Oculto Y Revelado En Lucas – Hechos [Parte II]
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Julia Blum - enero 25, 2018
La “profecía Oculta” (2): Pérdida En La Traducción
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Julia Blum - enero
17, 2018
A
estas horas ya saben que la misteriosa “profecía oculta” de la
que estoy hablando ha de ser buscada en el capítulo 53 de Isaías.
Desde luego, todos ustedes conocen estos versículos; aún así,
permítanme recordarles que en este capítulo, Isaías describe
al “Siervo de Dios que será exaltado y honrado incluso por
reyes pero que está sujeto a una inmensa humillación y sufrimiento
como si fuera una paria social”.[1] Leemos
que es por voluntad de Dios que él cargue con su sufrimiento a causa
de los pecados de su pueblo —“de
hecho, él representa como una ofrenda de culpa; él sufre sin quejas
y eventualmente es sacrificado y enterrado. De alguna manera él verá
el resultado de su sufrimiento y será reivindicado por Dios”—.[2]
No
tengo ninguna duda de que todos mis lectores conocen este capítulo
muy bien —aún así, estoy bastante segura de que hoy puedo
enseñarles algo nuevo—. En el texto hebreo de Isaías 53:3 leemos:
נבזה
וחדל אישים
איש
מכאבות
וידוע
חלי
וכמסתר
פנים ממנו
נבזה
ולא חשבנהו
La
traducción literal de este versículo sería así: “Despreciado
y desechado entre los hombres, varón de dolores, experimentado en
quebranto; y
como quien esconde su rostro,
fue menospreciado, y no lo estimamos”. Sin
embargo, en lugar de “y como
quien esconde su rostro”
(una acción que se refiere al mismo Siervo Sufriente), en la
traducción leemos “y
como que escondimos de él el rostro”. Así
pues, el Siervo Sufriente se transforma del objeto al sujeto de esta
acción: ya no es su acción,
sino algo que el pueblo cercano a él hizo. El resultado, por
supuesto, es muy diferente, y el significado original del Siervo
Sufriente Mesiánico “y
como quien esconde su rostro”
se pierde por completo en la traducción. ¿Cómo sucedió?
La
LXX combina el MT’s וכמסתר “y
como quien esconde…” con οτι απεστραπται: “por [su
rostro] fue
menospreciado”. La
forma activa: [él] como quien
se esconde se
reemplaza aquí por la forma pasiva: [su
rostro] fue menospreciado”; el
“y” es reemplazado por el “por”. La traducción transforma el
significado de Isaías 53:3b: “Mediante la inserción de οτι, el
lector de la LXX es llevado a la conclusión de que el estado
marginal del siervo resulta ser la causa de ser despreciado y
desechado”.[3] La
condición humillante del siervo es representada por el perfecto
pasivo απεστραπται ([su rostro] “fue
menospreciado”). El
verbo griego αποστρεφω es importante en la LXX y
es ampliamente utilizado aquí. Describe a alguien o algo girándose
físicamente o alejándose. Al mismo tiempo, con frecuencia se
refiere al Señor, cuya ira no se aleja de Su pueblo o de quien Él
mismo se ha alejado de Su pueblo a causa de sus pecados. Por ejemplo,
leemos en el libro de Job: Dios
no volverá atrás (απεστραπται) su
ira.[4] Sin
embargo, aunque el verbo απεστραπται aquí está
en forma pasiva, es importante señalar que todavía está en forma
singular de la 3ª persona, lo que significa que en la LXX, todavía
es el rostro del Siervo el que está siendo
menospreciado,
y en este sentido, todavía es su decisión y su acción: porque
su rostro fue menospreciado y
no lo estimamos (traducción
literal).
¿Cómo
entonces, en traducciones más recientes del Tanach a diferentes
idiomas, el significado general de este versículo vino a ser: y
como que escondimos de él el rostro? Hemos
explicado cómo sucedió el cambio de “esconder” por
“menospreciar”; ahora necesitamos entender cómo sucedió la
conexión entre la 3ª persona del singular a la 1ª persona del
plural.
La
explicación de este cambio se podría encontrar en la gramática
hebrea, en particular en la palabra hebrea .ממנו El
significado de esta palabra en hebreo puede ser doble —lo
mismo “de él” como “de ellos”—. En
las Escrituras hebreas encontramos ambos casos: por ejemplo en
Génesis 3:3 y 3:5 ממנו
לא תאכל significa “de
él” (from it, en inglés: del árbol); pero en el mismo capítulo,
en Génesis 3:22 –כאחד
ממנו-
la misma palabra claramente quiere decir “de nosotros”: como
uno de nosotros. Aquí
está la raíz del problema: cuando se lee esta palabra en algunas
traducciones de Isaías 53:3. Cuando como de
él y
no de
nosotros,
da un significado muy diferente a toda la frase. Así pues,
viene a ser: y
como que escondimos de él el rostro —y
esto es lo que encontramos en la mayoría de las traducciones de
Isaías 53— en lugar del original: y como
quien esconde su rostro de nosotros…
Así
pues, este significado original del versículo: y
como quien esconde su rostro de
nosotros… se
encuentra totalmente perdido en la traducción, y la misma profecía
viene a ser la “profecía
oculta”. Tal
como ustedes pueden haberse dado cuenta, el propio título de mi
último libro viene de este versículo. Ahora sabemos que de
acuerdo a Isaías 53:3, y
como quien esconde su rostro ha
venido a ser un paso importante en el programa Mesiánico —un
aspecto prominente en la imagen del Siervo Mesiánico—. El “Mesías
Oculto”, motivo que encontramos en la literatura judía del Segundo
Templo, con toda probabilidad, ha sido desarrollado bajo la fuerte
influencia de este versículo: ya que el programa mesiánico de
Isaías incluyó “como quien esconde su rostro”. Si
alguien se consideró a sí mismo ser el Mesías, debía guardar
silencio sobre su mesianismo hasta que llegase el tiempo apropiado.
Si Jesús era el Mesías, Él debía cumplir cada paso de su programa
mesiánico, y por lo tanto, como
quien esconde su rostro en
Isaías 53:3b —era posiblemente para Él, una de las principales
razones de ocultar su mesianismo —: Se suponía que debía esconder
rostro;
Su dignidad mesiánica debía ser secreta durante su vida y su
ministerio.
Los
textos judíos del Segundo Templo son testimonios muy importantes de
las ideas actuales en el mundo judío pre-cristiano, y en ellos
mismos está la prueba de que el concepto del Mesías Oculto era ya
una parte integral de ese mundo en el cambio de era. Indudablemente,
también debemos esperar que este concepto esté presente en el Nuevo
Testamento, y si leemos el Nuevo Testamento a la luz de la “profecía
oculta”, claramente veremos que el mesianismo de Jesús era
entendido, no solo por Él mismo, sino también por aquellos que
describieron Su vida y ministerio, en términos de un Mesías
“oculto y revelado” —un Mesías cuyo mesianismo permanece
oculto hasta el tiempo señalado, para ser revelado más tarde—. La
próxima vez, seremos testigos de esta drástica transición del
Mesías Oculto al Mesías revelado en el Nuevo Testamento.
[1] G.
K. Beale and D. A. Carson. Commentary on the New Testament Use of the
Old Testament (p. 574). Baker Publishing Group. Kindle Edition
[2] Ibid.
[3]
Eugene Robert Ekblad Jr, Isaiah’s
Servant Poems According to the Septuagint (Peeters
1999) , p.209
About the author
CapÍtulo Transitorio (2) Volviendo A Contar La Historia
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Julia Blum - febrero
8, 2018
Continuamos
nuestro viaje a través del capítulo transitorio del Evangelio de
Lucas —el viaje de camino a Emaús, junto con los dos discípulos
tristes y un misterioso extranjero que se les unió en el viaje—.
Recordemos que sus ojos estaban velados y
ellos no reconocieron a Jesús en este forastero. Entonces la
historia sigue y nos dice que “y
comenzando desde Moisés, y siguiendo por todos los profetas, les
declaraba en todas las Escrituras lo que de él decían”.[1] Sin
embargo, debemos darnos cuenta que Sus explicaciones no eran solo
sobre lo concerniente
a Él mismo —no
era solo Su historia —: Él les llevó a través de las
Escrituras, a través del Tanach, a través de la historia de Israel,
y en ese sentido les llevó a través de su propia historia. Antes de
que le reconocieran —y para permitirles reconocerlo—él
les volvió a contar su propia historia.Leemos
después que sus corazones comenzaron a arder mientras le escuchaban.
¿Qué estaba sucediendo allí?
Puede
que incluso hoy, en la época de las cámaras digitales, algunos de
ustedes recuerden cuán rudimentario era el revelado de las
fotografías no digitales. La cinta se colocaba en una solución
especial —el revelador— y un poco después, una fotografía
comenzaba a emerger. Al principio aparecían los contornos, después
los detalles finos de la imagen, y al final, aparecía toda la
fotografía claramente visible. De hecho, ese era el propósito del
revelador —hacer que la imagen latente fuera visible—.
Para
mí, todo este proceso siempre me ha parecido algo misterioso, casi
como un proceso místico. Parece completamente increíble que, por
una parte, la imagen está ahí —existe ya por completo,
perfectamente impresa en la cinta— el complejo proceso químico no
cambia nada en la imagen y tampoco añade nada, simplemente la
elabora, la pone a la vista, revela lo que ya estaba ahí. Sin
embargo, por otra parte, aunque solo ese paso nos separe de poder ver
lo que está impreso en la fotografía, sin ese paso, sin elaborar la
cinta, nunca podríamos descubrir lo que está plasmado en ella
—hasta que el revelador cumpla su trabajo, la imagen permanece
invisible—.
Piensa
en el Apóstol Pablo, por ejemplo. Sabemos que había estudiado la
Torá y las Escrituras toda su vida, pero no había visto a Jesús en
ellas, hasta que las Escrituras le fueron “reveladas”. ¿Qué le
sucedió a Saúl (Pablo) después de la experiencia en su camino a
Damasco? ¿Has recapacitado sobre que le pasó durante aquellos tres
días que estuvo aturdido y ciego en Damasco, ayunando y orando, en
la calle La Estrecha antes de que Ananías le fuese enviado? ¿Qué
pensó durante su paralización impuesta, mientras recapacitaba
—enderezando— su vida y sus convicciones, privado de poder leer
físicamente, y por lo tanto, pasando mentalmente páginas de las
Escrituras, con las que se había alimentado? Él no tuvo ningún
texto nuevo, ningún pergamino le cayó del cielo, eran las mismas
Escrituras que él había leído toda su vida —simplemente estaban
empezando a “revelarse”, a ser vistas,
entendidas y leídas bajo una luz completamente nueva—. Ellas
habían sido toda su vida, el significado y la base de su existencia,
pero para su increíble desconcierto, el mismo Jesús, en el que él
confiaba completamente tres días atrás, no estaba allí,
simplemente no podía estar allí, ahora estaba apareciendo en
aquellas páginas —revelándose delante de su vista interior—.
Un
proceso similar de “revelación” les estaba sucediendo
a los discípulos camino a Emaús. El mismo Tanach, las mismas
Escrituras que ellos habían leído durante toda su vida, estaban
siendo “reveladas”, vistas
y comprendidas bajo una luz completamente nueva. Y, de acuerdo con
Lucas, una vez que Él les condujo a través de las Escrituras, una
vez más, las Escrituras les fueron “reveladas”, todo cambió
en sus corazones: sus corazones ardían ahora y mientras sus ojos
físicos todavía estaban velados, sus ojos internos, los ojos de la
fe, se estaban abriendo. Solo era cuestión de tiempo (y
sincronización) antes de que sus ojos físicos fuesen abiertos. Y es
por eso que, cuando llegaron al lugar, Jesús hizo como si fuese más
lejos, “mas
ellos le obligaron a quedarse, diciendo: Quédate con nosotros,
porque se hace tarde, y el día ya ha declinado”.[2]
Ellos
le obligaron —y por favor entiéndeme—: esta es la única cosa en
toda la historia que ellos realmente eligieron hacer por propia
voluntad. Sus ojos todavía estaban velados, ellos todavía no sabían
quién era Él, y a primera vista, era solo una preocupación humana
natural: “porque se hace tarde, y el día ya ha
declinado”. Sin embargo, sabemos que en este punto sus
corazones estaban ardiendo, ellos tenían la sensación de que el
encuentro con ese ‘extraño’ todavía no había terminado, y
ellos actuaron según su corazón, no por la vista. Para nosotros es
crucial entender que primero: “ellos le obligaron” a
que se quedase con ellos, y solo después, solo por esa razón, “Él
se quedó con ellos”.
Esta
dinámica, entre la disposición del corazón y la abertura de los
ojos, es muy importante en la Biblia. Cuando el Señor se le apareció
a Moisés en la zarza ardiente, Moisés al ver la zarza dijo: “Iré
yo ahora y veré esta grande visión”[3]. Rashi
comenta: “Mejor marcho de aquí y me acerco allá”. Está escrito
remarcablemente que “viendo
JEHOVÁ que él iba a ver, lo llamó Dios de en medio de la
zarza”.[4] Solo
cuando Moisés “se fue de allí y se acercó allá”, solo
cuando empezó a caminar en dirección a Dios —y solo cuando Dios
vio eso— solo entonces le habló a él. El mismo Dios soberano
escoge cuándo revelarse al hombre; Él mismo interviene y hace que
ardan los corazones; Él mismo llama al hombre que escucha y
responde. Pero que Él continúe revelando el propósito de Su
intervención dependerá de la respuesta de ese hombre: Si lo
constriñe quedarse —si él está dispuesto a “salir
de aquí y acercarse allá”—.
Siempre es nuestra decisión si actuamos de acuerdo a nuestra vista o
a nuestro corazón.
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Hiding His Face, en el que se comenta con profundidad el tema
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Books by Julia
[1] Lucas
24:27
[2] Lucas
24:29
[3] Éxodo
3:3
[4] Éxodo
3:4
CapÍtulo Transitorio (3) El Mensaje De La ParticiÓn Del Pan
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Julia Blum - febrero 15, 2018
UN
ANFITRIÓN POCO COMÚN
“Mas
ellos le obligaron a quedarse”… Luego leemos:
“Y
aconteció que estando sentado con ellos a la mesa, tomó
el pan y lo bendijo, lo partió, y
les dio. Entonces
les fueron abiertos los ojos, y le reconocieron; mas él se
desapareció de su vista”.[1]
Primero
que todo, entendamos como era esta comida desde el punto de vista
tradicional judío. Compartir las comidas siempre ha sido una
parte muy importante en la vida de la comunidad judía. Al principio
de la comida, la bendición tradicional siempre se dice mientras se
parte el pan; como era la semana de la Pascua, habría sido matzah,
no un pan común, por lo tanto la bendición sobre el matzah habría
sido añadida: “Bendito eres, Señor nuestro Dios, Rey del universo
que nos santificas mediante Tus mandamientos, y nos mandas a comer
matzah”. Quien recita la bendición lo hace literalmente mientras
parte el pan, exactamente como se nos dice que hizo Jesús. En este
sentido, era una comida tradicional judía de Chol Ha-Moed (Semana
de Pascua). ¿O no era así?
En
el Talmud de Babilonia, leemos: “el anfitrión partirá el pan”
(Berakoth 46). En la tradición judía, el
anfitrión —la cabeza de la familia— es quien siempre dice la
bendición y parte el pan. Los huéspedes esperan las indicaciones
del anfitrión y silenciosamente reciben lo que se les pone delante
de ellos. Sin embargo, esto no es lo que vemos aquí. Verdaderamente
este no era un huésped común. En lugar de esperar las indicaciones
de su anfitrión, vemos a este ‘extraño’ tomando el lugar del
anfitrión: Él es quien dice la bendición y parte el pan. Podemos
imaginar que este comportamiento debe haber llamado la atención de
todos los demás en la casa. ¿De dónde venía esta autoridad?
NADIE
DEBE ESTIRAR SU MANO
Aquí
me gustaría citar un pasaje de los Rollos del Mar Muerto. Los
sectarios de Qumran creían en el salvador eterno (probablemente
creían que era Melquisedec) que vino como humano y era conocido por
ellos como el Maestro de Justicia. El Maestro de Justicia era un
sacerdote. Miremos un fragmento del documento 1QSa (algunas veces
llamado La
Regla Mesiánica)
y veamos lo que el texto dice sobre el Sacerdote; [el Mes]ías de
Israel debe [ingresar]… y [nadie
debe estirar]
su mano hacia el primer fruto… antes que el Sacerdote, porque [él
es quien b]endice el primer fruto del pan y del vino nuevo…[2]
Nadie
debe estirar su mano para
bendecir el pan: esto significa que en los días de Jesús, se
entendía (al menos entre los esenios), que cuando el Mesías
llegara, nadie debía estirar la mano para bendecir el pan antes que
Él. La autoridad para bendecir el pan pertenecía claramente al
anfitrión —a menos que el Mesías estuviera presente—. Y cuando
en nuestra historia, este extraño actuaba en la casa “como
quien tiene autoridad”[3] aún
cuando los ojos de los discípulos permanecían velados, sus
corazones que habían estado ardiendo durante todo el camino, ahora
se llenaban de emoción y expectativa. Para ellos, Su conducta era
una señal definitiva de Su dignidad mesiánica.
UN
HOMBRE QUE LLEVA UN CÁNTARO
¿Pero
por qué y cómo sabrían, incluso ellos, este conocimiento esenio
del privilegio del Mesías para partir el pan? Vayamos una semana
atrás y observemos a Jesús y sus discípulos acercándose a la
Ciudad Santa. Jerusalén estaba plagada de gente que había llegado
para la Pascua. Cada casa tenía huéspedes adicionales, cada
habitación estaba llena, aún así, Jesús extrañamente, parecía
no estar preocupado por el lugar donde comer la comida de Pascua.
Confidencialmente, Él les dijo a sus discípulos: “He
aquí, al entrar en la ciudad os saldrá al encuentro un hombre que
lleva un cántaro de agua; seguidle hasta la casa donde
entrare”.[4] ¿Cómo
sabía Jesús que ellos encontrarían un hombre con un cántaro de
agua? Un hombre con un cántaro de agua era algo poco común de ver,
normalmente era un trabajo de mujeres. ¿Por qué un hombre llevaría
un cántaro de agua en Jerusalén?
El
único grupo de hombres judíos que cargaban cántaros de agua eran
los esenios. Como la mayoría de los esenios eran célibes, los
hombres hacían el trabajo de las mujeres. Por eso un hombre llevando
un cántaro de agua solo podía ser esenio. Los esenios tenían
comunidades, no solo en Qumran, sino en otras ciudades. También
tenían una comunidad en Jerusalén. Josefo nos dice que una de las
puertas de Jerusalén se llamaba “la Puerta de los Esenios”.
Aparentemente fue por esta puerta que ingresaron a su comunidad. Por
palabras de Jesús, sus discípulos entendieron que tenían que
entrar a Jerusalén por la puerta de los esenios. Además, ya que los
esenios tenían un calendario diferente, sus habitaciones para
huéspedes estaban disponibles. Por eso es que el Maestro sabía que
una habitación estaba disponible para la Última Cena. Y esta es la
razón por la que una semana después, los discípulos reconocerían
Su autoridad mesiánica con la partición del pan.
RECONOCIDO
POR EL SUFRIMIENTO
Pero
hay algo aún más significativo sucediendo aquí —algo que los
esenios no sabían y los discípulos no habían entendido todavía,
pero que ahora estaban empezando a comprender—. Sabemos que durante
la Última Cena, Jesús fue quien bendijo el pan y el vino, y ya que
ellos tuvieron esa comida en la habitación esenia y dentro de la
comunidad esenia, mientras partía el pan, Jesús podía haber sido
visto como un Mesías esenio. Es por eso que Él se asegura de
decirles que Él no es un Mesías bajo el concepto esenio: Él
conecta esta partición del pan con lo que estaba por venir, con Su
inminente Sufrimiento. “Lo
que yo hago, tú no lo comprendes ahora; mas
lo entenderás después”.[5]
Ahora,
regresemos a la historia de Emaús: cuando este extraño empieza a
actuar en la casa “como
quien tiene autoridad”[6],
tomando el rol del anfitrión y partiendo el pan, los corazones de
los discípulos —que habían estado ardiendo todo el camino—ahora
estaban llenos hasta el borde con emoción. Les fue recordada Su
bendición mesiánica durante la Última Cena (si bien lo vieron o
alguien se lo contó) por eso para ellos fue una señal segura de Su
dignidad mesiánica. Se les vino a la memoria Sus palabras sobre el
sufrimiento: “Lo
que yo hago, tú no lo comprendes ahora; mas
lo entenderás después”.[7] Estas
palabras: “mas
lo entenderás después”,
se estaban cumpliendo, en ese mismo momento: “entonces
su ojos fueron abiertos y ellos le reconocieron”.
Según lo que cuenta Lucas, esto fue lo que los discípulos
reconocieron mientras Él partía el pan: Él era el Mesías —pero
no el Mesías que ellos esperaban—; no era el Mesías que esperaba
Israel, no era el Mesías que esperaban los esenios. Él era el
Mesías Sufriente.
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Emaús. Para obtener este y mis otros libros, da clic aquí: all
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[1]
Lucas 24:29-31
[2]
1Qsa, column 2, lines 18-21.
[3]
Marcos 1:22
[4]
Lucas 22:10
[5]
Juan 13:7
[6]
Marcos 1:22
[7]
Juan 13:7
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