Comentario al Evangelio de hoy miércoles, 19
de septiembre de 2018
CR
Siempre tenemos una
buena razón para disculparnos. Siempre encontramos el modo de justificarnos
para seguir haciendo lo que nos gusta hacer, para no movernos de donde estamos
o para no responder a las urgencias que nos impone el dolor y el sufrimiento de
los hermanos.
Jesús lo dice,
hasta con una cierta gracia, en el Evangelio de este día. Ve que sus
contemporáneos no le escuchan ni le hacen caso. Prefieren mirar para otro lado.
Ni danzan ni lloran. Ni escucharon a Juan Bautista ni al Hijo del hombre. Para
todo encontraron razones que dejaron tranquilas sus conciencias. Su vida podía
seguir tranquila. Juan el Bautista era un radical extremo. Eso, ya se sabe, no
es bueno. Por el contrario, Jesús estaba con la gente, se acercaba a todos. Y
claro, ya se sabe que un hombre de Dios debe mantener una cierta distancia con
la gente, sobre todo con los pecadores, para poder ser creíble.
El problema es que
el mensaje cristiano, en su sencillez, es radical. Absolutamente radical. Si
alguno no se lo cree, puede volver atrás y leer la primera lectura. Pablo
explica cuál es el carisma mejor. Habla del amor. Dice que lo demás son
tonterías. Lo que vale es el amor. Sin amor todo lo demás es inútil, pérdida de
tiempo. Y el amor es entrega total. Supone una preocupación constante y eficaz
por el bienestar del otro. No es impuesto. No puede ser obligado por ley. Brota
de dentro, de la comprensión profunda de que somos hermanos y hermanas, hijos
todos de Dios, miembros de la única familia. Cuando nos damos cuenta de que el
otro es siempre carne de mi carne, nace el amor, la verdadera preocupación. La
vida del otro es la mía. Su libertad es la mía. Su bienestar y felicidad son
míos. Si él no es libre, si no está bien, si no es feliz, yo no puedo ser libre
ni estar bien ni ser feliz.
Por eso, cuando
escuchamos palabras de este estilo tan radical como las de Pablo, preferimos
hacer como aquellos contemporáneos de Jesús: miramos para otro lado y nos
decimos a nosotros mismos alguna frase que tranquilice nuestras conciencias y
nos deje seguir viviendo como antes, con nuestra pequeños odios y rencores, con
nuestros egoísmos, con nuestras soledades. Y nos alejamos sin comprender que lo
que Jesús nos ofrece es la única posibilidad de vivir una vida verdaderamente
plena.
Lecturas de hoy Miércoles de la 24ª semana del
Tiempo Ordinario
Hoy, miércoles, 19
de septiembre de 2018
Primera
lectura
Lectura de la
primera carta del apóstol san Pablo a los Corintios (12,31–13,13):
Ambicionad los carismas mejores. Y aún os voy a mostrar un camino excepcional. Ya podría yo hablar las lenguas de los hombres y de los ángeles; si no tengo amor, no soy más que un metal que resuena o unos platillos que aturden. Ya podría tener el don de profecía y conocer todos los secretos y todo el saber, podría tener fe como para mover montañas; si no tengo amor, no soy nada. Podría repartir en limosnas todo lo que tengo y aun dejarme quemar vivo; si no tengo amor, de nada me sirve. El amor es paciente, afable; no tiene envidia; no presume ni se engríe; no es mal educado ni egoísta; no se irrita; no lleva cuentas del mal; no se alegra de la injusticia, sino que goza con la verdad. Disculpa sin límites, cree sin límites, espera sin límites, aguanta sin límites. El amor no pasa nunca. ¿El don de profecía?, se acabará. ¿El don de lenguas?, enmudecerá. ¿El saber?, se acabará. Porque limitado es nuestro saber y limitada es nuestra profecía; pero, cuando venga lo perfecto, lo limitado se acabará. Cuando yo era niño, hablaba como un niño, sentía como un niño, razonaba como un niño. Cuando me hice un hombre acabé con las cosas de niño. Ahora vemos confusamente en un espejo; entonces veremos cara a cara. Mi conocer es por ahora limitado; entonces podré conocer como Dios me conoce. En una palabra: quedan la fe, la esperanza, el amor: estas tres. La más grande es el amor.
Palabra de Dios
Ambicionad los carismas mejores. Y aún os voy a mostrar un camino excepcional. Ya podría yo hablar las lenguas de los hombres y de los ángeles; si no tengo amor, no soy más que un metal que resuena o unos platillos que aturden. Ya podría tener el don de profecía y conocer todos los secretos y todo el saber, podría tener fe como para mover montañas; si no tengo amor, no soy nada. Podría repartir en limosnas todo lo que tengo y aun dejarme quemar vivo; si no tengo amor, de nada me sirve. El amor es paciente, afable; no tiene envidia; no presume ni se engríe; no es mal educado ni egoísta; no se irrita; no lleva cuentas del mal; no se alegra de la injusticia, sino que goza con la verdad. Disculpa sin límites, cree sin límites, espera sin límites, aguanta sin límites. El amor no pasa nunca. ¿El don de profecía?, se acabará. ¿El don de lenguas?, enmudecerá. ¿El saber?, se acabará. Porque limitado es nuestro saber y limitada es nuestra profecía; pero, cuando venga lo perfecto, lo limitado se acabará. Cuando yo era niño, hablaba como un niño, sentía como un niño, razonaba como un niño. Cuando me hice un hombre acabé con las cosas de niño. Ahora vemos confusamente en un espejo; entonces veremos cara a cara. Mi conocer es por ahora limitado; entonces podré conocer como Dios me conoce. En una palabra: quedan la fe, la esperanza, el amor: estas tres. La más grande es el amor.
Palabra de Dios
Salmo
Sal 32
R/. Dichoso el pueblo que el Señor se escogió como heredad
Dad gracias al Señor con la cítara,
tocad en su honor el arpa de diez cuerdas;
cantadle un cántico nuevo,
acompañando los vítores con bordones. R/.
Que la palabra del Señor es sincera,
y todas sus acciones son leales;
él ama la justicia y el derecho,
y su misericordia llena la tierra. R/.
Dichosa la nación cuyo Dios es el Señor,
el pueblo que él se escogió como heredad.
Que tu misericordia, Señor, venga sobre nosotros,
como lo esperamos de ti. R/.
R/. Dichoso el pueblo que el Señor se escogió como heredad
Dad gracias al Señor con la cítara,
tocad en su honor el arpa de diez cuerdas;
cantadle un cántico nuevo,
acompañando los vítores con bordones. R/.
Que la palabra del Señor es sincera,
y todas sus acciones son leales;
él ama la justicia y el derecho,
y su misericordia llena la tierra. R/.
Dichosa la nación cuyo Dios es el Señor,
el pueblo que él se escogió como heredad.
Que tu misericordia, Señor, venga sobre nosotros,
como lo esperamos de ti. R/.
Evangelio
de hoy
Lectura del santo
evangelio según san Lucas (7,31-35):
En aquel tiempo, dijo el Señor: «¿A quién se parecen los hombres de esta generación? ¿A quién los compararemos? Se parecen a unos niños, sentados en la plaza, que gritan a otros: "Tocamos la flauta y no bailáis, cantamos lamentaciones y no lloráis." Vino Juan el Bautista, que ni comía ni bebía, y dijisteis que tenía un demonio; viene el Hijo del hombre, que come y bebe, y decís: "Mirad qué comilón y qué borracho, amigo de publicanos y pecadores." Sin embargo, los discípulos de la sabiduría le han dado la razón.»
Palabra del Señor
En aquel tiempo, dijo el Señor: «¿A quién se parecen los hombres de esta generación? ¿A quién los compararemos? Se parecen a unos niños, sentados en la plaza, que gritan a otros: "Tocamos la flauta y no bailáis, cantamos lamentaciones y no lloráis." Vino Juan el Bautista, que ni comía ni bebía, y dijisteis que tenía un demonio; viene el Hijo del hombre, que come y bebe, y decís: "Mirad qué comilón y qué borracho, amigo de publicanos y pecadores." Sin embargo, los discípulos de la sabiduría le han dado la razón.»
Palabra del Señor
Con mucho
cariño,
Noel y
Silvia
“La Porciúncula”
Guatemala, Libre y Soberana
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