EL MESÍAS OCULTO: PARALELOS
Y CONCLUSIONES (II)
¿Recuerdas
las lágrimas de José en su recámara –lágrimas que sus hermanos no vieron pero
que los lectores sí?–: y entró en su cámara y allí lloró. ¿Recuerdas
también lo que José hizo al salir de la habitación?: se lavó la cara
para que no hubiese señal de su llanto –así no había señal de su afecto– y
salió y se reprimió a sí mismo… (ויתאפק).[1]
Necesitamos recordar esta palabra “reprimir” –esas lágrimas de amor que
José contuvo– cuando leemos el resto de la historia. Necesitamos saber que el
momento llegará inevitablemente cuando las lágrimas de cariño reprimidas en el
capítulo 43, serán reveladas en toda su extensión, porque José no será capaz
de reprimirse…( וְלֹֽא־יָכֹ֙ל יוֹסֵ֜ף לְהִתְאַפֵּ֗ק ) por más
tiempo; dejará ir su llanto y al final se identificará delante de sus hermanos.
¿Qué
significa “reprimirse”? ( לְהִתְאַפֵּ֗ק) El profeta Isaías usó la misma palabra
mientras hablaba con Dios sobre Israel. “¿Dónde está Tu celo y Tu
fuerza, el anhelo de Tu corazón, Tu Misericordia hacia mí? ¿Están
reprimidos?” Para mí, el testimonio de estas palabras no tienen
precio: la dramática y la aparentemente sorprendente inconsistencia entre lo
que vemos con nuestros ojos y lo que se desarrolla de verdad, una invisible
realidad del corazón, está condensada en esta palabra. José (revelando la
característica del amor de Dios, aquí, más que en cualquier otro sitio) no
puede identificarse delante de sus hermanos hasta que su plan sea completado
–hasta que finalice el trabajo de Dios en los corazones de los participantes de
esta historia–. De igual modo, a causa de Su plan, Dios reprime y retiene Su
amor y misericordia, por eso la realidad que vemos con nuestros ojos físicos a
duras penas, corresponde con la realidad de Su corazón. Es una realidad “como
si” –si recuerdas nuestra LLave Número Tres– y esta realidad “como si” a menudo
es usada por Dios para probar nuestro corazón.
José
necesitó un arreglo con Benjamín de manera que sus hermanos se arrepintieran y
fueran transformados –pero la prueba de los hermanos solo era posible porque el
amor de José hacia Benjamín fue ocultado de ellos–. Sin excepción, cada hermano
debía ser mantenido en la oscuridad respecto al amor infinito de este poderoso
gobernador hacia su hermano más pequeño. Solo haciendo esto, la verdadera
actitud de ellos respecto a él, podría ser comprobada. De igual manera, todos
los que han recibido la salvación gracias a Israel, siendo “enemigos por su
causa (de ellos)”, ahora están siendo puestos a prueba por Israel. La actitud
de las naciones respecto a Israel puede ser calibrada porque en el nivel de las
circunstancias visibles, nada les está coaccionando para creer que Dios ama a
Su pueblo. No hace falta decir que aquellos que saben que Dios ama a Israel
pueden encontrar suficientes confirmaciones visibles de este amor. Sin embargo,
los innumerables hechos trágicos de nuestra historia también están al servicio
de aquellos que reclaman que Dios ha despreciado a Su pueblo. Como siempre,
Dios da a cada cual libre elección: en este caso, es la libertad de escoger la
propia actitud respecto a Benjamín/Israel.
Paradójicamente, es mediante esta actitud que Él juzgará si la actitud de las naciones es genuina o si son sinceros en la adoración que le profesan. ¿Recuerdas la primera conversación de José con sus hermanos? Los diez hermanos estaban delante de José, inclinándose al suelo delante de él y él les dice: “No, no hablaré con vosotros hasta que traigáis a vuestro hermano menor”. Por otra parte, precisamente trayéndole con vosotros, yo descubriré si decís la verdad –si habéis venido a mí con sinceridad–. De esta manera, vosotros seréis probados: …trayendo a vuestro hermano… que sea vuestra prueba para ver si hay verdad alguna en vosotros. Quizá, la gente presente delante de Su Trono pueda oír: “Trae a tu hermano –y Yo veré si hay verdad en ti”.
Paradójicamente, es mediante esta actitud que Él juzgará si la actitud de las naciones es genuina o si son sinceros en la adoración que le profesan. ¿Recuerdas la primera conversación de José con sus hermanos? Los diez hermanos estaban delante de José, inclinándose al suelo delante de él y él les dice: “No, no hablaré con vosotros hasta que traigáis a vuestro hermano menor”. Por otra parte, precisamente trayéndole con vosotros, yo descubriré si decís la verdad –si habéis venido a mí con sinceridad–. De esta manera, vosotros seréis probados: …trayendo a vuestro hermano… que sea vuestra prueba para ver si hay verdad alguna en vosotros. Quizá, la gente presente delante de Su Trono pueda oír: “Trae a tu hermano –y Yo veré si hay verdad en ti”.
Y ahora,
regresemos a la pregunta más crucial: ¿Qué es lo que trajo esta vez en
conclusión el “como si”? ¿Por qué José no pudo contener más sus lágrimas? La
última vez hablamos aquí sobre la notable división en la porción de la Torá:
Parashat Shavua Miketz súbitamente finaliza en medio del capítulo 44,
para dar paso a una nueva Parasha, VeYigash. Así la fluidez de este
capítulo, completamente ininterrumpido en las traducciones, se rompe a medio
capítulo para el lector hebreo. Hay una pausa, un descanso, algo significativo
está a punto de suceder –y entonces leemos la primera frase de la siguiente
porción–, VeYigash: Entonces Judá llegó ante él…[2]
Es aquí, en VeYigash, después del movimiento de Judá y su discurso, que
José se identifica delante de sus hermanos.
Déjame
decirte unas palabras sobre Judá: después de todo, él había sido una pieza
clave en toda esta historia. Su voz es decisiva cada vez que algo está a punto
de suceder: fue de acuerdo a su sugerencia que José fue vendido a Egipto; fue
después de sus palabras que Jacob/Israel deja que Benjamín vaya a Egipto; y es
después de su discurso que José no puede contenerse más y revela su identidad.
Entre todos los hermanos, parece ser que Judá tiene un rol principal y una
sorprendente autoridad. ¿A quién representa él entonces?
Todos
sabemos que tanto el rey David como Jesús eran descendientes de Judá. Puede que
también sepas que Judá es un nombre hebreo, Yehudah (יהודה), puede ser
traducido literalmente como “agradecimiento” o “alabanza”: tal
verbo lehodot (להודות) significa “agradecer” o “ensalzar”, y el
nombre hebreo Yehudah es el nombre de esta raíz Y-D-H (ידה). Sin
embargo, pocos saben que el verbo lehodot tiene aún otro significado: admitir,
confesar. Por ejemplo, Vidui, el nombre hebreo de una oración
especial de confesión que se lee durante Yom Kippur (Día de la
Expiación), viene de la misma raíz. No hay duda de que este aspecto de
‘confesión’ de Judá provee una importante visión adicional a nuestra historia.
Habiendo
dicho esto, dejo a tu elección sobre quién representa Judá en el escenario
final de los tiempos. Como en la historia de José, el reconocimiento de
lo no reconocido, será posible solo después de que la prueba esté
completada. Todas las naciones serán probadas con lo que es más cercano y más
querido para el corazón de Dios –como en nuestra historia–, todos los hermanos
deben estar preparados para regresar con Benjamín y recorrer de nuevo todo el
camino. Sin embargo, para que José deje ir su llanto ‘contenido’, tiene que
ser Judá quien esté listo para entrar y acercarse a José: Veyigash. Cuando
Judá y aquellos representados en él, estén finalmente preparados para ofrecer
sus vidas por sus hermanos, solo entonces José permitirá que sus lágrimas, una
vez reprimidas, vuelvan a fluir –entonces el Mesías–, hijo de José, se mostrará
a sus hermanos, cayendo sobre el cuello de “Benjamín” entre sollozos[3].
[3] Todos estos paralelos entre la
historia de José y Benjamín y el plan de Dios con Israel, son expuestos en mi
libro “If you are Son of God…” Puedes conseguir mi libro (y mis otros libros)
en mi website readjuliablum.com
readjuliablum.com Perceptive and
discerning, Julia offers her readers insight into the heart of God of Abraham,
Isaac and Jacob. With her fifth book in the making, writer of Jewish Studies
blog and instructor at eTeacher, Julia’s talents are sought after.
ISRAELI
AUTHOR
&
BLOGGER
No comments:
Post a Comment