SEGUNDA LECTURA
De varios escritos de la Historia de la Orden de los Predicadores
(Libellus de principiis Ordinis Praedicatorum; Acta canonizationis sancti
Dominici: Monumenta Ordinis Praedicatorum historica 16, Roma 1935, pp. 30ss.
146-147)
HABLABA CON DIOS O DE DIOS
La vida de Domingo era tan virtuosa y el fervor de su espíritu tan grande, que
todos veían en él un instrumento elegido de la gracia divina. Estaba dotado de
una firme ecuanimidad de espíritu, ecuanimidad que sólo lograban perturbar los
sentimientos de compasión o de misericordia; y, como es norma constante que un
corazón alegre se refleja en la faz, su porte exterior, siempre gozoso y
afable, revelaba la placidez y armonía de su espíritu. En todas partes, se
mostraba, de palabra y de obra, como hombre evangélico. De día, con sus
hermanos y compañeros, nadie más comunicativo y alegre que él. De noche, nadie
más constante que él en vigilias y oraciones de todo género. Raramente hablaba,
a no ser con Dios, en la oración, o de Dios, y esto mismo aconsejaba a sus
hermanos.
Con frecuencia pedía a Dios una cosa: que le concediera una auténtica caridad,
que le hiciera preocuparse de un modo efectivo en la salvación de los hombres,
consciente de que la primera condición para ser verdaderamente miembro de
Cristo era darse totalmente y con todas sus energías a ganar almas para Cristo,
del mismo modo que el Señor Jesús, salvador de todos, ofreció toda su persona
por nuestra salvación. Con este fin instituyó la Orden de Predicadores,
realizando así un proyecto sobre el que había reflexionado profundamente desde
hacia ya tiempo.
Con frecuencia exhortaba, de palabra o por carta, a los hermanos de la
mencionada Orden, a que estudiaran constantemente el nuevo y el antiguo
Testamento. Llevaba siempre consigo el evangelio de san Mateo y las cartas de
san Pablo, y las estudiaba intensamente, de tal modo que casi las sabía de
memoria.
Dos o tres veces fue elegido obispo, pero siempre rehusó, prefiriendo vivir en
la pobreza, junto con sus hermanos, que poseer un obispado. Hasta el fin de su
vida conservó intacta la gloria de la virginidad. Deseaba ser flagelado,
despedazado y morir por la fe cristiana. De él afirmó el papa Gregorio noveno:
«Conocí a un hombre tan fiel seguidor de las normas apostólicas, que no dudo
que en el cielo ha sido asociado a la gloria de los mismos apóstoles.»
RESPONSORIO Cf. Sir 48, 1; Ml 2, 6
R. Surgió como un fuego un nuevo heraldo de la salvación, * y sus palabras
eran como un horno encendido.
V. Una doctrina auténtica llevaba en su boca, y en sus labios no se hallaba
maldad.
R. Y sus palabras eran como un horno encendido.
ORACIÓN.
OREMOS,
Que tu Iglesia, Señor, encuentre siempre luz en las enseñanzas de santo Domingo
y protección en sus méritos: que él, que durante su vida fue predicador insigne
de la verdad, sea ahora para nosotros un eficaz intercesor ante ti. Por nuestro
Señor Jesucristo, tu Hijo, que vive y reina contigo en la unidad del Espíritu
Santo y es Dios, por los siglos de los siglos.
Amén
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