por rj71
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246. La Iglesia, aunque comprende las
situaciones conflictivas que deben atravesar los matrimonios, no puede dejar de
ser voz de los más frágiles, que son los hijos que sufren, muchas veces en
silencio. Hoy, «a pesar de nuestra sensibilidad aparentemente evolucionada, y
todos nuestros refinados análisis psicológicos, me pregunto si no nos hemos
anestesiado también respecto a las heridas del alma de los niños [...]
¿Sentimos el peso de la montaña que aplasta el alma de un niño, en las familias
donde se trata mal y se hace el mal, hasta romper el vínculo de la fidelidad
conyugal?»[269].
Estas malas experiencias no ayudan a que esos niños maduren para ser capaces de
compromisos definitivos. Por esto, las comunidades cristianas no deben dejar
solos a los padres divorciados en nueva unión. Al contrario, deben incluirlos y
acompañarlos en su función educativa. Porque, «¿cómo podremos recomendar a
estos padres que hagan todo lo posible para educar a sus hijos en la vida
cristiana, dándoles el ejemplo de una fe convencida y practicada, si los
tuviésemos alejados de la vida en comunidad, como si estuviesen excomulgados?
Se debe obrar de tal forma que no se sumen otros pesos además de los que los
hijos, en estas situaciones, ya tienen que cargar»[270].
Ayudar a sanar las heridas de los padres y ayudarlos espiritualmente, es un
bien también para los hijos, quienes necesitan el rostro familiar de la Iglesia
que los apoye en esta experiencia traumática. El divorcio es un mal, y es muy
preocupante el crecimiento del número de divorcios. Por eso, sin duda, nuestra
tarea pastoral más importante con respecto a las familias, es fortalecer el
amor y ayudar a sanar las heridas, de manera que podamos prevenir el avance de
este drama de nuestra época.
[269] Catequesis (24
junio 2015): L’Osservatore Romano, ed. semanal en lengua
española, 26 de junio de 2015, p. 16.
[270] Catequesis (5
agosto 2015): L’Osservatore Romano, ed. semanal en lengua
española, 7-14 de agosto de 2015, p. 2.
rj71 | 26 enero, 2017 en 16:00 | Categorías: Exhortaciones, Textos del papa Francisco |
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Con cariño,
Noel y Silvia
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