PENTECOSTÉS-SHAVUOT:
EL CIELO ESTÁ ABIERTO
El día en que el Cielo está abierto
En nuestro último post, hablamos sobre la festividad bíblica de
Shavuot, Fiesta de las Semanas (llamada también Chag HaKatzir,
Fiesta de la Cosecha). Hablamos sobre el significado bíblico de Shavuot
y también sobre el significado de esta festividad en la tradición
judía. Es en este contexto que los acontecimientos de los dos primeros
capítulos del libro de Hechos deben ser vistos.
En Hechos 1:4 Jesús ordenó a sus
discípulos “que no se fueran de Jerusalén”. Entenderemos mejor esta
orden si recordamos que Shavuot es una de las tres festividades
bíblicas de peregrinación, cuando se suponía que todos los judíos
piadosos estaban en Jerusalén. Además, si recordamos el significado de
esta festividad en la tradición judía, entenderemos que no había una
cierta coincidencia para que el Cielo fuese abierto y el Espíritu
descendiese sobre los discípulos en ese día. Algo igualmente
significante y profundo sucedió en el pasado en Shavuot: el evento más
importante de la historia judía, la entrega de la Torá en el Monte
Sinaí también sucedió en Shavuot. En la tradición judía, Shavuot es la
festividad de la entrega de la Torá –Chag Matan Torah–.
Ahora podemos ver estos hermosos y
profundos paralelismos entre Dios dando Su Palabra y dando Su Espíritu.
En ambas ocasiones, Shavuot viene a ser el día cuando el Cielo es
abierto y el mismo Dios llama a Su pueblo. Un “estruendo como de un
viento recio que soplaba” en Hechos 2 es como un eco de los relámpagos
en Éxodo 20:18, y el fuego de Hechos es paralelo al fuego de Éxodo. En
el Midrash Shmot Rabba, tenemos este comentario de Éxodo 20:
“una voz se expandió en siete y fue dividida en setenta lenguas”. [1]
Hillary Le Cornu y Joseph Shulam citan una frase aún más sorprendente:
“La voz salió y se dividió en siete voces y de las siete voces salieron
setenta lenguas, para que todas las naciones lo oyesen. Y cada
nación lo escuchó en su propia lengua y fue sorprendente”.[2]
No cabe duda de que Lucas conscientemente construye este paralelismo y
describe los eventos de Hechos 2 “en términos de un segundo Sinaí”.[3]
Por eso la orden de Jesús a los apóstoles de que esperasen en Jerusalén
podría ser entendida como una sugerencia, como que Su Palabra fue dada
en Shavuot, Su Espíritu sería dado también en Shavuot.
Oculto y revelado
Mis lectores que siguieron mis series
del Mesías Oculto[4]
quizá recordarán que aquí, por primera vez, el estatus mesiánico de
Jesús fue públicamente proclamado. El contraste con Su ocultación en
los Evangelios es radical. Ninguna palabra puede describir mejor este
brusco cambio de atmósfera desde el Evangelio hasta Hechos, que el
versículo del mismo Lucas: lo que habéis hablado al oído en los
aposentos, se proclamará en las azoteas.[5] Como opuesto a oculto/escondido, el
secreto revelado apenas “al oído” de la identidad
mesiánica de Jesús en el Evangelio, por primera vez escuchamos aquí una
proclamación abierta de su Mesianismo en Hechos 2. En este primer
discurso público, Pedro proclama en voz alta (casi literalmente ‘en
las azoteas’), que Jesús de Nazaret es el Mesías: “Sepa,
pues, ciertísimamente toda la casa de Israel, que a este Jesús a quien
vosotros crucificasteis, Dios le ha hecho Señor y Cristo”.[6] El secreto, el conocimiento
esotérico del Evangelio, de repente viene a ser un mensaje ampliamente
difundido en Hechos; el mesianismo secreto de Jesús es revelado –y esto
sucede en Shavuot–.
Realmente podemos ver aquí varios
tópicos ocultos y revelados conectados a Shavuot. Piensen simplemente
en esto: cada judío sabía que la Torá fue dada en Shavuot, ya que había
sido revelado en la tradición judía. Sin embargo, por alguna razón está
completamente oculto para los cristianos. Por otra parte, cada
cristiano sabe que el derramamiento del Espíritu sucedió en Pentecostés,
aunque no todo cristiano es consciente de que Pentecostés es Shavuot.
Es revelado en el Nuevo Testamento, pero está completamente oculto
para los judíos. Desde luego, solo la revelación completa nos puede
dar una visión total del Plan de Dios –y aquí vemos cuánto se necesitan
el uno al otro–. Por eso utilizaré este momento para contarles la
parábola que siempre explico cuando enseño judaísmo y cristianismo.
La parábola de Las Cucharas Largas[7]
existe en muchas culturas y en distintas versiones. Se habla de un
hombre que le pidió a Dios que le mostrase el Cielo y el Infierno. Dios
le mostró dos salas. En la primera había una mesa larga preparada.
Estaba llena de platos deliciosos, pero la gente sentada a la mesa parecía
miserable: sus cucharas tenían un mango muy largo, más que sus brazos y
no podían comer con aquellas cucharas porque no podían acercarse la
cuchara a la boca. Estaban sentados a la mesa pero se morían de hambre
–y eso era el Infierno–.
La segunda sala era exactamente igual.
Había también una gran mesa con platos deliciosos, y la gente sentada a
la mesa tenía las mismas cucharas de mango largo. Solo que esas
personas estaban bien alimentadas y felices porque con las mismas
cucharas largas se alimentaban unos a otros –eso era el Cielo–.
Esta parábola nos enseña que cuidarnos
unos a otros es la mejor forma de cuidarnos a nosotros mismos. La gente
puede perecer o prosperar, dependiendo de como se tratan los unos a los
otros –y mientras que esto sin duda es cierto para cada uno de
nosotros–, también es verdad respecto a los judíos y a los cristianos,
judaísmo y cristianismo.
Algo más sobre el libro de Rut
Acabamos de saber que el Libro de Rut se
lee en Shavuot. ¿Por qué? Hay varias explicaciones: primero, la historia
tiene lugar en el tiempo de la cosecha y Shavuot es el Festival de la
Cosecha; segundo, Rut y Noemí llegaron a Belén alrededor del tiempo de
Shavuot; tercero, existe la leyenda de que el Rey David murió en
Shavuot, y Rut fue la bisabuela de David. “Adicionalmente”, David Stern
escribe “ya que explica la unión de Rut, la mujer moabita, a la familia
de Dios, da un remez (indicio, pista) sobre el aspecto futuro
del trabajo de Dios en la Tierra, la unión de los gentiles al pueblo de
Dios, los judíos, mediante Jesús el Mesías”.[8]
Y aquí, me gustaría añadir un punto de
vista hebreo: Todos conocemos las famosas frases de Rut: “a
dondequiera que tú fueres, iré yo, y dondequiera que vivieres, viviré.
Tu pueblo será mi pueblo, y tu Dios mi Dios”.[9] Ella dice estas palabras en el primer
capítulo del libro, cuando decide seguir junto a Noemí – mientras que
la segunda nuera, Orfa, se devuelve– . La palabra hebrea que quiero
mostrar aquí, creo que explica la diferencia entre estas dos mujeres
–entre la que siguió y la que no–.
En inglés, Rut 1:18 leemos: “Y viendo
Noemí que estaba tan resuelta a ir con ella, no dijo más”.[10] Este “estaba tan resuelta” (algunas veces
traducido como “determinada”) traduce una palabra hebrea
מִתְאַמֶּ֥צֶת , –hacer un esfuerzo–. En las Escrituras hebreas,
lo mismo que en algunas versiones inglesas, es la misma palabra que le
escuchamos a Jesús en Lucas 13:24: “Esforzaos
a entrar por la puerta angosta”. Para unirse al pueblo de Dios,
para andar por el camino de Dios se requiere un esfuerzo a consciencia,
y Rut hizo ese esfuerzo mientras que Orfa, con toda la buena intención
que ella tenía, no hizo el esfuerzo. Esta es la razón de por qué leemos
el libro de Rut –y no el libro de Orfa– en Shavuot.
Si los artículos de este blog despiertan
las ganas de descubrir los tesoros ocultos de la Biblia hebrea, estaré
muy feliz en proveer mayor información (y también un descuento de
maestro) respecto a nuestros sorprendentes cursos.
[2] Hillary Le Cornu, Joseph Shulam, The Jewish Roots of Acts, Netivyah
Bible Instructions Ministry, 2003, p. 60
[4] Todavía estoy trabajando en el libro sobre El Mesías Oculto
[7] Autor desconocido, pero a menudo se atribuye al rabino
Haim de Romshishok
[8] David H. Stern, Jewish New Testament Commentary, Jewish
New Testament Publications, 1995 – p.220
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