS DE LA VIDA
Romano Guardini
INDICE
INTRODUCCIÓN
1. Carácter peculiar de cada etapa de la vida, incluida la
vejez
2. La experiencia propia, fuente de inspiración para
Guardini
3. Cómo otorgar sentido a las distintas etapas de la vida
LAS ETAPAS DE LA VIDA
FASE Y CONTEXTO
LA VIDA EN EL SENO MATERNO, EL NACIMIENTO Y LA INFANCIA
LA CRISIS DE LA MADURACIÓN
EL JOVEN
LA CRISIS DE LA EXPERIENCIA
EL MAYOR DE EDAD
LA CRISIS DE LA EXPERIENCIA DE LOS LÍMITES
LA PERSONA QUE HAAPRENDIDO DE LA EXPERIENCIA
LA CRISIS DE LA DEJACIÓN
EL HOMBRE SABIO
LA ENTRADA EN LA ANCIANIDAD
LA PERSONA SENIL
RECAPITULACIÓN
LAS ETAPAS DE LA VIDA Y LA FILOSOFÍA
DEL ENVEJECER
1. Carácter peculiar de cada etapa de la vida, incluida la
vejez
Guardini tiende siempre a abordar los problemas de forma
concreta y viva, no abstracta e incomprometida. No le bastan las
consideraciones generales sobre el bien, el deber, la conciencia, el amor...
Quiere ver pormenorizadamente las actitudes éticas que debe el hombre adoptar
en cada fase de su vida y las realizaciones que ha de llevar a cabo. No realiza
una investigación psicológica o sociológica de las etapas básicas de la vida
humana. Le preocupa descubrir el sentido de dicha vida en las etapas
ascendentes y en las descendentes, incluso en los momentos límite de éstas[6].
Su misión consistió, desde el comienzo de su actividad pastoral y publicística,
en descubrir las leyes del pleno desarrollo de la persona humana, vista en todo
su alcance. Este alcance llega hasta el Creador, tanto por razón del origen de
la vida humana como de la meta que debe alcanzar. Según manifestó el autor a
quien esto escribe, el pensamiento nuclear de toda su producción se halla
expresado en la conferencia pronunciada en el 75 «Katholikentag» (Berlín 1952)
con el título: Nur wer Gott kennt, kennt den Menschen (Sólo quien conoce a Dios
conoce al hombre)[7]. A la luz de esa idea global del sentido de la vida
humana, Guardini estima que cada etapa presenta una significación peculiar, de
modo que su valor no puede ser deducido de otra etapa considerada como
modélica.
Esto le permite trazar un perfil lúcido de la edad senil,
que no se le aparece como el mero desmoronamiento de la vida sino como su
culminación, ya que tiene como tarea ética específica preparar una «feliz y
santa muerte», en expresión del pueblo llano. Guardini supera radicalmente la
tendencia banal a considerar como únicos atributos de la vida la energía
juvenil, la capacidad de acción intensa, el poder de dominio y disfrute biológico.
El hombre, visto como persona, tiene el privilegio de poder conceder a cada
fase de la vida un sello característico, y realizar en ella la tarea que le es
propia y para la que está perfectamente dotado. La muerte no debe ser vista
como algo meramente negativo, un mero cesar impuesto desde fuera, un accidente
ajeno a la vida, incluso contrario a ella, sino como el momento decisivo en el
que se cierra para siempre el signo de nuestra relación con el Creador. Por
consiguiente, la edad senil ha de ser considerada como una etapa de preparación
para ese acontecimiento singular que corona el decurso vital y le otorga su
sentido definitivo. La ayuda al anciano no ha de limitarse a prestarle la
asistencia indispensable para su bienestar; ha de procurar que descubra la gran
significación de ese período de la vida y lo viva con la dignidad que el mismo
exige.
Al ver el curso de la vida humana desde la perspectiva que
otorga la fe, se deja de considerar la etapa infantil como mero preludio de la
juvenil, y ésta como la preparación de la madurez, y la vejez como el anuncio
alarmante del advenimiento de la senilidad, vista como la pérdida gradual de
las energías vitales y el desvalimiento irreversible. Cada fase de la vida
aparece como la posibilidad de realizar de un modo peculiar el sentido nuclear
de la existencia. Lo que en el fondo interesa a Guardini es mostrar cómo se
manifiesta la exigencia del bien en cada edad de la vida. La verdad de cada
persona consiste en buscar el bien y el valor en toda circunstancia. Una
concepción profunda de la vida humana, tal como es posibilitada por la
Revelación, no considera el rendimiento, la eficacia y la intensidad de la
acción como el módulo único del valor personal. La existencia del hombre puede
y debe presentar un sentido muy elevado incluso cuando hace quiebra el vigor
corporal. Cada momento de la vida humana está enriquecido por el conjunto de
todos sus momentos. En cada uno de éstos vibra el todo _las obras realizadas,
las metas perseguidas, el amor dispensado y recibido, los vínculos creados-. El
ser humano es el mismo -aunque no lo mismo- en todos los momentos de su vida;
el mismo en el sentido activo de quien se halla realizando su vocación y su
misión. De ahí la fecunda tensión interior que presenta nuestra vida en cada
instante, por anodina y desvalida que parezca. Descubrir y valorar debidamente
esa tensión es un rasgo de sabiduría que constituye para el hombre una fuente
de hondo consuelo, sobre todo en las etapas más propicias a la pérdida de la
autoestima y a la consiguiente depresión espiritual [8].
Una de las formas más eficaces de ayudar a los demás es
hacerles ver que la etapa en que se hallan presenta una trama de valores
propios, lo que podemos denominar una «figura axiológica» específica. Su valor
no debe ser precisado por confrontación con otras etapas, sino desde ella misma
y desde la meta que está llamada la vida humana a perseguir y conseguir. Tal
visión «holista» de la existencia permite interpretar de modo justo el alcance
y significación de cada fase de la misma.
Esta capacidad de interpretación presenta un interés
excepcional en los momentos en que la vida propia se presenta carente de
sentido y nos lleva a preguntarnos si vale la pena seguir trabajando,
esforzándose, haciendo proyectos y persiguiendo metas. Este primer momento de
vacilación puede agudizarse y llevarnos a cuestionarlo todo: ¿Tiene sentido mi
vida? ¿Por qué existo? ¿Por qué existe algo y no más bien la nada? ¿Puede, de
verdad, tener sentido una vida que conduce inexorablemente al desconsuelo de la
muerte? Cuanto más fuerte e inminente se vuelve este riesgo de caer en el
escepticismo y el absurdo, tanto más sentimos la necesidad de ahondar en la
existencia y descubrir que alberga un profundo sentido aun en los momentos de
mayor decadencia.
Ese descubrimiento constituye una de las tareas más valiosas
de la ancianidad, que debe convertirse para todos en una verdadera «escuela de
vida». «La posibilidad de la destrucción del sentido forma parte de la
existencia. Ésta es de tal índole que mucho de ella ya no tiene realmente
sentido, al menos un sentido que se nos revele con claridad. Dijimos de la
mayoría de edad que su tarea propia consiste en reconocer lo absoluto cuando se
presenta entretejido con los condicionamientos; ahora se nos pide mantener
enhiesto el sentido cuando le rodean procesos de decadencia y descomposición
que le roban el ánimo y le debilitan. Y una filosofía que no haya plantado cara
a este peligro dista mucho de haber alcanzado su perfección propia. Cuando el
filósofo es honrado y no se hurta a los problemas, a la vez que no se desanima
y sigue creyendo en el sentido, por muchas cosas que parezcan hablar en su
contra, es cuando puede penetrar en las capas más profundas de la existencia»
[9]. Para ello debe pensar desde la perspectiva que nos da el ver la vida en
conjunto. «En este curso sobre cuestiones éticas fundamentales (...), ya hemos
dirigido nuestra mirada en más de una ocasión a la totalidad de la existencia,
y hemos tratado de dar respuesta a los problemas concretos desde esa totalidad.
Las ideas que acabo de esbozar están asimismo al servicio de esa mirada. Por
ello, el tiempo que les hemos dedicado puede que no haya sido en vano[10].
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