Friday, April 7, 2017

Triduo Pascual - Santiago Llopis


Triduo Pascual



22-03-2007



Santiago Llopis



(CAMINEO.INFO)- Del mismo modo que la semana tiene su punto de partida y su momento culminante en el domingo, día del Señor, celebración semanal de la pascua, el Triduo Pascual es el punto culminante de todo el año litúrgico. El Triduo Pascual se prepara en el tiempo de Cuaresma y se alarga en la alegría de los cincuenta días del Tiempo Pascual. Sabemos que durante la Semana Santa, la Iglesia celebra los misterios de la reconciliación, realizados por Jesús en los últimos días de su vida, comenzando por su entrada mesiánica en Jerusalén. El tiempo de Cuaresma continúa hasta el jueves de la Semana Santa. La Misa Vespertina de la Cena del Señor es la gran introducción al Triduo Pascual. Con el domingo de Ramos comienza la Semana Santa, que comprende la profecía del triunfo pascual de Cristo y el anuncio de su Pasión. Estos dos aspectos del misterio pascual se han de poner de relieve tanto en la predicación como en la celebración de este día

La palabra triduo en la práctica devocional católica sugiere la idea de preparación. A veces nos preparamos para la fiesta de un santo con tres días de oración en su honor, o bien pedimos una gracia especial mediante un triduo de plegarias de intercesión.
El triduo pascual se consideraba como tres días de preparación a la fiesta de pascua; comprendía el jueves, el viernes y el sábado de la semana santa.

En el nuevo calendario y en las normas litúrgicas para la semana santa, el enfoque es diferente. El triduo se presenta no como un tiempo de preparación, sino como una sola cosa con la pascua. Es un triduo de la pasión y resurrección, que abarca la totalidad del misterio pascual. Así se expresa en el calendario:
Cristo redimió al género humano y dio perfecta gloria a Dios principalmente a través de su misterio pascual: muriendo destruyó la muerte y resucitando restauró la vida.

El triduo comienza con la misa vespertina de la cena del Señor, alcanza su cima en la vigilia pascual y se cierra con las vísperas del domingo de pascua.

Esta unificación de la celebración pascual es más acorde con el espíritu del Nuevo Testamento y con la tradición cristiana primitiva. El mismo Cristo, cuando aludía a su pasión y muerte, nunca las disociaba de su resurrección. En el evangelio del miércoles de la segunda semana de cuaresma (Mt 20,17-28) habla de ellas en conjunto: "Lo condenarán a muerte y lo entregarán a los gentiles para que se burlen de él, lo azoten y lo crucifiquen, y al tercer día resucitará".

Es significativo que los padres de la Iglesia, tanto san Ambrosio como san Agustín, conciban el triduo pascual como un todo que incluye el sufrimiento de Jesús y también su glorificación.

Esos tres días, que comienzan con la misa vespertina del jueves santo y concluyen con la oración de vísperas del domingo de pascua, forman una unidad, y como tal deben ser considerados. Por consiguiente, la pascua cristiana consiste esencialmente en una celebración de tres días, que comprende las partes sombrías y las facetas brillantes del misterio salvífico de Cristo. Las diferentes fases del misterio pascual se extienden a lo largo de los tres días como en un tríptico: cada uno de los tres cuadros ilustra una parte de la escena; juntos forman un todo. Cada cuadro es en sí completo, pero debe ser visto en relación con los otros dos.

Interesa saber que tanto el viernes como el sábado santo, oficialmente, no forman parte de la cuaresma. Según el nuevo calendario, la cuaresma comienza el miércoles de ceniza y concluye el jueves santo, excluyendo la misa de la cena del Señor 1. El viernes y el sábado de la semana santa no son los últimos dos días de cuaresma, sino los primeros dos días del "sagrado triduo".

La unidad del misterio pascual tiene algo importante que enseñarnos. Nos dice que el dolor no solamente es seguido por el gozo, sino que ya lo contiene en sí. Jesús expresó esto de diferentes maneras. Por ejemplo, en la última cena dijo a sus apóstoles: "Vosotros os entristeceréis, pero vuestra tristeza se cambiará en alegría" (Jn 16,20). Parece como si el dolor fuese uno de los ingredientes imprescindibles para forjar la alegría. La metáfora de la mujer con dolores de parto lo expresa maravillosamente. Su dolor, efectivamente, engendra alegría, la alegría "de que al mundo le ha nacido un hombre".

La resurrección es nuestra pascua; es un paso de la muerte a la vida, de la oscuridad a la luz, del ayuno a la fiesta. El Señor dijo: "Tú, en cambio, cuando ayunes, úngete la cabeza y lávate la cara" (Mt 6,17). El ayuno es el comienzo de la fiesta.

El sufrimiento no es bueno en sí mismo; por tanto, no debemos buscarlo como tal. La postura cristiana referente a él es positiva y realista. En la vida de Cristo, y sobre todo en su cruz, vemos su valor redentor. El crucifijo no debe reducirse a un doloroso recuerdo de lo mucho que Jesús sufrió por nosotros. Es un objeto en el que podemos gloriarnos porque está transfigurado por la gloria de la resurrección.

Nuestras vidas están entretejidas de gozo y de dolor. Huir del dolor y las penas a toda costa y buscar gozo y placer por sí mismos son actitudes equivocadas. El camino cristiano es el camino iluminado por las enseñanzas y ejemplos de Jesús. Es el camino de la cruz, que es también el de la resurrección; es olvido de sí, es perderse por Cristo, es vida que brota de la muerte. El misterio pascual que celebramos en los días del sagrado triduo es la pauta y el programa que debemos seguir en nuestras vidas.

PASCUA
El tiempo pascual comprende cincuenta días (en griego = "pentecostés", vividos y celebrados como un solo día: "los cincuenta días que median entre el domingo de la Resurrección hasta el domingo de Pentecostés se han de celebrar con alegría y júbilo, como si se tratara de un solo y único día festivo, como un gran domingo" (Normas Universales del Año Litúrgico, n 22).

El tiempo pascual es el más fuerte de todo el año, que se inaugura en la Vigilia Pascual y se celebra durante siete semanas hasta Pentecostés. Es la Pascua (paso) de Cristo, del Señor, que ha pasado el año, que se inaugura en la Vigilia Pascual y se celebra durante siete semanas, hasta Pentecostés. Es la Pascua (paso) de Cristo, del Señor, que ha pasado de la muerte a la vida, a su existencia definitiva y gloriosa. Es la pascua también de la Iglesia, su Cuerpo, que es introducida en la Vida Nueva de su Señor por medio del Espíritu que Cristo le dio el día del primer Pentecostés. El origen de esta cincuentena se remonta a los orígenes del Año litúrgico.

Los judíos tenían ya la "fiesta de las semanas" (ver Dt 16,9-10), fiesta inicialmente agrícola y luego conmemorativa de la Alianza en el Sinaí, a los cincuenta días de la Pascua. Los cristianos organizaron muy pronto siete semanas, pero para prolongar la alegría de la Resurrección y para celebrarla al final de los cincuenta días la fiesta de Pentecostés: el don del Espíritu Santo.

La liturgia insiste mucho en el carácter unitario de estas siete semanas. La primera semana es la "octava de Pascua", en la que ya por tradici6n los bautizados en la Vigilia Pascual, eran introducidos a una más profunda sintonía con el Misterio de Cristo que la liturgia celebra. La "octava de Pascua" termina con el domingo de la octava, llamado "in albis", porque ese día los recién bautizados deponían en otros tiempos los vestidos blancos recibidos el día de su Bautismo.

Dentro de la Cincuentena se celebra la Ascensión del Señor, ahora no necesariamente a los cuarenta días de la Pascua, sino el domingo séptimo de Pascua, porque la preocupación no es tanto cronológica sino teológica, y la Ascensión pertenece sencillamente al misterio de la Pascua del Señor. Y concluye todo con la donación del Espíritu en Pentecostés.

Que nuestros tambores, cornetas y palmas proclamen que Cristo venció a la muerte y nos ha regalado la vida y el Espíritu Santo. Feliz Semana Santa y Pascua de Resurrección
Felices Pascuas!!!
Noel y Silvia
Desde la "Porciúncula" en la Ciudad de la Eterna Primavera.

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