Queridos hermanos,
Hace algún tiempo, las fiestas del Inmaculado Corazon de Maria y la del Sagrado Corazon de Jesus en el Calendario Litúrgico estaban juntas... los dias 13 y 14 de junio. Este año, solo encuentro la fiesta del Inmaculado Corazon de Maria el dia 13 de junio.- junto con la fiesta de San Antonio de Padua el mismo dia. Y no aparece por ningún lado la fiesta del Sagrado Corazon de Jesus por ningún lado. Luego me fui al Evangelio 2017 - Con el Papa Francisco, publicado en España por EDIBESA (www.edibesa.com), y allí solo aparece la fiesta del Sagrado Corazon de Jesús para el dia 23 de junio, y no aparece por ningún lado en el mes de junio, la fiesta del Inmaculado Corazon de Maria. Bueno, de todas formas, creo que siempre se celebran las dos fiestas en el mes de junio. Por lo tanto, este año, por algún motivo, se le escapó a alguien. Pero yo tengo el compromiso de propagar entre mis hermanos estas consagraciones a los Sagrados Corazones, y lo puedo hacer en cualquier mes del año. Sin más que tomar como excusa los dejo con el P. Alcañiz:
INTRODUCCIÓN
La devoción al Sagrado Corazón de Jesús
del P. Alcañiz, editada en forma de pequeño folleto en 1951 (20ª Edición) es un
magnífico instrumento para llegar a la intimidad del amor de Jesucristo, que
encontramos en su Sagrado Corazón.
Esta devoción ha sido refrendada en
numerosas ocasiones por el Magisterio de la Iglesia, y por los Papas Pío XII,
Benedicto XV, León XIII y Juan Pablo II, existiendo tres grandes encíclicas
referentes al Sagrado Corazón: Anum Sacrum; Miserentísimus Redemptor y
Haurietis Aquas.
La Consagración del P. Alcañiz está
inspirada en los escritos de tres grandes Apóstoles del Sagrado Corazón: Sta.
Margarita María Alacoque -fundamentalmente-, P. Bernardo de Hoyos y Sor María
del Divino Corazón. Las transcripciones directas de sus escritos aparecen en el
texto entrecomilladas.
El P. Alcañiz nos pone en contacto
directísimo con el Sagrado Corazón utilizando para ello la primera persona, ya
que toda la consagración se basa en revelaciones del Corazón de Jesús a sus
elegidos, y de esta manera nosotros al leer el escrito también nos convertimos
en receptores directos de las inspiraciones que el Amor de Jesús sugirió a sus
predilectos.
Ramón Horn
Consagración
personal
Por
P. Florentino
Alcañiz S.I.
I LA
IMPORTANCIA DE LA CONSAGRACIÓN
TRES CLASES DE ALMAS
Descansa un poquito, alma cristiana,
del tráfago de la vida y escucha las amorosas palabras del Corazón de Jesús, de
ese Dios de amor y misericordia que tanto anhela tu bien.
Dime, hijo mío, ¿eres feliz? ¿Estás
contento? ¿Tu corazón tiene paz? ¿Goza de aquella tranquilidad en lo hondo
parecida a la quietud de la arena que descansa en el fondo de los mares muy
profundos?
Tal vez eres de esas almas desgraciadas
que lloran por encontrarse caídas a cada paso en la culpa, pero que a manera de
palomas que tuviesen las alas apelmazadas de cieno, parece que no pueden acabar
de levantarse. Tal vez eres de esas otras que caminan arrastrando por la senda
pendiente y estrecha de la virtud con la fría languidez de esa tisis del
espíritu que se llama tibieza. Tal vez, en fin, seas de aquellas, ni pecadoras
ni tibias, pero en cuya mirada triste se ve retratado el desaliento: almas que,
o bien a la manera de águilas, con los vuelos recortados, se pasan toda la vida
en lanzarse a los espacios y caer mil veces en tierra desalentadas, o bien, al
modo de caminantes que marchasen por un arenal inmenso, se desaniman y hastían
de andar y andar tantos años y tan poco adelantar. ¡Cuánta compasión me causan
todas estas pobrecitas almas! ¡Y son tantas!
UN GRAN REMEDIO
Sin embargo, oye las consoladoras ideas
que he comunicado Yo a mis confidentes íntimos para que fuesen como acueductos
de plata o como cables eléctricos, por medio de los cuales se trasmitiesen al
mundo las luces y los ardores de mi Corazón amante.
"Los tesoros de bendiciones y de
gracias que este Sagrado Corazón encierra son infinitos; yo no sé que haya
ningún ejercicio de devoción en la vida espiritual, que sea más a propósito
para levantar un alma en poco tiempo a la perfección más alta y para hacerla
gustar de las verdaderas dulzuras que se encuentran en el servicio de
Jesucristo".
"Yo no sé, mi querida madre (Se
dirige a la Madre Superiora), si comprenderá Vd. lo que es la devoción al
Corazón de Ntro. Señor Jesucristo de que le hablo, la cual produce un gran
fruto y cambio en todos aquellos que se consagran a ella y se entregan con
fervor".
"Cuanto a las personas seglares,
ellas hallarán por medio de esta amable devoción todos los socorros necesarios
a su estado; esto es: la paz en sus familias, el alivio en sus trabajos, las
bendiciones del cielo en todas sus empresas, el consuelo en sus miserias; y en
este Sagrado Corazón encontrarán su lugar de refugio durante la vida y
principalmente a la hora de la muerte. ¡Oh qué dulce es morir después de haber
tenido una tierna y constante devoción al Sagrado Corazón de Jesús"
"Sobre todo haga Vd. Porque la abracen las personas religiosas, porque
sacarán de ella tantos auxilios, que no será necesario otro medio para
restablecer el fervor primitivo y la más exacta regularidad en las comunidades
menos observantes, y llevar al colmo de la perfección a las que viven en la más
perfecta observancia".
Un viernes, durante la sagrada
Comunión, dijo Él a su indigna esclava, si mal no recuerdo, estas palabras:
"Yo te prometo, en el exceso de la misericordia de mi Corazón, que su amor
todopoderoso concederá a cuantos comulgaren nueve Primeros Viernes de mes
seguidos la gracia de la penitencia final, o sea que no morirán en desgracia
mía, ni sin recibir los Sacramentos, y que mi Corazón se constituirá en seguro
asilo de ellos en aquel postrer momento".
"Nuestro glorioso protector San
Miguel acompañado de innumerable multitud de espíritus angélicos, me certificó
de nuevo estar él encargado de la causa del Corazón de Jesús, como de uno de
los mayores negocios de la gloria de Dios y utilidad de la Iglesia, que en toda
la sucesión de los siglos se han tratado lo que ha que el mundo es mundo...
Este misterio escondido a los siglos, este sacramento manifiesto nuevamente al
mundo, este designio formado en la mente divina a favor de los hombres y
descubierto ahora a la Iglesia, es uno de los que, por decirlo así, se llevan
las atenciones de un Dios cuidadoso de nuestro bien y de la gloria del
Salvador".
"Parecióme ver
(interiormente) que esta luz, el Corazón de Jesús, este sol adorable derramaba
sus rayos sobre la tierra, primero en un espacio reducido, y que luego se
extendían hasta iluminar el mundo entero. Y me dijo: con el resplandor de esa
luz, los pueblos y las naciones serán iluminados y con su ardor
recaldeados".
Dime ahora, con toda sinceridad, hijo
mío, si después de leer estas ideas ¿no comienzas casi casi a persuadirte de
que la devoción al Corazón de Jesús es algo grande en el mundo? Sí, hijo mío;
si lo dudas, estudia con detención este asunto y te convencerás por ti mismo;
esta convicción personal desearía Yo en todos mis fieles, sobre todo en mis
sacerdotes y en mis religiosos; no creer porque se ha oído, sino conocer porque
se ha visto, de esta manera se forman los convencidos, que son los que hacen
algo en la tierra. ¡Oh, si lograse que tú fueses uno de esos convencidos de mi
Corazón divino!
DOS CLASES DE DEVOCIÓN
Yacen Mis alhajas más preciosas allá en
el fondo del cofre, porque todavía quedan muchos que no han caído enteramente
en la cuenta. Esta devoción divina es un grueso filón de oro que atraviesa todo
el campo de la Iglesia; generalmente se explotan las capas más exteriores que
se hallan a flor de tierra, y por eso todo el mundo las descubre, y con muy
poco trabajo puede aprovecharse de ellas; ¿quién no conoce, p. ej., la Comunión
de los Primeros Viernes de mes y la Consagración de las familias? ¿Quién no
asiste de cuando en cuando a alguna fiesta en mi honor? ¿Quién no tiene su
nombre escrito en la lista de alguna Congregación y cumple con una u otra de
sus prácticas más fáciles? Todos estos son viajeros que, al pasar por el filón,
se detienen un momento, remueven algo la arena, hallan algunas pepitas de oro y
continúan su camino. Mas son pocos, hijo mío, los que se lanzan a ahondar de
lleno en la mina, los que pudieran llamarse mineros de profesión.
II LA
CONSAGRACIÓN
En efecto, la Consagración es la
práctica fundamental de la devoción a mi Corazón divino. Pero ¡cuánta rutina se
observa ya en este punto! Cuántas personas piadosas están haciendo cada día
consagraciones que hallan en los libros píos, y, sin embargo, no son almas
consagradas de verdad; más bien que hacer consagraciones las rezan, son
rezadoras de consagraciones. Oye, hijo mío, en qué consiste la Consagración
completa según Yo mismo enseñé a mis amigos más íntimos, según ellos lo explicaron
en sus diversos escritos, y según lo dejaron confirmado con su ejemplo.
UN PACTO
La Consagración puede reducirse a un
pacto: a aquel que Yo pedí a mi primer apóstol de España, Bernardo de Hoyos, y
antes, en términos equivalentes, a mi sierva Santa Margarita: Cuida tú de mi
honra y de mis cosas; que mi Corazón cuidará de ti y de las tuyas. También
contigo desearía hacer este pacto. Yo, que como señor absoluto podría acercarme
exigiendo sin ningunas condiciones, quiero pactar con mis criaturas. Y tú ¿no
quieres pactar conmigo? No tengas miedo que hayas de salir perdiendo. Yo en los
tratos con mis criaturas, soy tan condescendiente y benigno, que cualquiera
pensaría que me engañan. Además, es un convenio que no te obligará de suyo ni
bajo pecado mortal, ni bajo pecado venial; Yo no quiero compromisos que te
ahoguen; quiero amor, generosidad, paz: no zozobras ni apreturas de conciencia.
Ya ves que el pacto tiene dos partes:
una que me obliga a Mí, y otra que te obliga a ti. A Mí, cuidar de ti y de tus
intereses; a ti, cuidar de Mí y de los míos, ¿Verdad que es un convenio muy
dulce?
PRIMERA PARTE DE LA CONSAGRACIÓN
Principiaremos por la parte mía: Yo
cuidaré de ti y de tus cosas. Para eso es necesario que todas, es a saber:
alma, cuerpo, vida, salud, familia, asuntos, en una palabra: todo, lo remitas
plenamente a la disposición de mi suave providencia y que me dejes hacer. Yo
quiero arreglarlas a mi gusto y tener las manos libres. Por eso deseo que me
des todas las llaves; que me concedas licencia para entrar y salir cuando Yo
quiera; que no andes vigilándome para ver y examinar lo que hago; que no me
pidas cuenta de ningún paso que dé, aunque no veas la razón y aun parezca a
primera vista que va a ceder en tu daño; pues, aunque tengas muchas veces que
ir a ciegas, te consolará el saber que te hallas en buenas manos. Y cuando
ofreces tus cosas, no ha de ser con el fin precisamente de que Yo te las
arregle a tu gusto, porque eso ya es ponerme condiciones y proceder con miras
interesadas sino para que las arregle según me parezca a Mí; para que proceda
en todo como dueño y como rey, con entera libertad aunque prevea alguna vez que
mi determinación te haya de ser dolorosa. Tú no ves sino el presente, Yo veo lo
porvenir; tú miras con microscopio, Yo miro con telescopio de inconmensurable
alcance; y soluciones, que de momento parecerían felicísimas, son a veces
desastrosas para lo que ha de llegar; fuera de que en ocasiones, para probar tu
fe y confianza en Mí y hacerte merecer gloria, permitiré de momento, con
intención deliberada, el trastorno de tus planes.
Mas con esto no quiero que te abandones
a una especie de fatalismo quietista y descuides tus asuntos interiores. Debes
seguir como ley aquel consejo que os dejé en el Evangelio: "Cuando
hubiereis hecho cuanto se os había mandado, decid: siervos inútiles somos".
Debes en cualquier asunto tomar todas las diligencias que puedas, como si el
éxito dependiera de ti sólo, y después decirme con humilde confianza:
"Corazón de Jesús, hice, según mi flaqueza, cuanto buenamente pude; lo
demás ya es cosa tuya, el resultado lo dejo a tu providencia". Y después
de dicho esto procura desechar toda inquietud y quedarte con el reposo de un
lago en una tranquila tarde de otoño.
LO QUE SE DEBE OFRECER
Como dije, debes ofrecerme todo sin
excluir absolutamente nada, pues sólo me excluyen algo las personas que se fían
poco de Mí.
EL ALMA - Ponla en mis manos: tu salvación
eterna, grado de gloria en el cielo, progreso en virtud, defectos, pasiones,
miserias, todo. Hay algunas personas que siempre andan henchidas de temores,
angustias, desalientos por las cosas del espíritu. Si esto es, hijo mío, porque
pecas gravemente, está muy justificado. Es un estado tristísimo el del pecado
mortal, que a todo trance debes abandonar en seguida, ya que te hace enemigo
formal mío. Esfuérzate, acude a Mí con instancia, que Yo te ayudaré mucho, y
sobre todo confiésate con frecuencia, cada semana, si puedes, que este es un
excelente remedio. Caídas graves no es obstáculo para consagrarte a Mí, con tal
que haya sincero deseo de enmienda, la Consagración será un magnífico medio
para salir de este estado.
Hay otra clase de personas que no pecan
mortalmente, y sin embargo, siempre están interiormente de luto, porque creen
que no progresan en la vida espiritual. Esto no me satisface. Debes también
aquí hacer cuanto buenamente puedas según la flaqueza humana, y lo demás
abandonarlo a Mí. El Cielo es un jardín completísimo, y así debe contener toda
variedad de plantas; no todo ha de ser cipreses, azucenas y claveles; también
ha de haber tomillos; ofrécete a ocupar ese lugar. Todas esas amarguras en
personas que no pecan gravemente nacen de que buscan más su gloria que la mía.
La virtud, la perfección tiene dos aspectos: el de ser bien tuyo, y el de ser
bien mío; tu debes procurarla con empeño, mas con paz, por ser bien mío, pues
lo tuyo, en cuanto tuyo, ya quedamos en que debes remitirlo a mi cuidado.
Además, debes tener en cuenta que si te entregas a Mí, la obra de tu perfección
más bien que tú la haré Yo.
EL CUERPO - También Yo quiero encargarme de tu
salud y tu vida, y por eso tienes que ponerlas en mis manos. Yo sé lo que te
conviene, tú no lo sabes. Toma los medios que buenamente se puedan para
conservar o recuperar la salud, y lo demás remítelo a mi cuidado, desechando
aprensiones, imaginaciones, miedos, persuadido de que no de medicinas ni
médicos, sino principalmente de Mí vendrá la enfermedad y el remedio.
FAMILIA - Padres, cónyuges, hijos, hermanos,
parientes. Hay personas que no hallan dificultad en ofrecérseme a sí, pero a
veces se resisten a poner resueltamente en mis manos algún miembro especial de
su familia a quien mucho aman. No parece sino que voy a matar incontinenti todo
cuanto a mi bondad se confíe. ¡Qué concepto tan pobre tienen de Mí! A veces
dicen que en sí no tienen dificultad en sufrir, pero no quisieran ver sufrir a
esa persona; creen que consagrarse a Mí y comenzar a sufrir todos cuantos les
rodean, son cosas inseparables. ¿De dónde habrán sacado esa idea? Lo que sí
hace la Consagración sincera, es suavizar mucho las cruces que todos tenéis que
llevar en este mundo.
BIENES DE FORTUNA - Fincas, negocios, carrera, oficio,
empleo, casa, etc. Yo no exijo que las almas que me aman abandonen estas cosas,
a no ser que las llame al estado religioso. Todo lo contrario; deben de cuidar
de ellas ya que constituyen una parte de las obligaciones de su estado. Lo que
pido es que las pongan en mis manos, que hagan lo que buenamente puedan, a fin
de que tengan feliz éxito; pero el resultado me lo reserven a Mí sin angustias
ni zozobras, ni medio desesperaciones.
BIENES ESPIRITUALES - Ya sabes que todas las acciones
virtuosas que ejecutes en estado de gracia, y los sufragios que después de tu
muerte se ofrezcan por tu descanso, tienen una parte a la cual puedes renunciar
en favor de otras personas ya vivas o ya difuntas. Pues bien, hijo mío, desearía
que de esa parte me hicieras donación plena, a fin de que Yo la distribuya
entre las personas que me pareciere bien. Yo sé, mejor que tú, en quienes
precisa establecer mi reinado, a quienes hace más falta, en donde surtirá mejor
efecto, y así podré repartirla con más provecho que tú. Pero esta donación no
es óbice para que ciertos sufragios que o la obediencia o la caridad o la
piedad piden en algunas ocasiones puedas ofrecerlos tú.
Todo, pues, has de entregármelo con
entera confianza, para que Yo lo administre como me parezca y, aunque no debes
hacerlo con miras interesadas ya verás cómo, a pesar de que en ocasiones
sueltas pondré a prueba tu confianza haciendo que salgan mal, sin embargo, en
conjunto, tus asuntos han de caminar mejor; tanto mejor, cuanto tú le tomes
mayor interés por los míos. Cuanto más pienses tú en Mí, más pensaré Yo en ti;
cuanto más te preocupes de mi gloria, más me preocuparé de la tuya; cuanto más
trabajes por mis asuntos, más trabajaré por los tuyos. Tienes que procurar,
hijo mío, ser más desinteresado. Hay algunas personas que sólo piensan en sí;
su mundo espiritual es un sistema planetario, en el cual ellos ocupan el
centro, y todo lo demás, incluso mis intereses, al menos prácticamente son
especies de planetas que giran en derredor; este egocentrismo interior es mal
sistema astronómico.
SEGUNDA PARTE DE LA CONSAGRACIÓN
Hijo mío, hemos llegado con esto a la
segunda parte de la Consagración: cuida tú de mi honra y de mis cosas. Ésta es
la parte para ti más importante, porque en rigor es la propiamente tuya. La
anterior era la mía: si en ella te pedía aquella entrega de todo era con el fin
de tener las manos libres para cumplir la parte del convenio que me toca; mas
la tuya, en la que debes poner toda la decisión de tu alma, la que ha de formar
el termómetro que marque los grados de tu amor para conmigo, es la presente: el
cuidar de mis santos intereses.
¿Sabes cuales son mis intereses? Yo,
hijo mío, no tengo otros que las almas: éstas son mis intereses y mis joyas y
mi amor; quiero, como decía a mi sierva Margarita, establecer el imperio de mi
amor en todos los corazones. No ha llegado todavía mi reinado; hay cierta
extensión externa en las naciones católicas, pero este reinado hondo, por el
cual el amor para conmigo sea quien no de nombre, sino de hecho mande, gobierne
e impere establemente en el alma, ese reinado ¡qué poco extendido está aún en
los pueblos cristianos! Y no es que el terreno falte; son numerosas las almas
preparadas para ello, y cada día serán más, lo que falta son apóstoles; dame un
corazón tocado con este divino imán, y verás qué prontamente quedan imantados
otros.
MANERAS DE APOSTOLADO
¡Qué fácil es ser mi apóstol! No hay
edad, ni sexo, ni estado, ni condición que puedan decirse ineptos. ¡Son tantos
los modos de trabajar! Míralos:
1º La oración: O sea pedir al cielo mi reino
continuamente: pedirlo a mi Padre, pedírmelo a Mí, a mi Madre, a mis Santos.
Pedirlo en la Iglesia, en casa, en la calle, en medio de tus ocupaciones
diarias. "¡Que reines!, Corazón Divino"; esta ha de ser la
exclamación que en todo el día no se caiga de tus labios; repítela diez,
veinte, cincuenta, cien, doscientas veces por día, hasta que se haga habitual;
busca mañas e industrias para acordarte.
¿Quién no puede ser apóstol? ¡Y qué
buen apostolado éste de oración por instantánea! Dame una muchedumbre de almas
lanzando de continuo estas saetas, y dime si no harán mella en el Cielo; son
moléculas de vapor que se elevan, forman nubes y se deshacen después en lluvia
fecundante sobre el mundo.
2º El sacrificio: Primero pasivo o de aceptación.
¡Cuántas molestias, disgustos, malos ratos, tristezas, sinsabores, pequeños o
grandes, suelen sobreveniros a todos, como sobreviniéronme a Mí, a mi Madre y a
mis Santos! Pues bien, todo eso, llevado en silencio, con paciencia y aún con
alegría, si puedes; todo eso, ofrecido porque reine, ¡qué apostolado tan rico!
Hijo mío, la cruz es lo que más vale, porque es lo que más cuesta. ¡Cuántas
cruces se estropean tristemente entre los hombres! ¡Y son joyas tan preciosas!
En segundo lugar, el sacrificio activo o de mortificación; procura
habituarte al vencimiento frecuente en cosas pequeñas, práctica tan excelente
en la vida espiritual. Vas por la calle y te asalta el deseo de mirar tal
objeto, no lo mires; tendrías gusto en probar tal golosina, no la pruebes; te
han inculpado una cosa que no has hecho, y no se sigue gran perjuicio de
callarte, cállate, y así en casos parecidos, y todo porque Yo reine. Y si tu
generosidad lo pide, puedes pasar a penitencias mayores. Ya ves ¡qué campo de
apostolado se presenta ante tus ojos, y éste sí que es eficaz!
3º Ocupaciones diarias: Algunas
personas dicen que no pueden trabajar por el reinado del Corazón de Jesús por
estar muy ocupadas, como si los deberes de su estado, las obligaciones de su
oficio y sus quehaceres diarios, hechos con cuidado y con esmero no pudieran
convertirse en trabajos apostólicos. Sí, hijo mío, todo depende de la intención
con que se hagan. Una misma madera puede ser trozo de leña que se arroje en una
hornilla, o devotísima imagen que se ponga en un altar. Mientras te ocupas en
eso procura muchas veces levantar a Mí tus ojos y como saborearte en hacerlo
todo bien, para que todas tus obras sean monedas preciosísimas que caigan en el
cepillo que guardo para la obra de mi reinado en el mundo. Debes también
esforzarte, aunque con paz, por ser cada día más santo; porque cuanto más lo
seas, tendrá mayor eficacia lo que hicieres por mi gloria.
4º La propaganda: A veces pudieras prestar tu favor a
alguna empresa de mi Corazón divino; recomendar tal o cual práctica a las
personas que están a tu alrededor, ganarlas si puede ser, a fin de que se
entreguen a Mí como te entregaste tú. Y si tienes dificultad en hablar, una
hoja o un folleto no la tienen; dalo o recomiéndolo; colócalo otras veces en un
sobre y envíalo de misión a cualquier punto del globo. ¡Cuántas almas me han
ganado donde menos se pensaba estos misioneros errabundos!
¡Ya ves si existen maneras de trabajar
por mi reino! Si no luchas, no será por falta de armas, no hay momento en todo
el día en que no puedas manejar alguna de ellas. Debes imitar al girasol o al
heliotropo, que miran sin cesar al astro rey. Es muy fácil ser mi apóstol. Y
¡qué cosa tan hermosa una vida de continuo iluminada por este ideal
esplendoroso! ¡Todas las obras del día selladas con sello de apostolado, y del
apostolado magnífico del amor! ¡Todas las obras del día convertidas en oro de
caridad! A la hora de la muerte, qué dulce será, hijo mío, echar una mirada
hacia atrás y ver cinco, diez, veinte o más años de trescientos sesenta y cinco
días cada uno, pasados todos los días así.
LA REPARACIÓN
¿Quieres amarme de veras? Dos cosas
hace el amor: procurar a quien se ama todo el bien de que carezca, y librarle
del mal que sobre él pesare. Con el apostolado me procuras el bien, me das las
almas; con la reparación me libras del mal, lavas mi divino honor de las
manchas que le infieren los pecados. Sí, hijo mío, puede una injuria borrarse,
dando una satisfacción. Y ¡cuántas podrías tú darle no sólo por tus pecados,
sino por los infinitos que cada día se cometen! Yo no quiero agobiarte con mil
prácticas; las mismas oraciones, sacrificios, acciones de cada día y propaganda
entusiasta que sirven de apostolado, sirven de reparación si con esa intención
se hacen, ¡Que reines, perdónanos nuestras deudas! Porque reines, y por lo que
te ofendemos, han de ser jaculatorias que siempre estén en tus labios. Dos
oficios principales tuve en mi vida terrestre: el de apóstol, que funda el
reino de Dios, y el de sacerdote y víctima que expía los pecados de los
hombres. Quiero que los mismos tengas tú. Con la devoción a mi Corazón divino
pretendo hacer de cada hombre una copia exacta mía, un pequeño redentor. ¡Qué
sublime y qué honroso para ti!
CONCLUSIÓN
Ánimo, pues, ¡lánzate! Si mil personas
lo han hecho y eran de carne y hueso cual tú; escoge un día de fiesta, el
primero que ahora llegue; te vas preparando mientras tanto con lectura reposada
de todas estas ideas; llegado el día escogido, confiesas y comulgas con fervor,
y cuando dentro de tu pecho me tuvieres, es la mejor ocasión de hacer tu
consagración. Para facilitarte el trabajo, y porque es muy necesario que la
consagración sea completa, ya que ha de constituir todo un programa de vida,
tienes abajo un esbozo con todas las ideas necesarias. Pero repito, hijo mío,
que no te asustes; no te obliga nada de eso a pecado ni venial, quiero anchura
de corazón, generosidad y amor; sólo pido que te resuelvas a hacer por
cumplirla lo que puedas buenamente. ¡Quién no pude hacer lo que buenamente
pueda!
Después no te olvides de volverla a
renovar cada día en la Iglesia o en tu casa, porque el hacerla a diario es
punto muy importante, si no la renuevas cada día pronto la abandonarás; si la
renuevas, acabarás por cumplirla. Así lo hagas, hijo mío. Si con decisión
abrazas este santo derrotero, ¡Qué brisa primaveral, qué corriente de sangre
joven y vigorizante advertirás en tu alma!
Y ahora, hijo mío, dos consejos
para terminar: Uno es que procures no olvidarme en el sagrario. Me agrada el
culto a mi imagen, pero más vale mi persona que mi imagen. La Eucaristía es mi
Sacramento porque es el del amor. Yo quisiera que me recibieses con alguna más
frecuencia, y quisiera también verte alguna vez entre día; ¡no sabes lo que
agradezco estas visitas de amigo!; ¡estoy frecuentemente tan solo! El otro
consejo es que procures, si es posible, sacar un ratito al día para leer y
meditar cosas de mi corazón; de este modo poco a poco irás abriendo la ostra en
que se guarda la perla de esta devoción divina.
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