Friday, February 23, 2018

Oculto Y Revelado En Lucas – Hechos - By Julia Blum - Parte I.

Oculto Y Revelado En Lucas – Hechos

By Julia Blum - enero 25, 2018
Antes y después
En mi post anterior subrayé porqué según Isaías 53:3 el ocultar el rostro ha sido un paso importante en el programa mesiánico y una característica prominente en la imagen del “Siervo Mesiánico”. Por lo tanto, podríamos esperar que este concepto esté también presente en el Nuevo Testamento: el Mesías, oculto en el cielo desde el principio, viene a la tierra, pero sigue permaneciendo oculto, solo para ser revelado en el tiempo señalado. Por eso, si Jesús era el Mesías y tenía que cumplir con el programa mesiánico de Isaías 53, era necesario que ocultase su rostro, su estatus mesiánico necesitaba ser ocultado durante su vida y su ministerio. Por lo tanto, podemos sugerir que el mesianismo de Jesús fue entendido, no solo por él mismo, sino también por aquellos que describían su vida y su ministerio, en términos de un Mesías “escondido y revelado”—un Mesías cuyo mesianismo está oculto hasta el tiempo señalado, y solo revelado tiempo después—. ¿Encontramos pruebas de este concepto en el Nuevo Testamento?
Ya que Lucas es el único autor que describe tanto la vida terrenal de Jesús como el ministerio de sus discípulos después de la crucifixión y resurrección, son los escritos de Lucas los que nos proporcionan una única oportunidad para seguir el desarrollo de este “antes y después” del tema. Mientras escribía sobre la vida terrenal de Jesús, Lucas continuamente le describe ocultando su mesianismo (y llamándose a sí mismo como Hijo del Hombre, en lugar de Mesías), mientras que en Hechos, el secreto del mesianismo de Jesús cede ante la proclamación pública y ahí vemos los implacables esfuerzos de sus discípulos en comunicar a todos su mesianismo.
 
Él le mandó que no lo dijese a nadie
Empecemos por el primer caso en Lucas, donde vemos a Jesús prohibiendo hacer público su mesianismo. Sigue inmediatamente después del episodio conocido sobre el rechazo de Jesús en la sinagoga de Nazaret, en el capítulo 4. Vemos que a diferencia del pueblo de Nazaret, habían algunos que le reconocieron como Mesías —estos eran los demonios, pero Él siempre les prohibió que lo proclamaran —. Así pues, el endemoniado de Capernaum ocurre en Lucas 4:33, cuando el Mesías es saludado y Jesús le reprende: Estaba en la sinagoga un hombre que tenía un espíritu de demonio inmundo, el cual exclamó a gran voz, diciendo: Déjanos; ¿qué tienes con nosotros, Jesús nazareno? ¿Has venido para destruirnos? Yo te conozco quién eres, el Santo de Dios. Y Jesús le reprendió, diciendo: Cállate, y sal de él.[1] En la descripción en 4:40 esta confesión demoniaca del Mesías es formulada otra vez y allí Jesús prohíbe a los demonios que proclamen su mesianismo: Y Él le reprendió, no les permitió que hablasen, porque ellos sabían que Él era el Cristo[2]
De la misma manera, los enfermos también fueron objeto de semejante veto. Encontramos la prohibición de Jesús tanto en la historia del leproso como en la resurrección de la hija de Jairo. Después de que el leproso fuese limpio, y él le mandó que no lo dijese a nadie[3]; después de la resurrección de la hija del jefe de la sinagoga, Jesús les mandó que a nadie dijesen lo que había sucedido.[4] Vemos que “Jesús está manifiestamente preocupado de que la proclamación de sus milagros le empujen a levantar el velo”.[5]
Sin embargo, la historia del gentil endemoniado del país de los gadarenos, revela una excepción. En este caso, la orden de Jesús al hombre que fue sanado es muy diferente de lo que Él mandó a sus conciudadanos judíos en situaciones similares: Vuélvete a tu casa, y cuenta cuán grandes cosas ha hecho Dios contigo.[6] Es importante señalar que este caso proporciona la única excepción en todo el Evangelio: en todos los otros casos, Jesús rápidamente evita los títulos mesiánicos y se opone firmemente a que se propaguen sus milagros. Vemos a Jesús evitando el título de Mesías incluso mientras hablaba con sus discípulos. Cuando Él les pregunta: “¿Y vosotros quién decís que soy? Entonces respondiendo Pedro, dijo: El Cristo (Mesías) de Dios”. En lugar de confirmar la revelación, como sucedió en Mateo, pero él les mandó que a nadie dijesen esto, encargándoselo rigurosamente, y diciendo: Es necesario que el Hijo del Hombre padezca muchas cosas…[7] Incluso aquí y ahora, tiene mucho cuidado al decir: El Cristo (Mesías) ha de sufrir muchas cosas, como uno seguramente esperaría que dijese después de la confesión de Pedro.
Proclamado desde las azoteas
Así pues, vemos que en el Evangelio de Lucas, Jesús continuamente prohíbe a sus conciudadanos que hablen de su dignidad mesiánica y de sus milagros, mientras que al mismo tiempo Él les permite a los gentiles que digan esas cosas. Pero cuando abrimos el segundo volumen del mismo autor —el libro de Hechos— el contraste es bastante drástico. No hay palabras que describan mejor este súbito cambio en el ambiente, del Evangelio a los Hechos, más que el versículo del mismo Lucas: Lo que habéis hablado al oído en los aposentos, se proclamará en las azoteas.[8] Aquí en Hechos, ya no se oculta nada más, y la dignidad mesiánica de Jesús es proclamada a voces y públicamente: contrario a oculto, escondido, apenas revelado al oído el secreto de la dignidad mesiánica de Jesús en el Evangelio, hay una proclamación abierta de su Mesianismo en el libro de Hechos. En estos tres discursos públicos —en los capítulos 2, 3 y 4 de Hechos— Pedro está proclamando en alta voz, casi literalmente en las azoteas que Jesús de Nazaret es el Mesías: Sepa, pues, ciertísimamente toda la casa de Israel, que a este Jesús a quien vosotros crucificasteis, Dios le ha hecho Señor y Cristo.[9] Sepa, pues, ciertísimamente toda la casa de IsraelDe repente, el secreto, el conocimiento esotérico del Evangelio, se convierte en un mensaje ampliamente difundido en Hechos. En algún lugar, entre el Evangelio y el libro de Hechos, el secreto del mesianismo de Jesús es revelado.
En este sentido, la crucifixión de Jesús es sin duda el punto cardinal de la historia, el tiempo señalado para que el Mesías Oculto sea revelado. Si retrocedemos desde este punto, vemos a Jesús escondiendo su mesianismo; si vamos hacia delante, escuchamos a sus discípulos proclamando su mesianismo abiertamente y sin descanso. Por eso es que en el último capítulo del Evangelio de Lucas, tenemos la historia de Emaús. Lucas, un gran escritor, quiere que examinemos de nuevo el Evangelio completo a la luz de este capítulo —y también mirar el libro de Hechos a la luz de este capítulo—. La próxima vez, analizaremos juntos esta maravillosa historia para que podamos entender mejor esta abrupta transición del Evangelio a Hechos—del Mesías Oculto al Mesías Revelado—.
Si te gustó este artículo, puede que también te guste mi libro As Though Hiding His Face, en el que discutimos en profundidad el tema del Mesías Oculto. Para obtenerlo, al igual que mis otros libros, da clic aquí: all Books by Julia
[1] Lucas 4:33-35
[2]  Me gustaría recordarles que Cristo (del griego Χριστός, Christós) significa “el Ungido”, el Mesías.
[3] Lucas 5:14
[4] Lucas 8:56
[5] William Wrede, The Messianic Secret, p.11
[6] Lucas 8:39
[7] Lucas 9:20-21
[8] Lucas 12:3
[9] Hechos 2:36

CapÍtulo Transitorio (1) Sus Ojos Estaban Velados

By Julia Blum - febrero 1, 2018
En el mismo día
Como todos sabemos, Lucas es el único autor en el Nuevo Testamento que sintió la necesidad de completar la historia de la vida “oculta” de Jesús en el Evangelio, con la historia de sus discípulos en Hechos, proclamando aquí abiertamente que Jesús es el Mesías. Más aún, en su escrito de dos volúmenes, Lucas nos proporciona una formidable herramienta para entender la naturaleza del abrupto cambio entre el Evangelio y Hechos: ¿Por qué el estatus mesiánico de Jesús, escondido tan a fondo en el Evangelio, de repente empieza a ser proclamado públicamente en Hechos? ¿Por qué lo que fue hablado al oído en cámaras secretas en el Evangelio, es “proclamado desde las azoteas” en Hechos? El último capítulo del Evangelio de Lucas sirve no solo como una maravillosa transición literaria hacia el segundo volumen, sino también como una clave espiritual para toda la historia del mesianismo de Jesús y la restringida visión de Israel en el escrito de Lucas.
Ustedes recuerdan, por supuesto, esta hermosa historia de los dos discípulos en el último capítulo del Evangelio de Lucas —cómo en el primer día de la semana—, ese mismo día de Yom Rishon, el domingo, que comenzó con la asombrosa historia de las mujeres y cómo ellas no encontraron el cuerpo de Jesús , en el mismo día, pero horas más tarde, dos de ellos viajaban… hacia una villa llamada Emaús” (en hebreo es Ammaus — עמאוס), que estaba a 60 estadios(como a unas siete millas) de Jerusalén. Podemos imaginar lo que estaba sucediendo en sus corazones y en sus mentes. Estaban absolutamente perplejos de todo lo que había sucedido a su Maestro, y estaban hablando entre ellos sobre estos eventos. Ahora bien, en el camino el mismo Jesús… fue con ellos, pero ellos no le reconocieron. Siguieron comentando; respondieron a Jesús cuando Él les preguntó sobre las últimas noticias de Jerusalén; estaban desconcertados de que Él no supiese qué había sucedido —pero no le reconocieron—. Entonces Él dijo algo muy remarcable: ¡Oh insensatos, y tardos de corazón para creer todo lo que los profetas han dicho![1] Debemos admitir que es realmente difícil imaginar a un viajero ocasional diciendo algo tan duro —uno ha de tener una verdadera autoridad para decir estas palabras— pero a pesar de esas palabras, no le reconocieron. Entonces Él comenzó a enseñarles sobre las escrituras. Uno podría pensar que ellos deberían haberle recordado, habiéndoles enseñado tantas veces cuando estaba con ellos, aún así, fueron incapaces de reconocerle. Mas los ojos de ellos estaban velados, para que no le conociesen.[2]
Ya vimos que referirse a la venida del Mesías como oculto revelado podría tomarse como una representación del judaísmo del primer siglo. La idea del mesías siendo irreconocible por el pueblo de Israel, era una idea muy común en el pensamiento judío. En este sentido, la historia de Emaús apenas conlleva una prueba adicional a esta idea. Sin embargo, mediante esta historia, Lucas muestra claramente cómo y por qué ellos no le reconocieron —y eso es lo que vamos a comentar ahora—.
Sus ojos estaban velados
Intentemos comprender qué sucedió en los ojos de los discípulos camino a Emaús. Leemos que sus ojos estaban velados.En inglés, como en griego,  el verbo velados es la forma pasiva del verbo velar. Esencialmente significa que, fuera lo que fuese que les sucediera a los discípulos, su incapacidad para reconocer a Jesús no dependía de ellos mismos. Alguien estaba velando sus ojos hasta que el momento señalado llegara.[3] Entonces, cuando el tiempo señalado llegó, ese mismo alguien abrió sus ojos: Entonces les fueron abiertos los ojos, y le reconocieron.[4] Una vez más, como en el versículo 16, el texto utiliza la forma pasiva: les fueron abiertos los ojos. El verbo griego[5]empleado aquí significa “ser completamente abierto, enteramente”, y ocurre varias veces en la Septuaginta. El uso de la forma activa  de este verbo es remarcable. En casi todos los lugares en la Septuaginta, donde este verbo se encuentra en la forma activa, el sujeto de la oración es Dios mismo, lo cual nos lleva a una conclusión muy importante: Dios es el único que puede abrir nuestros ojos espirituales. Por ejemplo, en II Reyes 6:17. Elías ruega al Señor que abra los ojos de su siervo: “SEÑOR, te ruego, abresus ojos para que él pueda ver. Y el SEÑOR abrió los ojos del joven y vio. Ese es el porqué de las palabras de Lucas al final del mismo capítulo: Entonces les abrió el entendimiento, para que comprendiesen las Escrituras[6], de alguna forma, es una declaración de fe: Lucas evidentemente cree que Jesús es Dios y esa es la causa del porqué Él tiene la autoridad de Dios para abrir. Según Lucas, el Señor y solo Él, tiene el poder para velar el entendimiento y los ojos —y es el único que puede abrir, desbloquear el entendimiento y los ojos. Los ojos de los discípulos en el camino de Emaús fueron velados de una manera soberana solamente por Su mano, y de algún modo podrían haber reconocido a Jesús hasta que Él mismo abrió sus ojos.
Respecto a esto, me gustaría recordar la conocida escena en la sinagoga de Nazaret del capítulo 4 del Evangelio de Lucas: Vino a Nazaret, donde se había criado; y en el día de reposo entró en la sinagoga, conforme a su costumbre, y se levantó a leer… [7] Mientras leía esos versículos, Lucas 4:16:30, uno sin duda se asombra ante el increíble ambiente tenso que llenaba la sinagoga cuando Jesús leía al profeta Isaías. ¿Cuál es la raíz de la tensión, y de qué da testimonio? Y los ojos de todos en la sinagoga estaban fijos en él… Y todos daban buen testimonio de él, y estaban maravillados de las palabras de gracia que salían de su boca.[8] En otras palabras, Lucas  muestra un cuadro muy similar al que vimos en el camino de Emaús: los corazones de aquellos que escucharon a Jesús, ardían, estaban claramente sintiendo que Aquel que estaba delante de ellos tenía una autoridad especial, una autoridad extra humana. Y los ojos de todos en la sinagoga estaban fijos en él con un deseo intenso y esperando ver en Él a Aquel a quien sentían en sus corazones, Él era. Yo creo que ellos deseaban desesperadamente obedecer la voz de sus corazones y reconocerle como Mesías —¿y aun así? — no pudieron. ¿Por qué? ¿Cuál fue la diferencia entre los discípulos del camino de Emaús y los conciudadanos de Jesús en Nazaret? Lucas deja claro que en ambos casos, los corazones ardían, y en ambos casos los ojos fijos en Jesús estaban velados por nadie más que por el mismo Señor (ya sabemos que en la Biblia nadie más puede velar o abrir los ojos de alguien). Sin embargo, los ojos de los discípulos en el camino de Emaús fueron finalmente abiertos, mientras que los ojos de la gente de Nazaret permanecieron velados…
Este es un mensaje que Lucas transmite a su lector en este capítulo transitorio: ninguno, aparte del mismo Dios puede velar o abrir los ojos espirituales. Para Lucas, está clara Su decisión, y es solo suya en ambos casos, en el caso de los discípulos camino a Emaús, cuyos ojos al final fueron abiertos y que finalmente le reconocieron, y en el caso de la sinagoga, donde los ojos de la gente permanecieron velados y no le reconocieron.
Continuará…
(Si estás interesado en leer mi libro sobre el Mesías Oculto u otros libros, puedes obtenerlos en mi página, https://blog.israelbiblicalstudies.com/julia-blum/.)
[1] Lucas 24.25
[2] Lucas 24:16
[3] En griego, exactamente como en inglés, tenemos la forma pasiva (εκρατουντοdel verbo velar (Κρατεω).
[4] Lucas 24:31
[5] Διανοιγω
[6] Lucas 24:45
[7] Lucas 4:16

[8] Lucas 4:20, 22

CONTINUARA - Shalom
Noel y Silvia

No comments:

Post a Comment