Saturday, August 24, 2019

REflexion para el domingo, 25 de agosto de 2019 - Fernando Torres cmf

Comentario al Evangelio del

Fernando Torres cmf
La fraternidad, condición de salvación
      Aquel hombre que se encontró con Jesús estaba preocupado por el número de los que se iban a salvar. Si el cupo de los que van a entrar en el cielo es limitado, es de suponer que las pruebas de acceso serán más complicadas. Para entrar en el cielo tendríamos que pasar por una prueba como la que se hace para entrar en la Universidad. Sólo los mejores lo lograrían. 
      Pero la respuesta de Jesús no indica eso. No habla de que sea necesario un grado de santidad especial para entrar en el cielo. Por la respuesta de Jesús diríamos, más bien, que el que preguntaba no indagaba por el número sino por quiénes serían esos pocos. Y de alguna forma daba por supuesto que los que se salvasen serían los miembros del pueblo elegido: el pueblo judío. Entendiendo así la pregunta, se comprende perfectamente la respuesta de Jesús. Nadie puede dar por supuesto que está salvado por pertenecer a un determinado grupo. Hay que esforzarse por la salvación. Como se nos dice en la parábola del tesoro escondido en el campo, hay que vender todo lo que se tiene para obtener la salvación. Según Jesús, la puerta de la salvación es estrecha y vendrán muchos, de Oriente y de Occidente, del Norte y del Sur. Muchos que quizá no crean tener derecho, entrarán los primeros. Y muchos de los que se creen con derecho, se quedarán fuera.
      ¿Qué significa esto para nosotros? En principio, no pertenecemos al pueblo elegido. Somos de esos que vienen “de Oriente y Occidente, del Norte y del Sur”. Pero también es verdad que somos cristianos ya de muchas generaciones. Podemos pensar que tenemos derecho a la salvación por la sencilla razón de que ya nuestros abuelos y bisabuelos eran cristianos, iban a misa todos los domingos y cumplían los mandamientos. Jesús nos dice hoy que la salvación, nuestra salvación, depende también de nuestro esfuerzo personal, que no podemos dormirnos en los laureles. Pero sobre todo nos dice que no podemos excluir a nadie de la salvación. Esto es muy importante. En la salvación entramos en cuanto nos hacemos hermanos de todos. Si el mensaje fundamental de Jesús es decirnos que todos somos hijos de Dios, ¿cómo podemos pretender excluir a nadie de esa fraternidad? En la medida en que excluyamos a alguien, nos excluimos a nosotros mismos. No es que Dios nos cierre la puerta del cielo. Nos la cerramos nosotros mismos. 
      La puerta del cielo es estrecha. Para pasar por ella hay que cumplir con una condición obligatoria: vivir la fraternidad en el día a día de nuestra vida. Es lo que hacemos en la Eucaristía, donde nos juntamos y compartimos el pan como hermanos. Es lo que deberíamos hacer todos los días: vivir como hermanos. 
Para la reflexión
¿Estamos preocupados por nuestra salvación o nos sentimos muy bien como estamos y no necesitamos de la salvación de Dios? ¿Qué significa vivir la fraternidad en nuestra vida diaria? ¿Qué detalle de fraternidad puedo tener esta semana con mi familia y amigos?

Thursday, August 22, 2019

Comentario del Evangelio de la fiesta de Santa Virgen Maria Reina -

Comentario al Evangelio de hoy

CR
Queridos hermanos:
La liturgia nos ofrece a mitad de semana un bello respiro. No se trata de un recuerdo con gran relevancia litúrgica; la Iglesia no ha hecho de él fiesta ni solemnidad, pero sí nos acerca a algo singularmente hermoso: María, la madre de Cristo -el Rey-, es también Reina y participa de la soberanía de su Hijo, el Resucitado, sobre todo lo creado. La María Asunta que hemos celebrado hace una semana es también “reina de cielos y tierra”. Como recuerda hoy el Martirologio, madre del Príncipe de la Paz, madre de la misericordia.
Es probable que muchas comunidades interrumpan en este día la lectura continua de la Palabra para evocar el misterio de la Anunciación. Quien lea el texto de Mateo recordará a los invitados a la boda que encontraron excusa para no presentarse. María hizo un camino de fe, y fue también sorprendida por la voz del Padre en sus encrucijadas. Tuvo muy fácil haber tomado el rumbo de la excusa, de la objeción, pero aceptó participar con una intensidad insuperable de la cruz de su hijo.
En estas semanas se recuerda a menudo a quienes peregrinan, por ejemplo, hacia Santiago de Compostela. Quien camina cansado o despacio ve con singular cariño y gratitud al compañero de aventura que una vez que ha llegado a su destino vuelve hacia atrás para aligerar la carga de los demás. En esas personas, especialmente samaritanas, he visto muchas veces a María. Ella, llegada al final del camino, vuelve sin cesar para aligerar y acompañar el nuestro. Ella, la Reina, ha comprendido muy bien el sentido del servicio. Por eso la Iglesia la proclama “la discípula más perfecta de su Hijo”. Buen espejo para mirarse; buena escuela para aprender.
¡Gracias, María, Reina, por seguir haciendo camino con nosotros!

Tuesday, August 20, 2019

Esteban de Hungría, Rey, padre de familia de Santos, consejero... Santo - GaudiumPress.org

Esteban I de Hungría, Rey, padre de una familia de Santos, consejero... Santo
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19 de Agosto de 2019 
 
Redacción (Lunes, 19-08-2019, Gaudium Press) El viernes la Iglesia conmemora a San Esteban, Rey de Hungría. El Rey Santo nació del final del siglo X, hijo del príncipe Geza y de la reina Sarolta. Recibió el nombre Vajk pero, al ser bautizado, pasó a llamarse Esteban, después que la familia real húngara abrazó el cristianismo.
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Juventud
En su juventud, el futuro Rey de Hungría aprendió latín con San Adalberto y de él recibió la educación cristiana.
Se casó con la Beata Gisela da Baviera, hermana del emperador del Sacro Imperio Romano Germánico, San Enrique II.
Cuando su padre murió, lo sucedió en el trono y se tornó rey.
El reinado de un santo
Esteban fue coronado por San Anastasio, discípulo de San Adalberto, que fue enviado por el Papa Silvestre II para esta misión. A partir de ahí, occidente reconoció su reino.
Esteban organizó la vida política y religiosa de la nación, construyó iglesias y monasterios.
Entre sus colaboradores próximos estaban los monjes benedictinos, orden de la cual procedieron los primeros obispos del nuevo reino como San Anastasio, San Beszteréd, San Gerardo Sagredo, el Beato Sebastián de Esztergom, entre otros.
El pueblo estaba acostumbrado a adorar varios dioses, pero eso no lo desanimó en su trabajo de evangelización y fue obteniendo conversiones con la dedicación a su pueblo y el ejemplo de su vida.
San Esteban y su hijo, San Américo, defendieron su pueblo del ataque de las tropas de Conrado II, que intentaba someter el reino.
Un año más tarde, su hijo murió.
Con la ayuda de Dios, el Rey Esteban I consiguió muchas conversiones.
Falleció el 15 de agosto de 1038 y fue sepultado en la Basílica Székesfehérvár, que él mismo había mandado construir y que fue una de las mayores basílicas de Europa.
San Esteban I de Hungría fue canonizado por el Papa San Gregorio VII en 1083 y su fiesta es celebrada el día 16 de agosto.
Vale la pena recordar
San Esteban fue rey de Hungría y esposo de la beata Gisela da Baviera. Del amor de los dos nació San Américo.
Como rey, padre y cristiano ejemplar, Esteban sabía aconsejar y sus consejos tenían fuerza de autoridad porque vivía lo que recomendaba.
Los consejos que transcribimos abajo fueron dados por él a su hijo San Américo a fin de que pudiese gobernar con sabiduría, imponerse con dulzura y ser ejemplo de varón católico para, así, gobernar con santidad.
Cinco consejos de un rey santo
1- Conservar la fe
"En primer lugar, te pido, aconsejo y te recomiendo, amadísimo hijo, si deseas honrar la corona real, que conserve la fe católica y apostólica con tal diligencia de manera que esta sirva de ejemplo a todos los súbditos que Dios te dio, y que todos los hombres eclesiásticos puedan con razón llamarte hombre de auténtica vida cristiana, sin la cual con certeza no merecerías ser llamado de cristiano o de hijo de la Iglesia".
2- El don de la vigilancia y protección
"En el palacio real, después de la fe, ocupa el segundo lugar la Iglesia, fundada primero por Cristo, nuestra cabeza, trasplantada luego y firmemente edificada por sus miembros, los apóstoles y los santos padres de la Iglesia, y difundida por el mundo todo. Y, aunque sucesivamente engendre nuevos hijos, en ciertos lugares ya es considerada como antigua".
"En nuestro reino, amadísimo hijo, debe considerarse todavía joven y reciente, y, por eso, necesita una especial vigilancia y protección; que este don, que la divina clemencia nos concedió sin merecerlo, no sea destruido o aniquilado por tu descuido, pereza o por tu negligencia".
3 - El mismo trato a todos
"Mi hijo amadísimo, ternura de mi corazón, esperanza de una descendencia futura, te ruego e imploro que siempre y en cualquier ocasión, basado en tus buenos sentimientos, sé benigno no solo con los hombres de linaje o con los jefes, los ricos y los del país, sino también con los extranjeros y con todos los que te busquen. Porque el fruto de esta benignidad será el motivo de mayor felicidad para ti".
4 - Compasivo y misericordioso
"Sé compasivo con todos aquellos que sufren injustamente, recordando siempre en el fondo del corazón aquella enseñanza del Señor: misericordia quiero, no sacrificios. Sé paciente con todos, con los capitalistas y con los que no lo son".
5 - Fuerte y honesto
"Sé, finalmente, fuerte; que no os ensoberbezca la prosperidad ni te desanime la adversidad. Sé también humilde, para que Dios os elogie, ahora y en el futuro. Sé moderado, y no te excedas en el castigo o la condenación. Sé manso, sin ir contra la justicia. Sé honesto, de manera que nunca seas para nadie, voluntariamente, motivo de vergüenza. Debes ser púdico, evitando la pestilencia de la obscenidad como un aguijón de muerte".
"Todas estas cosas que te indiqué brevemente son las cuales componen la corona real; sin ellas nadie es capaz de reinar en este mundo ni de llegar al reino eterno". (JSG)
(De la redacción de Gaudium Press, con informaciones de ACI Digital)

Monday, August 19, 2019

AMO PORQUE AMO, AMO POR AMAR - San Bernardo de Claraval - 20/8/2019


Bernardo de Claraval

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San Bernardo de Claraval
O. Cist.
Bernardus-1653-05.jpg
Sancti Bernardi vera effigies, grabado de Jacob Neefs para la Sancti Bernardi [...] Pulcherrima & Exemplaris Vitæ Medulla del abad Boudelo, Amberes, 1653.
Proclamado Doctor de la Iglesia en el año 1830 por el papa Pío VIII
Nacimiento 1090
Fontaine-lès-Dijon (Borgoña, Francia)
Fallecimiento 20 de agosto de 1153
Monasterio de Claraval
Venerado en Iglesia católica, Iglesia anglicana, Iglesia Luterana
Canonización 1174
Orden religiosa Orden del Císter Ver y modificar los datos en Wikidata
Festividad 20 de agosto
Atributos báculo, libro.
Patronazgo Gibraltar, Algeciras, apicultores
Bernardo de Claraval
Bernard de Fontaine, conocido como Bernardo de Claraval o en francés, Bernard de Clairvaux, (castillo de Fontaine-lès-Dijon, (Borgoña), 1090Abadía de Claraval, Ville-sous-la-Ferté, Champaña-Ardenas, Francia, 20 de agosto de 1153) fue un monje cisterciense francés y abad de la abadía de Claraval.
Con él, la Orden del Císter se expandió por toda Europa y ocupó el primer plano de la influencia religiosa. Participó en los principales conflictos doctrinales de su época y se implicó en los asuntos importantes de la Iglesia. En el cisma de Anacleto II se movilizó para defender al que fue declarado verdadero papa, se opuso al racionalista Abelardo y fue el apasionado predicador de la segunda Cruzada.
Es una personalidad esencial en la historia de la Iglesia católica y la más notable de su siglo. Ejerció una gran influencia en la vida política y religiosa de Europa.1
Sus contribuciones han perfilado la religiosidad cristiana, el canto gregoriano, la vida monástica y la expansión de la arquitectura gótica.2
La Iglesia católica lo canonizó en 1174 como san Bernardo de Claraval, y lo declaró Doctor de la Iglesia en 1830.


SEGUNDA LECTURA
De los Sermones de san Bernardo, abad, sobre el Cantar de los cantares
(Sermón 83, 4-6: Opera omnia, edición cisterciense, 2 [1958], 300-302)

AMO PORQUE AMO, AMO POR AMAR

El amor basta por sí solo, satisface por sí solo y por causa de sí. Su mérito y su premio se identifican con él mismo. El amor no requiere otro motivo fuera de él mismo, ni tampoco ningún provecho; su fruto consiste en su misma práctica. Amo porque amo, amo por amar. Gran cosa es el amor, con tal de que recurra a su principio y origen, con tal de que vuelva siempre a su fuente y sea una continua emanación de la misma. Entre todas las mociones, sentimientos y afectos del alma, el amor es lo único con que la creatura puede corresponder a su Creador, aunque en un grado muy inferior, lo único con que puede restituirle algo semejante a lo que él le da. En efecto, cuando Dios ama, lo único que quiere es ser amado: si él ama, es para que nosotros lo amemos a él, sabiendo que el amor mismo hace felices a los que se aman entre sí.

El amor del Esposo, mejor dicho, el Esposo que es amor, sólo quiere a cambio amor y fidelidad. No se resista, pues, la amada en corresponder a su amor. ¿Puede la esposa dejar de amar, tratándose además de la esposa del Amor en persona? ¿Puede no ser amado el que es el Amor por esencia?

Con razón renuncia a cualquier otro afecto y se entrega de un modo total y exclusivo al amor el alma consciente de que la manera de responder al amor es amar ella a su vez. Porque, aunque se vuelque toda ella en el amor, ¿qué es ello en comparación con el manantial perenne de este amor? No manan con la misma abundancia el que ama y el que es el Amor por esencia, el alma y el Verbo, la esposa y el Esposo, el Creador y la creatura; hay la misma disparidad entre ellos que entre el sediento y la fuente.

Según esto, ¿no tendrá ningún valor ni eficacia el deseo nupcial, el anhelo del que suspira, el ardor del que ama, la seguridad del que confía, por el hecho de que no puede correr a la par con un gigante, de que no puede competir en dulzura con la miel, en mansedumbre con el cordero, en blancura con el lirio, en claridad con el sol, en amor con aquel que es el amor mismo? De ninguna manera. Porque, aunque la creatura, por ser inferior, ama menos, con todo, si ama con todo su ser, nada falta a su amor, porque pone en juego toda su facultad de amar. Por ello, este amor total equivale a las bodas místicas, porque es imposible que el que así ama sea poco amado, y en esta doble correspondencia de amor consiste el auténtico y perfecto matrimonio. Siempre en el caso de que se tenga por cierto que el Verbo es el primero en amar al alma, y que la ama con mayor intensidad.

RESPONSORIO Sal 30, 20; 35, 9

R. ¡Qué bondad tan grande, Señor, * reservas para tus fieles!
V. Se nutren de lo sabroso de tu casa, les das a beber del torrente de tus delicias.
R. Lo reservas para tus fieles.


Wednesday, August 14, 2019

Fiesta de la Asunción de la Madre de Dios- Papa Pio XII- 15 de agosto

SEGUNDA LECTURA

De la Constitución apostólica Munificentissimus Deus del papa Pío doce 
(AAS 42 [1950], 760-762. 767-769) 

TU CUERPO ES SANTO Y SOBREMANERA GLORIOSO

Los santos Padres y grandes doctores, en las homilías y disertaciones dirigidas al pueblo en la fiesta de la Asunción de la Madre de Dios, hablan de este hecho como de algo ya conocido y aceptado por los fieles y lo explican con toda precisión, procurando sobre todo hacerles comprender que lo que se conmemora en esta festividad es no sólo el hecho de que el cuerpo sin vida de la Virgen María no estuvo sujeto a la corrupción, sino también su triunfo sobre la muerte y su glorificación en el cielo, a imitación de su Hijo único Jesucristo.

Y, así, san Juan Damasceno, el más ilustre transmisor de esta tradición, comparando la asunción de la santa Madre de Dios con sus demás dotes y privilegios, afirma, con elocuencia vehemente:

«Convenía que aquella que en el parto había conservado intacta su virginidad conservara su cuerpo también después de la muerte libre de la corruptibilidad. Convenía que aquella que había llevado al Creador como un niño en su seno tuviera después su mansión en el cielo. Convenía que la esposa que el Padre había desposado habitara en el tálamo celestial. Convenía que aquella que había visto a su Hijo en la cruz y cuya alma había sido atravesada por la espada del dolor, del que se había visto libre en el momento del parto, lo contemplara sentado a la derecha del Padre. Convenía que la Madre de Dios poseyera lo mismo que su Hijo y que fuera venerada por toda creatura como Madre y esclava de Dios.»

Según el punto de vista de san Germán de Constantinopla, el cuerpo de la Virgen María, la Madre de Dios, se mantuvo incorrupto y fue llevado al cielo, porque así lo pedía no sólo el hecho de su maternidad divina, sino también la peculiar santidad de su cuerpo virginal: 

«Tú, según está escrito, te muestras con belleza; y tu cuerpo virginal es todo él santo, todo él casto, todo él morada de Dios, todo lo cual hace que esté exento de disolverse y convertirse en polvo, y que, sin perder su condición humana, sea transformado en cuerpo celestial e incorruptible, lleno de vida y sobremanera glorioso, incólume y partícipe de la vida perfecta.»

Otro antiquísimo escritor afirma:

«La gloriosa Madre de Cristo, nuestro Dios y salvador, dador de la vida y de la inmortalidad, por él es vivificada, con un cuerpo semejante al suyo en la incorruptibilidad, ya que él la hizo salir del sepulcro y la elevó hacia sí mismo, del modo que él solo conoce.»

Todos estos argumentos y consideraciones de los santos Padres se apoyan, como en su último fundamento, en la sagrada Escritura; ella, en efecto, nos hace ver a la santa Madre de Dios unida estrechamente a su Hijo divino y solidaria siempre de su destino.

Y sobre todo hay que tener en cuenta que, ya desde el siglo segundo, los santos Padres presentan a la Virgen María como la nueva Eva asociada al nuevo Adán, íntimamente unida a él, aunque de modo subordinado, en la lucha contra el enemigo infernal, lucha que, como se anuncia en el protoevangelio, había de desembocar en una victoria absoluta sobre el pecado y la muerte, dos realidades inseparables en los escritos del Apóstol de los gentiles. Por lo cual, así como la gloriosa resurrección de Cristo fue la parte esencial y el último trofeo de esta victoria, así también la participación que tuvo la santísima Virgen en esta lucha de su Hijo había de concluir con la glorificación de su cuerpo virginal, ya que, como dice el mismo Apóstol: Cuando esto mortal se vista de inmortalidad, entonces se cumplirá la palabra escrita: «La muerte ha sido absorbida en la victoria.»

Por todo ello, la augusta Madre de Dios, unida a Jesuristo de modo arcano, desde toda la eternidad, por un mismo y único decreto de predestinación, inmaculada en su concepción, virgen integérrima en su divina maternidad, asociada generosamente a la obra del divino Redentor, que obtuvo un pleno triunfo sobre el pecado y sus consecuencias, alcanzó finalmente, como suprema coronación de todos sus privilegios, el ser preservada inmune de la corrupción del sepulcro y, a imitación de su Hijo, vencida la muerte, ser llevada en cuerpo y alma a la gloria celestial, para resplandecer allí como reina a la derecha de su Hijo, el rey inmortal de los siglos.

RESPONSORIO     

R. Éste es el día glorioso en que la Virgen Madre de Dios subió a los cielos; todos la aclamamos, tributándole nuestras alabanzas: * Bendita tú entre las mujeres y bendito el fruto de tu vientre.
V. Dichosa eres, santa Virgen María, y digna de toda alabanza; de ti nació el sol de justicia, Cristo, nuestro Dios.
R. Bendita tú entre las mujeres y bendito el fruto de tu vientre.

Tuesday, August 13, 2019

Tu Rey que viene a ti Justo y Victorioso - San Andres de Creta, obispo

De las Disertaciones de san Andrés de Creta, obispo
(Disertación 9, Sobre el Domingo de ramos: PG 97, 1002)

MIRA A TU REY QUE VIENE A TI JUSTO Y VICTORIOSO

Digamos, digamos también nosotros a Cristo: ¡Bendito el que viene en nombre del Señor, el rey de Israel! Tendamos ante él, a guisa de palmas, nuestra alabanza por la victoria suprema de la cruz. Aclamémoslo, pero no con ramos de olivos, sino tributándonos mutuamente el honor de nuestra ayuda material. Alfombrémosle el camino, pero no con mantos, sino con los deseos de nuestro corazón, a fin de que, caminando sobre nosotros, penetre todo él en nuestro interior y haga que toda nuestra persona sea para él, y él, a su vez, para nosotros. Digamos a Sión aquella aclamación del profeta: Confía, hija de Sión, no temas: Mira a tu Rey que viene a ti; modesto y cabalgando en un asno, en un pollino de borrica.

El que viene es el mismo que está en todo lugar, llenándolo todo con su presencia, y viene para realizar en ti la salvación de todos. El que viene es aquel que no ha venido a invitar a los justos a que se arrepientan, sino a los pecadores, para sacarlos del error de sus pecados. No temas. Teniendo a Dios en medio, no vacilarás.

Recibe con las manos en alto al que con sus manos ha diseñado tus murallas. Recibe al que ha plantado en sus palmas tus cimientos. Recibe al que, para asumirnos a nosotros en su persona, se ha hecho en todo semejante a nosotros, menos en el pecado. Alégrate, Sión, la ciudad madre, no temas: Festeja tu fiesta. Glorifica por su misericordia al que en ti viene a nosotros. Y tú también, hija de Jerusalén, desborda de alegría, canta y brinca de gozo. ¡Levántate, brilla (así aclamamos con el son de aquella sagrada trompeta que es Isaías), que llega tu luz; la gloria del Señor amanece sobre ti!

¿De qué luz se trata? De aquella que viniendo a este mundo ilumina a todo hombre. Aquella luz, quiero decir, eterna, aquella luz intemporal y manifestada en el tiempo, aquella luz invisible por naturaleza y hecha visible en la carne, aquella luz que envolvió a los pastores y que guió a los magos en su camino. Aquella luz que estaba en el mundo desde el principio, por la cual empezó a existir el mundo, y que el mundo no la reconoció. Aquella luz que vino a los suyos y los suyos no la recibieron. ¿Y a qué gloria del Señor se refiere? Ciertamente a la cruz, en la que fue glorificado Cristo, resplandor de la gloria del Padre, tal como afirma él mismo, en la inminencia de su pasión: Ya ha entrado el Hijo del hombre en su gloria, y Dios ha recibido su glorificación por él, y Dios a su vez lo revestirá de su misma gloria, y esto será sin dilación. Con estas palabras identifica su gloria con su elevación en la cruz. La cruz de Cristo es, en efecto, su gloria y su exaltación, ya que dice: Yo, cuando sea levantado en alto, atraeré a mí á todos los hombres.

RESPONSORIO Sal 117, 26. 27. 23

R. Bendito el que viene en nombre del Señor; * el Señor es Dios: él nos ilumina.
V. Es el Señor quien lo ha hecho, ha sido un milagro patente.
R. El Señor es Dios: él nos ilumina.

ORACIÓN.

OREMOS,
Dios todopoderoso y eterno, a quien confiadamente invocamos con el nombre de Padre, intensifica en nosotros el espíritu de hijos adoptivos tuyos, para que merezcamos entrar en posesión de la herencia que nos tienes prometida. Por nuestro Señor Jesucristo, tu Hijo, que vive y reina contigo en la unidad del Espíritu Santo y es Dios, por los siglos de los siglos.
Amén

Thursday, August 8, 2019

Santo Domingo - Orden de los Predicadores - Celebrandolavida.org

SEGUNDA LECTURA
De varios escritos de la Historia de la Orden de los Predicadores
(Libellus de principiis Ordinis Praedicatorum; Acta canonizationis sancti Dominici: Monumenta Ordinis Praedicatorum historica 16, Roma 1935, pp. 30ss. 146-147)

HABLABA CON DIOS O DE DIOS

La vida de Domingo era tan virtuosa y el fervor de su espíritu tan grande, que todos veían en él un instrumento elegido de la gracia divina. Estaba dotado de una firme ecuanimidad de espíritu, ecuanimidad que sólo lograban perturbar los sentimientos de compasión o de misericordia; y, como es norma constante que un corazón alegre se refleja en la faz, su porte exterior, siempre gozoso y afable, revelaba la placidez y armonía de su espíritu. En todas partes, se mostraba, de palabra y de obra, como hombre evangélico. De día, con sus hermanos y compañeros, nadie más comunicativo y alegre que él. De noche, nadie más constante que él en vigilias y oraciones de todo género. Raramente hablaba, a no ser con Dios, en la oración, o de Dios, y esto mismo aconsejaba a sus hermanos.

Con frecuencia pedía a Dios una cosa: que le concediera una auténtica caridad, que le hiciera preocuparse de un modo efectivo en la salvación de los hombres, consciente de que la primera condición para ser verdaderamente miembro de Cristo era darse totalmente y con todas sus energías a ganar almas para Cristo, del mismo modo que el Señor Jesús, salvador de todos, ofreció toda su persona por nuestra salvación. Con este fin instituyó la Orden de Predicadores, realizando así un proyecto sobre el que había reflexionado profundamente desde hacia ya tiempo.

Con frecuencia exhortaba, de palabra o por carta, a los hermanos de la mencionada Orden, a que estudiaran constantemente el nuevo y el antiguo Testamento. Llevaba siempre consigo el evangelio de san Mateo y las cartas de san Pablo, y las estudiaba intensamente, de tal modo que casi las sabía de memoria.

Dos o tres veces fue elegido obispo, pero siempre rehusó, prefiriendo vivir en la pobreza, junto con sus hermanos, que poseer un obispado. Hasta el fin de su vida conservó intacta la gloria de la virginidad. Deseaba ser flagelado, despedazado y morir por la fe cristiana. De él afirmó el papa Gregorio noveno: «Conocí a un hombre tan fiel seguidor de las normas apostólicas, que no dudo que en el cielo ha sido asociado a la gloria de los mismos apóstoles.»

RESPONSORIO Cf. Sir 48, 1; Ml 2, 6

R. Surgió como un fuego un nuevo heraldo de la salvación, * y sus palabras eran como un horno encendido.
V. Una doctrina auténtica llevaba en su boca, y en sus labios no se hallaba maldad.
R. Y sus palabras eran como un horno encendido.

ORACIÓN.

OREMOS,
Que tu Iglesia, Señor, encuentre siempre luz en las enseñanzas de santo Domingo y protección en sus méritos: que él, que durante su vida fue predicador insigne de la verdad, sea ahora para nosotros un eficaz intercesor ante ti. Por nuestro Señor Jesucristo, tu Hijo, que vive y reina contigo en la unidad del Espíritu Santo y es Dios, por los siglos de los siglos.
Amén