Mayo 26, 2017
Queridos hermanos,
Ante el llamado de
Kiko a evangelizar a partir del mes de junio próximo, se me ocurre dirigir mi atención
a la Exhortación Apostólica que un día nos hiciera nuestro Santo Papa Juan
Pablo II después de la celebración del quinto centenario de la iniciación de la
evangelización en América… No cabe duda que aun hoy es necesario dar la vida
por la evangelización. Y el mismo Papa nos había instruido sobre la evangelización
como un acto de la más sublime caridad. Por eso es que nos dice: “El amor de Cristo nos apremia” … No
digo más y me remito a continuar leyendo esa Exhortación (el Link abajo) tan actual para el
momento que estamos por iniciar en nuestras parroquias… ¡Que la Paz de nuestro
Señor Jesucristo nos acompañe en esta misión urgente!
Con mucho cariño,
Noel y Silvia
EXHORTACIÓN APOSTÓLICA
POSTSINODAL
ECCLESIA IN AMERICA
DEL SANTO PADRE
JUAN PABLO II
POSTSINODAL
ECCLESIA IN AMERICA
DEL SANTO PADRE
JUAN PABLO II
INTRODUCCIÓN
1.
La Iglesia en América, llena de gozo por la fe recibida y dando gracias a
Cristo por este inmenso don, ha celebrado hace poco el quinto centenario del
comienzo de la predicación del Evangelio en sus tierras. Esta conmemoración
ayudó a los católicos americanos a ser más conscientes del deseo de Cristo de
encontrarse con los habitantes del llamado Nuevo Mundo para incorporarlos a su
Iglesia y hacerse presente de este modo en la historia del Continente. La
evangelización de América no es sólo un don del Señor, sino también fuente de
nuevas responsabilidades. Gracias a la acción de los evangelizadores a lo largo
y ancho de todo el Continente han nacido de la Iglesia y del Espíritu innumerables
hijos[1]. En sus corazones,
tanto en el pasado como en el presente, continúan resonando las palabras del
Apóstol: « Predicar el Evangelio no es para mí ningún motivo de gloria; es más
bien un deber que me incumbe. Y ¡ay de mí si no predicara el Evangelio! » (1
Co 9, 16). Este deber se funda en el mandato
del Señor resucitado a los Apóstoles antes de su Ascensión al cielo: «
Proclamad la Buena Nueva a toda la creación » (Mc 16, 15).
Este
mandato se dirige a la Iglesia entera, y la Iglesia en América, en este preciso
momento de su historia, está llamada a acogerlo y responder con amorosa
generosidad a su misión fundamental evangelizadora. Lo subrayaba en Bogotá mi
predecesor Pablo VI, el primer Papa que visitó América: « Corresponderá a
nosotros, en cuanto representantes tuyos, [Señor Jesús] y administradores de
tus divinos misterios (cf. 1 Co 4, 1; 1 P 4, 10), difundir los
tesoros de tu palabra, de tu gracia, de tus ejemplos entre los hombres »[2]. El deber de la evangelización es
una urgencia de caridad para el discípulo de Cristo: « El amor de Cristo
nos apremia » (2 Co 5, 14), afirma el apóstol Pablo,
recordando lo que el Hijo de Dios hizo por nosotros con su sacrificio redentor:
« Uno murió por todos [...], para que ya no vivan para sí los que viven, sino
para aquel que murió y resucitó por ellos » (2 Co 5, 14-15).
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