Historia de la Porciúncula
A 5 km de Asís, Italia, en el valle, se encuentra Santa María de los Angeles, hermosa basílica construida sobre LA PORCIUNCULA
La
pequeña capilla de la Porciúncula fue donde San Francisco fundó la
Orden de los Frailes Menores en el 1209, confiándola a la protección de
la Virgen Madre de Cristo, a quien le ha sido dedicada la iglesia.
Recibió de los Benedictinos la capilla para hacerlos centro de su comunidad.
Aquí vivió San Francisco con sus primeros hermanos.
El
28 de marzo de 1211 Clara de Favarone de Offreduccio, recibió aquí el
hábito religioso de manos de San Francisco, dando inicio a la Orden de
las Damas Pobres (Clarisas).
En el 1216, en una visión, Francisco
obtuvo de mismo Jesús la indulgencia conocida como "la indulgencia de
al Porciúncula" o "el Perdón de Asís", la cual fue aprobada por el papa
Honorio III.
Aquí san Francisco reunía cada año a sus frailes en los capítulos (reuniones generales).
Aquí murió san Francisco.
Entre las reliquias que se encuentran en Santa María de los Angeles:- el cordón de San Francisco,
-la estatua del santo con las palomas que siempre allí anidan,
-las rosas sin espinas fruto del milagro cuando el santo se tiró sobre ellas para rechazar una tentación,
- la capilla de las lágrimas donde San Francisco rezaba por la Pasión de Cristo y por los pecadores...
Nuestra Señora de los Angeles
bajada temporalmente del techo de la basílica por daño del terremoto, Peregrinación SCTJM, 1998
la PORCIÚNCULA (Santa María de los Angeles) y EL PERDON DE ASIS (indulgencia de la Porciúncula)
En una noche de Julio del año 1216, un fraile oraba fervientemente en su pequeña cueva del bosque. Pedía a Dios la
virtud de la humildad. Le llamaban hermano Francisco y, aunque tenía 34
años, ya era conocido y amado por miles de personas. Doce años mas
tarde y solo 22 meses después de su muerte, la Santa Madre Iglesia lo
proclamaría santo. Pero el "poverelo" se consideró siempre el jefe de
los pecadores. En el silencio de la noche, imploraba a Dios todopoderoso que tuviese misericordia de los pobres pecadores,
recordando las palabras del Señor: "a menos que hagan penitencia, todos
perecerán". Pensaba en su propia juventud, solo doce años antes había
sido inquieto, frívolo, ambicioso, mujeriego, y por último, soldado.
Difícilmente le daba algún momento de su atención a Dios.
Aquella noche el Señor le dijo al poverelo: "Francisco, ¿quien puede hacerte mayor bien, el amo o el siervo?" Francisco guardó esta lección a su corazón y decidió poner de primero lo primero. Le preguntó al amo como podría servirle, y Jesús, el amado salvador que abrazó la agonía de la cruz por todos los hombres, le miró
con ternura y afecto y le dijo: "Repara mi Iglesia". Desde entonces,
cuando Francisco pensaba en lo delicado, bueno, y amoroso que era Jesús, rompía en llanto y exclamaba: "¡El amor no es amado!".
Primero Francisco tomó las palabras del Señor literalmente y con gozo reparó la capilla donde había recibido la visión del Señor. Después bajó al bosque en el valle de Asís y reparó la vieja capilla de Nuestra Señora de los Angeles, llamada Porciúncula (pequeña porción). Por su devoción a la Santísima Virgen y por su reverencia a los ángeles, tomó la porciúncula como lugar de vivienda. Los campesinos insistían que ellos muchas veces escuchaban ángeles cantando en la Porciúncula. Ahí
fue donde los primeros hermanos se unieron a El, en la vida nueva de
santa pobreza, trabajo manual, cuidando a los leprosos, mendigando y
predicando el amor de Cristo. Siendo los benedictinos propietarios de aquel lugar, Francisco pagaba como renta anual una canasta de pescado.
Oprimido por el pensamiento de ser indigno ante la misión de fundar la orden religiosa, subió a una cueva en las montañas. Ahí, durante una tormenta se echó al piso y, con una perfecta contricción, rogó a su Salvador que le perdonara los pecados de su vida pasada. En la angustia de su alma el gritaba: "¿Quien
eres tu mi querido Señor y Dios, y quien soy yo vuestro miserable
gusano de siervo? Mi querido Señor quiero amarte. Mi Señor y mi Dios, te
entrego mi corazón y mi cuerpo y yo quisiera, si tan solo supiera como, hacer mas por amor a ti!. Repetía: "Señor ten misericordia de mi que soy un pobre pecador."
Luego, una dulce y gentil paz, la maravillosa paz del Señor llegó a su pura y penitente alma y le dijo: "Francisco, tus pecados has sido borrados." Desde entonces, por la gratitud que sentía, ardía en un deseo apasionado de obtener el mismo favor celestial por todos los pecadores arrepentidos. Y por eso oraba y pedía fervientemente esa noche en la cueva del bosque.
De repente el sintió un impulso irresistible de ir a la pequeña Iglesia, la Porciúncula. En cuanto entró, como siempre, se arrodillo, inclinó su cabeza y dijo esta oración: "Te alabamos, Señor Jesucristo, en todas las iglesias del mundo entero. Y te bendecimos porque por tu santa cruz redimiste al mundo." Luego al alzar su mirada, en su asombro Francisco vio una luz brillante arriba del pequeño altar y en unos rayos misteriosos el vio al Señor con su Santísima Madre con muchos ángeles.
Con pleno gozo y profunda reverencia, Francisco se postró en el piso ante esta gloriosa visión y Jesús le dijo: "Francisco pide lo que quieras para la salvación de los hombres". Sobrecogido al escuchar estas palabras inesperadas y consumido por un amor angelical por su misericordioso Salvador y por su Santísima Madre, Francisco exclamo: "Aunque yo soy un miserable pecador, yo te ruego querido Jesús, que le des esta gracia a la humanidad: dale a cada uno de los que vengan a esta Iglesia con verdadera contricción y confiesen sus pecados, el perdón completo e indulgencias de todos sus pecados".
Viendo que el Señor se mantenía en silencio, Francisco se dirigio con un confiado amor a Maria, refugio de los pecadores, y le suplicó: "Te ruego, a Ti, Santísima Madre, la abogada de la raza humana, que intercedas conmigo, por esta petición". Entoces Jesús miro a Maria, y Francisco se alegró al ver a Ella sonreir a su Divino Hijo, como que si dijera: "por favor, concedele a Francisco lo que te pide, ya que esa petición me hace feliz a mi".
Inmediatamente Nuestro Señor le dijo a Francisco: "Te concedo lo que pides, pero debes de ir a mi Vicario, el Papa, y pídele que apruebe esta indulgencia".
La visión, entonces, se desvaneció dejando a Francisco en el piso de la
capilla, llorando de alegría, con profundo amor y agradecimiento.
Temprano
en la mañana, Francisco salio con el Hermano Maceo, a la cercana ciudad
de Perugia, donde un nuevo Papa había sido electo, Honorio III. En el
camino, Francisco empezó a preocuparse, ya que iba a pedirle al Papa, un
privilegio muy grande para una capilla desconocida. Ese tipo de indulgencia solo se le había concedido a la tumba de Cristo, a la de San Pedro y San Pablo y a los que participaban en las cruzadas. Entonces Francisco oró arduamente a Nuestra Señora de los Angeles.
Cuando llegó el turno de hablar con el Papa, Francisco se dirigió con gran humildad: "Su santidad, unos años atrás reparé una pequeña Iglesia en honor a la Santísima Virgen. Le suplico le conceda recibir indulgencias, pero sin tener que dar ninguna ofrenda" (Francisco pensaba en los pobres).
-El Papa replicó:"No es muy razonable lo que pides, pues quien desea una indulgencia debe hacer un sacrificio. Pero, bueno, ¿de cuantos años quieres que sea esta indulgencia?
-Francisco respondió: "Santo Padre, podría usted no darle años específicos, sino almas?
-¿Que significa eso de almas, Francisco?
Ahora Francisco tuvo que elevar una oración ferviente a Nuestra Señora, ya que debía explicarle
al Papa lo que significaba su petición. Con mucha humildad pero con
firmeza hizo su extraordinaria petición, la que ha sido conocida como la
indulgencia de la Porciúncula.
-"Yo
deseo, si le parece a su Santidad, por las gracias que Dios concede en
esa pequeña Iglesia, que todo el que entre en ella, habiéndose arrepentido sinceramente,
confesado y habiendo recibido la absolución, que se le borren todos los
pecados y las penas temporales de ellos en este mundo y en el
purgatorio, desde el día de su Bautismo hasta la hora en que entren en
esa iglesia."
Impresionado por esta firme y sincera petición,
el Papa exclamo: "Estas pidiendo algo muy grande Francisco, ya que no
es la costumbre de la Corte Romana conceder ese tipo de indulgencia"
Reconociendo que esta oportunidad de traer gracias a la humanidad, podía desvanecerse en aquel instante, Francisco añadió con fervor y vehemencia, y con una serenidad devastadora: "Reverendísimo Santo Padre, yo no le pido esto por mi mismo, lo pido en nombre de Aquel que me ha enviado, Nuestro Señor Jesucristo".
En
ese momento el Papa recordó que su gran predecesor Inocencio III,
estaba convencido que Cristo se le aparecía y guiaba de manera especial a
este pequeño y santo poverelo. Movido, por el Espíritu Santo,
el vicario de Cristo solemnemente declaró tres veces: es mi deseo que
se te sea concedida tu petición. Pero los cardenales que estaban
presente al escuchar esta innovación revolucionaria, protestaron y
reclamaron al Papa que esta rica y nueva indulgencia debilitaría las
cruzadas. En términos fuertísimos le exigieron que la cancelara. Pero el
Papa les dijo, "yo no cancelo lo que he concedido". -"Entonces restríngela lo mas posible".
El Santo Padre llamó a Francisco y le dijo: "nosotros te concedemos esta indulgencia y debe ser válida perpetuamente, pero solo en un día cada año, desde las vísperas, a través de la noche, hasta las vísperas del siguiente día."
Francisco
sumisamente bajo la cabeza y después de agradecer al Papa, se levanto y
comenzó a salir. Pero el Papa le llamo: "¿Adonde vas, tu pequeño
poverelo? No tienes garantía sobre esta indulgencia". Francisco
se volvió hacia el y con su simpática y confiada sonrisa le dijo:
"Santo Padre su Palabra es suficiente para mi, si esta es la obra de
Dios es El quien hará su obra manifiesta. No necesito ningún otro
documento. La Santísima Virgen María habrá de ser la garantía, Cristo el
notario, y los ángeles los testigos." (recordando la visión)
Francisco escucho estas palabras en su oración: "Francisco quiero que sepas que esta indulgencia, que ha sido concedida a ti en la tierra, ha sido confirmada en el cielo". Con
gran gozo compartió esta revelación al hno. Maceo, y juntos aligeraron
el paso para ir a darle gracias a Nuestra Señora de los Angeles en la
Porciúncula.
Para la solemne inauguración de este perdón en la Porciúncula, Francisco escogió Agosto 2, porque fue el primer aniversario de la consagración de esta santa capilla,
y porque Agosto 1, era la fiesta de la liberación de San Pedro de las
cadenas que tenía en la cárcel (Agosto 2, es el día de Nuestra Señora de
los Angeles).
En
presencia de los obispos de Asís, Perugia, Todi, Spoleto, Gubbio,
Nocera y Foligno, anunció Francisco a la multitud la gran noticia:
«Quiero mandaros a todos al paraíso anunciándoos la indulgencia que me
ha sido otorgada por el Papa Honorio. Sabed, pues, que todos los aquí
presentes, como también cuantos vinieren a orar en esta iglesia,
obtendrán la remisión de todos sus pecados».
Jesús
y María confirmaron su aprobación del Gran Perdón de la Porciúncula.
Una vez a un santo fraile franciscano, Beato Conrado de Ofida, la Virgen
Santísima se le apareció envuelta en un rallo de luz, con el niño Jesús en sus brazos, en la puerta de la Porciúncula. El niño bendecía a todos los peregrinos que entraban en la capilla de su Madre para adquirir el perdón de los pecados.
Mas tarde los obispos de Asis y otros Papas promulgaron documentos confirmando "El gran Perdón de la Porciúncula". La pequeña iglesia dedicada a la Santísima Virgen se convirtió en uno de los mas famosos santuarios de peregrinación de toda Europa. Mas tarde Gregorio XV hizo extensivo el jubileo de la Porciúncula a todas las Iglesias Franciscanas del mundo. En 1921, el Papa Benedicto XV canceló la restricción de manera que se pueda obtener indulgencias cualquier día. Según el
decreto de la Penitenciaría Apostólica del 15 de julio de 1988
(«Portiuncolae sacrae aedes»), se puede ganar la indulgencia en La Porciúncula durante todo el año, una sola vez al día. Cada
año una multitud de fieles acude allí para recibir el «Perdón de Asís»
también llamado «Indulgencia de la Porciúncula». Sin embargo, a partir
de
Condiciones para obtener la indulgenciaEl
Perdón de Asís se puede obtener para uno mismo o por los difuntos. Las
condiciones son las prescritas para las indulgencias plenarias.
1) Visita al Santuario con la recitación de un Padrenuestro y un Credo
2) Confesión sacramental y Santa Comunión
3) Rezar según las intenciones del Sumo Pontífice.
Los peregrinos pueden obtener la indulgencia todos los días del año.
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