Julia Blum
Profesora Adjunta, Dept. de Estudios Bíblicos,
IsraelBiblicalStudies.com
EL DÍA DE
JERUSALÉN
Yo me alegré con los que me decían:
A la casa de Jehová iremos.
Nuestros pies estuvieron
Dentro de tus puertas, oh Jerusalén.
Jerusalén, que se ha edificado
Como una ciudad que está bien unida entre sí.
Pedid por la paz de Jerusalén;
Sean prosperados los que te aman.
(Salmo 122:1-6)
Historia
El Día de Jerusalén (Yom Yerushalayim)
conmemora la reunificación de Jerusalém después de la Guerra de los
Seis Días en 1967. Se celebra el 28 del mes hebreo de Iyar. Este año,
el 23-24 de mayo, Jerusalén celebrará el 50º aniversario
de la reunificación de Jerusalén.
En 1947, bajo el Plan de Partición de la
ONU, se propuso establecer dos estados: el Estado judío y el Estado
árabe. Jerusalén fue declarada como ciudad internacional, ni árabe ni
judía exclusivamente. Este sistema debía durar diez años, y entonces se
haría un referéndum entre los residentes de Jerusalén para decidir a
qué país se uniría Jerusalén. Los líderes judíos aceptaron ese plan,
incluyendo el estatus especial de Jerusalén pero los árabes rechazaron
la propuesta.
En 1948, tan pronto la independencia de
Israel fue declarada, fueron atacados por los vecinos árabes. Al final
de esta guerra –la Guerra de la Independencia– la Ciudad Vieja y el
Este de Jerusalén fueron ocupados por Jordania. Por lo tanto, Jerusalén
fue dividida entre Israel y Jordania.
La situación cambió en 1967 como
resultado de la Guerra de los Seis Días. El 7 de junio de 1967 (28 Iyar
5727), Israel capturó la Ciudad Vieja de Jerusalén. Al final del día,
el Ministro de Defensa, Moshe Dayan,
expresó unas palabras que a menudo son citadas durante el Yom
Yerushalayim:
Esta mañana, las fuerzas armadas de
Israel liberaron a Jerusalén. Hemos unido a Jerusalén, la capital dividida
de Israel. Hemos devuelto lo más sagrado a nuestros lugares santos, que
nunca sean separados otra vez. A nuestros vecinos árabes tendemos,
también en este momento —y con mayor énfasis en esta hora— nuestra mano
en paz.
La Guerra de los Seis Días finalizó con
el alto al fuego el 11 de junio de 1967.
Abraham tuvo dos
hijos…
En el Día de Jerusalén, se celebran
muchos eventos a través de la ciudad, aunque, con todas las
festividades y alegría de este día, todavía hay una herida en mi
corazón –porque todavía hay una herida en el corazón de mi ciudad–.
La traducción King James del versículo
de este Salmo 122 –el versículo tomado como un epígrafe de este
artículo– es el versículo que a menudo se cita en el Día de
Jerusalén. Sin embargo, traducir el verbo hebreo “hubra” como
“compacto”, no expresa realmente el significado intenso del texto
original: encontré en una de las traducciones que Jerusalén es
una ciudad atada, conectada, unificada; “unida firmemente”. Al menos
este es el diseño de Dios para Su ciudad. Desafortunadamente, esta no
es nuestra realidad. ¿Quién conoce mejor que nosotros?, los judíos y
los árabes que viven hoy en día en un eterno conflicto en Jerusalén,
que nuestra ciudad no está “firmemente unida”. Cualquiera que haya
estado en Jerusalén sabe muy bien que hay una autopista Nº1
zigzagueando la ciudad y dividiéndola en dos partes: en el oeste y el
este de Jerusalén.
No estoy comprometida en política, y no
estoy planificando un discurso político en este blog, y les puedo
asegurar que esto no tiene nada que ver con política –tiene que ver con
la Palabra de Dios y el plan de Dios–, por eso me duele el corazón cada
vez que leo este Salmo. Jerusalén tiene que ser una ciudad “firmemente
unida”. Abraham tuvo dos hijos[1] y ambos hijos tienen una
parte que ejercer en la familia de Abraham y en el plan de Dios. Nadie
debe ser excluido, ni de la familia, ni del plan –ambos son
esenciales–. Ciertamente, no tienen el mismo papel: los hijos son muy
diferentes y sus destinos también son muy diferentes. Sin embargo, el
cuadro familiar no estará completo hasta que los dos estén
representados. Vivimos juntos en esta ciudad, y el Día de Jerusalén ha
de ser una celebración para todos los residentes de Jerusalén. Ambos
hijos necesitan estar representados en la fotografía familiar.
Entonces, y solo entonces, esta fotografía estará completa.
Las lágrimas de
Jesús
Durante el mes pasado, señalando todos
los días especiales que nuestro país observa en abril/mayo, ya les
comenté algo referente a las lágrimas de Jesús sobre Jerusalén en Lucas
19: “Y cuando llegó cerca de la ciudad, al verla, lloró sobre
ella“. Este episodio es crucial para quienes quieren entender Su
corazón y Su amor por Su pueblo. He compartido con ustedes que hace
unos años, en mi libro sobre las lágrimas de Dios por el sufrimiento de
Israel (“If you are the Son of God” ) comenzó a partir de la
realización (revelación) de este simple y obvio hecho, que nunca antes
había considerado: en todo el Nuevo Testamento, Jesús solo lloró dos
veces –una aquí sobre Jerusalén, y otra sobre Lázaro (“Jesús lloró”)–.
No hay accidentes en la Palabra de Dios: Mediante las lágrimas de
Jesús, repetidas dos veces, la elección y el destino de Israel se
reflejan en la elección y el destino de Lázaro. Aunque Jesús sabe que
en breve plazo, Lázaro sería resucitado, Él llora delante de la tumba
por el dolor que Su querido amigo ha tenido que sufrir en el camino
hacia su resurrección. Él llora por esta aparente e insuperable
contradicción de las dos realidades: interna y externa, visible e
invisible, la de Dios y la del hombre. En la realidad espiritual e
invisible de Dios, Lázaro es escogido y amado, pero aquí en la realidad
visible, física y humana, él es abandonado y rechazado por el Señor, y
no solamente eso, él está muerto.
Jesús llora sobre Jerusalén con las
mismas lágrimas de amor y compasión que él lloró sobre Lázaro. Él llora
por la misma contradicción de las dos realidades: en la realidad
visible, humana y física de Israel, que parece estar abandonada y
rechazada por el Señor –mientras que en la realidad invisible y
espiritual de Dios, permanece escogida y amada–. Abraham teniendo dos
hijos, ambos, uno natural y otro sobrenatural, fue también un cuadro
profético de Dios teniendo dos hijos: el hijo natural y el Hijo
sobrenatural –y Dios ama a ambos con mucho amor–.
Para Jerusalén
He aquí que en las palmas de las
manos te tengo esculpida;
delante de mí están siempre
tus muros.
Isaías 49.16
Cuando el tumulto sobre la tierra fue
acallado,
Las lágrimas silenciosas eran los únicos
rastros de sus lamentos,
Sus muros, para siempre inscritos en mis
manos,
Preparado para ser atravesado por los
clavos.
Gritos ahogados rompen la quietud de la
mañana:
La sangre desciende en esa vigilia de la
Pascua;
Y el clavo que atravesó mi palma viva,
Dejó una impresión eterna…
A la luz del sol entre tinieblas, el
hombre sin vista no pudo ver,
A los ciegos no les fue dada la
percepción,
Que al clavarme en la cruz aquel clavo,
Hacia tus muros iba dirigido.
*
* *
Ahora ya resucitado, llevo todavía la
mancha
De esas marcas hechas por la humanidad;
Tus muros aún permanecen en las palmas
de Mis manos:
Tú estás adornado con aquellas
cicatrices oxidadas.
Lleno de envidia y desprecio,
indiferente a ellas,
Los ciegos del mundo, las heridas no
recuerdan,
Dirigiendo esos mismos clavos, Oh
Jerusalén,
Sin miedo hacia tus muros.
Una vez más, ellos no saben lo que hacen
A Mí, que veo todo desde donde estoy:
Cada vez que apuntan a tus muros,
Renuevan el dolor, en las palmas de Mis
manos.
REF: http://jewishstudies.eteacherbiblical.com/es/el-dia-de-jerusalen/?cid=32525&adgroupid=-1&utm_source=js-blog-posts&utm_medium=email_marketing&utm_campaign=bib_es_eml_js_posts_2016-07-14_%2332525#_at=0.3.9530055,0.137582113.z3dfaxzzwdap2usddc
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