Comentario al Evangelio de hoy
Severiano Blanco, cmf
Queridos hermanos:
Ignoramos el criterio seguido por Jesús al buscarse discípulos y seguidores. Lo que tenemos claro son sus “desaciertos” (¿?), pues no llamó al mejor de cada casa: uno le venderá, otro le negará, otros, a la hora de la verdad (la del proceso), le abandonarán y huirán cobardemente (Mc 14,50). Desde nuestros cálculos, habríamos esperado más perspicacia. Pero Jesús no vino precisamente a llamar a los justos, sino a los pecadores (Mc 2,17). La suya es una “política peculiar”: no es un Mesías justiciero, sino que se fía de los pecadores y comparte con ellos su tarea, los hace “pescadores de hombres”.
Pero esto no era nuevo. Ya entre los elegidos por Yahvé en el AT para ser sus grandes mediadores hubo de todo. Junto al intachable Samuel, y profetas heroicos y mártires, encontramos a Moisés y Aarón castigados a no entrar en la tierra prometida por no haber sido modelos de confianza en el Dios que los guiaba (Nm 20,12). ¿Y qué decir de David? Se afirma que Dios le eligió fijándose en su corazón (1Sam 16,7), pues “se había buscado un hombre según su corazón” (1Sam 13,14; Hch 13,22); será el gran depositario de las promesas mesiánicas. Pero la Biblia no disimula su condición de pecador; y no la afirma de pasada, sino en detalle. Dios elige lo que no cuenta para humillar a lo que cuenta, dirá S. Pablo (1Co 1,28); y esto se aplica incluso en el campo de lo moral, de la virtud y del pecado, para que no quede resquicio a la autosuficiencia humana o religiosa. David, encargado de guiar al pueblo elegido, es adúltero y asesino.
Cambiando de tema, el evangelio nos presenta a Jesús afanado en infundir esperanza en sus adeptos. Estamos seguramente en la primera época de su ministerio, la “primavera galileana”, la de las Bienaventuranzas, cuando aún apenas hay signos de oposición. Pero los seguidores van cayendo en la cuenta de sus propias ruindades y rencillas. ¿Tiene sentido que Jesús anuncie que llega el Reino de Dios? ¿Que, a partir de aquel grupito de miserables, pueda siquiera despuntar algo grandioso? Ante tales dudas, él los invita a creer en el Dios que, según una oración que ellos conocen, “lo da a sus amigos mientras duermen” (Sal 127,2). Deben confiar en la acción, callada pero eficaz, del Padre, en “su gran amor que todo lo engrandece”, como dice un himno de vísperas. ¡De una semilla imperceptible hace surgir todo un árbol! Es algo superior a cualquier esfuerzo o poder humano; falla toda comparación o cálculo.
A veces nos falta profundidad en la mirada. Jesús, perspicaz y reflexivo, se fijaba en los pequeños detalles, e invitaba a sus seguidores a mirar así. Debían intuir lo contenido potencialmente en una semilla minúscula, en un poquito de levadura…, quizá también en pequeños actos de servicio entre sus discípulos, en gestos de perdón, en sentimientos de compasión. Eso era ya el despuntar de un mundo nuevo y grandioso, gracias a los corazones de los discípulos ya renovados por la palabra de Jesús mismo.
Vuestro hermano
Severiano Blanco cmf
Si ése fue el modo como Dios quería presentar su salvación a todo el mundo, desde nuestra cultura actual, le diríamos que se equivocó de medio a medio. Hoy hubiésemos planteado toda una campaña en los medios de comunicación, de lanzamiento simultáneo en los países más ricos y desarrollados del mundo (en los países pobres se lanzaría más tarde), que ofreciese con claridad los contenidos más importantes y orientados ante todo a captar la atención de los destinatarios. Para ello, se trataría de ofrecer en primer lugar los aspectos más suaves, fáciles y gratificadores del mensaje. Con suficiente antelación se habría preparado a un gran número de predicadores, conferenciantes y escritores que se entregarían a la tarea de presentar el mensaje de un modo más cercano a la gente. Pero Dios no hizo eso. Más bien lo contrario. En Jesús se acercó a los últimos. Nunca estuvo muy preocupado por el número de sus seguidores ni por su nivel social. Ni siquiera les puso las cosas fáciles. Sus primeras palabras, ponen frente al oyente una exigencia radical: “Convertíos” o lo que es lo mismo, “cambiad de vida”. Pero algo encontraron en él aquellas gentes sencillas y humildes que le siguieron. Con dudas y vacilaciones, pero le siguieron.