"La genialidad puede tener sus limitaciones, pero la estupidez no tiene limites" —Elbert Hubbard.
En la ciudad santa de Safed, cerca del viejo cementerio, hay una humilde estructura, conocida como "la Mikvá del Arizal". El pequeño edificio alberga un baño ritual, el cual, de acuerdo a la tradición, fue utilizado por el maestro cabalista Rabí Isaac Luria (1534-1572, conocido como el "Arizal"), quien se sumergía en sus aguas antes de orar y estudiar.
La mikvá (pileta ritual) es realmente una corriente subterránea; sus aguas heladas. Pero considerando la ilustre historia de la mikvá, muchos consideran que es un privilegio especial vencer el frío. En efecto, según la tradición, cualquiera que se sumerge en sus aguas ciertamente se arrepentirá antes de morir.
Así se cuenta la historia de un padre que tomó a su hijo antes de su bar mitzvá para sumergirlo en las frías aguas. El hijo entró al agua y gritó "¡Ay! Está fría".
Rápidamente se sumergió y saltó directo a la toalla caliente que su padre sostenía en sus manos extendidas. "¡Aaaah!" Dijo el niño "Esto está bien".
Dijo el padre a su hijo a punto de convertirse en hombre: "Que esto sea una lección para el resto de tu vida. Cuando quiera que hagas algo y el 'ay' viene antes del 'ah', debes saber que lo que has hecho es algo bueno. Sin embargo, cuando el 'ah' viene antes del 'ay', debes saber que has hecho algo incorrecto…".
Recordé la historia cuando leía la sección de la Torá que estudia el tema de la mujer que ha sido infiel a su esposo —la sotá. La palabra que la Torá elige (Números 5:12) para describir su alegada deslealtad es "tiste", [una mujer que] "se ha descarriado".
Tiste también puede traducirse como tontería. De ahí el axioma talmúdico "Una persona no peca a menos que sea vencida por un espíritu de tontería".
El pecado es tonto. Todos lo sabemos. Nadie se siente bien después de un pecado (psicóticos aparte), y nadie se siente mal después de haber hecho una mitzvá.
Pero de todos modos pecamos. Entonces nos sentimos culpables, entonces pecamos nuevamente, luego vamos a la sinagoga en Iom Kipur y prometemos mejorarnos. Luego pecamos nuevamente.
No, no estoy escribiendo un libro titulado "10 Ideas Acerca de Cómo no Pecar Nuevamente", ni he descubierto la píldora mágica que mata a la mala inclinación interior. Y si alguien afirma que ha hallado la vacuna contra la tentación, enciérrenlo en un asilo —antes que se proclame dios y construya un culto y explote a un grupo de personas desorientadas.
Hasta que el Mashíaj venga, cuando el mal será erradicado del mundo para bien, continuaremos siendo tentados por el pecado. ¡Hey! Acá tenemos otro motivo para pedir a Di-s que envíe al Mashíaj.
Pero quizás, sólo quizás, si tomamos en cuenta la historia de la mikvá y la próxima vez que estemos por decir "ah" antes del "ay" somos previsores —esa vez podemos evitar el pecar.
Y eso es una gran cosa.
O, como dijeron sucintamente nuestros sabios: "¿Quién es sabio? El que prevé el resultado [de sus acciones]".