Wednesday, January 22, 2020

YO SALVARÉ A MI PUEBLO - Constitución Dogmática Lumen Gentium

Segunda Lectura

De la Constitución Dogmática Lumen Gentium, sobre la Iglesia, del Concilio Vaticano II
(Núms. 2, 16)
YO SALVARÉ A MI PUEBLO
El Padre eterno, por un ubérrimo y misterioso designio de su sabiduría y de su bondad,
creó el mundo universo, decretó elevar a los hombres a la participación de la vida divina y,
caídos por el pecado de Adán, no los abandonó, sino que les otorgó siempre los auxilios
necesarios para la salvación, en atención a Cristo redentor, que es imagen de Dios
invisible, primogénito de toda criatura. El Padre, desde toda la eternidad, conoció a los
que había escogido y los predestinó a ser imagen de su Hijo, para que él fuera el
primogénito de muchos hermanos.
Determinó reunir a cuantos creen en Cristo en la santa Iglesia, la cual fue ya
prefigurada desde el origen del mundo y preparada admirablemente en la historia del
pueblo de Israel y en el antiguo Testamento, fue constituida en los últimos tiempos y
manifestada por la efusión del Espíritu y se perfeccionará gloriosamente al fin de los
tiempos. Entonces, como se lee en los santos Padres, todos los justos descendientes de
Adán, desde Abel el justo hasta el último elegido, se congregarán delante del Padre en
una Iglesia universal.
Por su parte, todos aquellos que todavía no han recibido el Evangelio están ordenados
al pueblo de Dios por varios motivos.
Y, en primer lugar, aquel pueblo a quien se confiaron las alianzas y las promesas, y del
que nació Cristo según la carne; pueblo, según la elección, amadísimo a causa de los
padres: porque los dones y la vocación de Dios son irrevocables.
Pero el designio de salvación abarca también a todos los que reconocen al Creador,
entre los cuales están en primer lugar los musulmanes, que, confesando profesar la fe de
Abrahán, adoran con nosotros a un solo Dios, misericordioso, que ha de juzgar a los
hombres en el último día.
Este mismo Dios tampoco está lejos de aquellos otros que, entre sombras e imágenes,
buscan al Dios desconocido, puesto que es el Señor quien da a todos la vida, el aliento y
todas las cosas, y el Salvador quiere que todos los hombres se salven.
Pues los que inculpablemente desconocen el Evangelio y la Iglesia de Cristo, pero
buscan con sinceridad a Dios y se esfuerzan, bajo el influjo de la gracia, en cumplir con
sus obras la voluntad divina, conocida por el dictamen de la conciencia, pueden conseguir
la salvación eterna. Y la divina Providencia no niega los auxilios necesarios para la

salvación a aquellos que, sin culpa por su parte, no han llegado todavía a un expreso
conocimiento de Dios y se esfuerzan, con la gracia divina, en conseguir una vida recta.
La Iglesia considera que todo lo bueno y verdadero que se da entre estos hombres es
como una preparación al Evangelio y que es dado por aquel que ilumina a todo hombre
para que al fin tenga la vida.

Responsorio Cf. Ef 1, 9-10; Col 1, 19-20

R. Dios había proyectado que, cuando llegase el momento culminante, todas las cosas
tuviesen a Cristo por cabeza, * las del cielo y las de la tierra.
V. En él quiso Dios que residiera toda plenitud, y por él quiso reconciliar consigo todas las
cosas.
R. Las del cielo y las de la tierra.

Oración

Oremos:
Dios todopoderoso, que gobiernas a un tiempo cielo y tierra, escucha paternalmente la
oración de tu pueblo y haz que los días de nuestra vida se fundamenten en tu paz. Por
Jesucristo nuestro Señor.
Amén.

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