ECCLESIAM SUAM (TERCERA PARTE)-17-07-12
Queridos hermanos,
Hago entrega de la 3ª Parte de la encíclica de Sumo Pontífice Pablo VI: [Las Notas son parte de los textos correspondientes a la Apologética…] – Los dejo con la última parte (cortita) de la encíclica:
EL
"MANDATO" DE LA IGLESIA
EN EL MUNDO CONTEMPORÁNEO
EN EL MUNDO CONTEMPORÁNEO
[SIGUE]
AUSPICIOS Y ESPERANZAS
42. Con gozo y alegría, Venerables Hermanos, hemos de hacer notar que
este tan variado como muy extenso sector de los Cristianos separados está todo
él penetrado por fermentos espirituales que parecen preanunciar un futuro y
consolador desarrollo para la causa de su reunificación en la única Iglesia de
Cristo.
Queremos implorar el soplo del Espíritu Santo sobre el "movimiento
ecuménico". Deseamos repetir nuestra conmoción y nuestro gozo por el
encuentro —lleno de caridad no menos que de nueva esperanza— que tuvimos en
Jerusalén con el Patriarca Atenágoras; queremos saludar con respeto y con
reconocimiento la intervención de tantos representantes de las Iglesias
separadas en el Concilio Ecuménico Vaticano II; queremos asegurar una vez más
con cuánta atención y sagrado interés observamos los fenómenos espirituales
caracterizados por el problema de la unidad, que mueven a personas, grupos y
comunidades con una viva y noble religiosidad. Con amor y con reverencia
saludamos a todos estos cristianos, esperando que, cada vez mejor, podamos
promover con ellos, en el diálogo de la sinceridad y del amor, la causa de
Cristo y de la unidad que El quiso para su Iglesia.
DIÁLOGO INTERIOR EN LA IGLESIA
43. Y, finalmente, nuestro diálogo se ofrece a los hijos de la Casa de
Dios, la Iglesia una, santa, católica y apostólica, de la que ésta, la romana
es "mater et caput". ¡Cómo quisiéramos gozar de este familiar diálogo
en plenitud de la fe, de la caridad y de las obras! ¡Cuán intenso y familiar lo
desearíamos, sensible a todas las verdades, a todas las virtudes, a todas las
realidades de nuestro patrimonio doctrinal y espiritual! ¡Cuán sincero y
emocionado, en su genuína espiritualidad, cuán dispuesto a recoger las
múltiples voces del mundo contemporáneo! ¡Cuán capaz de hacer a los católicos
hombres verdaderamente buenos, hombres sensatos, hombres libres, hombres
serenos y valientes!.
CARIDAD, OBEDIENCIA
44. Este deseo de moldear las relaciones interiores de la Iglesia en el
espíritu propio de un diálogo entre miembros de una comunidad, cuyo principio
constitutivo es la caridad, no suprime el ejercicio de la función propia de la
autoridad por un lado, de la sumisión por el otro; es una exigencia tanto del
orden conveniente a toda sociedad bien organizada como, sobre todo, de la
constitución jerárquica de la Iglesia. La autoridad de la Iglesia es una
institución del mismo Cristo; más aún: le representa a El, es el vehículo
autorizado de su palabra, es un reflejo de su caridad pastoral; de tal modo que
la obediencia arranca de motivos de fe, se convierte en escuela de humildad
evangélica, hace participar al obediente de la sabiduría, de la unidad, de la
edificación y de la caridad, que sostienen al cuerpo eclesial, y confiere a
quien la impone y a quien se ajusta a ella el mérito de la imitación de Cristo
que se hizo obediente hasta la muerte(66).
Así, por obediencia enderezada hacia el diálogo, entendemos el ejercicio
de la autoridad, todo él impregnado de la conciencia de ser servicio y
ministerio de verdad y de caridad; y entendemos también la observancia de las
normas canónicas y la reverencia al gobierno del legítimo superior, con
prontitud y serenidad, cual conviene a hijos libres y amorosos. El espíritu de
independencia, de crítica, de rebelión, no va de acuerdo con la caridad
animadora de la solidaridad, de la concordia, de la paz en la Iglesia, y
transforma fácilmente el diálogo en discusión, en altercado, en disidencia:
desagradable fenómeno —aunque por desgracia siempre puede producirse— contra el
cual la voz del apóstol Pablo nos amonesta: Que no haya entre vosotros
divisiones(67).
FERVOR EN SENTIMIENTOS Y EN OBRAS
45. Estemos, pues, ardientemente deseosos de que el diálogo interior, en
el seno de la comunidad eclesiástica, se enriquezca en fervor, en temas, en
número de interlocutores, de suerte que se acreciente así la vitalidad y la
santificación del Cuerpo Místico terrenal de Cristo. Todo lo que pone en
circulación las enseñanzas de que la Iglesia es depositaria y dispensadora es
bien visto por Nos; ya hemos mencionado antes la vida litúrgica e interior y
hemos aludido a la predicación. Podemos todavía añadir la enseñanza, la prensa,
el apostolado social, las misiones, el ejercicio de la caridad; temas éstos que
también el Concilio nos hará considerar. Que todos cuantos ordenadamente
participan, bajo la dirección de la competente autoridad, en el diálogo vitalizante
de la Iglesia, se sientan animados y bendecidos por Nos; y de modo especial los
sacerdotes, los religiosos, los amadísimos seglares que por Cristo militan en
la Acción Católica y en tantas otras formas de asociación y de actividad.
HOY, MÁS QUE NUNCA, VIVE LA IGLESIA
46. Alegres y confortados nos sentimos al observar cómo ese diálogo
tanto en lo interior de la Iglesia como hacia lo exterior que la rodea ya está
en movimiento: ¡La Iglesia vive hoy más que nunca! Pero considerándolo bien,
parece como si todo estuviera aún por empezar; comienza hoy el trabajo y no
acaba nunca. Esta es la ley de nuestro peregrinar por la tierra y por el
tiempo. Este es el deber habitual, Venerables Hermanos, de nuestro ministerio,
al que hoy todo impulsa para que se haga nuevo, vigilante e intenso.
Cuanto a Nos, mientras os damos estas advertencias, nos place confiar en
vuestra colaboración, al mismo tiempo que os ofrecemos la nuestra: esta
comunión de intenciones y de obras la pedimos y la ofrecemos cuando apenas hemos
subido con el nombre, y Dios quiera también que con algo del espíritu del
Apóstol de las Gentes, a la cátedra del apóstol Pedro; y celebrando así la
unidad de Cristo entre nosotros, os enviamos con esta nuestra primera Carta, in
nomine Domini, nuestra fraterna y paterna Bendición Apostólica, que muy
complacido extendemos a toda la Iglesia y a toda la humanidad.
Dado en Roma, junto a San Pedro, en la fiesta de la Transfiguración de
Nuestro Señor Jesucristo, 6 de agosto del año 1964, segundo de nuestro Pontificado.
PABLO PP VI
NOTAS
(1) Io.
7, 16.
(2) Cf. Eph.
3, 9-10.
(3) Cf. Act.
20, 28.
(4) Cf. Eph.
5, 27.
(5) Hebr.
1, 1.
(6) Cf. Mat.
26, 41.
(7) Cf. Luc.
17, 21.
(8) Cf. Mat.
26, 75; Luc. 24. 8; Io. 14, 26 et 16, 4.
(9) Phil.
1, 9.
(10) Io.
9, 38.
(11) Ibid.
11, 27.
(12) Mat. 16, 16.
(13) Eph. 3, 17.
(14) Io. 14, 26.
(15) AL 16 (1896) 157-208.
(16) A. A. S. 35 (1943)
193-248.
(17) Ibid.
193.
(18) Ibid.
238.
(19) Cf. Io.
15, 1 ss.
(20) Gal.
3, 28.
(21) Eph.
4, 15-16.
(22) Col.
3, 11.
(23) In
Io. tr. 21, 8 PL 35, 1568.
(24) Eph.
3, 17.
(25) Cf. 1 Pet.
2, 9.
(26) Cf. Gal.
4, 19; 1 Cor. 4, 15.
(27) Mat.
16, 18.
(28) Rom.
8, 16.
(29) Cf. Eph.
5, 20.
(30) Cf. 1 Tim.
6, 20.
(31) Cf. Hebr.
7, 25.
(32) Io.
17, 15.
(33) Cf. 1 Thes.
5, 21.
(34) Cf. Mat.
7, 13.
(35) Apoc.
2, 2.
(36) Phil.
2, 5.
(37) 1 Cor.
13, 7.
(38) Rom.
12, 2.
(39) Ibid.
6, 3-4.
(40) 2 Cor.
6, 14-15.
(41) Io.
17, 15-16.
(42) 1 Tim.
6, 20.
(43) Mat.
28, 19.
(44) Ibid.
13, 52.
(45) Io.
3, 17.
(46) Cf. Bar.
3, 38.
(47) 1 Io. 4, 19.
(48) Io. 3, 16.
(49) Luc. 5, 31.
(50) Cf. Mat. 11, 21.
(51) Cf. ibid.
12, 38 ss.
(52) Cf. ibid.
13, 13 ss.
(53) Cf. Col.
3, 11.
(54) Cf. Mat.
13, 31.
(55) Cf. Eph.
5, 16.
(56) Mat.
11, 29.
(57) Mat.
7, 6.
(58) 1 Cor.
9, 22.
(59) Cf. Io.
13, 14-17.
(60) Cf. Ier. 1, 6.
(61) Cf. Rom.
10, 17.
(62) Cf. Ps.
18, 5; Rom. 10, 18.
(63) Marc. 1, 3.
(64) Cf. A. A. S. 55 (1963)
300.
(65) Cf. Dial. contra Luciferianos
9 PL 23, 173.
(66) Phil. 2, 8.
(67) 1 Cor. 1, 10.
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