Retratos
BÍblicos: JudÁ (4)
By Julia Blum - mayo 11, 2018
Mis queridos lectores, juntos
hemos sido testigos de una profunda transformación interna que Judá
atravesó en el capítulo 38, en su historia con Tamar. ¿Por qué fue
importante para nosotros ver esa transformación? La Torá quiere
asegurarse que sepamos que el Judá que llega a Egipto y habla a José no
es el mismo Judá que vimos en el capítulo 37, con la venta de José. Sí,
la gran autoridad, el regalo especial que Dios da a Judá y a su tribu,
todavía está allí, y lo veremos, pero este Judá tiene una personalidad
completamente diferente —los ojos de su corazón están abiertos—. Y ahora,
ser conscientes de este Judá transformado, nos lleva a la segunda parte
de la historia, con el fin de completar nuestro retrato bíblico.
Esta angustia ha llegado a nosotros
Ahora estamos en Egipto. El día ha llegado
finalmente, el momento tan esperado ha llegado, cuando los hermanos de
José vienen a Egipto y se paran frente a él —los diez hermanos que casi
lo asesinaron pero se apiadaron de él para escuchar las sugerencias de José
y venderlo como esclavo—. José reconoció a sus hermanos, pero ellos no le
reconocieron.
A partir de este momento comienza un juego
de gato y ratón, o tal vez un juego de frío y caliente; comienza a
acontecer algo que no es tan visible desde el punto de vista de quien
está afuera porque la historia principal está siendo disputada en el
corazón de los participantes. A partir de ese momento, es como si una
mano invisible se acercara sigilosamente a esa cosa profunda, oscura y
prohibida que los hermanos habían ocultado todos esos años, no solo de
otros, sino también de ellos mismos. Cada escena, cada paso tomado en
esta historia, llena sus corazones progresivamente con mayor confusión y
miedo, en cada evento sucesivo, ellos sienten la mano invisible volviéndose
“más caliente”, lenta pero seguramente se aproxima a ese secreto,
enterrado en sus corazones.
Leemos
que José les habló ásperamente, acusándolos de ser espías y de llegar a
ver la desnudez de su tierra. En un primer vistazo, todo lo que dijo José
carece de algún indicio de comprensión. ¿Por qué de repente los acusa de
espionaje? ¿Por qué les dice que de esta manera serán probados y así verá
si hay algo de verdad en ellos: traigan a su hermano que actualmente no
está con ustedes? Si ya los acusó, entonces ¿cuál podría ser la conexión
entre el hermano que quedó en la casa y la acusación hecha contra ellos?
Y sin embargo, a pesar de lo inesperado que esta acusación podría
haberles parecido a ellos con su demanda posterior de buscar a su hermano
menor, a pesar de su falta de sentido y la ausencia total de una conexión
plausible con la acusación misma, no les pareció irrazonable.
Entonces se dijeron los unos a los otros: “somos verdaderamente culpables
por nuestro hermano, porque vimos la angustia de su alma cuando nos
suplicaba, y no quisimos escuchar, por lo tanto, esta angustia ha llegado
a nosotros”.
Esta angustia ha llegado a nosotros… o, como
dijo Rubén, “su sangre ahora es demandada de nosotros”. Observa cómo Dios
ahora no es mencionado aquí —aún no han entendido que ninguno menos el
mismo Todopoderoso los ha hecho participantes en este juego—. Aún
escuchamos las formas verbales impersonales y pasivas: su sangre ahora es
demandada de nosotros (דמו נדרש);
ellos acreditan lo que está
sucediendo a los caprichos y crueldades del gobernador egipcio, y por
consiguiente, nada más que un desafortunado giro de eventos, y sin
embargo… en sus rebajes internos, una curiosa conexión espiritual entre
lo que les está sucediendo y esa historia antigua, ya comienza a revelarse.
A través de las circunstancias visibles aparentemente irracionales e
inconsistentes, otra lógica invisible comienza a abrirse camino hacia la
superficie —la lógica del movimiento del Espíritu de Dios en el corazón
de la persona que él está buscando—.
¿Qué es esto que Dios nos ha hecho?
Es interesante que, en este punto, las
Escrituras no separan a Judá de sus hermanos —vemos a toda la multitud
unida y leemos que José está hablando a todos los hermanos— a los diez. Y
a pesar de todo, sabemos que las Escrituras separaron a Judá antes y lo
separarán después: lo vimos arrepentirse y confesar en su historia con
Tamar, y veremos que será el discurso y la confesión de Judá lo que
tocará profundamente el corazón de José y hará que se revele a sus
hermanos. Entonces pienso que podemos concluir con seguridad que Judá es
quien es más sensible al movimiento del espíritu de Dios en esta
historia.
Mientras
tanto, diez hermanos emprendieron su regreso y uno de ellos nota la plata
que había usado para pagar por el grano devuelto en su bolsa. Entonces
sus corazones les fallaron y tuvieron miedo, diciéndose unos a otros,
“¿qué es esto que Dios nos ha hecho?” ¿Fue Judá quien preguntó eso? ¿Fue
él quien comenzó a entender que todo lo que les sucede no es simplemente
un giro del destino, sino que Dios lo ha hecho a ellos. “¿Qué es esto que
Dios nos ha hecho?
Mi querido lector, quiero que veas esta
profunda transición: de “su sangre es demandada” a “¿qué es esto que Dios
nos ha hecho?” No es tan evidente en la mayoría de las traducciones, pero
en hebreo esta transición es muy clara: de formas verbales impersonales y
pasivas que describen solo circunstancias desafortunadas, a entender que
es Dios quien se los está haciendo.
Aquí el hebreo literalmente dice que
“temblaron el uno al otro”. Después de todo, simplemente habían dejado
Egipto para comprar grano (al igual que muchos siglos después la mujer
samaritana fue simplemente al pozo en busca de agua) y ciertamente no
esperaban, y mucho menos querían, que algo inusual sucediera en este
viaje. ¿Por qué les estaba sucediendo esas cosas tan extrañas? Como un
rollo de película doblemente expuesto con sus imágenes superpuestas,
podemos ver la realidad de Dios, aún invisible, colocada sobre sus vidas
rutinarias y comenzando a mostrarse. Y sin ninguna duda, Judá, que ha
experimentado la terrible tragedia de perder dos hijos, que se
arrepintió, que tiene un corazón quebrantado y humilde, es el más
sensible entre los hermanos a esta realidad invisible de Dios.
Continuará…
Julia Blum
Profesora Adjunta, Dept. de Estudios Bíblicos,
IsraelBiblicalStudies.com
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