Retratos
BÍblicos: JudÁ (3)
By Julia Blum - mayo 3, 2018
EL MENSAJE OCULTO
Finalmente llegamos a la parte más
interesante de la historia, la “acción” de la historia, la cual, según el
texto, sucede “bastante tiempo después” —bastante tiempo después de los eventos
que comentamos en la parte anterior—.
Leemos que bastante tiempo después, “la
hija de Súa, la esposa de Judá, murió” —y cuando su periodo de duelo finalizó,
“Judá subió a ver a sus trasquiladores de ovejas en Timna, él y su amigo Hira
el adulamita”. Y aquí Tamar vuelve a salir en escena: leemos que se le dijo a
ella: “Mira, tu suegro sube a Timna a trasquilar las ovejas”. ¿Qué hizo Tamar
al escuchar las noticias?
Recordemos que Tamar ya era aguna por un largo
tiempo, porque estaba comprometida con Sela, y aunque “Sela ya era hombre, ella
no había sido entregada a él como esposa”. Después de la tragedia que había
experimentado (dos veces), parecía ser que ella permanecería sin hijos. Sin
embargo, ella decidió que la falta de sinceridad de su suegro hacia ella, no la
privaría de tener hijos y ser parte de la familia de Dios, así que aparentó ser
una prostituta para poder atrapar a su suegro. “Ella se quitó los
vestidos de viudez, se cubrió con un velo, se envolvió con él, y se
sentó en un espacio abierto, en la entrada del camino a Timna”.
En muchas traducciones leemos que se sentó en un espacio abierto.
Algunas veces, el nombre del lugar donde se sentó está transcrito: “se sentó en
la entrada de Enaim”. Aunque si leemos la historia de Judá y Tamar en
hebreo —quedaremos sorprendidos por el nombre del lugar—: בְּפֶתַח עֵינַיִם BePetach
Eyanim, literalmente: “en la abertura de los ojos”. Estas palabras son
increíblemente significativas y realmente designan de qué se trata esta
historia —es sobre el “abrir los ojos”—. En este punto, los ojos de Judá
todavía están cerrados, pero no permanecerán así. Por eso es que Tamar, la
herramienta inesperada e improbable de Dios, se sienta en ese lugar —porque
Dios quiere abrir los ojos del corazón de Judá—.
¡DISCIERNE, POR FAVOR!
Cuando Judá
vio a Tamar, no la reconoció y la tomó como a una prostituta. Como pago a su
servicio, él prometió enviarle un cabrito, lo que nos lleva de regreso a la
historia de la venta de José en el capítulo anterior. ¿Recuerdan que los
hermanos mataron un cabrito, sumergieron la túnica de José en la sangre y la
enviaron a su padre? Más aún, cuando vemos a Jacob recibiendo esa túnica, no
podemos dejar de recordar que el mismo conjunto con el que Jacob fue engañado
—vestiduras especiales y un cabrito muerto— fue también utilizado por Jacob y
Rebeca para engañar a Isaac. Parece ser que, iniciando desde Génesis 3, cada
vez que tenemos un animal y vestiduras especiales, estas sirven como coberturas
de algún pecado grave o engaño. Sin embargo, la historia terminará de forma
distinta —será sobre la abertura de ojos—. Así pues, Tamar pidió una prenda:
“¿Me entregarás un prenda hasta que lo envíes?” Ella pidió por su “sello,
cordón y personal”, y sorprendentemente, él le entregó los objetos.
Aprendemos
que mediante este engaño, Tamar queda embarazada de Judá: “ella concibió de él”.
Cuando unos tres meses después, le dijeron a Judá que “Tamar tu nuera… quedó
embarazada por prostitución” Judá dijo: “Traéla aquí y que sea quemada”. Tamar
todavía era considerada como la prometida de Sela, y Judá, como cabeza de
familia, tenía poderes judiciales. Su decisión era a la vez dura y rápida.
Pero entonces, sucede algo muy importante. Cuando Tamar trae los
objetos personales de Judá, ella dice: ¡Discierne, te ruego! – הַכֶּר־נָ֔א. En
inglés, nada nos parece como algo inusual en esta frase —sin embargo, en hebreo
uno ve que hace una conexión entre estas dos historias —la historia de la venta
de José y la historia de Judá y Tamar— absolutamente evidente. Esta expresión, הַכֶּר־נָ֔א,
discierne, reconoce, aparece solo dos veces en toda la Torá, y ¿pueden adivinar
cuándo se utilizó primero? Justo en el capítulo anterior, cuando los hermanos
llevan las vestiduras de José a Jacob y dicen: discierne, por favor, si son las
ropas de tu hijo: הַכֶּר־נָ֗א —discierne, reconoce, examina—. Una vez más,
en toda la Torá esta expresión aparece solo en estos dos capítulos: Génesis 37
y 38. En el primer caso, Judá fue un engañador, pero ahora es el engañado. La
decepción de Judá vuelve a visitarle con sus propias palabras —y en este mismo
momento, cuando Judá escucha estas palabras, su corazón se hace pedazos por el
reconocimiento—. No solo por reconocer sus propios objetos, sino mucho más
profundo, por reconocer su propia culpa. Ahora, desde luego, sus ojos están
abiertos, y él tiene un verdadero cambio de corazón. Él confesó y se arrepintió.
LA CONFESIÓN DE JUDÁ
Ahora llegamos al clímax de la historia —la confesión de Judá: “Y
Judá los reconoció, y dijo: más justa es ella que yo por cuanto no le he dado a
mi hijo Sela”.
Leemos una
hermosa descripción de esta transformación en el Midrash: “Entonces Judá se
levantó y dijo… Yo hago saber que con la medida con que un hombre mida, así
será medido, sea para bien o para mal, pero feliz el hombre que reconoce sus
pecados. Porque yo cogí el manto de José, y lo manché con sangre del cabrito, y
entonces lo puse a los pies de mi padre diciendo: reconoce ahora si este es el
manto de tu hijo o no, por lo que yo debo confesar ahora, ante la corte, a
quién pertenece este sello, este cordón y este personal”.
Desde luego
el Midrash simplemente rellena los espacios que las Escrituras dejan vacías.
Aún y así, hay un punto que no debe ser olvidado: Judá es la primera figura
bíblica que está preparada para reconocer su pecado. En lugar de decir: ‘ella
es la culpable’, como Adán, Judá dice: ‘yo soy el único culpable’. Ella es más
justa que yo. Judá es la primera persona en el libro de Génesis —y por lo tanto
de toda la Biblia— en confesar su pecado, hacerse responsable de ello y cambiar
su conducta: él se arrepiente. Más aún, él no lo hace bajo presión externa: su
estatus social era incomparablemente más bajo que el de él —una mujer, una
viuda y probablemente una cananea—. Si la palabra de él estaba contra la
palabra de ella, nadie le hubiera creído. Pero Dios quería abrir los ojos de su
corazón y por eso nosotros somos testigos de su profunda transformación
interna. Las Escrituras aseguran que nosotros sabemos que el Judá que va
después a Egipto y habla con José, no es el mismo Judá que vimos en el capítulo
37: este Judá ha pasado por una profunda transformación —tiene un corazón
distinto—.
La próxima
vez, en nuestro post final sobre Judá, veremos cómo su transformación
afectará toda la historia de José —y toda la historia de Israel—.
Si te gustaron los artículos de
este blog y estás interesados en estudiar en profundidad los conocimientos de
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Julia
Blum
Profesora Adjunta, Dept. de Estudios Bíblicos,
IsraelBiblicalStudies.com
Profesora Adjunta, Dept. de Estudios Bíblicos,
IsraelBiblicalStudies.com
Con mucho agradecimiento y cariño a la profesora y autora,
Noel y Silvia
“La Porciúncula”
CSP – Zona 12, Guatemala
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