Wednesday, July 12, 2017


ECCLESIAM SUAM (TERCERA PARTE)-17-07-12

Queridos hermanos,

Hago entrega de la 3ª Parte de la encíclica de Sumo Pontífice Pablo VI: [Las Notas son parte de los textos correspondientes a la Apologética…] – Los dejo con la última parte (cortita) de la encíclica:

EL "MANDATO" DE LA IGLESIA
EN EL MUNDO CONTEMPORÁNEO




[SIGUE]

AUSPICIOS Y ESPERANZAS

42. Con gozo y alegría, Venerables Hermanos, hemos de hacer notar que este tan variado como muy extenso sector de los Cristianos separados está todo él penetrado por fermentos espirituales que parecen preanunciar un futuro y consolador desarrollo para la causa de su reunificación en la única Iglesia de Cristo.

Queremos implorar el soplo del Espíritu Santo sobre el "movimiento ecuménico". Deseamos repetir nuestra conmoción y nuestro gozo por el encuentro —lleno de caridad no menos que de nueva esperanza— que tuvimos en Jerusalén con el Patriarca Atenágoras; queremos saludar con respeto y con reconocimiento la intervención de tantos representantes de las Iglesias separadas en el Concilio Ecuménico Vaticano II; queremos asegurar una vez más con cuánta atención y sagrado interés observamos los fenómenos espirituales caracterizados por el problema de la unidad, que mueven a personas, grupos y comunidades con una viva y noble religiosidad. Con amor y con reverencia saludamos a todos estos cristianos, esperando que, cada vez mejor, podamos promover con ellos, en el diálogo de la sinceridad y del amor, la causa de Cristo y de la unidad que El quiso para su Iglesia.

DIÁLOGO INTERIOR EN LA IGLESIA

43. Y, finalmente, nuestro diálogo se ofrece a los hijos de la Casa de Dios, la Iglesia una, santa, católica y apostólica, de la que ésta, la romana es "mater et caput". ¡Cómo quisiéramos gozar de este familiar diálogo en plenitud de la fe, de la caridad y de las obras! ¡Cuán intenso y familiar lo desearíamos, sensible a todas las verdades, a todas las virtudes, a todas las realidades de nuestro patrimonio doctrinal y espiritual! ¡Cuán sincero y emocionado, en su genuína espiritualidad, cuán dispuesto a recoger las múltiples voces del mundo contemporáneo! ¡Cuán capaz de hacer a los católicos hombres verdaderamente buenos, hombres sensatos, hombres libres, hombres serenos y valientes!.

CARIDAD, OBEDIENCIA

44. Este deseo de moldear las relaciones interiores de la Iglesia en el espíritu propio de un diálogo entre miembros de una comunidad, cuyo principio constitutivo es la caridad, no suprime el ejercicio de la función propia de la autoridad por un lado, de la sumisión por el otro; es una exigencia tanto del orden conveniente a toda sociedad bien organizada como, sobre todo, de la constitución jerárquica de la Iglesia. La autoridad de la Iglesia es una institución del mismo Cristo; más aún: le representa a El, es el vehículo autorizado de su palabra, es un reflejo de su caridad pastoral; de tal modo que la obediencia arranca de motivos de fe, se convierte en escuela de humildad evangélica, hace participar al obediente de la sabiduría, de la unidad, de la edificación y de la caridad, que sostienen al cuerpo eclesial, y confiere a quien la impone y a quien se ajusta a ella el mérito de la imitación de Cristo que se hizo obediente hasta la muerte(66).

Así, por obediencia enderezada hacia el diálogo, entendemos el ejercicio de la autoridad, todo él impregnado de la conciencia de ser servicio y ministerio de verdad y de caridad; y entendemos también la observancia de las normas canónicas y la reverencia al gobierno del legítimo superior, con prontitud y serenidad, cual conviene a hijos libres y amorosos. El espíritu de independencia, de crítica, de rebelión, no va de acuerdo con la caridad animadora de la solidaridad, de la concordia, de la paz en la Iglesia, y transforma fácilmente el diálogo en discusión, en altercado, en disidencia: desagradable fenómeno —aunque por desgracia siempre puede producirse— contra el cual la voz del apóstol Pablo nos amonesta: Que no haya entre vosotros divisiones(67).

FERVOR EN SENTIMIENTOS Y EN OBRAS

45. Estemos, pues, ardientemente deseosos de que el diálogo interior, en el seno de la comunidad eclesiástica, se enriquezca en fervor, en temas, en número de interlocutores, de suerte que se acreciente así la vitalidad y la santificación del Cuerpo Místico terrenal de Cristo. Todo lo que pone en circulación las enseñanzas de que la Iglesia es depositaria y dispensadora es bien visto por Nos; ya hemos mencionado antes la vida litúrgica e interior y hemos aludido a la predicación. Podemos todavía añadir la enseñanza, la prensa, el apostolado social, las misiones, el ejercicio de la caridad; temas éstos que también el Concilio nos hará considerar. Que todos cuantos ordenadamente participan, bajo la dirección de la competente autoridad, en el diálogo vitalizante de la Iglesia, se sientan animados y bendecidos por Nos; y de modo especial los sacerdotes, los religiosos, los amadísimos seglares que por Cristo militan en la Acción Católica y en tantas otras formas de asociación y de actividad.

HOY, MÁS QUE NUNCA, VIVE LA IGLESIA

46. Alegres y confortados nos sentimos al observar cómo ese diálogo tanto en lo interior de la Iglesia como hacia lo exterior que la rodea ya está en movimiento: ¡La Iglesia vive hoy más que nunca! Pero considerándolo bien, parece como si todo estuviera aún por empezar; comienza hoy el trabajo y no acaba nunca. Esta es la ley de nuestro peregrinar por la tierra y por el tiempo. Este es el deber habitual, Venerables Hermanos, de nuestro ministerio, al que hoy todo impulsa para que se haga nuevo, vigilante e intenso.

Cuanto a Nos, mientras os damos estas advertencias, nos place confiar en vuestra colaboración, al mismo tiempo que os ofrecemos la nuestra: esta comunión de intenciones y de obras la pedimos y la ofrecemos cuando apenas hemos subido con el nombre, y Dios quiera también que con algo del espíritu del Apóstol de las Gentes, a la cátedra del apóstol Pedro; y celebrando así la unidad de Cristo entre nosotros, os enviamos con esta nuestra primera Carta, in nomine Domini, nuestra fraterna y paterna Bendición Apostólica, que muy complacido extendemos a toda la Iglesia y a toda la humanidad.

Dado en Roma, junto a San Pedro, en la fiesta de la Transfiguración de Nuestro Señor Jesucristo, 6 de agosto del año 1964, segundo de nuestro Pontificado.

PABLO PP VI





NOTAS

(1) Io. 7, 16.

(2) Cf. Eph. 3, 9-10.

(3) Cf. Act. 20, 28.

(4) Cf. Eph. 5, 27.

(5) Hebr. 1, 1.

(6) Cf. Mat. 26, 41.

(7) Cf. Luc. 17, 21.

(8) Cf. Mat. 26, 75; Luc. 24. 8; Io. 14, 26 et 16, 4.

(9) Phil. 1, 9.

(10) Io. 9, 38.

(11) Ibid. 11, 27.

(12) Mat. 16, 16.

(13) Eph. 3, 17.

(14) Io. 14, 26.

(15) AL 16 (1896) 157-208.

(16) A. A. S. 35 (1943) 193-248.

(17) Ibid. 193.

(18) Ibid. 238.

(19) Cf. Io. 15, 1 ss.

(20) Gal. 3, 28.

(21) Eph. 4, 15-16.

(22) Col. 3, 11.

(23) In Io. tr. 21, 8 PL 35, 1568.

(24) Eph. 3, 17.

(25) Cf. 1 Pet. 2, 9.

(26) Cf. Gal. 4, 19; 1 Cor. 4, 15.

(27) Mat. 16, 18.

(28) Rom. 8, 16.

(29) Cf. Eph. 5, 20.

(30) Cf. 1 Tim. 6, 20.

(31) Cf. Hebr. 7, 25.

(32) Io. 17, 15.

(33) Cf. 1 Thes. 5, 21.

(34) Cf. Mat. 7, 13.

(35) Apoc. 2, 2.

(36) Phil. 2, 5.

(37) 1 Cor. 13, 7.

(38) Rom. 12, 2.

(39) Ibid. 6, 3-4.

(40) 2 Cor. 6, 14-15.

(41) Io. 17, 15-16.

(42) 1 Tim. 6, 20.

(43) Mat. 28, 19.

(44) Ibid. 13, 52.

(45) Io. 3, 17.

(46) Cf. Bar. 3, 38.

(47) 1 Io. 4, 19.

(48) Io. 3, 16.

(49) Luc. 5, 31.

(50) Cf. Mat. 11, 21.

(51) Cf. ibid. 12, 38 ss.

(52) Cf. ibid. 13, 13 ss.

(53) Cf. Col. 3, 11.

(54) Cf. Mat. 13, 31.

(55) Cf. Eph. 5, 16.

(56) Mat. 11, 29.

(57) Mat. 7, 6.

(58) 1 Cor. 9, 22.

(59) Cf. Io. 13, 14-17.

(60) Cf. Ier. 1, 6.

(61) Cf. Rom. 10, 17.

(62) Cf. Ps. 18, 5; Rom. 10, 18.

(63) Marc. 1, 3.

(64) Cf. A. A. S. 55 (1963) 300.

(65) Cf. Dial. contra Luciferianos 9 PL 23, 173.

(66) Phil. 2, 8.

(67) 1 Cor. 1, 10.





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