Agustín
de Hipona
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San Agustín
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Proclamado Doctor de la Iglesia el 19
de septiembre de 1295 por el papa Bonifacio VIII
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Nombre
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Aurelius Augustinus Hipponensis
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Nacimiento
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Hijos
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Fallecimiento
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28 de agosto de 430 (75 años)
Hippo Regius, Imperio romano de Occidente |
Venerado en
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Festividad
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Atributos
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Vestiduras
episcopales, libro y corazón flameante
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Patronazgo
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Agustín de Hipona, conocido también como san
Agustín o, en latín, Aurelius Augustinus Hipponensis (Tagaste, 13 de
noviembre de 354-Hippo Regius, 28 de agosto de 430), es un 1santo, padre y doctor de la Iglesia católica.
El «Doctor de la Gracia» fue el máximo pensador del cristianismo
del primer milenio y según Antonio Livi uno de los más grandes genios de la
humanidad. Autor prolífico, 2 dedicó gran parte de su vida a escribir sobre
3filosofía
y teología,
siendo Confesiones y La
ciudad de Dios sus obras más destacadas.
Índice
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- 1 Biografía
- 1.1
Nacimiento, infancia y adolescencia
- 1.2
Conversión al cristianismo
- 1.3
Monacato, sacerdocio y episcopado
- 1.4
Fallecimiento
- 1.5
La leyenda del encuentro con un niño junto al mar
- 2 Doctrina
- 3 Recepción
- 4
Agustín y la ciencia
- 5
Obras
- 6 Veneración
- 7
Véase también
- 8
Notas y referencias
- 9
Bibliografía
- 10
Enlaces externos
Biografía[editar]
Nacimiento, infancia y
adolescencia[editar]
San Agustín nació el 13 de noviembre de 354 en Tagaste en la
actual Souk
Ahras Argelia,
pequeña ciudad de Numidia en el norte de África, que
por entonces integraba el Imperio romano.
Su padre, llamado Patricio, era un pequeño propietario pagano y su madre,
la futura Santa Mónica, es puesta por la Iglesia como ejemplo de mujer cristiana,
de piedad y bondad probadas,
madre abnegada y preocupada siempre por el bienestar de su familia, aún bajo
las circunstancias más adversas. 4
San Agustín y Santa Mónica (1846), por Ary
Scheffer.
Mónica le enseñó a su hijo los principios básicos de la religión
cristiana y al ver cómo el joven Agustín se separaba del camino del cristianismo
se entregó a la oración constante en medio de un gran sufrimiento. Años más
tarde Agustín se llamará a sí mismo "el hijo de las lágrimas de su
madre". En Tagaste, Agustín comenzó sus estudios
básicos, posteriormente su padre lo envió a 5Madaura a
realizar estudios de gramática. 6
Agustín se destacó en el estudio de las letras. Mostró un gran interés
hacia la literatura,
especialmente la griega clásica y poseía gran elocuencia. Sus primeros triunfos tuvieron como escenario
7Madaura y Cartago, donde
se especializó en gramática y retórica. Durante sus años de estudiante en Cartago
desarrolló una irresistible atracción hacia el 6teatro. Al mismo
tiempo, gustaba en gran medida de recibir halagos y la fama, que encontró
fácilmente en aquellos primeros años de su juventud. Durante su estancia en
Cartago mostró su genio retórico y sobresalió en concursos poéticos y
certámenes públicos. Aunque se dejaba llevar por sus pasiones, y seguía
abiertamente los impulsos de su espíritu sensual, no abandonó sus estudios,
especialmente los de filosofía. Años después, el mismo Agustín hizo una fuerte
crítica sobre esta etapa de su juventud en su libro Confesiones.
A los diecinueve años, la lectura de Hortensius de Cicerón despertó en la mente de Agustín el
espíritu de especulación y así se dedicó de lleno al estudio de la filosofía,
ciencia en la que sobresalió. Durante esta época el joven Agustín conoció a una
mujer con la que mantuvo una relación estable de catorce años y con la cual
tuvo un hijo: Adeodato.
En su búsqueda incansable de respuesta al problema de la verdad, Agustín
pasó de una escuela filosófica a otra sin que encontrara en ninguna una
verdadera respuesta a sus inquietudes. Finalmente abrazó el maniqueísmo
creyendo que en este sistema encontraría un modelo según el cual podría
orientar su vida. Varios años siguió esta doctrina y finalmente, decepcionado,
la abandonó al considerar que era una doctrina simplista que apoyaba la
pasividad del bien ante el mal. 7
Sumido en una gran frustración personal decidió, en 383, partir para Roma, la capital del
Imperio romano. Su madre quiso acompañarle, pero Agustín la engañó y la dejó en
tierra (cf. Confesiones 5,8,15).
En Roma enfermó de gravedad. Tras restablecerse, y gracias a su amigo y
protector Símaco, prefecto
de Roma, fue nombrado magister rhetoricae en Mediolanum, la
actual Milán.
Agustín, como maniqueo y orador imperial en Milán era el rival en 8oratoria del obispo Ambrosio de Milán.
Conversión al cristianismo[editar]
Fue en Milán donde se produjo la última etapa antes de la conversión de
Agustín al cristianismo.
Empezó a asistir como catecúmeno
a las celebraciones litúrgicas del obispo Ambrosio, quedando admirado de sus
prédicas y su corazón. Fue Ambrosio de Milán quien le hizo conocer los
escritos de Plotino
y las epístolas de Pablo de Tarso. Por medio de estos escritos se
convirtió al cristianismo.
Entonces decidió romper definitivamente con el maniqueísmo.
Esta noticia llenó de gozo a su madre, que había viajado a Italia para estar
con su hijo, y que se encargó de buscarle un matrimonio acorde con su estado
social y dirigirle hacia el bautismo. En vez de optar por casarse con la mujer que
Mónica le había buscado, decidió vivir en ascesis;
decisión a la que llegó después de haber conocido los escritos neoplatónicos
gracias al sacerdote Simpliciano. Los platónicos le
ayudaron a resolver el problema del materialismo
y el del mal.
Agustín es bautizado por el obispo Ambrosio
El obispo Ambrosio le ofreció la clave para interpretar el Antiguo Testamento y encontrar en la Biblia la fuente
de la fe. Por último, la lectura de los textos de san Pablo
le ayudó a Agustín a solucionar el problema de la mediación -vinculado al de la
Comunión de los Santos- y al de la Gracia
divina. Según cuenta el mismo Agustín, la crisis decisiva previa a la
conversión, se dio estando en el jardín con su amigo Alipio, reflexionando
sobre el ejemplo de Antonio, oyó la voz de un niño de una casa vecina que decía
Tolle lege
que en español significa
y entendiéndolo como una invitación divina, cogió la Biblia, la abrió
por las cartas de san Pablo y leyó el pasaje. 9
Nada de comilonas y borracheras; nada de lujurias y desenfrenos; nada de
rivalidades y envidias. Revestíos más bien del Señor Jesucristo
y no os preocupéis de la carne para satisfacer sus concupiscencias. (Rom. 13,
13-14). 11
En 386 se consagró al estudio formal y metódico de las ideas del
cristianismo. Renunció a su cátedra y se retiró con su madre y unos compañeros a Casiciaco, cerca de Milán, para
dedicarse por completo al estudio y a la meditación.
El 24 de abril de 387, a los treinta y tres años de edad, fue bautizado
en Milán por el santo obispo Ambrosio. Ya bautizado, regresó a África, pero
antes de embarcarse, su madre Mónica murió en Ostia, el puerto
cerca de Roma. 14
Monacato, sacerdocio y episcopado[editar]
Cuando llegó a Tagaste, Agustín vendió todos sus bienes y el producto de
la venta lo repartió entre los pobres. Se retiró con unos compañeros a vivir en
una pequeña propiedad para hacer allí vida monacal. Años
después esta experiencia fue la inspiración para su famosa Regla. A pesar de su búsqueda de la soledad y
el aislamiento, la fama de Agustín se extendió por todo el país.
En 391 viajó a Hipona para buscar a un posible candidato a la vida
monástica, pero durante una celebración litúrgica fue elegido por la comunidad
para que fuese ordenado sacerdote, a causa de las necesidades del obispo Valerio de
Hipona. Agustín aceptó, tras resistir, esta elección, si bien con lágrimas en
sus ojos. Algo parecido sucedió cuando se le consagró como obispo en el 395.
Entonces abandonó el monasterio de laicos
y se instaló en la casa episcopal, que transformó en un monasterio de clérigos.
La actividad episcopal de Agustín fue enorme y variada. Predicó y
escribió incansablemente, polemizó con aquellos que iban en contra de la ortodoxia de
la doctrina cristiana de aquel entonces, presidió concilios y
resolvió los problemas más diversos que le presentaban sus fieles. Se enfrentó
a maniqueos, donatistas,
arrianos,
pelagianos,
priscilianistas,
académicos, etc. Participó en los Concilios regionales III de Hipona del 393,
III de Cartago del 397 y IV de Cartago del 419, en los dos últimos como
presidente y en los cuales se sancionó definitivamente el Canon
bíblico que había sido hecho por el papa Dámaso
I en Roma en el Sínodo del 382.
Ya como obispo, escribió libros que lo posicionan como uno de los cuatro
principales Padres de la Iglesia latinos. La vida de
Agustín fue un claro ejemplo del cambio que logró con la adopción de un
conjunto de creencias y valores.
Fallecimiento[editar]
Tumba de san Agustín en la basílica de San Pietro in Ciel d'Oro, en
Pavía.
Agustín murió en Hipona el 28 de agosto de 430 durante el sitio al que
los vándalos
de Genserico
sometieron la ciudad durante la invasión de la provincia romana de África.
Su cuerpo, en fecha incierta, fue trasladado a Cerdeña y,
hacia el 725, a Pavía,
a la basílica de San Pietro in Ciel d'Oro, donde reposa hoy.
La leyenda del encuentro con
un niño junto al mar[editar]
Una tradición medieval, que recoge la leyenda, inicialmente narrada
sobre un teólogo, que más tarde fue identificado como san Agustín, cuenta la
siguiente anécdota: cierto día, san Agustín paseaba por la orilla del mar,
junto a la playa, dando vueltas en su cabeza a muchas de las doctrinas sobre la
realidad de Dios, una de ellas la doctrina de la Trinidad. De pronto, al alzar
la vista ve a un hermoso niño, que está jugando en la arena. Le observa más de
cerca y ve que el niño corre hacia el mar, llena el cubo de agua del mar, y
vuelve donde estaba antes y vacía el agua en un hoyo. El niño hace esto una y
otra vez, hasta que Agustín, sumido en una gran curiosidad, se acerca al niño y
le pregunta: «¿Qué haces?» Y el niño le responde: «Estoy sacando toda el agua
del mar y la voy a poner en este hoyo». Y San Agustín dice: «¡Pero, eso es
imposible!». A lo que el niño le respondió: «Más difícil es que llegues a
entender el misterio de la Santísima Trinidad».
La leyenda es usada en muchos lugares como verdadera; sin embargo, se
trataría de una invención sin fundamento histórico, pero que se inspira al
menos en la actitud de Agustín como estudioso del misterio de Dios. 15
Doctrina[editar]
Razón y fe[editar]
Detalle de San Agustín en una vidriera por Louis Comfort Tiffany en el Lightner Museum.
San Agustín, a los diecinueve años, se pasó al racionalismo
y rechazó la fe en nombre de la razón. Sin embargo, poco a poco fue cambiando
de parecer hasta llegar a la conclusión de que razón y fe no están
necesariamente en oposición, sino que su relación es de complementariedad. Según él, la fe es un modo de pensar
asintiendo, y si no existiese el pensamiento, no existiría la fe. Por eso la
inteligencia es la recompensa de la fe. La fe y la razón son dos campos que
necesitan ser equilibrados y complementados. 16 16
Esta postura se sitúa entre el fideísmo
y el racionalismo. A los racionalistas les respondió: Crede ut intelligas
(«cree para comprender») y a los fideístas: Intellige ut credas
(«comprende para creer»). San Agustín quiso comprender el contenido de la fe,
demostrar la credibilidad de la fe y profundizar en sus enseñanzas.
Interioridad[editar]
Agustín de Hipona anticipa a Descartes
al sostener que la mente, mientras que duda, es consciente de sí misma: si me
engaño existo (Si enim fallor, sum). Como la percepción del mundo
exterior puede conducir al error, el camino hacia la certeza es la interioridad
(in interiore homine habitat veritas) que por un proceso de iluminación
se encuentra con las verdades eternas y con el mismo Dios que, según él, está
en lo más íntimo de la intimidad.
Las ideas eternas están en Dios y son los arquetipos según los cuales
crea el Cosmos. Dios, que es una comunidad de amor, sale de sí mismo y crea por
amor mediante rationes seminales, o gérmenes que explican el proceso
evolutivo que se basa en una constante actividad creadora, sin la cual nada
subsistiría. Todo lo que Dios crea es bueno, el mal carece de entidad, es
ausencia de bien y fruto indeseable de la libertad del
hombre.
Agustín también reflexiona sobre el tiempo desde la
perspectiva de la conciencia subjetiva. El interior del hombre, dotado de memoria,
está disperso entre el pasado y el futuro y anhela lo imperecedero. Es a través
del examen de la propia trayectoria existencial y la introspección en la propia
alma, donde Agustín expresa sus convicciones.
Ciudad de Dios[editar]
En la historia
coexisten la Ciudad del Hombre, volcada hacia el egoísmo, y la Ciudad de Dios
que se va realizando en el amor a Dios y la práctica de las virtudes, en
especial, la caridad y la justicia. Ni Roma ni ningún Estado es una
realidad divina o eterna, y si no busca la justicia se convierte en un magno
latrocinio. La Ciudad de Dios, que tampoco se identifica con la Iglesia del
mundo presente, es la meta hacia donde se encamina la humanidad y está
destinada a los justos. 17
Ciudad de Dios
|
ocultarCiudad del Hombre
|
Amor a
Dios
|
Amor a
sí misma
|
Comunidad
mística formada por fieles
|
Sed de
poder y de conquista
|
Prefiguración
de la Jerusalén celestial
|
Persecución
de la riqueza material
|
Ciudadanos
de todas las razas y todas las lenguas
|
Veneración
de ídolos y dioses falsos
|
Lucha contra las herejías[editar]
Desde el que Agustín nació, no pasaron ni cincuenta años desde que Constantino
I legalizase el culto al cristianismo. Tras la implantación de este como
religión oficial del imperio por Teodosio el Grande, se requiso de fundamentar
los principios básicos para ser cristiano. Durante el s.IV y
comienzos del V surgen
múltiples interpretaciones de los evangelios. Según Agustín, la herejía es
la mala comprensión de la fe, por lo que es un problema de carácter
racional, aunque no todo error lo es. En su tratado "Herejías"
distingue 88, pero las principales que tuvo que lidiar fueron: maniqueísmo,
donatismo,
pelagianismo
y arrianismo.
La afinidad del juez con la
Iglesia y las artes retóricas de San Agustín, llevó a la ilegalización del
donatismo en 412 «San Agustín y los donatistas» Charles-André van Loo.
La lucha contra la doctrina de
los maniqueos ocupa una parte importante dentro de sus obras apologéticas
porque muchos creyeron las enseñanzas de Mani arrojaban luz
sobre la Escrituras. Con la cantidad de evangelios apócrifos hizo que muchos
cristianos mantuviesen un dualismo entre estas dos creencias. Agustín redactó
uno de sus principales textos anti-maniqueos al obispo Fausto. Agustín replica a la
doctrina diciendo que representaba una distorsión de origen exterior al mensaje
cristiano.
- El donatismo consistía una amenaza interior. Tras el Edicto de Tesalónica, un grupo de
creyentes arropados por el obispo
Donato se separaron de la Iglesia por ser condescendiente con los lapsi. Esta
lucha era prioritaria por razones doctrinales y político ya que el
carácter beligerante ponía en riesgo a la Iglesia Católica del norte de África.
El donatismo sería un exceso de fe. Agustín no admite a los que en las
persecuciones renegaron de la fe separando la institución de los
seguidores. La Iglesia está constituida por hombres, los cuales son
imperfectos, lo cual no pierde validez los sacramentos. Propones la
creación de una Iglesia Pura de creyentes que buscan perfección, lo cual
reprocha la arrogancia donista de haberla conseguido. También abogó por la
acogida y el perdón pese a usar medidas represivas. La tensiones altas,
como con los circumceliones, llegó a su prohibición en Cartago
con un imperial cristiano llamado Marcelino en 411.
- A diferencia del donatismo, no logró vencerlo en vida, aunque su
aportación fue decisiva durante el concilio de Efeso un año después de su
muerte. El pelagianismo da un problema de interpretación racional acerca
del valor de las acciones realizadas por el creyente y como mérito para
ganarse la salvación. Agustín acusa al pelagianismo de no creer en el amor
gratuito de Dios. La salvación para él no es un merecimiento del hombre
por sus buenas obras, sino pura gracia.
17
Ética[editar]
El amor agustino se basa en el amor a Dios. Este amor libera al ser
humano permitiéndole hacer lo que él quiera. Ello, en tanto tiene como base el
amor a Dios.
Para san Agustín
el amor es una perla preciosa que, si no se posee, de nada sirven el
resto de las cosas, y si se posee, sobra todo lo demás.
San Agustín también dijo:
Nos hiciste, Señor, para Ti, y nuestro corazón estará inquieto hasta que
descanse en Ti.
Para el santo, Dios creó a los seres humanos para Él, y por ello los
seres humanos no van a estar plenos hasta que descansen en Dios.
Como para otros Padres de la Iglesia, para Agustín de Hipona
la ética social implica la condena de la injusticia de las riquezas y el
imperativo de la solidaridad con los desfavorecidos
Las riquezas son injustas o porque las adquiriste injustamente o porque
ellas mismas son injusticia, por cuanto tú tienes y otro no tiene, tú vives en
la abundancia y otro en la miseria.
Psalmos 48
Agustín de Hipona defendió asimismo el bien de la paz y procuró promoverla
Acabar con la guerra mediante la palabra y buscar o mantener la paz con
la paz y no con la guerra es un título de gloria mayor que matar a los hombres
con la espada.
Epístola 229
Recepción[editar]
San Agustín de Hipona, uno de los Padres de la Iglesia más activos
contra el priscilianismo.
San Agustín tiene gran importancia en la historia de la cultura de Europa. Sus Confesiones
suponen un modelo de biografía interior para muchos autores, que van a
considerar la introspección como elemento importante en la literatura.
Concretamente, Petrarca
fue un gran lector del santo: su descripción de los estados amorosos enlaza con
ese interés por el mundo interior que encuentra en san Agustín. Descartes
descubrió la autoconciencia, que señaló el inicio de la filosofía moderna,
copiando su principio fundamental (cogito ergo sum/pienso luego existo) no
literalmente pero sí en cuanto al sentido, de san Agustín (si enim fallor,
sum/si me equivoco, existo: De civ. Dei 11, 26). Por otro lado, San Agustín va
a ser un puente importante entre la antigüedad clásica y la cultura cristiana.
El especial aprecio que tiene por Virgilio y Platón va a
marcar fuertemente los siglos posteriores.
Dos son las principales escuelas del pensamiento filosófico y teológico
católico: la platónico-agustiniana
y la aristotélico-tomista. La Edad Media,
hasta el siglo XIII y el redescubrimiento de Aristóteles,
va a ser platónica-agustina.
Agustín y la ciencia[editar]
Según el científico Roger Penrose, san Agustín tuvo una «intuición
genial» acerca de la relación espacio-tiempo, adelantándose 1500 años a Albert
Einstein y a la teoría de la relatividad cuando Agustín
afirma que el universo no nació en el tiempo, sino con el tiempo, que el tiempo
y el universo surgieron a la vez. Esta afirmación de Agustín también es
rescatada por el colega de Penrose, 18Paul
Davies.
Agustín, quien tuvo contacto con las ideas del evolucionismo de Anaximandro,
sugirió en su obra La ciudad de Dios que Dios pudo servirse de seres
inferiores para crear al hombre al infundirle el alma, defendía la idea de que
a pesar de la existencia de Dios, no todos los organismos y lo inerte salían de
Él, sino que algunos sufrían variaciones evolutivas en tiempos históricos a
partir de creaciones de Dios. 19
Obras[editar]
San Agustín fue un autor prolífico que dejó una gran cantidad de obras,
elaboradas desde el 386 hasta el 419, tratando temas diversos. Algunas de ellas
son: 20
Autobiográficas
Filosóficas
Morales
y pastorales
Monásticas
Exegéticas
|
Polémicas
Escribe
contra los maniqueos, los donatistas, los pelagianos, el arrianismo y contra
herejías en general.
Homiléticas
Cartas
El
extenso epistolario agustiniano prueba su celo apostólico. Sus cartas son muy
numerosas y a veces extensas. Fueron escritas desde el 386 al 430. Se pueden
haber conservado unas 800.
|
Veneración[editar]
- San Agustín es venerado en la Iglesia católica, la Iglesia ortodoxa, las Iglesias orientales y las Iglesias
reformadas (protestantes) (figura en el Calendario de Santos Luterano).
De los Tratados de san Agustín, obispo, sobre
el evangelio de san Juan
(Tratado 124, 5. 7: CCL 36, 685-687)
DOS VIDAS
La Iglesia sabe de dos vidas, ambas anunciadas y recomendadas por el Señor; de ellas, una se desenvuelve en la fe, la otra en la visión; una durante el tiempo de nuestra peregrinación, la otra en las moradas eternas; una en medio de la fatiga, la otra en el descanso; una en el camino, la otra en la patria; una en el esfuerzo de la actividad, la otra en el premio de la contemplación.
La primera vida es significada por el apóstol Pedro, la segunda por el apóstol Juan. La primera se desarrolla toda ella aquí, hasta el fin de este mundo, que es cuando terminará; la segunda se inicia oscuramente en este mundo, pero su perfección se aplaza hasta el fin de él, y en el mundo futuro no tendrá fin. Por eso se le dice a Pedro: Sígueme; en cambio de Juan se dice: Si yo quiero que él permanezca así hasta mi venida, ¿a ti qué? Tú, sígueme. «Tú, sígueme por la imitación en soportar las dificultades de esta vida; él, que permanezca así hasta mi venida para otorgar mis bienes.» Lo cual puede explicarse más claramente así: «Sígame una actuación perfecta, impregnada del ejemplo de mi pasión; pero la contemplación incoada permanezca así hasta mi venida para perfeccionarla.»
El seguimiento de Cristo consiste, pues, en una amorosa y perfecta constancia en el sufrimiento, capaz de llegar hasta la muerte; la sabiduría, en cambio, permanecerá así, en estado de perfeccionamiento, hasta que venga Cristo para llevarla a su plenitud. Aquí, en efecto, hemos de tolerar los males de este mundo en el país de los mortales; allá, en cambio, contemplaremos los bienes del Señor en el país de la vida.
Aquellas palabras de Cristo: Si yo quiero que él permanezca así hasta mi venida no debemos entenderlas en el sentido de permanecer hasta el fin o de permanecer siempre igual, sino en el sentido de esperar; pues lo que Juan representa no alcanza ahora su plenitud, sino que la alcanzará con la venida de Cristo. En cambio, lo que representa Pedro, a quien el Señor dijo: Tú, sígueme, hay que ponerlo ahora por obra, para alcanzar lo que esperamos. Pero nadie separe lo que significan estos dos apóstoles, ya que ambos estaban incluidos en lo que significaba Pedro y ambos estarían después incluidos en lo que significaba Juan. El seguimiento del uno y la permanencia del otro eran un signo. Uno y otro, creyendo, toleraban los males de esta vida presente; uno y otro, esperando, confiaban alcanzar los bienes de la vida futura.
Y no sólo ellos, sino que toda la santa Iglesia, esposa de Cristo, hace lo mismo, luchando con las tentaciones presentes, para alcanzar la felicidad futura. Pedro y Juan fueron, cada uno, figura de cada una de estas dos vidas. Pero uno y otro caminaron por la fe, en la vida presente; uno y otro habían de gozar para siempre de la visión, en la vida futura.
Por esto, Pedro, el primero de los apóstoles, recibió las llaves del reino de los cielos, con el poder de atar y desatar los pecados, para que fuese el piloto de todos los santos, unidos inseparablemente al cuerpo de Cristo, en medio de las tempestades de esta vida; y, por esto, Juan, el evangelista, se reclinó sobre el pecho de Cristo, para significar el tranquilo puerto de aquella vida arcana.
En efecto, no sólo Pedro, sino toda la Iglesia ata y desata los pecados. Ni fue sólo Juan quien bebió, en la fuente del pecho del Señor, para enseñarla con su predicación, la doctrina acerca de la Palabra que existía en el principio y estaba en Dios y era Dios - y lo demás acerca de la divinidad de Cristo, y aquellas cosas tan sublimes acerca de la trinidad y unidad de Dios, verdades todas estas que contemplaremos cara a cara en el reino, pero que ahora, hasta que venga el Señor, las tenemos que mirar como en un espejo y oscuramente -, sino que el Señor en persona difundió por toda la tierra este mismo Evangelio, para que todos bebiesen de él, cada uno según su capacidad.
(Tratado 124, 5. 7: CCL 36, 685-687)
DOS VIDAS
La Iglesia sabe de dos vidas, ambas anunciadas y recomendadas por el Señor; de ellas, una se desenvuelve en la fe, la otra en la visión; una durante el tiempo de nuestra peregrinación, la otra en las moradas eternas; una en medio de la fatiga, la otra en el descanso; una en el camino, la otra en la patria; una en el esfuerzo de la actividad, la otra en el premio de la contemplación.
La primera vida es significada por el apóstol Pedro, la segunda por el apóstol Juan. La primera se desarrolla toda ella aquí, hasta el fin de este mundo, que es cuando terminará; la segunda se inicia oscuramente en este mundo, pero su perfección se aplaza hasta el fin de él, y en el mundo futuro no tendrá fin. Por eso se le dice a Pedro: Sígueme; en cambio de Juan se dice: Si yo quiero que él permanezca así hasta mi venida, ¿a ti qué? Tú, sígueme. «Tú, sígueme por la imitación en soportar las dificultades de esta vida; él, que permanezca así hasta mi venida para otorgar mis bienes.» Lo cual puede explicarse más claramente así: «Sígame una actuación perfecta, impregnada del ejemplo de mi pasión; pero la contemplación incoada permanezca así hasta mi venida para perfeccionarla.»
El seguimiento de Cristo consiste, pues, en una amorosa y perfecta constancia en el sufrimiento, capaz de llegar hasta la muerte; la sabiduría, en cambio, permanecerá así, en estado de perfeccionamiento, hasta que venga Cristo para llevarla a su plenitud. Aquí, en efecto, hemos de tolerar los males de este mundo en el país de los mortales; allá, en cambio, contemplaremos los bienes del Señor en el país de la vida.
Aquellas palabras de Cristo: Si yo quiero que él permanezca así hasta mi venida no debemos entenderlas en el sentido de permanecer hasta el fin o de permanecer siempre igual, sino en el sentido de esperar; pues lo que Juan representa no alcanza ahora su plenitud, sino que la alcanzará con la venida de Cristo. En cambio, lo que representa Pedro, a quien el Señor dijo: Tú, sígueme, hay que ponerlo ahora por obra, para alcanzar lo que esperamos. Pero nadie separe lo que significan estos dos apóstoles, ya que ambos estaban incluidos en lo que significaba Pedro y ambos estarían después incluidos en lo que significaba Juan. El seguimiento del uno y la permanencia del otro eran un signo. Uno y otro, creyendo, toleraban los males de esta vida presente; uno y otro, esperando, confiaban alcanzar los bienes de la vida futura.
Y no sólo ellos, sino que toda la santa Iglesia, esposa de Cristo, hace lo mismo, luchando con las tentaciones presentes, para alcanzar la felicidad futura. Pedro y Juan fueron, cada uno, figura de cada una de estas dos vidas. Pero uno y otro caminaron por la fe, en la vida presente; uno y otro habían de gozar para siempre de la visión, en la vida futura.
Por esto, Pedro, el primero de los apóstoles, recibió las llaves del reino de los cielos, con el poder de atar y desatar los pecados, para que fuese el piloto de todos los santos, unidos inseparablemente al cuerpo de Cristo, en medio de las tempestades de esta vida; y, por esto, Juan, el evangelista, se reclinó sobre el pecho de Cristo, para significar el tranquilo puerto de aquella vida arcana.
En efecto, no sólo Pedro, sino toda la Iglesia ata y desata los pecados. Ni fue sólo Juan quien bebió, en la fuente del pecho del Señor, para enseñarla con su predicación, la doctrina acerca de la Palabra que existía en el principio y estaba en Dios y era Dios - y lo demás acerca de la divinidad de Cristo, y aquellas cosas tan sublimes acerca de la trinidad y unidad de Dios, verdades todas estas que contemplaremos cara a cara en el reino, pero que ahora, hasta que venga el Señor, las tenemos que mirar como en un espejo y oscuramente -, sino que el Señor en persona difundió por toda la tierra este mismo Evangelio, para que todos bebiesen de él, cada uno según su capacidad.
Con sumo agrado y mucho cariño para todos mis hermanos,
La Paz!
Noel y Silvia
"La Porciúncula"
CSP - Zona 12, Guatemala
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