Thursday, September 12, 2019

Romano Guardini - Las etapas de la vida


Romano Guardini
Romano Guardini
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Distinciones
Romano Guardini (Verona, Italia; 17 de febrero de 1885-Múnich, 1 de octubre de 1968) fue un sacerdote, pensador, escritor y académico católico alemán. Desarrolló sus estudios y su trabajo académico en Alemania. Se lo considera uno de los teólogos más acreditados del siglo XX: su influencia se extendió a figuras como el filósofo Josef Pieper, su amigo el director de orquesta Eugen Jochum, el sacerdote Luigi Giussani (fundador del movimiento Comunión y Liberación), el educador Félix Messerschmid, Heinrich Getzeny, el arquitecto Rudolf Schwarz, el filósofo Jean Gebser, y los papas Benedicto XVI, y Francisco.
Índice
Biografía
Nació en Verona pero con solo un año su familia se mudó a Maguncia (Alemania). Vivió la mayor parte de su vida en este país, donde su padre trabajó como diplomático.
Se ordenó sacerdote de la Iglesia católica y fue uno de los líderes de los movimientos espirituales e intelectuales que desencadenaron después las reformas aprobadas por el Concilio Vaticano II.
En 1923 se le dio una posición en filosofía de la religión en la Universidad de Berlín, que mantuvo hasta ser forzado a renunciar por los nazis en 1939. En 1945 Guardini fue nombrado profesor en la Facultad de Filosofía en la Universidad de Tubinga, y dio lecciones de filosofía de la religión. Finalmente, en 1948, se convirtió en profesor de la Universidad de Múnich, donde permaneció hasta retirarse, por razones de salud, en 1962.
Algunas de sus obras





LAS ETAPAS DE LA VIDA

Romano Guardini


INDICE
INTRODUCCIÓN
1. Carácter peculiar de cada etapa de la vida, incluida la vejez
2. La experiencia propia, fuente de inspiración para Guardini
3. Cómo otorgar sentido a las distintas etapas de la vida
LAS ETAPAS DE LA VIDA
FASE Y CONTEXTO
LA VIDA EN EL SENO MATERNO, EL NACIMIENTO Y LA INFANCIA
LA CRISIS DE LA MADURACIÓN
EL JOVEN
LA CRISIS DE LA EXPERIENCIA
EL MAYOR DE EDAD
LA CRISIS DE LA EXPERIENCIA DE LOS LÍMITES
LA PERSONA QUE HAAPRENDIDO DE LA EXPERIENCIA
LA CRISIS DE LA DEJACIÓN
EL HOMBRE SABIO
LA ENTRADA EN LA ANCIANIDAD
LA PERSONA SENIL
RECAPITULACIÓN
LAS ETAPAS DE LA VIDA Y LA FILOSOFÍA
DEL ENVEJECER
 
1. Carácter peculiar de cada etapa de la vida, incluida la vejez
Guardini tiende siempre a abordar los problemas de forma concreta y viva, no abstracta e incomprometida. No le bastan las consideraciones generales sobre el bien, el deber, la conciencia, el amor... Quiere ver pormenorizadamente las actitudes éticas que debe el hombre adoptar en cada fase de su vida y las realizaciones que ha de llevar a cabo. No realiza una investigación psicológica o sociológica de las etapas básicas de la vida humana. Le preocupa descubrir el sentido de dicha vida en las etapas ascendentes y en las descendentes, incluso en los momentos límite de éstas[6]. Su misión consistió, desde el comienzo de su actividad pastoral y publicística, en descubrir las leyes del pleno desarrollo de la persona humana, vista en todo su alcance. Este alcance llega hasta el Creador, tanto por razón del origen de la vida humana como de la meta que debe alcanzar. Según manifestó el autor a quien esto escribe, el pensamiento nuclear de toda su producción se halla expresado en la conferencia pronunciada en el 75 «Katholikentag» (Berlín 1952) con el título: Nur wer Gott kennt, kennt den Menschen (Sólo quien conoce a Dios conoce al hombre)[7]. A la luz de esa idea global del sentido de la vida humana, Guardini estima que cada etapa presenta una significación peculiar, de modo que su valor no puede ser deducido de otra etapa considerada como modélica.
Esto le permite trazar un perfil lúcido de la edad senil, que no se le aparece como el mero desmoronamiento de la vida sino como su culminación, ya que tiene como tarea ética específica preparar una «feliz y santa muerte», en expresión del pueblo llano. Guardini supera radicalmente la tendencia banal a considerar como únicos atributos de la vida la energía juvenil, la capacidad de acción intensa, el poder de dominio y disfrute biológico. El hombre, visto como persona, tiene el privilegio de poder conceder a cada fase de la vida un sello característico, y realizar en ella la tarea que le es propia y para la que está perfectamente dotado. La muerte no debe ser vista como algo meramente negativo, un mero cesar impuesto desde fuera, un accidente ajeno a la vida, incluso contrario a ella, sino como el momento decisivo en el que se cierra para siempre el signo de nuestra relación con el Creador. Por consiguiente, la edad senil ha de ser considerada como una etapa de preparación para ese acontecimiento singular que corona el decurso vital y le otorga su sentido definitivo. La ayuda al anciano no ha de limitarse a prestarle la asistencia indispensable para su bienestar; ha de procurar que descubra la gran significación de ese período de la vida y lo viva con la dignidad que el mismo exige.
Al ver el curso de la vida humana desde la perspectiva que otorga la fe, se deja de considerar la etapa infantil como mero preludio de la juvenil, y ésta como la preparación de la madurez, y la vejez como el anuncio alarmante del advenimiento de la senilidad, vista como la pérdida gradual de las energías vitales y el desvalimiento irreversible. Cada fase de la vida aparece como la posibilidad de realizar de un modo peculiar el sentido nuclear de la existencia. Lo que en el fondo interesa a Guardini es mostrar cómo se manifiesta la exigencia del bien en cada edad de la vida. La verdad de cada persona consiste en buscar el bien y el valor en toda circunstancia. Una concepción profunda de la vida humana, tal como es posibilitada por la Revelación, no considera el rendimiento, la eficacia y la intensidad de la acción como el módulo único del valor personal. La existencia del hombre puede y debe presentar un sentido muy elevado incluso cuando hace quiebra el vigor corporal. Cada momento de la vida humana está enriquecido por el conjunto de todos sus momentos. En cada uno de éstos vibra el todo _las obras realizadas, las metas perseguidas, el amor dispensado y recibido, los vínculos creados-. El ser humano es el mismo -aunque no lo mismo- en todos los momentos de su vida; el mismo en el sentido activo de quien se halla realizando su vocación y su misión. De ahí la fecunda tensión interior que presenta nuestra vida en cada instante, por anodina y desvalida que parezca. Descubrir y valorar debidamente esa tensión es un rasgo de sabiduría que constituye para el hombre una fuente de hondo consuelo, sobre todo en las etapas más propicias a la pérdida de la autoestima y a la consiguiente depresión espiritual [8].
Una de las formas más eficaces de ayudar a los demás es hacerles ver que la etapa en que se hallan presenta una trama de valores propios, lo que podemos denominar una «figura axiológica» específica. Su valor no debe ser precisado por confrontación con otras etapas, sino desde ella misma y desde la meta que está llamada la vida humana a perseguir y conseguir. Tal visión «holista» de la existencia permite interpretar de modo justo el alcance y significación de cada fase de la misma.
Esta capacidad de interpretación presenta un interés excepcional en los momentos en que la vida propia se presenta carente de sentido y nos lleva a preguntarnos si vale la pena seguir trabajando, esforzándose, haciendo proyectos y persiguiendo metas. Este primer momento de vacilación puede agudizarse y llevarnos a cuestionarlo todo: ¿Tiene sentido mi vida? ¿Por qué existo? ¿Por qué existe algo y no más bien la nada? ¿Puede, de verdad, tener sentido una vida que conduce inexorablemente al desconsuelo de la muerte? Cuanto más fuerte e inminente se vuelve este riesgo de caer en el escepticismo y el absurdo, tanto más sentimos la necesidad de ahondar en la existencia y descubrir que alberga un profundo sentido aun en los momentos de mayor decadencia.
Ese descubrimiento constituye una de las tareas más valiosas de la ancianidad, que debe convertirse para todos en una verdadera «escuela de vida». «La posibilidad de la destrucción del sentido forma parte de la existencia. Ésta es de tal índole que mucho de ella ya no tiene realmente sentido, al menos un sentido que se nos revele con claridad. Dijimos de la mayoría de edad que su tarea propia consiste en reconocer lo absoluto cuando se presenta entretejido con los condicionamientos; ahora se nos pide mantener enhiesto el sentido cuando le rodean procesos de decadencia y descomposición que le roban el ánimo y le debilitan. Y una filosofía que no haya plantado cara a este peligro dista mucho de haber alcanzado su perfección propia. Cuando el filósofo es honrado y no se hurta a los problemas, a la vez que no se desanima y sigue creyendo en el sentido, por muchas cosas que parezcan hablar en su contra, es cuando puede penetrar en las capas más profundas de la existencia» [9]. Para ello debe pensar desde la perspectiva que nos da el ver la vida en conjunto. «En este curso sobre cuestiones éticas fundamentales (...), ya hemos dirigido nuestra mirada en más de una ocasión a la totalidad de la existencia, y hemos tratado de dar respuesta a los problemas concretos desde esa totalidad. Las ideas que acabo de esbozar están asimismo al servicio de esa mirada. Por ello, el tiempo que les hemos dedicado puede que no haya sido en vano[10].

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