Wednesday, May 9, 2018







San León Magno, Papa
León I el Magno

León I el Magno

El papa san León I Magno por Francisco de Herrera el Mozo, Museo del Prado


Predecesor
Sucesor
Información personal
Nombre
León
Nacimiento
Fallecimiento
10 de noviembre de 461
Roma

León I el Magno o el Grande (Toscana, ha. 390 - Roma, 10 de noviembre de 461) fue el papa nº 45 de la Iglesia católica, desde 440 hasta 461.
Primero de los tres papas apodados «El Grande», León era hijo de Quintianus y los datos históricos más antiguos lo sitúan como diácono en Roma bajo el pontificado de Celestino I convirtiéndose en un destacado diplomático con el papa Sixto III quien, a petición del emperador Valentiniano III, lo envía a la Galia con la misión de resolver el enfrentamiento entre Aecio, el comandante militar de la provincia, y el magistrado Albino.
En esta misión se encontraba León cuando tras fallecer el papa Sixto III, el 19 de julio de 440, conoce su elección como nuevo pontífice. Se dirige entonces a Roma donde es consagrado el 29 de septiembre.
Combatió exitosamente, mediante la celebración de varios concilios, el maniqueísmo que desde África se había extendido por Italia, el pelagianismo que había rebrotado en Aquilea, y el priscilianismo que se mantenía en España.
Durante su pontificado se celebró, en 451, el Concilio de Calcedonia que proclamó la divinidad y la humanidad de Cristo, «consustancial al Padre por su divinidad, consustancial a nosotros por su humanidad». Ante las afirmaciones de las herejías que sostenían la separación entre el Padre y el Hijo, considerado como inferior al Padre, León restableció la tradición ortodoxa en su célebre carta dogmática a Flaviano, Tomus Leonis, y que fue aprobada por el concilio con las palabras: «Pedro ha hablado a través de León».
El episodio más conocido de su pontificado fue su encuentro, en 452 en la ciudad de Mantua, con Atila, el rey de los hunos, quien había invadido el norte de Italia obligando al emperador Valentiniano III a abandonar la corte de Rávena y refugiarse en Roma.1
Encuentro entre el Papa León I y Atila. Fresco de Rafael Sanzio de 1514.
León convence a Atila para que no marche sobre Roma logrando la retirada de su ejército tras la firma de un tratado de paz con el Imperio Romano a cambio del pago de un tributo.1​ Otra teoría barajada es que Atila se retiró de Italia debido a la hambruna y epidemias que sufría su ejército.
Este hecho tuvo una gran importancia simbólica ya que, aunque el Imperio romano seguiría existiendo hasta 476, situaba como principal fuerza política de Europa a la Iglesia y no el Imperio.
Unos años más tarde, en 455, en una situación similar, los vándalos de Genserico saquearon Roma, pero el papa consiguió que se respetara la vida de sus habitantes y que no fuera incendiada.
Como papa, asumió el título de pontifex maximus,2​ que habían abandonado los emperadores romanos desde el 382.
Fue canonizado en 1574, y su festividad se celebra el 10 de noviembre, día de su muerte en 461.
Referencias[editar]
1.     Saltar a: a b Gillett, Andrew, Envoys and Political Communication in the Late Antique West, 411-533, Cambridge University Press, 2003, ISBN 0-521-81349-2, pp. 114-115, 200.
2.     Volver arriba Papacy Encyclopædia Britannica. 2006. Encyclopædia Britannica Premium Service. Consultado el 5 de septiembre de 2006.


De los Sermones de san León Magno, papa
(Sermón 1 Sobre la Ascensión, 2-4: PL 54, 395-396)

LOS DÍAS ENTRE LA RESURRECCIÓN Y LA ASCENSIÓN DEL SEÑOR

Aquellos días, amadísimos hermanos, que transcurrieron entre la resurrección del Señor y su ascensión no fueron infructuosos, sino que en ellos fueron reafirmados grandes misterios y reveladas importantes verdades.

En el transcurso de estos días fue abolido el temor de la muerte funesta y proclamada la inmortalidad, no sólo del alma, sino también del cuerpo. En estos días, mediante el soplo del Señor, todos los apóstoles recibieron el Espíritu Santo; en estos días le fue confiado al bienaventurado apóstol Pedro, por encima de los demás, el cuidado del aprisco del Señor, después de que hubo recibido las llaves del reino.

Durante estos días, el Señor se juntó, como uno más, a los dos discípulos que iban de camino y los reprendió por su resistencia en creer, a ellos, que estaban temerosos y turbados, para disipar en nosotros toda tiniebla de duda. Sus corazones, por él iluminados, recibieron la llama de la fe y se convirtieron de tibios en ardientes, al abrirles el Señor el sentido de las Escrituras. En la fracción del pan, cuando estaban sentados con él a la mesa, se abrieron también sus ojos, con lo cual tuvieron la dicha inmensa de poder contemplar su naturaleza glorificada.

Por tanto, amadísimos hermanos, durante todo este tiempo que media entre la resurrección del Señor y su ascensión, la providencia de Dios se ocupó en demostrar, insinuándose en los ojos y en el corazón de los suyos, que la resurrección del Señor Jesucristo era tan real como su nacimiento, pasión y muerte.

Por esto, los apóstoles y todos los discípulos, que estaban turbados por su muerte en la cruz y dudaban de su resurrección, fueron fortalecidos de tal modo por la evidencia de la verdad que, cuando el Señor subió al cielo, no sólo no experimentaron tristeza alguna, sino que se llenaron de gran gozo.

Y es que en realidad fue motivo de una inmensa e inefable alegría el hecho de que la naturaleza humana, en presencia de una santa multitud, ascendiera por encima de la dignidad de todas las creaturas celestiales, para ser elevada más allá de todos los ángeles, por encima de los mismos arcángeles, sin que ningún grado de elevación pudiera dar la medida de su exaltación, hasta ser recibida junto al Padre, entronizada y asociada a la gloria de aquel con cuya naturaleza divina se había unido en la persona del Hijo.

Con cariño,
Noel y Silvia
"La Poriúncula"
  Guatemala

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