Virgen
de los Dolores, por José-Román Flecha Andrés en Diario de León (15-9-2018)
Tras la fiesta
de la Exaltación de la Santa Cruz, que tiene lugar el día 14 de septiembre, la
Iglesia católica celebra el día 15 la memoria de la Virgen de los Dolores. En
esa ocasión la Liturgia de las
Horas ha incluido algunos hermosos poemas castellanos.
Ya el oficio de
lectura, llamado de “Maitines”, comienza con un poema del sacerdote Alberto
Lista, que puede ser considerado como el mejor poeta del siglo XIX: “Ve de la
cruz pendiente, la Madre dolorida al Rey de eterna vida que muere por mi amor;
y el vaticinio triste de Simeón cumplido, deja en su pecho herido la espada del
dolor.”
Estas octavillas
evocan las antiguas Lamentaciones
por la caída de Jerusalén, la presentación de Jesús niño en el
templo de Jerusalén y su reconocimiento por parte de Siméon, y por fin, el
momento de la muerte de Jesús. Además, el poeta exhorta al creyente a reconocer
sus culpas y a contemplar el llanto de María, la Madre dolorida.
Para comenzar la
oración de Laudes con
la que se inicia la mañana, la Liturgia
de las Horas recoge la antigua secuencia latina Stabat Mater dolorosa. Este
poema que se remonta al siglo XIII ha inspirado a grandes compositores, desde
Palestrina a A. Dvorak, pasando por Pergolesi, Boccherini y Haydn, hasta
Schubert, Verdi y Rossini.
La edición
española de esta oración litúrgica presenta la versión de Lope de Vega que
refleja el sentido cristológico de esta meditación de la pasión de Jesús y la
devoción de los creyentes a la Madre de la soledad:
“La Madre
piadosa estaba junto a la cruz y lloraba, mientras el Hijo pendía; cuya alma,
triste y llorosa, traspasada y dolorosa, fiero cuchillo tenía. ¡Oh cuán triste
y cuán aflicta se vio la Madre bendita, de tantos tormentos llena, cuando
triste contemplaba y dolorosa miraba del Hijo amado la pena! Y ¿cuál hombre no
llorara, si a la Madre contemplara de Cristo en tanto dolor? ¿Y quién no se
entristeciera, Madre piadosa, si os viera sujeta a tanto rigor?”
En otro romance
“a la despedida de Cristo, nuestro bien, de su Santísima Madre”, el mismo Lope
de Vega termina con esta exhortación: “Contempla a Cristo y María, alma, en
tantas soledades, que ella se queda sin hijo y que él sin madre se parte”.
A la hora de la
oración vespertina, la liturgia de este día de la Virgen de los Dolores, ha
incluido un expresivo poema de Gómez Manrique que recoge el lamento de María:
“¡Ay, dolor,
dolor, por mi Hijo y mi Señor! Yo soy aquella María del linaje de David: oíd,
señores, oíd la gran desventura mía ¡Ay dolor! A mí dijo Gabriel que el Señor
era conmigo, y dejóme sin abrigo, amarga más que la hiel. Díjome que era
bendita entre todas las nacidas, y soy de las afligidas la más triste y más
aflicta. ¡Ay dolor!”
En estos versos,
la soledad de María es reflejo de la soledad que todo creyente siente alguna
vez.
José-Román
Flecha Andrés
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