12/06/2018-12:34
Rosa Die Alcolea
Santa Marta: “El cristiano debe ser sal y luz para los
otros”
(ZENIT – 12 junio 2018).- “Ser sal y luz para los otros, sin
atribuirse méritos” es el “simple testimonio habitual”, la “santidad de todos
los días”, a la que está llamado el cristiano, ha anunciado el Papa Francisco
en la Misa celebrada esta mañana, en la Capilla de la Casa de Santa Marta.
Es un testimonio –ha aclarado el Santo Padre– de “todos los
días, que inicia por la mañana, cuando nos despertamos, y termina por la noche,
cuando nos vamos a dormir”.
“Parece poca cosa”, advierte Francisco, pero el Señor “con
pocas cosas nuestras hace milagros, hace maravillas”. Por lo tanto, es
necesario tener esta actitud de “humildad” que consiste en buscar solamente ser
sal y luz.
Siempre al servicio
“Sal para los otros, luz para los otros, porque la sal no se
sazona a sí misma, siempre al servicio. La luz no se ilumina a sí misma,
siempre al servicio. Sal para los otros, pequeña sal que ayuda en las comidas,
pero pequeña. ¿En el supermercado la sal se vende por toneladas? No… En
pequeñas bolsitas, es suficiente”.
“Y después –ha continuado– la sal no se vanagloria de sí
misma, porque no se sirve a sí misma. Siempre está allí para ayudar a los
demás: ayudar a conservar las cosas, a condimentar las cosas. Siempre está el
testimonio”.
Santidad de cada día
El Pontífice ha señalado que el Señor nos dice: “Tú eres
sal, tu eres luz”, y ha exhortamos a que renunciemos a tener ningún mérito.
Pues, nosotros cuando comemos –ha expresado– no decimos: “¡Ah, qué rica la sal!
¡No!: “Rica la pasta, rica la carne, rica…”. No decimos: “Qué rica la sal”. De
noche cuando vamos para casa, no decimos: “Qué buena la luz”, no. Ignoramos la
luz, pero vivimos con aquella luz que ilumina. Ésta es una dimensión que hace
que nosotros cristianos seamos como anónimos en la vida.
“No somos protagonistas de nuestros méritos”, ha subrayado
nuevamente el Papa al concluir. Por lo tanto, no se debe hacer como el fariseo
que agradece al Señor pensando que es santo.
Además, el Santo Padre ha propuesto que al final día,
hagamos una “linda oración” y nos preguntemos: “¿He sido sal hoy?” “¿He sido
luz hoy?”, y ha concluido diciendo: “Ésta es la santidad de todos los días”.
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