SEGUNDA LECTURA
De los Tratados de san Agustín, obispo, sobre la primera carta de san Juan
(Tratado 1, 1. 3: PL 35, 1978. 1980)
EN LA ENCARNACIÓN SE HA MANIFESTADO LA MISMA VIDA EN PERSONA
Lo que existía desde un principio, lo que hemos oído, lo que hemos visto con
nuestros ojos Y lo que tocaron nuestras manos acerca de la Palabra de vida.
¿Quién podría tocar con sus manos a la Palabra, si no fuese porque la Palabra
se hizo carne y puso su morada entre nosotros? Esta Palabra, que se hizo carne
para que pudiera ser tocada, comenzó a ser carne en el seno de la Virgen María;
pero no fue entonces cuando empezó a ser Palabra, ya que, como nos dice Juan,
existía desde un principio. Ved cómo concuerda su carta con las palabras de su
evangelio, que acabáis de escuchar: Ya al comienzo de las cosas existía la
Palabra, y la Palabra estaba con Dios.
Quizá alguien piense que hay que entender la expresión «la palabra de vida»
como un modo de hablar que se refiere a Cristo, pero no al cuerpo de Cristo que
podía ser tocado por nuestras manos. Atended a las palabras que siguen: Porque
la vida se ha manifestado. Por tanto, Cristo es la Palabra de vida.
¿Y de dónde se ha manifestado esta vida? Existía desde un principio, pero no se
había manifestado a los hombres; en cambio, sí se había manifestado a los
ángeles, que la veían y se alimentaban de ella como de su propio pan. Pero, ¿qué
dice la Escritura? El hombre comió pan de ángeles.
Así, pues, en la encarnación se ha manifestado la misma Vida en persona, y se
ha manifestado para que, al hacerse visible, ella, que sólo podía ser
contemplada con los ojos del corazón, sanara los corazones. Porque la Palabra
sólo puede ser contemplada con los ojos del corazón; en cambio, la carne puede
ser contemplada también con los ojos corporales. Éramos capaces de ver la
carne, pero no a la Palabra; por esto la Palabra se hizo carne, que puede ser vista
por nosotros, para sanar en nosotros lo que nos hace capaces de ver a la
Palabra.
Y nosotros -continúa- testificamos y os anunciamos esta vida eterna, la que
estaba con el Padre y se nos ha manifestado, esto es, se ha manifestado entre
nosotros y, para decirlo con más claridad, se ha manifestado en nuestro
interior.
Lo que hemos visto y oído os lo anunciamos. Atended, queridos hermanos: Lo que
hemos visto y oído os lo anunciamos. Ellos vieron al mismo Señor presente en la
carne y oyeron las palabras que salían de su boca, y nos lo han anunciado.
Nosotros, por tanto, hemos oído, pero no hemos visto.
¿Somos por eso menos dichosos que ellos, que vieron y oyeron? Pero entonces,
¿por qué añade: A fin de que viváis en comunión con nosotros? Ellos vieron, nosotros
no, y sin embargo vivimos en comunión con ellos, porque tenemos una fe común.
Y esta nuestra comunión de vida es con el Padre y con su Hijo Jesucristo. Os
escribimos estas cosas -continúa- para que sea colmado vuestro gozo. Gozo
colmado, dice, en una misma comunión de vida, en una misma caridad, en una
misma unidad.
RESPONSORIO
R. Éste es Juan, el que posó su frente en el pecho del Señor durante la
cena, * es el apóstol afortunado, a quien le fueron revelados secretos
celestiales.
V. Bebió el agua viva del Evangelio en su misma fuente, en el pecho sagrado
del Señor.
R. Es el apóstol afortunado, a quien le fueron revelados secretos
celestiales.
Himno: SEÑOR, DIOS ETERNO
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