Homilía de Mons. Oscar A. Romero, Arzobispo de San Salvador, en la convivencia de catequistas y responsables de las comunidades neocatecumenales en el Instituto Rinaldi
22-25 de Noviembre de
1979
Queridos Hermanos:
Me alegro de que en
nuestra Patria, concretamente en estas dos diócesis, esté floreciendo este
impulso del Espíritu Santo. Doy gracias al Señor en nombre de ustedes por haber
sido escogidos para ésto en nuestro país: la renovación de algo que pertenece íntimamente
a la Evangelización, pero que por vicisitudes de la historia se ha ido como
perdiendo, y entre las renovaciones que ha traído el Concilio Vaticano II es la
de darle al Catecumenado su puesto de honor que siempre tuvo en la
evangelización, porque el Catecumenado, la catequesis, es parte de esa
evangelización.
De modo que yo para
dejarles un mensaje de mi visita, les invito a vivir esa catequesis, ese
Catecumenado en el sentido que la Iglesia propone. Saben que hace dos años ha
habido en Roma un Sínodo de Obispos precisamente sobre la Catequesis. Y hoy el
Papa ha sacado el resultado de aquella consulta sinodal en un documento sobre
la Catequesis, que creo que para ustedes es un documento de primer orden que
tienen que irlo asimilando. Y el Papa dice que el sentido de la catequesis
supone estos empalmes:
1. CATEQUESIS Y
KERIGMA
El Kerigma es el
primer anuncio, como ustedes saben, el primer anuncio del Mensaje de Cristo que
cae en el corazón de un hombre y logra la conversión, se entrega a Cristo. Es el
primer anuncio, aquel "ven y sígueme" de Jesús, pero que luego no
basta ese primer fervor, sino que luego sigue la Catequesis formando esa fe que
ha suscitado en el Bautismo y en seguimiento de Jesús. Y los Obispos reunidos
en Roma dijeron que en muchos países, y entre ellos los nuestros de
Latinoamérica, se ha perdido ese enlace de que primero sea el llamamiento
percibido por el hombre y siguiendo a Cristo, y después tratar de conocerlo más
a Jesucristo, lo mismo que su mensaje, que sería la Catequesis, el
Catecumenado.
Entonces se propone,
pues, que ya que no se tuvo un Catecumenado que preparara ese seguimiento de
Cristo y que muchos fuimos bautizados y hemos vivido tal vez sin haber
escuchado el Kerigma y tenemos nuestro Bautismo pero como en una vida pagana,
es necesario y urgente suplir ese llamado que no se sintió antes y que ahora
con un Catecumenado bien hecho, viene a ser el encuentro verdadero con Cristo.
No vamos a negar esta triste realidad de cuantos bautizados que no han
escuchado el Kerigma, bautizados solo por un rito, por una costumbre. Y por eso
estamos insistiendo tanto en nuestra Arquidiócesis la necesidad de preparar con
charlas prebautismales ese gran Sacramento, que no vaya a suponer que hasta
después del Bautismo se va a hacer entonces el Catecumenado. Pero gracias a
Dios que se llega a recuperar algo que debió ser a la inversa. Nunca es tarde
para conocer al Señor y para tratar de reparar con una vida más fervorosa lo
que no se hizo antes. No lo habíamos seguido, no lo habíamos conocido no
habíamos tenido el Kerigma, pero ahora el Catecumenado nos da la oportunidad no
solo del Catecumenado, que debía seguir al Kerigma, sino una formación que al
mismo tiempo sea el encuentro, el Kerigma.
Creo que en el
movimiento Catecumenal se está dando perfectamente este deseo, que es suplir
ese anuncio del Evangelio que no le habíamos dado la debida atención, junto con
una formación ya sistemática que es la Catequesis.
El segundo empalme es
éste:
2. CATEQUESIS Y
SACRAMENTO
Es también algo que tenemos
que urgir en nuestra pastoral, en nuestra evangelización. Una práctica de
recibir sacramentos sin catequesis presenta un ritualismo vacío. Para cuántos
el Bautismo no es más que una ceremonia social, buscar padrinos, preparar la
fiesta, pero para que pocos el Bautismo significa la incorporación del niño,
del hombre a la vida de Cristo, a su Muerte y a su resurrección. Y así los
otros sacramentos. Cuántos se casan sin saber todo el sentido profundo de la
unión de Cristo con la Iglesia que se hace presente en la unión del hombre con
la mujer en el matrimonio.
La catequesis
entonces tiene que llevar al sacramento, porque al revés, una catequesis sin
sacramento resulta una especulación, un racionalizar nada más; pero cuando la
catequesis se encuentra con el sacramento, la catequesis prepara a recibir un
signo de esos que son encuentros con Dios, que rico resulta entonces un
catecumenado, una catequesis que rico resulta entonces un Catecumenado, una
catequesis que nos lleva a los signos eficaces de la presencia de Dios y de su
gracia, el encuentro con Dios.
Ustedes son elementos
muy valiosos, en las parroquias que ha mencionado el Padre, para que logren que
se revitalice toda una Catequesis que no consiste únicamente en reflexionar, en
aprender de memoria, sino en una Catequesis que oriente hacia el Sacramento y
unos Sacramentos que se reciban con plena conciencia, con respeto, con
adoración del Señor que se encuentra en esos signos sacramentales. No puede
haber, pues simplemente evangelización y, como se decía antes,
sacramentalización, sino que las dos cosas; la verdadera evangelización lleva a
encontrarse con Cristo en el signo de la Iglesia y de sus sacramentos.
Otro empalme que yo
quería dejarles, aquí como mi mensaje es el empalme entre:
3. CATEQUESIS Y
COMUNIDAD.
No es el asunto de
vivir una religión individualista, sino vivirla en comunidad. El catecumenado
se preparaba antes, y hoy gracias a Dios vuelve esa práctica, como una
comunidad ( el Padre ha mencionado parroquias y diócesis). Es la Comunidad la
que presente a sus hijos y se veía tan hermoso aquello de que la Iglesia se
parece a la Virgen que siendo virgen está fecunda continuamente de hijos que da
a luz en los sacramentos, en el Bautismo. La noche de la Vigilia Pascual es el
alumbramiento de la Iglesia, Virgen y Madre, que en el Bautismo se ha
enriquecido con nueva generación, con nuevos hijos. Y la Iglesia como
Comunidad, como Parroquia, como Diócesis, siente la obligación de cuidar la fe
de esos hijos que le han nacido y de darles también ese calor de hogar para
vivir la fe y la vida cristiana comunitariamente. Jamás se puede concebir un
Catecúmeno, un Cristiano que quiera vivir su fe aisladamente. Tiene que
preocuparse por haber comunidad, tiene que hacer que su comunidad vaya
creciendo en profundidad de fe y en extensión misionera. Tiene que estar
inconforme mientras mire tantos bautizados que no han percibido la riqueza de
su Bautismo. Lo que hacían los Apóstoles era, pues, llevar ese tesoro y
expandirlo haciendo comunidades, viviendo en comunidad.
Ese sentido
comunitario hoy en el país lo necesitamos urgentemente. Hay una confusión a
veces entre la Comunidad cristiana y el grupo político y no se sabe distinguir
a veces porque los miembros de una Comunidad no profundizan en su fe y se
confunde. Yo en mi carta pastoral digo que muchas veces nuestra gente, sobre
todo los jóvenes, han llegado más pronto a una madurez política que cristiana,
y le dan a su vida una dimensión más política, -como que si fuera la única
dimensión de la vida lo político- y no les queda tiempo para lo cristiano;
cuando es al revés, lo cristiano es lo primero y desde lo cristiano hay que
buscar cada uno su situación en el país, en la vocación que Dios le da. Si Dios
le ha dado vocación política, que la viva como cristiano, y así tendremos esos
hombres que ahora se necesitan, que madurándose en una comunidad cristiana,
madurando en el evangelio, en su fe, en su compromiso con Cristo, en su
seguimiento al Señor que no le permitirá traicionarlo ni en las leyes ni en las
maneras del País, la política, vayan luego hacer grandes agentes de las
transformaciones que ahora necesita la Patria, que necesita más que nunca,
pues, de cristianos bien comprometidos con Cristo, y de una comunidad que, como
pueblo de Dios, sea lo que dice la Biblia, que es como una luz en la montaña.
Hoy, cuando hay tanta
confusión, tantos grupos, tantos reclamos, debía de sentirse bien luminosa la
Comunidad cristiana, dando luz orientación a todas esas cosas que suceden en
nuestro ambiente.
Yo les auguro y les
pido con todo el corazón como Pastor, que dondequiera que vayan, a las
parroquias donde están viviendo y extendiéndose, procuren llevar el
Catecumenado, su reflexión bíblica, su sentido del sacramento, su compromiso
cristiano hacer comunidad, pero una comunidad que no se cierre, en la
complacencia de sí misma, una comunidad que es la Iglesia y lleva a Jesucristo,
pero para servir al mundo, una comunidad que trata de iluminarse de la luz de
Dios, pero para dar esa luz a su alrededor: una comunidad que cada día sea más
comprometida con Cristo para ser cada vez más comprometida con la redención de
Cristo en medio de los pueblos, en medio del mundo.
Estas, son las tres
síntesis que yo quisiera dejarles como un encargo muy encarecido y que
corresponde plenamente al espíritu del movimiento Catecumenal: -Entre Kerigma,
que es conversión, encuentro con Cristo, y la formación catequística y la
profundización de la fe (catequesis ordenada sistemática).
- En segundo lugar,
pues, el Catecumenado y el Sacramento.
Que jamás un
Catecúmeno sea lejos, de su vida sacramental, que encuentre en su Eucaristía,
en su confesión, en todos estos santos sacramentos y en el que muchos de
ustedes, llevan del sacramentos del sacramento del Matrimonio que está
permanente en ustedes, sepan vivirlo para que la formación catecumenal sea al
mismo tiempo vida que se vive con la vida sacramental.
- Y en tercer lugar,
catequesis, catecumenado y comunidad.
Comunidad al servicio
de la sociedad, comunidad-luz, comunidad-fermento, comunidad-sal de la tierra y
luz del mundo.
Esto vamos a vivir
junto con Jesucristo, pues aquí está el centro de nuestra vida, en la
Eucaristía, y desde aquí Jesucristo nos hace real cada vez más la frase:
"el que da su vida…" para poderla transmitir a ese mundo tan
necesitado, tan frío porque le falta Cristo, y es nuestra misión de dárselo.
No comments:
Post a Comment