Mis queridos hermanos,
Nuevamente es de sumo agrado para mi compartir con
ustedes otro artículo de la escritora Julia Blum. Me refiero al artículo
titulado: “El Mesías y el Hijo del Hombre: Las Respuestas.” – No quiero
redundar nuevamente en los méritos de la autora y profesora Blum; pero, aun así,
nuevamente les invito a releer algunos de sus artículos en su blog, algunos de
los cuales les he compartido. Ella lleva una secuencia relativa a los temas que
va cubriendo en su blog: <http://jewishstudies.eteacherbiblical.com/es/category/blog-es/> . Yo les confieso que algunas veces no he tenido la
oportunidad de compartir con ustedes siguiendo esa orden establecida por la
autora. De todas formas, les transcribo el presente artículo completo:
EL MESÍAS Y EL HIJO DEL
HOMBRE: LAS RESPUESTAS
Dos
expectativas
Mis
queridos lectores, aprecio de verdad su paciencia. Para algunos de ustedes, mi
último post puede haber parecido algo seco, pero sin esta evidencia, no
podríamos comprender completamente la historia de Israel y de Jesús. En nuestro
último artículo, vimos que los apocalipsis se volvieron en los mensajeros
principales de las ideas escatológicas y de los conceptos mesiánicos en el
periodo del Segundo Templo y llegaron a ser el centro de todo el proceso de
repensar y reinterpretar la Biblia durante ese período. Ahora que sabemos esto,
en la cabeza de la mentalidad apocalíptica, se encuentra el libro (Apocalipsis)
de Daniel, con la famosa visión de “semejante al Hijo del Hombre” el cual
viene en las nubes del Cielo. El Apocalipsis de Daniel permitió un nuevo
paradigma para las expectativas mesiánicas, muy diferente de las de David. En
este nuevo paradigma, vemos claramente una figura, un salvador celestial —el
Hijo del hombre—.
El libro
de Daniel es uno de los primeros apocalipsis que se escribieron y también uno
de los más influyentes. Tal como escribió Leo Back, un teólogo y
académico judío: “Siempre que en los últimos escritos se menciona ‘aquel hijo
del hombre’, ‘este hijo del hombre’ o ‘el hijo del hombre’, es una referencia
de Daniel”.[1]
Y desde luego, en nuestro último artículo vimos distintas variedades y
reinterpretaciones del ‘Hijo del Hombre’ de Daniel en otros apocalipsis judíos.
Los últimos escritos apocalípticos hicieron uso creativo de Daniel 7 y
desarrollaron su nueva expresión de fe y esperanza para los justos. En algunos
escritos, los conceptos de Hijo del Hombre y Mesías se distinguen claramente,
mientras que en otros aparecen juntos —aunque en ningún lugar están
completamente fusionados—. Estas ideas no son únicamente diferentes en su
origen, también representan, en su desarrollo, dos hilos separados de
expectativas escatológicas e indican dos énfasis distintos de esperanza
‘mesiánica’: un salvador que es terrenal, nacional y político y un salvador que
es predominantemente trascendental, eterno y universal. Estos dos complejos
diferentes de ideas están reflejados en dos nombres distintos: ‘Mesías’ e ‘Hijo
del Hombre’.
Así pues,
el Hijo del Hombre apocalíptico articula la visión del mundo en un grupo
particular de judíos del Siglo I E.C: Él es la figura trascendental, el
homólogo celestial de los justos de la tierra. Mientras que ellos son oprimidos
y humillados, él es entronizado y exaltado, pero cuando se manifiesta en el
juicio escatológico, entonces ellos también serán exaltados.
Un
salvador trascendental en Qumran
Antes de
formular nuestra pregunta principal —¿Por qué Jesús se llamó a sí mismo Hijo del
Hombre?— me gustaría regresar por un momento a los sectarios del Qumran y
mostrar que ellos también pensaron en su líder como el salvador trascendental.
Es cierto que ellos no usaron el término ‘Hijo del Hombre‘, pero uno de los
documentos más antiguos y también más asombrosos y polémicos descubiertos en
Qumran, el fragmento llamado 11QMelchizedek, relata varios temas de escatología
bíblica sobre la figura bíblica de Melquisedec, y la característica más
sorprendente de Melquisedec aquí, es que él no es un ser humano común y mortal.
Es descrito como una figura celestial exaltada, y su trascendente
característica es obvia; más aún, algunos pasajes bíblicos, cuyo sujeto
original es Dios, se relacionan aquí con Melquisedec.
Todo el
texto de 11QMelchizedek, presenta un escenario escatológico de un juicio
futuro. Los temas escatológicos aquí incluyen: la liberación de Israel de la
esclavitud; el regreso de Israel a la tierra; una expiación final para los
pecados de Israel; el juicio de sus invasores; una proclamación de paz para
Israel; y la inauguración del reino de Dios. Aquí a Melquisedec se le da un
papel central en la salvación escatológica de los justos y el juicio de los
perversos. Al completar el noveno jubileo, en la primera semana del décimo
jubileo, en el Día de la Expiación, esta expiación sería hecha para “todos los
hijos de la luz y para todos los hombres de Melquisedec”.[2]
En ese momento, Melquisedec ejecutará también el juicio contra Belial y contra los
espíritus de su propiedad. Melquisedec es presentado aquí como el instrumento
del juicio escatológico de Dios y como el Salvador escatológico de los justos.
Como instrumento de Dios, él juzgará en el Día de la Expiación, en el momento
del juicio final de Dios, cuando Belial y los espíritus que van con él serán
derrotados.
“Melquisedec
realizará una venganza de los juicios de Dios [en este día y serán]
liberados [de la mano de] Belial y de las manos de todos los espíritus [de su
propiedad]”.[3]
Entonces
la figura Qumránica de Melquisedec es una imagen sobrehumana, trascendente, que
se revela y se manifiesta en el Día del Juicio. En ese sentido, encontramos
aquí el mismo patrón de “Salvador Transcendente”, como el que vimos en 1 de
Enoc. 11QMelchizedek probablemente data de finales de la segunda mitad del
siglo II A.C, y por lo tanto, este texto, así como algunos otros textos del
Qumran, son definitivamente relevantes para nuestra búsqueda.
La
pregunta principal
Cuando
los creyentes cristianos son vistos en el Antiguo Testamento a través de las
narrativas de los Evangelios, ellos ven muchas profecías mesiánicas cumplidas
en Jesús. Sin embargo, tal como Alfred Edersheim escribió: “Es la
combinación de las letras lo que constituye las palabras, y las mismas letras
pueden ser combinadas en diferentes palabras”.[4]
El judaísmo y el cristianismo podrían leer las mismas profecías, pero podrían
ser compuestas con diferentes palabras para ellos.
Ahora
podemos encarar nuestra pregunta principal: ¿Por qué Jesús se llamó a sí mismo
Hijo del Hombre y no Mesías? Mi respuesta es muy simple: Él se llamó Hijo
del Hombre precisamente porque vino como Hijo del Hombre. Él no vino
para adaptarse a las expectativas judías de Mesías. Ustedes probablemente saben
que muchas expectativas mesiánicas de Israel referentes al Mesías no fueron
cumplidas durante la primera venida de Jesús porque Él no era ‘el Mesías’ en la
concepción judía. Él era, sin embargo, ‘el Hijo del Hombre’ en la concepción
judía: Él vino como un Hijo del Hombre trascendental, eterno y universal, y “ningún
término fue más adecuado, tanto para ocultar como para revelar al mismo tiempo
a aquellos que tenían oídos para oír, la identidad verdadera del Hijo del
Hombre”.[5]
[1] Leo Baeck, Judaism and Christianity: Essays, Philadelphia,
Jewish Publication Society of America, 1958 , 28-29
- 113.
Con mucho cariño,
Noel y Silvia
“La Porciúncula”, Centro San Pablo
Calzada Atanasio Tzul, Zona 12,
Guatemala
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