En muchos
lugares de la Torá se nos instruye dar caridad a los pobres. Uno de esos
llamados es en la parashá Behar: “Si tu hermano empobrece y sus medios se
estrechan en tu proximidad, lo fortalecerás, tanto si es un converso como un
residente, para que pueda vivir contigo” (1).
Los
comentaristas explican que este versículo en particular se enfoca en darle a
quien ha comenzado a perder su independencia financiera, pero aún no está en la
situación de ser realmente aní (pobre) (2). La Torá nos alienta
específicamente a dar a ese tipo de persona, a tal punto que algunos de los
comentaristas señalan que darle a quien está en camino hacia la pobreza es una
mitzvá por sí misma (3). La lógica de esto es que cuando uno le da a alguien
que aún no depende completamente de otros, esa persona tiene un menor
sentimiento de vergüenza por ser receptor de dicha caridad.
El
Rambam, en su descripción de las leyes de caridad, desarrolla esta idea.
Escribe que hay ocho niveles diferentes de dar caridad, y que la forma más
elevada es ayudar a la persona a lograr la autosuficiencia económica (4). Su
fuente son las palabras en esta parashá, “y lo fortalecerás”. El Beit
Yosef explica que esta es la forma más elevada de caridad porque con ella se le
permite al receptor volverse independiente y no sentir la vergüenza inherente
de recibir. Esto se debe principalmente a que no se ve a sí mismo como que está
pidiendo una ayuda. Sabemos que es parte de la naturaleza humana querer
ganarnos nuestro propio sustento, y que perdemos nuestro sentido de dignidad
cuando nos vemos forzados a recibir regalos. Por lo tanto, dar haciendo que el
receptor no se sienta indigno se considera una gran proeza, incluso por sobre
al acto de dar en sí mismo.
Aprendemos
de esto una importante enseñanza que aplica a todas las formas de bondad y
caridad: es sumamente importante que el receptor sienta la mínima cantidad de
vergüenza posible al recibir. De hecho, la forma más elevada sería intentar que
el receptor no sintiera que está siendo ayudado en absoluto, ¡sino que sienta
que es él quien está ayudando! Esta idea es traída en una novedosa
interpretación de una difícil Guemará.
La Guemará
comenta que si una persona dice: “Daré esta moneda a caridad para que mi hijo
viva”, implicando específicamente que el mérito de esta mitzvá restaure la
salud de su hijo enfermo, esa persona es un tzadik gamur, una persona
sumamente recta (5). Muchos comentaristas preguntan por qué esta persona que
realiza la mitzvá explícitamente con motivos ulteriores merece un halago tan
grande. Rav Mordejai Banet explica, de manera homilética, que la Guemará se
refiere a una persona que da caridad buscando asegurar que el receptor no
sienta ninguna vergüenza al aceptar su donación. Por eso le dice al pobre que,
por el contrario, él —el donante— es quien se beneficiará con la donación de
caridad, porque tiene un niño enfermo que probablemente se curará por el mérito
de esta mitzvá. La Guemará enseña que tal persona, que inventa una manera para
dar caridad evitando la humillación en el receptor empobrecido, es un tzadik
gamur, una persona excepcionalmente pía.
En esta
misma línea, se cuenta la historia de un hombre que compró maderas y las apiló
en el porche de la entada de su casa. Cuando encontraba a un pobre, lo
contrataba para mover la madera desde la entrada hasta el fondo de la casa, y
cuando encontraba otro pobre, lo contrataba para llevar las maderas de nuevo al
porche. Así, ayudaba financieramente a quienes la necesitaban con
desesperación, asegurando preservar su dignidad haciéndoles sentir que se
habían ganado el dinero, en lugar de haber recibido una ayuda (6).
No
siempre es posible hacer que el receptor sienta que es el dador, pero siempre
es fundamental intentar mantener su dignidad tanto como sea posible. Uno de los
grandes baalei jésed de los últimos años que sobresalió en esta área fue
Rav Zalman Ashkenazi. Él creó la organización Mesamjei Lev, mediante la que
miles de pobres recibían alimento y ropa. Era responsable de la distribución de
62.000 pares de zapatos, 15.000 kilos de matzá y 4.000 cajas de vino antes de
Pésaj, 150.000 kilos de carne roja y pollo antes de las Altas Fiestas, cerca de
500 canastas de mishlóaj manot a viudos y viudas, conteniendo cada uno
un sobre con dinero antes de Pésaj, y ayudó a financiar decenas de bodas para
novias y novios huérfanos cada año. Sin embargo, no le bastó con sólo proveer
tal cantidad de ayuda material. Siempre le preocupó mucho que los receptores
conservaran su dignidad. A pesar de intentar siempre permanecer en el
anonimato, cuando era identificado por los receptores lo único que preguntaba
era: “¿Es lo suficientemente digno? ¿No es deshonroso?”.
Vimos que
dar de forma tal que el receptor pueda mantener su honor es tan importante, que
dar así es la forma más elevada de caridad. Que todos tengamos el mérito de
darle a los necesitados, pero sin que ellos sientan que son receptores.
Notas:
(1) Vaikrá,
25:35.
(2)
Rashi, Vaikrá, 25:35.
(3) Ver Óhel
Moshé, Vaikrá, 25:35 para un comentario extenso sobre este tema.
(4) Rambam, Mishné Torá, Hiljot Matanot Aniim, 10:7-14. Por ejemplo, darle un préstamo o
ayudarlo a encontrar un trabajo. El Beit Yosef agrega que incluso un regalo
obvio no avergüenza a la persona que no está en una situación de absoluta
necesidad, porque es normal que los amigos se den regalos unos a otros incluso
si no están en una situación de gran necesidad.
(5) Pesajim,
8a-b.
(6) La
explicación de Rav Banet, y la historia adjunta, fueron tomadas de un relato
escrito de una clase de Rav Eli Mansour, shlita.
REF: http://www.aishlatino.com/tp/i/la-luz-de-la-tora/Dar-con-dignidad.html
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