Managua, Nicaragua
14 de enero de 2018
Queridos hermanos,
Ya de regreso en suelo patrio, me da mucho gusto volver a compartir con ustedes desde este blog lo mejor de lo mejor de lo que me encanta tratar en este blog mio y de ustedes. Mas de ustedes que mio. Es un honor para mi poder compartir un poco de su tiempo con estos pensamientos y experiencias...
Hoy le damos la bienvenida al 2018 con un escrito de Julia Blum... Le agradezco a ella por estos articulos y tambien por la cantidad de libros que ha escrito, y que podemos encontrar en Amazon.com.
Gracias por su atencion. La Paz!
Sus hermanos,
Noel y Silvia
Desde la tierra de Rubén Darío.
Inicio Del 2018 Desde Jerusalén
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Julia Blum - diciembre
26, 2017
El reloj profético
Puede ser que alguno de mis lectores recuerden mi post del Año Nuevo
anterior: INICIO DEL 2017 DESDE JERUSALÉN. Escribí sobre la “profecía” de Rabbi
Judah Ben Samuel (el nombre en hebreo es Yehudah Hachassid –Judá el Piadoso–) y
sobre numerosos sitios web de habla inglesa que “profetizaron” la llegada del
Mesías durante el 2017. Demostré que no tenemos pruebas de que exista tal
profecía, y por lo tanto, tenemos muchas razones para ser cautelosos con estas
especulaciones. Entonces escribí: “Dicho esto, debo admitir que entiendo
completamente estos sentimientos hacia el 2017, y también tiendo a mirarlo como
un año de significado profético. Todos sabemos que el reloj profético de Dios
está unido a Israel y a Jerusalén. El primer acto oficial de una nación gentil
que dio a los judíos el derecho legal a la Tierra Santa, fue la Declaración de
Balfour, y sucedió en 1917. Luego, 50 años después, en 1967, después
de la Guerra de los Seis Días, Jerusalén fue recapturada, reunida, y declarada
como la eterna e indivisible capital del Estado de Israel. 50 años después de
1967, entrando en el año 2017 –y entrando desde Jerusalén– no puedo
dejar de anticipar el significado de este año para mi país y mi ciudad, para
Israel y para Jerusalén, –y para todo el mundo–”.
Cuanto más se acercaba el Año Nuevo, más me preocupaba al pensar sobre
mi post del Año Nuevo y el hecho de que, a pesar de mis predicciones, nada
importante sucedió para Israel o Jerusalén en el 2017. Aunque existe el tiempo
de Dios, nadie puede preverlo. Así de repente –o se sintió de repente– el 6 de
diciembre, escuchamos la declaración de Trump respecto al reconocimiento de
Jerusalén como la capital de Israel. Sé que hay opiniones controvertidas sobre
esto, y no voy a entrar en debates políticos aquí –y créeme–, aquí también es
un terreno muy controvertido porque primero que todo, es Israel quien paga el
precio de la audacia de Trump pero mientras esperaba escuchar la declaración de
Trump—, el comentarista de las noticias de FOX dijo: “Esperamos que el
Presidente Trump venga y cambie la historia”. Probablemente en ese momento me
di cuenta de que este “cambio de la historia” estaba sucediendo en el 2017. Y
creo que aporta una luz adicional en la actitud del Presidente Trump: parece
ser un evento profético, especialmente porque sucedió de completo acuerdo con
el reloj profético de Dios: 1917 – 1967 – 2017.[1] La
manecilla del reloj se ha adelantado otra vez.
Dios lo encaminó a bien
¿Quiere decir que, así como nos acercamos al Año Nuevo, todos tenemos
más razones para escuchar lo que Dios nos dice? Creo que las porciones
semanales de la Torá están divinamente ordenadas y que Dios habla a Su pueblo
–y a cada uno de nosotros personalmente– a través de estas porciones de la
Escritura –Parashot Shavua–. La transición de un año a otro viene
a ser incluso más significativa cuando nos damos cuenta que la Porción de la
Torá para el 30 de Diciembre –el último Sabbat del 2017– es Vayechi, la última porción del libro de Génesis.
¿Puedes imaginarlo? Iniciaremos el Año Nuevo después de haber finalizado el
libro de Génesis: abriendo, verdaderamente, no solo una nueva página, sino
abriendo un nuevo libro en nuestras vidas.
Hay muchas cosas que podemos decir respecto a Vayechi (así como acerca de cada porción de la
Torá). Por ejemplo, la inmensa y profética bendición de Jacob a sus hijos está
en esta porción, y desde luego, se puede decir muchísimo sobre estas
bendiciones. Sin embargo, quisiera puntualizar algo que fue como un desafío
personal para mí –y espero que sea también un desafío para ustedes–. Hacia el
final del libro –como un sello en la historia de José, en el libro de Génesis,
y también en nuestras vidas– José les dice a sus hermanos: “Dios lo encaminó a bien”. ¿No son estas palabras
maravillosas para el Año Nuevo? Tanto en la Biblia como en nuestras vidas, Dios
siempre lleva adelante Su plan a través de la gente: no solo mediante las
fuerzas y la fe de la gente, sino también mediante sus debilidades y errores.
Es una sensación maravillosa: cuando uno puede mirar atrás en el año que está
finalizando, ver todos los errores y fechorías que cada uno experimentó en este
año y confiar que el Señor obrará para bien, incluso desde nuestros errores: “Dios lo encaminó a bien”.
Como Efraín y Manasés
Hay una escena muy interesante en esta porción que explica uno de los
dilemas de las costumbres judías. Durante la celebración de cada Sabbat los
viernes por la noche, los padres judíos bendicen a sus hijos con la bendición
sacerdotal.[2] La
línea introductoria de esta bendición depende de si la criatura es niño o niña.
Para las niñas, la línea de introducción es:
Que Dios te haga como Sara, Rebeca, Raquel y Lea.
Para los niños es:
Que Dios te haga como Efraín y Manasés.
¿Por qué los padres bendicen a sus hijos con los nombres de los hijos de
José? ¿Por qué los hijos de José son elegidos en esta bendición, antes que los
patriarcas Abraham, Isaac, y Jacob?
Sabemos que los dos hijos de José nacieron en Egipto. Antes que nada,
intentemos entender el significado de sus nombres en el hebreo original. José llamó a su primogénito por el nombre de Manasés. El
nombre Menashe (Manasés) deriva
de la raíz hebrea נָשָׁה : “causa de olvido”. José quería olvidar todo el
sufrimiento y aflicción por el que pasó. Por eso llamó a su hijo Manasés. El segundo fue llamado Efraín. El nombre de
Efraín deriva de la raíz פָּרָה – “hacer fructífero”. Evidentemente,
José fue capaz de olvidar su sufrimiento y seguir hacia delante: vino a ser
fructífero y productivo en tierra extraña.
Antes de su muerte, Jacob elige a sus dos nietos para bendecirlos a
través de los siglos: “Él les bendijo en aquel día
diciendo: “Y los bendijo aquel día, diciendo: En ti bendecirá Israel, diciendo:
Hágate Dios como a Efraín y como a Manasés. Y puso a Efraín antes de Manasés”.’[3] Los
rabinos judíos ven un mensaje poderoso en esta bendición. Cuando nosotros
decimos a nuestros hijos: “Que Dios te haga como Efraín y Manasés” les deseamos
que estén siempre conectados espiritualmente con su pueblo y con su Dios, sin
mirar dónde viven y crecen. Más aún, Efraín y Manasés son los primeros hermanos
en la Torá cuya relación no está marcada por los celos y la rivalidad –un
poderoso testimonio de la paz en el corazón de José y en la casa de José–. Creo
que este es el mensaje que Dios nos da para este Año Nuevo: Él quiere que
tengamos paz en nuestros corazones y paz en nuestros hogares, y estar siempre
en sintonía con el Dios de Israel sin importar cuán poderoso y tentador sea
nuestro entorno “egipcio”.
[1] También fue el
8 de diciembre de 1947 que la ONU proclamó el establecimiento del Estado Judío
en la tierra de Israel, casi exactamente 70 años antes de la declaración de
Trump –siendo el 70 otro número bíblico importante–.